Racheal agarró del pasamano y se inclinó para mirar detenidamente el bosque.
– Pienso que voy a volverme loca -giró para reírse de Rio, sentado a mitad del pasamano- ¿Es posible en este enorme bosque? ¡Y no digas que estoy en uno de mis pequeños arranques de mal genio tampoco!
– Seguro. La espera es siempre la parte más difícil. Sabemos que el topo pasó la información, entonces no tendremos que esperar mucho tiempo. Recibí información que Armando y un grupo enorme llegaron y van río arriba. Tenemos a la gente en el lugar vigilándolos. Trajo a cuatro cazadores profesionales, causó problemas con los funcionarios ya que no aprueban esta clase de cosas.
Rachael tembló.
– Saber que ese hombre esta en el mismo bosque es espantoso. Armando es realmente malo, Rio. No le tomará mucho tiempo enviar a sus hombres.
– Lo sé, pero es lo que hemos estado esperando. Esta es probablemente nuestra última posibilidad para un poco de diversión. No están aún en el área.
– Odio esto, Elijah esta cerca y no lo puedo ver.
Rio tomo su mano, sosteniendo su palma abierta sobre su corazón.
– Al menos esto nos ha dado tiempo para que tu pierna sane correctamente.
Ella giró y frunció el seño.
– ¿Correctamente? ¿Es así como lo llamas? Al menos tengo una pierna. Y Fritz está mejor. Salió esta mañana alrededor del alba para cazar con Franz. Pensé que era un buen signo.
Rio tiró de su mano hasta que su cuerpo quedo junto el suyo.
– No tenemos que quedarnos aquí si prefieres ir a jugar -la invitó suavemente.
Rachael alzó la vista, a su irresistible rostro. Conocía cada pulgada de aquella cara, por el tacto, por la visión. Había un destello juguetón en sus ojos, raramente visto por alguien además de ella. Amaba aquel lado infantil, travieso que tenia en momentos inesperados.
– ¿Es seguro?
– En este momento. No espero que Armando venga tan pronto, pero no cambia nada. Espero que el asesino de tu tío venga cualquier día y hora, pero los animales nos alertarán. No tenemos que quedarnos en casa si quieres estirar las piernas y jugar un poco. Tengo uno o dos hermosos sitios que no he tenido oportunidad de mostrarte -Sus dedos frotaron los hilos de su pelo- Hemos estado poniendo toda nuestra energía en los ensayos para la llegada de tu tío y no hemos logrado tener un descanso. La choza temporal esta construida, tenemos a la gente vigilando de arriba a bajo el río y el bosque. Pienso que podemos tomarnos un pequeño descanso.
Rio se había arriesgado solo la noche anterior desde que su hermano había aparecido. No quiso dejarla y sintió que era mejor darle a su pierna una posibilidad para curarse totalmente. La llamada del bosque estaba en él, tentándolo continuamente.
La sonrisa de Rachael se ensanchó y se quito la camisa, arrojándola sin vacilar. Esto dejó su cuerpo sedoso y nada más.
Río sonrió. La respiración de Rachael se entrecorto, se hacía un hábito.
– Tal vez deberíamos quedarnos aquí -murmuró él suavemente. Sus pechos eran hermosos, llenos y maduros y tan perfectos que tuvo que tocarlos. Sus dedos se deslizaron sobre la piel, tirado de sus senos que se erguían solo para él.
– Tal vez no deberíamos. Quiero correr. Puedes esperarme aquí si quieres -Rachael se zafó de su abrazo, disfrutando del camino que tomaba su mirada. Nunca había pensado ser un ser sexual hasta que conoció a Rio. La hizo tan consciente de su propio cuerpo como del suyo. De lo que podrían tener juntos. Se movió atrevidamente, totalmente femenina, agarrándose a una rama encima de su cabeza- Puedes pensar en mí mientras no estoy -bromeó.
– No vas a ninguna parte sin mí -declaró, quitándose deprisa la ropa. Ella cambiaba ya, un leopardo femenino liso con suave curvas, un cuerpo felino construido para la velocidad y resistencia. Saltó a una rama vecina y se inclino para pasar a la siguiente.
Rio no perdió tiempo en doblar su ropa. La llamada estaba sobre él, comenzando en el hueco de su estómago, un deseo incontrolable por la libertad. Sus músculos se torcieron y cambió en el aire, haciendo una zambullida por las ramas debajo de él.
Rachael saltó de rama en rama, totalmente consciente de que Rio la perseguía. Si un leopardo pudiera haberse reído en voz alta, sería ella. No podía creer el giro que había tomado su vida. Había cometido un pequeño error, pensando que su casa era una vieja choza, y este había sido el mejor error que había cometido alguna vez.
Sintió un estallido de felicidad, brillante y perfecto, saltó al suelo del bosque, saltando sobre los troncos de los árboles caídos y arbustos más grandes. Sus garras se clavaban en la vegetación. Rio venía tras ella, un enorme macho con intención de dirigirla.
