CAPÍTULO 7

El silbido vino otra vez, dos notas suaves. El arma nunca se movió, permaneciendo estable y apuntando a la entrada. Rio contestó, usando una combinación diferente de sonidos, pero se quedó inmóvil, a la espera.

– Aparta el arma -dijo Kim Pang y empujó abriendo la puerta. Entró en la casa, sus ropas rasgadas, mojadas y manchadas de sangre, sus rasgos duros una máscara de cansancio. Había estado, obviamente, viajando rápido y ligero. No tenía ningún paquete ni ningún arma que Rachael pudiera ver.

De todos modos Rio permaneció en las sombras, a un lado de la puerta.

– No lo creo, Kim -dijo Rio suavemente- no has venido solo. ¿Quién está contigo?

– Mi hermano, Tama, y Drake Donovan. Has sido lento contestando y Drake está explorando mientras Tama me cubre -Kim permaneció inmóvil, su mirada se movió sobre Rachael, pero no hizo ninguna señal de que la reconociera.

– Tama no está haciendo un buen trabajo, Kim -dijo Rio, pero Rachael podía verlo relajarse visiblemente, aunque no apartara el arma- Hazle la señal para que entre.

Levantó la cabeza y tosió, un peculiar gruñido que sonaba como los animales que Rachael había oído en la distancia cuando anduvo por la selva.

Kim llamó fuerte en otro dialecto, en voz alta y áspera, pero cuando se volvió, estaba sonriendo a Rachael.

– Señorita Wilson, es bueno ver que tuvo éxito saliendo viva del río. Su aparente fallecimiento causó un verdadero alboroto.

Rachael echó un vistazo con aire de culpabilidad a Rio. Había olvidado que había venido a la selva tropical como Rachael Wilson. Rio le sonrió abiertamente, una sonrisa tan insultantemente masculina que le dieron ganas de usar la violencia.

– Encantado de conocerla, señorita Rachael Los-Smith-Wilson -dijo Rio con una leve reverencia- Qué suerte que Kim recordara su nombre para usted.

– Ah, cállate -contestó Rachael groseramente- Kim, está herido. Si trae el botiquín médico de Rio aquí, veré si puedo limpiarle esas laceraciones.

– Usted solamente siéntese y no se mueva, señorita Wilson -dijo Rio- Kim puede quedarse donde está, y cuando Tama y Drake entren, lo arreglaré. No necesita a una mujer mimándole.

Se avergonzó de la tirantez de sus tripas, los nudos que apretaban fuertemente su estómago. Los oscuros celos que los machos de su especie podían experimentar. Reprimió la inclinación natural, pero no pudo evitar el pequeño, involuntario movimiento que lo sacó de la ventaja de las sombras y se colocó ligeramente delante de Rachael.

Kim extendió los dedos para mostrar que no sostenía ningún arma. Su hermano entró en el cuarto sonriendo tímidamente.

– Lo siento, Kim, resbalé sobre una rama húmeda y casi me caigo. Estaba tan ocupado salvando mi propia vida, que no podía salvar muy bien la tuya -Echó un vistazo a Rachael y luego a Rio, luego miró al arma en la mano de Rio- Volviéndote un poco sobreprotector, ¿verdad?

– Volviéndote un poco viejo para escabullirte de una perfectamente amplia rama, ¿verdad? -contestó Rio, pero estaba claramente escuchando algo fuera de la casa.

Con la puerta abierta, Rachael podía oír fácilmente el cambio repentino en el ritmo del bosque. Donde antes había habido chillidos de advertencia y llamadas y gritos, ahora el bosque una vez más vibraba con sus sonidos naturales. Los bramidos de los ciervos, el croar de las ranas, el zumbido y gorjeo de insectos y cigarras. Había siempre una continua llamada de pájaros, diferentes notas, diferentes canciones, pero todo en armonía con la agitación del viento y amortiguada por el repiqueteo continuo de la lluvia.

Franz se levantó y se estiró, aplanó sus orejas y siseó, encarándose a la puerta. Rio gruñó otra vez, un sonido ligeramente diferente.

– Tama, tira un par de pantalones a Drake. No tiene por que entrar y asustar como el infierno a la señorita Wilson.

– Deja de llamarme así -dijo Rachael bruscamente- ¿Y por qué Drake, quienquiera que sea, necesita ropa?

– No sabía que estaría en compañía de una mujer -contestó Rio, como si eso de alguna manera aclarara la pregunta.

Drake Donovan era alto y rubio y se pavoneaba, vestido solo con un par de los pantalones de Rio y una sonrisa. Su pecho era muy musculoso, sus brazos gruesos y poderosos, tenía una constitución como Rio. Su sonrisa se ensanchó cuando vio a Rachael.