Rachael comenzó a evadirlo, serpenteando por los árboles, quedándose en el curso que obviamente quería que tomara. Cuando se dirigió en la dirección incorrecta, surgió delante de ella, demasiado grande para evadirlo y demasiado grande para encararlo. No se preocupó, la libertad del juego era maravillosa. El bosque era hermoso, cada detalle vivo y brillante. Jugo con un sapo que no pareció apreciar la compañía y luego corrió hacia adelante cuando Rio olfateo a la pequeña criatura.
Vio el terraplén demasiado tarde, tratando de parar cayó en el foso de agua azul. Era una pequeña caída natural, una palangana formada en la sólida roca. La cascada era suave, la espuma blanca caía en el agua clara. Los helechos brotaban por todas partes, largos y altos como arbustos. Cambiando empezó a reír con tanta fuerza que rodó dos veces más.
Rio la tomo por la cintura, levantándola cerca del borde.
– Eres imprudente, mujer loca. Casi me da un ataque cardíaco -Su voz sonó como un ronroneo en lugar de una reprimenda, una caricia aterciopelada sobre su piel
Rio tocó suavemente su cara, las yemas de sus dedos acariciaban la línea de su mejilla, su mandíbula, su toque era suave como las alas de mariposas que se posaban en los árboles. El impacto era una ráfaga que pasaba como un rayo por su cuerpo. Sus manos se colocaron a ambos los lados de su cara, enmarcándola con ternura mientras lo miraba fijamente a los ojos.
Había tan intenso de amor ahí, en las profundidades de su verde mirada. El deseo y el hambre se quemaban en la profundidad, pero el amor brillaba con una luz intensa que la consumía. Bajó su cabeza despacio hacia la suya. Aquel movimiento sensual hizo que su corazón reaccionara, sintió un estremecimiento exquisito en cada músculo, el calor se extendió. Su cuerpo se inclinó contra el suyo, aunque su piel no la tocó completamente, un soplo de aire había entre ellos, una brisa que abanicaba el calor de su piel. El agua acariciaba sus cuerpos, dejando la espuma que caía como millones de gotitas alrededor de ellos, como dedos en la piel, acariciándolos, un río de sensaciones sobre ellos.
Sus labios rozaron los suyos. Suavemente. Tiernamente. Un pequeño toque, llamas que parpadeaban como si bailaran. La necesidad se precipitó y extendió en cada vena, en cada célula. Rachael se inclino más cerca, levantando su boca a la suya. Las puntas de sus pechos tocaron su pecho, mandando llamas a toda su piel. Rachael suspiró contra su boca, cuando la abrió él la tomo. Calor, fuego y seda. Algo se movió dentro de ella, una conexión.
Rio profundizó el beso, ahuecando su cara con sus manos, deslizando sus dedos para acunar la parte posterior de su cabeza besándola, su otro yo se elevó hasta fusionarse con ella. La sensación aumento con cada toque. La brisa de la cascada en sus pieles se sentía como el toque de una lengua que los lamía a lo largo de sus cuerpos
Ráchale jadeo cuando el placer sensual la inundo, privándola de aliento, de pensamiento. Se inclino contra él, frotando piel contra piel, necesitando su contacto. Cuando él levanto su cabeza para respirar, ella bebió las gotas de su pecho, su lengua seguía las diminutas gotas que bajaban por su vientre. Sus manos se movieron sobre ella, encontrando cada punto que la harían gritar de pasión, que la excitarían aun más.
Ráchale se derritió, piel con piel, rozando, acariciando, necesitando tocar cada centímetro cuadrado de él. No bastaban los besos, el sabor, no había tiempo suficiente para explorarlo como ella deseaba antes de que su cuerpo se rindiera a sus demandas.
– Ronroneas -murmuró suavemente- Amo el modo en que ronroneas.
Beso su garganta, el hueco invitador de su garganta y mas abajo para probar las gotitas de agua, acaricio su cadera tomándola de las nalgas para levantarla.
Rachael enredó sus piernas alrededor de él.
– ¿Ronroneo? No lo sabía. No -Sus dientes mordisquearon sobre su hombro, su cuello, el punto de su barbilla. Su aliento era caliente y atractivo como el satén suave de su piel- me harías ronronear, Rio. ¿Sientes al leopardo en mí combinándose con tu leopardo? ¿Cómo puede pasar? ¿Cómo podemos experimentar lo qué ellos sienten cuando somos realmente uno con él?
– Tú me dejas entrar a tu mente. En tu corazón y cuerpo. Esto incluye a tu leopardo y mi leopardo está impaciente. Somos un par apareándose, Rachael. No todos nosotros tenemos esto en la vida. Sospecho que nos hemos apareado en más de una vida. Te sientes tan familiar -puso su cuerpo sobre el suyo cerrando los ojos cuando sintió el increíble placer sensual.
Su sangre corrió caliente por su cuerpo, ardiendo sus venas como fuego sin control, llegando a su cabeza para explotar en acometidas de calor y llamas. Ella estaba apretada y caliente, una vaina aterciopelada que agarraba su cuerpo, rodeándolo de tanto placer al borde del dolor. Sintió todo inmediatamente, lujuria salvaje, una necesidad codiciosa, el amor abrumador y la ternura. Quiso tomarse su tiempo, meciéndola mientras el agua bañaba sus cuerpos, pero el placer era demasiado intenso, hasta con su empuje lento. Estaban demasiado calientes, el calor formaba un arco entre ellos y se eleva rápido no importaba cuanto tratara de detenerlo, trató de ir más lento. Sus uñas se clavaron en su piel. Su cabeza se arqueo hacia atrás, exponiendo la línea de su garganta.
Profundamente, se movieron juntos, mezclándose y combinándose, haciéndose uno en una piel. El grito suave de Rachael tomó lo último de su control. Su cuerpo apretado alrededor suyo, amarrándole y haciéndole demandas.
Levantó su cara al cielo, elevándose, tomándola mientras que el agua salpicada alrededor de sus cuerpos.
– Estabas jurando -susurró Rachael. Había risa en su voz. Besó su hombro, movió sus caderas al mismo ritmo, permitiendo a las pequeñas réplicas remontar sobre ambos.
– Tu me haces esto, Rachael. Pienso que va a darme un ataque cardíaco. Yo podría hacerte el amor cien veces por día -La bajó suavemente hasta que sumergió la cintura en el agua- Pierdo mi poder, ¿lo has notado?
La suave risa recorrió cada célula de su cuerpo, lavándolo como la lluvia limpia.
– Pensé que era yo.
Un ruido en los arbustos cerca del terraplén los alertó ya no estaban solos. Rio giro para afrontar el peligro, poniendo su cuerpo entre Rachael y los arbustos. Dos pequeños gatos cayeron en el claro, Fritz se deslizo por el fango hasta caer al agua. La mano de Rachael, en el trasero de Rio sentía su tensión.
Fritz aulló cuando salio del agua, escupiendo y silbando a Franz. El otro gato macho se rió, espero bajo los helechos a que Fritz se quitara el agua. Franz salto una segunda vez, sobre su hermano haciéndolo rodar y volviéndolo a empujar sobre el terraplén. Cayeron en un frenesí salvaje de piel y garras, haciendo más ruido del que Rachael alguna vez había oído que hacia un gato.
Se echó a reír y abrazó a Río por la cintura.
– Parecen un par de niños.
Él paso la mano por el sedoso pelo negro.
– Si -pareció totalmente exasperado- No puedo hacer nada con ellos.
Esto la hizo reír más.
– No tienes ni idea de lo increíblemente atractivo que te encuentro -besó su barbilla- Voy a nadar mientras todavía tengo la posibilidad. Empezara a llover en cualquier minuto.
– Llueve.
– Esto es sólo la niebla. ¡Mira el arco iris! -Señaló hacia arriba y se zambulló bajo la superficie, un destello de piel desnuda y sedoso cabello negro.
Sacudió la cabeza cuando la miró nadar, luego giro para mirar a los dos leopardos nublados echándose uno encima del otro. No había nada que parara a los gatos cuando jugaban sucio. Caminó por el agua hacia la roca plana donde a menudo se posaba para tomar el sol. Estaba siempre húmeda y caliente, pero la brisa del agua de la cascada y la niebla, lo mantenían fresco. Su mirada se dirigió a Rachael cuando nadaba por el fondo, su piel desnuda se veía pálida en el agua azulada.
Rachael se elevó bajo la cascada, levantando su cabeza para permitir que el agua cayera sobre su cara. Empujo hacia atrás la pesada cabellera y sonrió con la alegría de estar viva. El agua era una sombra asombrosa de azul, la niebla blanca que se cernía encima en el dosel como nubes mullidas. El crepúsculo ya caía, un cielo gris suave que sacó a los murciélagos, girando y bajando cuando se lanzaban para capturar insectos en el agua. Echó un vistazo a través del pequeño foso hacia Rio. Estiraba su cuerpo entero en una losa gris, su mirada verde viva se fijó en ella atentamente.
– Amo este lugar, Rio. ¿Vienes a menudo?
– Cuando quiero un largo baño y una nadada perezosa -no levantó su cabeza, sólo la miró a través del agua, parecía una ninfa del agua, una tentación- No hay ninguna sanguijuela en el agua, es seguro nadar.
Rachael se rió de Rio y comenzó a caminar por el agua hacia él. Las aves levantaron el vuelo de los árboles alrededor de ellos, alas que revolotean fuertemente, llenando el aire de un ruido que tarareaba. Se congeló, alzando la vista hacia la multitud que se elevaba. Su corazón comenzó a palpitar. Miró a través del agua a Rio. Ya no descansaba perezosamente, se puso en cuclillas en la roca, con todos los sentidos en alerta. Le hizo señas sin mirarla, moviendo su mano en un semicírculo.