– No es sorprendente que no contestaras a la radio, Rio. Preséntanos.

Rachael fue de repente consciente de su aspecto, sus cabellos rebeldes despeinados y sin maquillaje, con cuatro hombres mirándola fijamente. Levantó una mano para poner en orden su pelo. Rio la cogió por la muñeca y tiró hacia su cadera.

– Estás bien, Rachael.

Su voz era brusca. Miró airadamente a Drake como si hubiera acusado a Rachael de estar mal.

– ¡Hey! -Drake extendió las manos delante de él con inocencia- Creo que está bien. Sobre todo para una muerta. Kim pensaba que usted podría haberse ahogado en el río, pero veo que fue rescatada por nuestro hombre residente de la selva.

– Deja de intentar ser encantador -dijo Rio- No te va.

Rachael sonrió al rubio.

– Creo que te va muy bien.

Rio presionó su mano fuertemente contra su cadera, como si la estuviera sosteniendo contra él.

– ¿Qué ha pasado, Kim?

– Fuimos capturados por Tomas Vien y su gente. No iban tras los medicamentos ni el rescate como pensábamos antes -Kim miró a Rachael- Buscaban a la señorita Wilson. Tenían fotos de ella.

Cuando Rachael se movió, Rio le apretó la mano, indicándole que permaneciera en silencio.

– ¿Cómo te las has arreglado para escapar?

Drake miró Rio con dureza, sus extraños ojos estrechándose, pero no dijo nada.

Kim echó un vistazo a su hermano.

– No me encontré con mi padre. Era para una ceremonia especial, mi familia sabía que yo no me la perdería a menos que algo pasara.

Tama asintió.

– Mi padre estaba muy preocupado. Había habido conversaciones arriba y abajo del río sobre los bandidos, sobre como estaban buscando a alguien y que si alguien la escondía lo matarían. Advirtieron a nuestra gente. Cuando Kim no volvió, mi padre me envió a buscarlo. Envié una llamada y Drake estaba cerca, así que vino para ayudarme a rastrear a Kim.

– Te llamé por radio -Drake recogió la historia- Sabía que querrías saber que Kim estaba desaparecido y ayudarnos a rastrearlo, pero no contestaste, entonces me preocupé por ti. Obviamente innecesariamente

– Mi radio está fuera de servicio -dijo Rio concisamente- Recibió una bala.

– Fritz está herido.

Drake se movió hacia el pequeño gato, pero Franz se paseó hacia adelante y hacia atrás delante del leopardo herido y mostró sus dientes parecidos a sables a modo de advertencia.

Drake hizo muecas al leopardo nublado, pero se alejó del inquieto gato.

– Entonces te topaste con problemas.

Rio se encogió de hombros.

– Nada que no pudiera manejar. ¿Ayudaste a Tama a sacar a Kim del campamento de los bandidos? -Echó un vistazo hacia el gato que gruñía- Franz, tranquilízate o vete fuera.

Franz siseó en advertencia, pero se enroscó alrededor de Fritz, con los ojos mirando fijamente a los intrusos.

Drake asintió, todo el rato manteniendo un ojo cauteloso sobre el leopardo nublado.

– Kim estaba en mala forma. Ellos no creyeron que ella se hubiera caído por la borda en el río. Le golpearon.

Rachael hizo un pequeño y estrangulado sonido. Rio deslizó el pulgar sobre la palma de su mano en un gesto calmante.

– Golpearon a todo el mundo, incluso a la mujer -Kim informó con gravedad. Miró a Rachael- No van a dejar de buscarla a menos que encuentren su cuerpo. Alguien ofreció una recompensa de un millón de dólares por usted.

Rachael cerró los ojos ante la repentina desesperación que se apoderó por ella. No había considerado tanto dinero. La gente mataba por mucho menos. ¿Qué significaría un millón de dólares para los hombres que estaban en frente de ella?

– Eso explica mucho -dijo Rio. Suspiró suavemente- Drake, ando escaso de medicamentos, pero tengo bastantes para limpiar a Kim y vendar sus heridas.

– Conseguiré las plantas que necesitamos -dijo Tama- No nos paramos para nada, nos apresuramos para comprobar que estabas bien.

Abandonó la casa bruscamente.

– Aprecio eso -contestó Rio. Se hundió en la silla al lado de Rachael, moviéndola despacio, cuidadoso de su pierna bajo la manta, colocándola parcialmente junto a su muslo, arreglando su pierna y la manta a su satisfacción. Hizo señas con la mano a los demás para que encontraran asientos.

– ¿Qué es eso? -preguntó Drake mientras hurgaba en el bolso de las medicinas- ¿Qué explica un millón de dólares?