Rachael echó un vistazo a los dos pequeños leopardos nublados que estaban parcialmente escondidos entre los altos helechos. Soñolientos, los dos habían estado dormitando en el refugio de las hojas; ahora estaban alerta como Rio, bocas abiertas de par en par, las orejas hacia arriba, rastreando el aire. Forzó a su cuerpo a moverse, dirigiéndose en la dirección que Rio señalada. La deseó fuera del agua y en un escondite inmediatamente. Los centinelas del bosque estaban dando la alarma. Un cazador se había movido en su reino.
Rio puso el brazo alrededor de ella.
– Todo está bien. Sabíamos que vendría por ti… -rozo su sien con un beso- Pero no antes de que consigas ropa. Dejamos un rastro bastante claro que conduce a la pequeña choza de Tama y Kim. Parecerás una mujer nativa haciendo sus cosas.
Rachael se reclinó contra él con comodidad. El brazo de Rio se apretó.
– No tenemos que hacerlo. Si tienes miedo, podemos encontrar otra manera.
Ella sacudió su cabeza con decisión.
– No. Quiero ser el cebo. Armando ha dominado mi vida para someter a Elijah por mucho tiempo, se siente bien ser capaz de hacer algo positivo. No me preocupa si actúo como una boba en una choza y hago un espectáculo para el espía de Armando. Me hace sentir poderosa contra ese monstruo horrible. Él destruyó a Elijah, y me usó para hacerlo.
Él acarició su oído todo el rato mientras la sacaba del agua y la llevaba al refugio de los árboles.
– Cambiemos aquí, Rachael. El espía de Armando no puede verte como un leopardo. Tenemos que darle un amplio margen y guiarlo a la choza. No queremos que encuentre el rastro de tu esencia de leopardo y te identifique como un cambia-forma. Déjate ver a cierta distancia en tu forma humana. Te cubriré. Si hace un movimiento equivocado, lo mataré.
Ella se estremeció. Eso le pareció a Rio.
– ¿Estas seguro que solo es el espía y no mi tío?
– Escuche a los animales. Es el leopardo, y se dirige hacia la choza.
Ella soltó el aliento.
– ¿Que pasara con Fritz y Franz? Tendrás que alejarlos a un lugar seguro. No quiero que les hagan daño. Sabes que ellos te seguirán dondequiera que vayas.
– No te preocupes, hemos cazado muchas veces juntos. Es nuestro trabajo, Rachael. Tu tío tiene un ego demasiado grande para dejar sólo a su leopardo. Si piensa que puede matarte bajo la nariz de Elijah, es lo que decidirá hacer.
– No te preocupes por mí. Me confieso culpable de tener miedo, pero de un modo positivo. Finalmente siento que le soy útil a Elijah -giró la cara hacia su hombro y se rozó cariñosamente de la manera de los felinos- Seré cuidadosa.
– Puede tratar de agarrarte para llevarte con tu tío, pero lo dudo. Cuento con que esté haciendo un viaje de exploración, para confirmar tu presencia. Mantente alerta de todos modos, por si acaso me equivoco.
Subió por el terraplén y tiró de ella hasta que la vegetación los escondió. Él cambiaba ya, su pelambre rozaba su piel desnuda. Siempre se asombraba por el milagro del cambio. Parecía increíble que pudiera sumergir las manos en la piel de un leopardo, aún más increíble que pudiera acariciar su espalda y frotar sus orejas. A pesar del peligro, Rachael sonrió felizmente cuando se permitió cambiar.
El viaje por el bosque era mucho más largo, escabulléndose con cuidado a lo largo del camino que los llevaba a la casa. La pequeña choza había sido erigida en una arboleda particularmente llena de árboles. Los troncos eran delgados y los árboles estaban muy juntos. Rio quiso que el sitio fuera seguro, a un tirador le resultaría difícil disparar entre los árboles. Si el asesino a sueldo de Armando quisiera matar a Rachael, tendría que hacerlo de frente y en persona. Tendría que usar su forma de leopardo para atacarla.
Permaneció cerca de Rio cuando se movieron a través de los árboles, asegurándose de demostrar a los gibones y aves que no estaban cazando. No querían alertar al intruso. La choza estaba abrigada por un dosel elevado y el techo cubierto con paja. Era el tipo de choza que a menudo usaban los miembros de la tribu cuando se movían de un lugar a otro.
La ropa de Rachael estaba escondida en la choza y se cambió deprisa. Rio permaneció en su forma de leopardo, no parpadeo, la miraba fijamente cuando ella tiró de sus vaqueros y se puso una camisa. Se rió de él, inclinándose para besar suavemente la cabeza del leopardo.
– Es seguro, Rio. Mantén seguro a Elijah para mí -Su corazón palpitaba, sabía que su leopardo podía oírlo, podía oler su miedo, como ella podía saborearlo en su boca. Cuando el gato rozó su pierna le abrazo por cuello- No lo subestimes. Armando Lospostos es un monstruo. No puedes olvidarlo.
Rio quiso cambiar, sólo por un momento y sostenerla en sus manos para consolarla y tranquilizarla, pero no se atrevió. El bosque había cobrado vida con noticias. Su tío había hecho lo inesperado, llegando con el contingente de sus hombres y el espía leopardo. Armando no dejaba ninguna posibilidad de perder su oportunidad. Envió al espía al campo de caza que había establecido unas millas en lo alto. Rio esperó que Elijah escuchara la alarma de las criaturas así como sus aliados humanos cuando llevaran las noticias de arriba y abajo del río y por los árboles.
Rio se rozó contra el cuerpo de Rachael en una caricia larga antes de saltar a las ramas bajas que colgaban de un árbol cercano al lado abierto de la choza. Parecía sola y vulnerable. Era el modo que supuso la verían, pero maldición, esto le dolía en el corazón. Desapareció en el grueso follaje, sabiendo que no podría verlo, esperando que lo sintiera cerca. Si el leopardo espía hacia un movimiento contra ella en vez de confirmar sólo su presencia, no tenía ninguna duda que tendría que hacer una matanza.
Le tomó al leopardo un día y una noche encontrar la pequeña choza de Rachael. Estaba sola en la cama, su corazón palpitaba, respiraba profundamente, rechazando el lado salvaje de su naturaleza, tratando de ser un cordero para atraer al monstruo que había arruinado sus vidas. Comió sola, hizo tareas sin fin, inútiles, encontró el trabajo aburrido. Comenzó en el jardín, plantando de nuevo hierbas cerca de la choza. Todo el rato sentía a Río cerca de ella. Nunca lo vio, pero sabía que estaba allí y esto la reconfortó. No temía por su propia seguridad. Confiaba en Rio, conocía sus capacidades.
Rachael estaba en el pequeño jardín cuando oyó el primer susurro de inquietud entre las aves en el dosel encima de la casa. La agitación de sus alas cuando alzaron el vuelo. El trino de alarma de los centinelas pareció una advertencia. Pretendió no oír, usando las habilidades que había adquirido durante años para parecer tranquila y relajada ante cada crisis. El espía leopardo la acechaba. Los monos divulgaron sus movimientos mientras que se acercaba a su pequeña choza. El animal buscaba signos de Elijah, de una trampa para Armando. Todo lo que iba a encontrar era a Rachael que intentaba hacer una casa de una choza de viajeros.
Se levantó y lo olió. El olor salvaje del intruso que se acercaba sigilosamente. Sintió el impacto de su mirada cuando la miro, entusiasmado. El conocimiento de que podría tomar su vida, que estaba sola, un blanco fácil para un depredador como el leopardo. El leopardo estaba seguro de que ella sería su regalo. Armando le había asegurado que ella no era un cambia-formas, que estaba atada a la forma humana y no era digna de vivir. Aunque no pudiera verlo, ella casi podía sentir como su cuerpo temblaba por la impaciencia de la caza. El pelo en la parte posterior de la nuca se erizo. La carne de gallina se elevó en su piel. Una frialdad se deslizó hacia abajo por su columna vertebral.
Rachael tarareó suavemente, deliberadamente se acerco al tronco del árbol más cercano cargado de orquídeas perfumadas y cortó varias para colocar en la losa de madera que le servia como mesa. Se quedó al aire libre, sabiendo que Rio tenía la mira de su rifle en el leopardo. Entro en la pequeña choza y arregló las flores. Sus piernas comenzaban temblar, entonces se sentó en uno de los tocones y miró fijamente la belleza del bosque, intentando mirar a gusto los alrededores.
Con asombro Tama y Kim llegaron con cuatro de los miembros de la tribu, hablando y gesticulando pidiendo agua. Kim le guiñó. Era el único modo de asegurar que el leopardo espía no tratara de llevarla al lado de Armando. Podría decirle con tranquilidad a Armando que Rachael estaba sola y Elijah no estaba cerca de ella, pero tendrían que volver a la choza una segunda vez a fin de capturarla. Sintió la presencia del leopardo la mayor parte de la noche. Los miembros de la tribu se instalaron alrededor de ella, hablaron mucho por la noche, dejándole la intimidad de la choza, pero con éxito impidieron al espía hacer cualquier movimiento contra ella. Paso mucho tiempo antes de sentir que el peligro había pasado. Permaneció de todos modos, esperando, queriendo enroscarse en una pequeña pelota y gritar.
Rio llegó al amanecer, acariciándola con sus manos, besando su cara. Elijah estaba con él, real y sólido, abrazándola, diciéndole lo valiente era.
– ¿Resulto? ¿Volvió con Armando y le dijo que yo vivía aquí sola y tú no sabías sobre esto? -La voz de Ráchael se oía amortiguada contra la camisa de Río. Inhaló su aroma, lo tocó, tenía que sentir su enorme fuerza, se sentía tan frágil.
– Resulto, Rachael -aseguró Elijah- volvió a Armando como buen espía y relató todo lo que vio.
– Sentí su impaciencia, que deseaba matarme -dijo ella- No sé lo que habría hecho si Kim y Tama no hubieran llegado.
– Lo sé -reconoció Rio- no le quite la vista en ningún momento. No tenía ninguna posibilidad.
– ¿Ahora qué hacemos? -preguntó Rachael.