– Tuve un visitante anoche. Uno de nosotros, uno que no reconocí. Un traidor, Drake. No puedo imaginar que induciría a uno de los nuestros a convertirse en traidor, pero un millón de dólares puede hacer perder la cabeza de un hombre.

Rachael estaba muy silenciosa, consciente de que la información que se estaba intercambiando era importante para ella. Esperaba que se olvidaran su presencia y así hablarían más abiertamente.

– ¿Cómo podría haber sido uno de nosotros si no reconociste su olor, Rio? -Drake no alzó la vista de donde estaba lavando las heridas de Kim.

Rachael no podía soportar mirar la cara hinchada y magullada de Kim. Estaba estoico mientras Drake limpiaba las laceraciones, pero cuando se encogió de hombros para quitarse la camisa rasgada, lo vio estremecerse. Se dio la vuelta ligeramente y ella jadeó.

– ¿Qué le hicieron?

Rio resbaló un brazo alrededor de ella.

– Esas marcas están hechas con una caña. Los bandidos son conocidos por usar una caña sobre sus víctimas. Thomas es famoso por ello. No creo que hayamos liberado a ninguna victima de secuestro sin evidencias y cuentos de haber sido golpeados con la caña.

Rachael volvió la cara sobre el hombro de Rio.

– Lo siento, Kim, no quería herir a nadie. Pensaba que si me precipitaba en el río, creerían que me ahogué.

– Habrían encontrado otra razón para golpearlo con la caña -dijo Rio, sus dedos masajeando su nuca- Thomas es un enfermo. Disfruta con el dolor de la gente.

– Lo que dice es verdad, señorita Wilson -estuvo de acuerdo Kim.

– Rachael. Llámame Rachael, por favor.

– Tiene problemas con su apellido -ofreció Rio.

Rachael lo miró airadamente.

– Eres tan gracioso. Deberías ser cómico.

– Ni siquiera sabía que Rio tuviera sentido del humor -dijo Drake, lanzando una sonrisa infantil sobre su hombro a Rio.

– No tengo -contestó Rio siniestramente.

Tama se dio prisa, llevando varias plantas y raíces.

– Estas te curarán rápido, Kim, y quizás al gato también.

– ¿Mandaste aviso a tu padre de que encontraste a Kim vivo? -preguntó Rio.

– Enseguida. El viento llevó las noticias. Verá la visión en sus sueños y sabrá que Kim está bien -contestó Tama, rasgando afanosamente tiras de una de las plantas y lanzando tiras de tallos verdes en un pote.

Rachael frunció el ceño mientras Rio asentía.

– ¿Está diciendo que el padre Kim soñará que está vivo y sabrá que es verdad?

– Su padre es un curandero poderoso. La verdad, creo que sabe más sobre las plantas del bosque, venenos, y visiones que cualquier hombre vivo. Si le enviaron las noticias, las recogerá en una visión, o en un sueño, si prefieres llamarlo así -explicó Rio.

Rio no sonaba como si le estuviera tomando el pelo, pero ella encontraba la idea de enviar noticias vía visiones un poco difícil de creer.

– Realmente no crees que ellos puedan hacer eso, ¿verdad?

– Sé que pueden hacerlo. Lo he visto. No soy bueno enviando visiones, pero las he recibido. Es mejor que el correo aquí en el bosque -dijo Rio.

Drake asintió de acuerdo.

– Las visiones son cosas arriesgadas, Rachael. Tienes que ser un experto en interpretarlas

– ¿Rachael? -Rio arqueó una ceja a Drake en advertencia.

– Ella pidió que la llamáramos Rachael -indicó Drake, mirando inocente- Estaba siendo educado.

Un olor extraño se elevó del pote donde Tama presionaba hojas, pétalos, tallos y raíces de varias plantas en una pasta espesa. No era desagradable, olía a menta y flores, naranja y especias. Fascinada, Rachael miró con cuidado, no haciendo caso del intercambio entre los hombres.

– ¿Qué es eso?

Tama le sonrió.

– Esto prevendrá la infección -Inclinó el pote para que pudiera ver la pasta verde pardusca.

– ¿Valdrá para Fritz? -preguntó Rachael- Sus heridas están supurando y Rio ha estado preocupado por él.

– El leopardo lo atacó, casi lo mata -añadió Rio- Sabía bastante sobre mí como para saber que elegiría salvar a Fritz y trataría de rastrearlo más tarde.

– Entonces conoce el modo en que cazas -Drake sonó preocupado- No demasiadas personas saben que los leopardos nublados te acompañan cuando sacamos a una víctima de los campamentos de los bandidos.