– Tama y Kim van a escoltarte a su pueblo. Estarás segura con ellos. Armando volverá con sus hombres a la choza y encontrarán que esta vacía. Pensaran que vas a volver. Mientras tanto, tenemos que deshacernos de sus cazadores. Parece como si Armando los instruyera en la captura de leopardos. Sabe que no puede tomar a Elijah en su campo con todos los guardias allí, pero cree que Elijah cambia por la noche y busca información sobre ti.
Elijah le sonrió abiertamente. Sin embargo su mirada permaneció llana y fría.
– Trajo consigo cazadores profesionales. No puede decirles que soy un cambia-formas. Le quitaría uno de sus grandes secretos.
– Los cazadores estacaron una cabra en espera de capturar un leopardo. Fue puesta para atrapar a cualquier leopardo que este por aquí, no sólo al leopardo nublado o a los gatos más pequeños. No queremos que tengan posibilidad de matar a cualquier otro leopardo que merodee alrededor. Enviamos la alerta, pero debemos tener cuidado.
– ¿Cuatro cazadores profesionales? -Resopló Rachael- ¿Quiere decir que son hombres que han cazado felinos toda su vida? Esto es propio de Armando. Yo debería haber adivinado que haría algo así.
Elijah tocó su hombro suavemente.
– Yo lo sabía. Estamos listos para esto. Tú estarás segura con Tama y Kim.
– ¿No piensas que el leopardo espía volverá para vigilarme? Debo estar aquí, donde puede dar sus pequeños informes diarios a Armando.
– Te matara no lo podrá resistir -dijo Rio- Tú sentiste la necesidad que tiene de matar. No podemos arriesgarte otra vez -Rio tomo su cara entre sus manos- No te arriesgaré. Es peligroso, y tengo que ayudar a Elijah con los cazadores. No podemos permitirnos darles la espalda. En cualquier caso, Armando enviaría a sus hombres aquí para agarrarte. Tienes que ir a un lugar seguro.
Inmediatamente su corazón saltó. Rio podría hacer esto con un toque, con una mirada. Rachael forzó una sonrisa cuando encontró su mirada.
– ¿Sabes lo que me estas pidiendo, verdad? Yo tuve que soportar y mirar a Armando arruinar la vida de Elijah, torturándolo y atormentando por mí. Me usó para hacerle daño a mi hermano. No puede pasar por lo mismo con ustedes. Nunca sobreviviría. Ambos tienen que volver -no miró a su hermano, pero su voz fue ahogada por las lagrimas- Elijah va a tratar de sacrificarse porque piensa que no puede haber ninguna salvación para él. Rio, tienes que encontrar un modo de traerlo a salvo.
Rio beso su boca.
– Prometiste casarte conmigo, sestrilla. Necesitamos a Elijah para una ceremonia apropiada. Puedes estar segura que lo traeré.
– Gracias -Rachael se fue con los miembros de la tribu. Sólo miró atrás una vez, y tanto Elijah como Rio la miraron hasta que estuvo fuera de su vista.
Los dos hombres se miraron, desnudándose a toda prisa, y sin una palabra cambiaron a su forma animal. Era tiempo de cazar.
La primera noche Rio y Elijah tomaron al primer cazador. Tenía el dedo en el gatillo del rifle. Debajo de él, en el suelo, una pequeña cabra lanzó un grito de miedo. Rio sabía que el leopardo espía estaba cerca, un vigilante para los cazadores, pero ya estaba en la trampa del cazador.
La segunda noche el leopardo espía esperaba en los árboles encima de su caza. Sus ojos amarillos brillaron amenazantes. Lo habían hecho parecer inepto, una criatura que se sentía superior a todos y que había fallado en su trabajo, no quería fallar una segunda vez. Fue Elijah quien hizo la segunda caza bajo la nariz del leopardo espía, matando al segundo cazador donde estaba al acecho.
El leopardo descubrió la caza en uno de sus barridos por el área y se volvió loco, rugiendo con rabia, con una promesa de venganza. Corrió por el bosque en dirección de la pequeña choza desierta de Rachael. Rio estaba agradecido que no estuviera allí desde hacia tiempo. El leopardo estaba de mal humor y quería desesperadamente rasgar algo o a alguien en pedazos. Rio lo siguió sin prisa, dejando al intruso gastar su energía. Miró desde la distancia cuando el leopardo destrozó la pequeña choza, estaba tan enfurecido, que deshizo el mobiliario en pequeños palos y rompió el pequeño tazón de orquídeas.
Rio no le dio ninguna oportunidad, salto desde la azotea, sus dientes se hundieron profundamente en el cuello del leopardo, rodando y agarrándolo. Rio había pasado la mayor parte de su vida en el bosque, como humano o en su forma animal. El leopardo espía había tenido una vida normal en la ciudad, y solo salió por una promesa de poder y dinero. No era tan rápido ni despiadado. Rio le concedió al cuerpo el respeto de su clase, quemándolo a una ceniza fina y dispersando los restos antes de Elijah se le uniera.