Kim alzó la vista de donde su hermano aplicaba la pasta espesa sobre la peor de las laceraciones de su pecho.

– Sólo tu unidad y un par de mi gente, Rio.

– Nadie en nuestra unidad traicionaría a Rio -dijo Drake- Hemos estado haciendo esto juntos durante años. Dependemos el uno del otro. Sé que si me hieren Rio va a sacar mi culo de allí. Y si soy capturado, nadie descansará hasta que me liberen. Así es como es, Kim.

– Y no vendemos a nuestros amigos por ninguna cantidad de dinero -dijo Kim silenciosamente, con gran dignidad.

– No, tu gente nunca consideraría el dinero sobre la amistad, Kim -Rio estuvo de acuerdo- No sé de donde vino este traidor, o como sabe de mí, pero es definitivamente uno de nosotros, no uno de vosotros.

– Es del bosque entonces -dijo Tama.

Drake frunció el ceño cuando Rio asintió.

– Sería improbable que no reconocieras el olor.

– El hedor está todavía sobre Fritz -le desafió Rio- mira a ver si puedes decirme quién era.

– Envía a Franz fuera -dijo Drake- Parece hambriento.

– Ten cuidado -advirtió Rachael- me atacó. Brutalmente, podría añadir.

El ceño de Drake se hizo más profundo.

– ¿Te atacó?

Rachael asintió.

– Y me mordió, así que ten cuidado con él. Tiene dientes como los de un tigre dientes de sable.

– Ese no era Franz -señaló Rio- fue Fritz quien en realidad te mordió.

– ¿Importa esto? -exclamó Drake- ¿El animal realmente te atacó? Tienes suerte de estar viva

– Quiero que Tama mire tu pierna después de que termine con Kim -dijo Rio. Miró detenidamente la cara de Rachael- Estás sudando. Te estás cansando demasiado. Te tumbaré en la cama. No se ha levantado del todo aún y no quiero que se exceda.

– Déjame ver -dijo Tama, levantado la vista de donde estaba untando la pasta sobre la espalda desnuda de su hermano.

Fue Rio quien apartó la manta de la pierna de Rachael, revelando la masa hinchada de pinchazos y laceraciones. Las dos heridas de pinchazos supuraban continuamente y no era una bonita vista. Rachael estaba avergonzada.

Drake se estremeció visiblemente.

– Dios mío, Rio, eso debe de doler como el infierno. ¿Tiene una infección? Tenemos que llevarla a un hospital.

Rachael sacudió la cabeza, encogiéndose tras la protección del cuerpo más grande de Rio.

– No, te lo dije, Rio, no puedo ir a un hospital.

Kim y Tama examinaron su pierna con cuidado.

– Tiene razón, Rio. Si la llevas a un hospital, aún bajo nombre falso, uno de los espías de Thomas se enterará de ello y le avisará. Algunos están comprados, algunos le temen, otros solamente quieren la asociación, pero la entregarán. No puedes protegerla en aquel ambiente.

– No quiero que nadie arriesgue su vida tratando de protegerme -protestó Rachael- Mi pierna está curando bien. Estoy mejor de lo que lo estaba hace unos días, preguntad a Rio. En cuanto pueda viajar, me marcharé. No tendré a nadie arriesgando su vida por mí.

Rio la alcanzó enlazando sus dedos con los suyos.

– Rachael, nadie va a entregarte a Thomas, y no vas a andar por la selva sola. Esto no funciona así.

Rachael quiso discutir con él que así era exactamente como funcionaba, pero no lo haría delante de los demás. A pesar de su aspecto relajado, Rachael sentía la tensión enroscándose fuertemente en Rio. Lo conocía, por dentro y por fuera. Era un extraño, aunque demasiado familiar. Estaba incómodo con la proximidad tan cercana de los demás, aunque podía decir que sentía una camaradería por ellos. Sin un pensamiento consciente ella se le acercó mas, cambiando su peso hasta que estuvo recostada bajo su hombro, encajando en su forma como si hubiera nacido para estar allí. Fue un movimiento de protección y él lo sintió.

Rio miró abajo a lo alto de su cabeza rizada. Tanto pelo. Espeso y negro como el ala de un cuervo. Rizos que se desviaban en todas direcciones. Sus dedos resbalaron en la masa espesa, frotó y acarició los rizos, mirando como se enrollaron alrededor de su pulgar. El gesto era completamente familiar, algo que hacía automáticamente para confortar, como una conexión entre ellos. Nunca se acostumbraría a estar alrededor de gente, ni siquiera aquellos a los que llamaba amigos, pero Rachael era diferente, era una parte de él. Le pertenecía.