El tercer cazador fue tomado al anochecer del tercer día, y esta vez ellos esperaron hasta que el último de los profesionales se alejara rápidamente de la escena. Elijah encaró al cazador solitario, una euforia se extendió por él. El cazador había concedido finalmente la derrota y tropezaba retrocediendo para escapar, horrorizado por la pérdida de sus amigos. Agarró su arma como si esta pudiera salvarlo de los terrores del bosque que oscurecía. El hombre se estremeció cuando oyó el gemido bajo de los leopardos nublados. Corrió cuando oyó el gruñido y la contestación de los primos más pequeños. Irrumpió en el campo pesadamente armado, con la ropa rasgada, parásitos en su cuerpo y la sangre de sus amigos en su ropa.
Armando reaccionó a su típica manera. Agresivo, furioso porque sus planes fueron frustrados y solo escuchó parte de la pesadilla del cazador. Elijah había presenciado la escena muchas veces en el pasado y sabía que su tío era completamente capaz de un estallido de violencia extrema. Sus hombres lo sabían también, mirándose el uno al otro con inquietud cuando el cazador solitario trató de explicar su fracaso. Incluso en la humedad y el calor del bosque, Armando llevaba puesto su suéter de cuello de cisne habitual, estirado sobre su pecho. Era su marca registrada, una camisa suave muy cara como signo de dinero y poder. Sudaba, pero su ego nunca le permitiría quitársela. El leopardo rizó su labio en un gruñido silencioso de desprecio, de odio.
– ¿De que demonios hablas? -Armando rugió, manoseando su arma continuamente con amenaza. Su cara era una mueca de total cólera- Contrate a cuatro cazadores profesionales. ¿Es tan difícil captura a un leopardo? Les pago bastante dinero para no preocuparse si lo quiero vivo o muerto. Láncenle una red. Hiéranlo. No me importa como lo hagan. Tranquilícenlo. ¿Tengo que pensar por ustedes? Si me fallan después del dinero que les pago, no saldrán de este bosque vivos y puedo garantizarlo. Ustedes son cuatro y el uno. No puede ser tan difícil. Entonces consíganlo por un demonio y hagan su maldito trabajo.
El hombre retrocedió, esta vez cuidando que su rifle estuviera delante de él, listo para usarlo si se viera obligado a defenderse.
– No me escucha, señor -echó un cauteloso vistazo a los guardaespaldas, todos armado hasta los dientes- No hay cuatro de nosotros. El leopardo mató a Bob la primera noche. No hizo caso de la cabra que estacamos y fue directamente a él. Abandonamos a Bob allí para atraerlo, todos nosotros estábamos encima de los árboles con alcances. Ataco a Leonard la segunda noche. Craig fue ayer por la noche. Independientemente de todo, es un asesino de hombres. Es tan astuto como el infierno. No se los comió, era como si jugará con todos nosotros.
Armando juró mientras que saltó a sus pies. El cazador retrocedió, le cedió el paso inmediatamente.
– No me gusta esto; si Rachael no está de vuelta en la choza mañana saldremos de aquí. Todos nosotros vamos hacerle una visita -Cuando el cazador se dirigía a su tienda de campaña, Armando lo agarró de brazo y lo sacudió- No, tu no. Tiene un trabajo que realizar. Tomaste el dinero, ve y consigue al leopardo. Sal de aquí.
Elijah se puso en cuclillas en lo alto del árbol, escondiéndose en el follaje para pasar inadvertido mirando al último de los cazadores dejar la seguridad del sitio de mala gana. Esperó con paciencia, conociendo el ritmo de bosque. La conversación decayó cuando los mosquitos llegaron. Los hombres dieron palmadas a los insectos. La lluvia comenzó, un aguacero constante que aumentaba la miseria de todo el mundo. Eran esencialmente hombres de ciudad, sólo los cuatro cazadores eran profesionales y ahora tres de los cuatro estaban muertos. La lluvia cubría como un manto el campamento. Los hombres desaparecieron en las tiendas de campaña, dejando sólo a los guardias en el perímetro. Todos ellos trataron de refugiarse bajo los árboles. Ninguno prestaba atención a las ramas encima de ellos. De todos modos esperó, pacientemente. Los leopardos eran siempre pacientes. No hizo caso de los insectos o la lluvia. Este era su mundo y ellos eran los intrusos. Se puso a esperar.
Era importante entrar silenciosamente, hacer el trabajo y salir sin ser visto. El campo estaba pesadamente armado. Elijah no quería una matanza en el bosque. No querían una investigación. Tenía que ser un asesinato sigiloso, silencioso. Se puso en cuclillas en los arbustos a diez pies de uno de los centinelas y miró a su tío. La luz de la lámpara iluminó el interior de la tienda de campaña. Un lado permanecía abierto para darle a Armando un amplia vista del área. Y el arma no estaba a más de una pulgada de la yema de su dedo. Una tras otra las lámparas fueron apagadas de modo que la oscuridad reino sobre el campo.