– ¿Tu muñeca esta rota? -le preguntó Tama, obviamente preocupado- ¿Cómo pasó? ¿En el río?

Rachael miró a la improvisada tablilla. Su pierna le dolía siempre tanto, que casi nunca recordaba su muñeca.

– Rio piensa que esté rota. La entablilló y para ser honesta, apenas lo noto.

La emoción brotó, casi ahogando a Rio. Le tomó unos momentos comprender que esto era la felicidad. La calidez de la alegría se extendió por su cuerpo. Había pasado mucho tiempo desde que había experimentado ese sentimiento que apenas lo reconoció por lo que era. Rachael no quería contar a los demás que él había sido el responsable de su herida. Esto no debería haberle importado, pero lo hizo.

– Rio -Drake dijo su nombre bruscamente- Este traidor, el que dices que estaba aquí anoche, tenía que estar buscándola.

– Pensé que había sido enviado para asesinarme, que se había unido a los bandidos por la recompensa, pero con un millón de dólares en juego, dudo que dediquen un pensamiento -dijo Rio irónicamente. Se inclinó sobre Rachael, con una sonrisa tirando de su boca- Adivino que tú vales mucho más que yo.

– Ella es más bonita también -le tomó el pelo Drake- Bien no necesitas estar mirando.

Kim y Tama se hundieron en el suelo al lado de la silla, apartando la manta de la pierna de Rachael para examinar las heridas más de cerca. Rachael podía ver las terribles marcas que se entrecruzaban en la espalda de Kim.

– Me pone enferma saber que te lo han hecho por mi causa. Se que no crees que es por mi culpa, pero lo siento así.

Kim le sonrió.

– Todos tenemos cosas de las que somos responsables. Hay poco valor en aceptar las que no puedes controlar. Déjalo ir.

Rachael deseaba que fuera fácil. Miró más allá de él para contemplar fijamente hacia fuera por la ventana al salvaje follaje verde. Las hojas parecía plumas, las enredaderas salvajes se retorcían en cuerdas verdes mientras las orquídeas competían con hongos de brillantes colores por el espacio entre las flores que crecían sobre los gruesos troncos de los árboles y las ramas. Era hermoso y primitivo y llamaba a algo dentro de ella. Tenía ganas de desaparecer en el bosque profundo, simplemente convertirse en algo más, algo intocable, salvaje y libre.

Lo sintió primero en el pecho, una tirantez que le hacía casi imposible respirar. Entonces fue un fuego en su estómago, músculos contrayéndose y estirándose. El calor chamuscó su carne, sus huesos, chisporroteó en cada órgano. Picaba, una ola precipitándose sobre ella de tal manera que al mirar abajo vio algo moverse bajo su piel como si estuviera vivo. Sus manos se curvaron involuntariamente, y las yemas de los dedos dolieron y picaron. Jadeó y retrocedió del borde de un gran precipicio, su corazón palpitaba en el pecho y sus pulmones luchaban por respirar.

– No puedo respirar, Rio -Le llevó una eternidad decir las palabras- Necesito salir fuera donde pueda respirar.

Rio no hizo preguntas o perdió el tiempo discutiendo, sino que la levantó inmediatamente contra su pecho, levantándose con ella como si ella fuera una mera niña en vez de una mujer totalmente crecida en sus brazos. Dio un paso con cuidado alrededor de Kim y Tama y el pote de pasta marrón verdosa. Rachael vislumbró la cara de Drake, sus ojos abiertos y sobresaltados con un conocimiento que ella no poseía antes de que lograra borrar la expresión de su cara.

Rachael enterró la cara en el cuello de Rio, inhalando su olor consolador, tomando fuerza en sus brazos.

– Estás bien, Rachael -Rio la calmó, una mano le acariciaba el cabello mientras se sentaba en un pequeño sofá sobre la veranda- Escucha al bosque, a los monos y pájaros. Ellos hacen que la vida parezca en equilibrio otra vez. Escucha a la lluvia. Tiene un ritmo calmante.

– ¿Qué me pasa? ¿Sabes que me ha pasado? Juro que vi algo moverse bajo mi piel, como un parásito o algo -La humedad creaba la ilusión de una sauna. El sonido de la lluvia era apagado y mudo por el pesado dosel de hojas de lo alto. Respiraba en jadeos desiguales, como si hubiera corrido una larga carrera. Su pierna herida palpitaba y ardía, su pulso palpitaba allí en un ritmo frenético- No tengo una crisis de pánico, no la tengo. No estoy histérica, Rio.

– Lo se, Rachael. Nadie piensa que estés histérica. Solamente cálmate y cuando estemos solos, hablaremos de esto -Su corazón palpitaba tan frenéticamente como el suyo. Las posibilidades eran increíbles, casi imposible. Quería tiempo para pensar en ello, investigar un poco antes de darle respuestas- Solo una cosa, Rachael. ¿Alguna vez has oído las palabras Han Vol Dan antes? ¿Alguna vez te dijo tu madre esas palabras o los mencionó en sus historias? -Sostuvo su aliento, en espera de su respuesta, sintiendo como si su mundo se tambaleara sobre el borde de un abismo.

Rachael puso las palabras en su mente. No eran completamente desconocidas, pero no tenía ni idea de lo querían decir y estaba completamente segura de que su madre nunca las había incluido en las aventuras de la gente leopardo de la salvaje selva tropical.

– No lo se. Mi madre nunca me dijo esas palabras, pero… -sus palabras se volvieron más débiles por la confusión.

– No importa -dijo él.

– ¿Qué significan? ¿Han Vol Dan? Las palabras fluyen como música.

– Está bien, no pienses en eso ahora mismo -reiteró Rio- Espero que realmente no estés culpándote por lo que le pasó a Kim. He estado rescatando a victimas de secuestros desde hace algún tiempo a todo lo largo de este río y en tres países. Mi unidad es contratada para entrar y rescatar víctimas. A veces el gobierno contacta con nosotros porque es una situación políticamente sensible, otras veces es la familia las que nos pide rescatarlos. Y otras veces entregamos el rescate y nos aseguramos de que nada vaya mal para que podamos devolver a la víctima a su casa. En casi cada incidente donde Thomas y su grupo están implicados, las víctimas han sufrido palizas. Es uno de los líderes más sangrientos de los bandidos. La mayoría se consideran a si mismos como hombres de negocio. Si el dinero es pagado, entregan a la gente que han cogido con buena salud.

Rachael sacudió la cabeza.

– ¿Esto es solamente un modo de vivir para ellos? ¿Secuestrar gente? ¿Qué sienten sus familias sobre lo que ellos hacen?

– La mayoría están agradecidos por la entrada de dinero. Algunos lo hacen por motivos políticos, y esas situaciones son mucho más explosivas y mucho más peligrosas para mi equipo. En cualquier momento que vamos tras alguien a quien Thomas haya secuestrado, sabemos que es peligroso tanto para ellos como para nosotros. Thomas ha matado a rehenes aún después de que pagaran el rescate. Su palabra no quiere decir nada en absoluto, a él o a alguien más.

– ¿Te has encontrado con él?

Él asintió.

– Algunas veces. Está loco y un poco ebrio de su propio poder. Es conocido por matar a sus propios hombres por pequeños desaires. Ha matado mujeres. Creo que le gusta hacer daño a la gente.

– Conocí a alguien así. Podía sonreír y pretender ser tu mejor amigo incluso mientras conspiraba para asesinar a tu familia. Gente como esa es muy retorcida -Rachael ya había empezado a sentirse mejor. La extraña enfermedad que la había agarrado antes ya se había ido, dejándola intentando recordar lo que se sentía. Solo recordaba haber sentido miedo. El inexplicable episodio le hacía sentirse ligeramente ridícula, el epítome de una mujer histérica. No era nada asombroso que Rio no pensara que ella pertenecía a la selva- Rio, lo siento por actuar como una idiota delante de tus amigos.

– No lo hiciste, Rachael. Si te sientes mejor, volveremos adentro y veremos si Tama y Kim pueden fijar tu pierna. Ellos son mucho mejores curando que yo. Su padre trabajó un poco conmigo, pero ellos han tenido la ventaja de su tutela desde que eran pequeños.

Le rodeó el cuello con los brazos, uniendo sus dedos en la nuca.

– Creo que estoy empezando a acostumbrarme a que me lleves -le tomó el pelo.

– Remeteré la manta alrededor tuyo. No me preocupa que vayas sin ropa interior delante de mí, pero trazo la línea en desfilar desnuda delante de mis amigos. Provocarás un infarto a Drake.

– Debo adoptar tus malos hábitos -dijo Rachael, tirando de la manta hasta que cubrió sus muslos desnudos. Ella se acurrucó contra su pecho y envolvió sus brazos alrededor de su cuello otra vez, girando la cabeza para examinar sus vividos ojos verdes.

Ambos rieron. No tenía sentido, pero ninguno se preocupó. Simplemente se derritieron el uno en el otro. No tuvo ni idea de si ella se movió primero o si fue él, pero sus bocas se fundieron juntas y la alegría explotó a través de ellos. La tierra tembló y se movió. Los monos charlaron ruidosamente y un pájaro chilló de placer. Prismas de color irradiaron a través de las gotitas de agua sobre las hojas y el musgo. Pétalos de flores de lo alto llovieron sobre ellos mientras el viento cambiaba ligeramente, pero ninguno lo notó. En ese momento, solo estaban ellos dos, encerrados en su propio mundo de puro sentimiento.