El viento sopló. La lluvia caía. Elijah esperó hasta que los guardias comenzaron a ponerse soñolientos. El leopardo de repente cobró vida. Elijah se arrastró más cerca, lento como un leopardo experto. Su mirada concentrada nunca abandonó a Armando que se movía alrededor de la tienda de campaña, con el arma en su mano. El demonio encarnado. Asesino. Cada hecho oscuro que Armando había cometido contra su familia llenaba de rabia el alma de Elijah. Resbaló pasando al primer guardia. El hombre lo tuvo cerca dos veces y nunca vio al leopardo escabullirse en el campo.
Un hombre surgió de su tienda de campaña y camino a un árbol cercano. Casi se topo con el leopardo, a no más de unas pulgadas. Elijah se arrastró quitándose del camino del hombre, ganando otra yarda. Armando fue a la entrada y barrió el área por centésima vez, inquieto. El rifle era acunado por sus manos contra su pecho.
Elijah no quito la vista de su objetivo, escondido en los pequeños arbustos sólo a unas yardas de la tienda de campaña.
Armando volvió la espalda y el leopardo se arrastró avanzado en el silencio, moviéndose cuidadosamente sobre la tierra desigual, las patas amortiguaban el pesado cuerpo que no hacía ningún ruido. Sólo el sonido estable de la lluvia. Elijah hizo una pausa en la entrada de la tienda de campaña, cuidando de quedarse en la sombra donde la luz que se derrama de la lámpara no pudiera alcanzarlo. Miraba fijamente su objetivo, sus músculos se tensaron. Sintió el aumento de poder en él, sobre él.
Como si sintiera el peligro, Armando se volvió, levantando el rifle, sus ojos buscaban en la noche frenéticamente. El leopardo lo golpeó con fuerza, conduciéndolo hacia atrás, sus dientes hundiéndose en su garganta. Las mandíbulas poderosas mascaban con fuerza en un golpe aplastante, pero los dientes golpearon con el metal, no con la carne. Elijah intentó traspasar la barrera protectora, utilizando las garras para desgarrar el vientre expuesto. La misma capa de metal cubría las partes suaves del cuerpo.
Armando había dado un paso hacia atrás, aterrizando con fuerza en la tierra, dejando caer su rifle en el proceso. Las mandíbulas sujetaron como abrazaderas fuertes su garganta, cortando todo el aire, a pesar de su armadura. Un cuchillo, oculto en su manga, salto a su mano, y lo enterró en un costado del leopardo repetidamente. El leopardo lo sujetaba con crueldad, los ojos amarillos verdosos lo taladraban. Armando se azotaba como un loco, pero ningún sonido surgido de su garganta.
Un guardia, alertado por las sombras, se precipitó a la entrada de la tienda de campaña, con el rifle en su hombro. Un segundo leopardo le cayó encima desde un árbol, llevándolo a la tierra con una llave al cuello. Todo se hizo un silencio absoluto. Rio sacudió al hombre una vez mas para asegurarse que no podría levantarse para dar la voz de alarma. Arrastró el cadáver dentro de la tienda de campaña y apago la lámpara, sumergiendo la tienda en la oscuridad evitando así que no hubiera ninguna otra sombra que mostrara la lucha de vida o muerte entre los dos combatientes.
Rio cambió parcialmente, agarrando la muñeca de Armando y retorciéndosela para que soltara el cuchillo. Ya moría, un odio venenoso se apreciaba en sus ojos cuando contempló la cara de su sobrino, en los ojos del leopardo que impedía el paso del aire y cortaban el ingreso del precioso oxígeno.
Elijah soltó el agarre de su garganta, levantándose cubierto de sangre. Rio lo olfateo, empujándolo en un esfuerzo para separarlo y poder así moverse antes de que fueran descubiertos. Rio cambió a su forma humana.
– Se ha ido, Elijah. Está muerto -Sólo para estar seguro Rio comprobó el pulso del hombre- Estas perdiendo demasiada sangre, venga, vamos a salir de aquí. Ve hacia las ramas lejos de la tienda.
Elijah no podía creer que el monstruo estuviera muerto. Miró fijamente a Armando, con los ojos abiertos, vítreos, era la cara del mal. Había dolor, pero era distante y lejano. Se tomó su tiempo para rasgar el material de la camisa, y exponer la placa de acero que había debajo.
– Elijah, no tenemos mucho tiempo -Rio cogió al gran macho por el cuello e intentó tirar de él, alejarlo del monstruo que yacía aplastado y golpeado- pierdes demasiada sangre. No vas a sobrevivir si no salimos de aquí ahora -Cuando el leopardo permaneció de pie sobre el cuerpo de Armando, Rio cambió de táctica- Rachael nos espera, Elijah. Tiene miedo por nosotros. Voy a llevarte a casa.
El leopardo levantó su hocico y miró a Rio con ojos tristes. La desesperación estaba allí. Confusión. Profundamente afligido. Rio tomó su cabeza otra vez.
– Eres libre. Son libres. Su vida les pertenece -Rio cambió de forma, tomando su forma animal, mostrando el camino a través de las tiendas de campaña. Mostrándole el camino hacia Rachael. De regreso a la vida.