Fue Rachael quien se separó primero, riendo porque no podía evitarlo.

– Tienes una boca asombrosa.

Había oído aquellas palabras antes pronunciadas por la misma voz, en el mismo tono burlón, ligeramente sobrecogido. Había sentido la yema del dedo trazando el contorno de sus labios antes. Claramente recordaba apartar los platos y tumbarla sobre la mesa, loco por la necesidad, queriéndola tanto que no podía esperar lo bastante como para llevarla al dormitorio.

Los dedos de Rachael se enredaron en su pelo, un gesto que siempre hacía que su corazón diera un vuelco. A veces sentía como si viviera por su sonrisa. Por su beso. Por el sonido de su risa. Se inclinó hasta que sus labios presionaron contra su oído.

– Ojala estuviéramos solos ahora mismo.

Su lengua hizo una pequeña incursión, profundizando en los huecos, sus dientes pellizcando gentilmente. Los pechos empujaron contra su pecho, suaves montículos tentadores, sus pezones dos picos tensos. Había sabido que su cuerpo reaccionaría a la más pequeña broma de su lengua.

– Menos mal que no lo estamos -indicó Rachael, tratando de impedir que su cerebro se derritiese como el resto de su cuerpo. Tenía que ser la humedad. Podía declarar que nunca se había sentido tan sexy y queriendo tentar tanto a un hombre como hacía con Rio. Lo miró fijamente a sus ojos, a sus extraños, seductores ojos, y sintió como si estuviera cayendo dentro de él.

Un leopardo gruñó una advertencia, luego dio un suave gruñido desde dentro de la casa. Rachael y Rio parpadearon, tratando de sacudirse el hechizo bajo el que parecían estar.

– Rio, será mejor que le digas a tu pequeño amigo que pare o va a tener una sorpresa -le llamó Drake.

Rachael estaba impresionada por la grave amenaza de la voz de Drake. Rio se puso rígido, dando bruscamente una orden Franz para que el leopardo nublado saliera de la casa. El leopardo le alzó el labio a Rio, sus orejas aplastadas, exponiendo sus dientes, la cola moviéndose atrás y adelante

– Parece realmente enfadado -Rachael no podía suprimir la nota de miedo de su voz- Es sorprendente como mira y sus dientes son directamente aterradores.

Rio se alejó para dar espacio al gato.

– Todos los leopardos tienen temperamento, Rachael. Pueden estar muy malhumorados y nerviosos, incluso con su hermano más pequeño. Franz esta molesto y no tolera la compañía muy bien.

– El debería estar acostumbrado a mí -dijo bruscamente Drake- El pequeño renacuajo me amenazó. Si se las hubiera arreglado para morderme, hubiera extendido su piel entre dos árboles.

Estaba de pie a la entrada mirando airadamente al leopardo nublado. Sus ojos estaban brillantes y concentrados, casi vidriosos. Había un aura de poder emanando de él. Sus manos agarraron el pasamano de la baranda, curvando sus dedos fuertemente alrededor de la madera.

Rio colocó despacio a Rachael en el sofá, nunca apartando sus ojos de Drake. Había una tensión repentina en el cuerpo de Rio, aunque pareciera tan relajado como siempre. Su sonrisa no alcanzaba a sus ojos. Rachael podía ver que estaba tan concentrado en Drake como éste lo estaba sobre el gato. Ningún hombre movió un músculo, tan quietos que parecía como si fueran parte de la selva, mezclándose en las sombras. Las nubes se movieron en lo alto, oscureciendo los cielos. El viento sopló y el follaje y las enredaderas se movían como plumas atrás y adelante en las sombras crecieron y se alargaron. Unas gotas de agua lograron penetrar por el pesado dosel de las copas de los árboles y salpicaron los pasamanos de la baranda. El sonido de madera rasgada fue ruidoso y desconcertante. Largas astillas rizadas de madera cayeron al suelo del porche. Rachael las miró con sorpresa. Franz siseó y encarándose con Drake, retrocedió mientras se iba sigilosamente y despacio hacia la rama más alta del árbol más grande. Como si sus patas fueran muelles, el leopardo nublado se impulsó hacia la copa de los árboles y desapareció.

Drake permaneció inmóvil, mirando el temblor de las hojas, y luego cogió un profundo aliento, lo soltó y echó un vistazo a Rio.

– Para, hombre, el pequeño renacuajo merecía una patada.

– Fritz fue atacado por un leopardo, Drake. Franz está un poco nervioso. Podías haberle dado un respiro.

– No lo entiendo -interrumpió Rachael- Creía que vosotros erais amigos.

Rio inmediatamente dejó caer la mano en su hombro.

– Drake y yo entendemos, Rachael.

– Bien, yo no entiendo a ninguno de vosotros.

Rio rió suavemente.

– Tiene algo que ver con gatos malhumorados. Venga, vamos a conseguir cuidados para esa pierna.

– ¿Quieres decir poner esa pasta casera pardusca sobre ella? -Rachael sonaba horrorizada- No lo creo. Tendré mis oportunidades con el cuidado que tú me diste.

Miró fijamente al pasamano detrás de Drake. Había señales frescas de garras en la madera y no podía recordar que estuvieran allí antes.

– Seguramente no vas a ser una cobarde -Rio le tomó el pelo, recogiéndola como si nada hubiera pasado.

Él no echó un vistazo a las señales de garra ni siquiera pareció notarlas. Toda la tensión se había ida como si nunca hubiera estado.

– Tal vez podríamos mezclar unos pétalos más y cambiar el color -sugirió Drake, precediendo a Rio a la casa- Tama, ella no quiere tu mejunje curativo. ¿Puedes cambiar el color a un rosa princesa?

Rachael miró a Drake.

– Pasaré de ello, independientemente del color.

Kim le sonrió.

– Esto funciona, señorita Wilson.

– Rachael -corrigió ella, tratando de parecer solemne cuando Rio la colocó sobre la cama. Ya estaba cansada y quería solamente acostarse y dormir un ratito- ¿Cómo de rápido trabaja esto? ¿Duele?

– Tu pierna ya duele -indicó Rio- No hará que el dolor empeore.

Rachael se enroscó, tirando de su pierna como mejor podía para protegerla de cualquier mejunje vudú que Tama había preparado rápidamente.

– Soy un tipo mujer moderna. De la clase que va con la medicina moderna.

– ¿No has oído alguna vez la frase, “cuándo en Roma…”? -la embromó Rio

– Sí, bien pues no estamos en Roma y dudo que sus medicinas sean de ese matiz particular de verde -Rachael lo miró airadamente, apartándole la mano cuando Rio trató de sacar la pierna para inspeccionarla- ¡Para si no quieres perder esa mano!

– ¿Siempre es así? -preguntó Drake.

– Es peor. No pongas un arma en su mano.

– Fue un accidente. Yo tenía fiebre alta -Empujó la mano de Rio lejos otra vez- No voy a ponerme cerca de esa cosa. Te vuelves mandón cuando tus amigos están alrededor.

– Deja de retorcerte. Quiero que Kim y Tama vean lo que pueden hacer -Rio se sentó en el borde de la cama, apoyando su peso casualmente a través de sus caderas para que ella no pudiera sentarse- Hazlo, Tama, no le prestes ninguna atención.

– ¿A qué le pegó un tiro? -preguntó Drake.

– A la radio.

Drake se rió.

– Por suerte traje la mía. Puedes quedártela y recogeré otra. Vamos tener que perseguir a los bienhechores de Kim y rescatarlos del campo de Thomas. Era la verdadera razón por la que vinimos, sabes, no para rescatarte, Rio.

– ¿Los bienhechores de Kim? -repitió Rachael, fingiendo ultraje- Cuando me sienta mejor, te tragarás eso.

Rio trató de ignorar los negros celos que se arremolinaron en su estómago. Podía provenir de una especie primitiva pero no tenía que actuar como tal. Podía ser civilizado. No debería importar que Rachael sonriera a Drake. Y tal vez no lo hacía. Pero no importaba que ella le tomara el pelo. Quería que aquella nota particular de su voz estuviera reservada exclusivamente para él. Se concentró en su interior, buscando un centro tranquilo, un lugar a donde iba a menudo para conquistar la parte de él que vivía según las reglas de la selva. El aire se movió a través de los pulmones. Dentro y fuera, determinado a no alejarse del camino escogido. Era importante para él estar bajo control.

Sintió el toque de sus dedos. Ligeros como plumas. Apenas allí, la más pequeña de las conexiones. Sus dedos se enroscaron en la pretina de sus pantalones, los nudillos presionaron contra su piel desnuda creando un calor inmediato. Era un pequeño gesto, pero reconoció su necesidad de confort, de seguridad.

Y esto le trajo un alivio inmediato.

– ¿Rio, vas a perseguir a Don Gregson y a los demás? -Rachael había planificado su fuga con cuidado. Había planeado vivir su vida sola. Nunca había tenido ese miedo, aunque ahora todo parecía diferente. No quería que Rio la abandonara.

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