Peter Delgrotto era alto y delgado, aunque vigoroso con profundas líneas grabadas en su cara. Sus ojos eran de un extraño color ámbar, brillando intensamente por algún fulgor escondido, una mirada fija y penetrante que acarreaba gran grado de amenaza. Rachael había esperado a un marchito y tambaleante anciano, entrado en años, pero Delgrotto exudaba poder y peligro en sus penetrantes ojos. Se enderezó, completamente vestido. El único signo de su largo y arduo viaje era el brillo del sudor en su piel, no podía ocultar el aire entrando y saliendo trabajosamente de sus pulmones.
– Nos honras con su presencia, Sabio -dijo Rio ceremoniosamente.
Rachael hizo un pequeño ruido estrangulado en su garganta y luego cubrió su desagrado tosiendo cuando Rio le lanzó una rápida mirada de advertencia.
Rio dio un paso atrás para permitir la entrada al anciano.
– Si desea entrar, por favor hágalo -Se sentía torpe, inseguro de cómo actuar o qué decir. Por ley, el anciano no debería acercarse a él, reconocerlo o hablarle, y mucho menos entrar en su hogar. Rio no sabía si estaba siendo descortés por invitarlo a entrar.
Delgrotto se inclinó despacio.
– Debo pedirte un vaso de agua. No he viajado tan rápido ni tan lejos en años. Mis pulmones no son los que acostumbraban a ser. Perdóname que te moleste, cuando no te he saludado correctamente en varios años-. Su mirada se detuvo en Rachael.
Hubo un pequeño silencio. Rio se quedó muy quieto. Rachael alzó su barbilla, sus oscuros ojos vivos de desagrado.
– Obviamente es tu mujer. La has encontrado. Debes presentarme.
– Lo siento, Anciano, perdona mi falta de modales. Estoy tan sorprendido con su visita que he olvidado las normas básicas de cortesía -Rio le dio al hombre un vaso de agua-. Esta es Rachael. Rachael, Peter Delgrotto, un anciano de nuestro pueblo.
Rachael forzó una sonrisa pero no murmuró ninguna cortesía. Le agradó que Rio pensara en protegerla, que no hubiera dado su infame apellido. Al sentir a Rio tan nervioso, se puso de pie y con indeferencia cruzó la habitación para ponerse tras él, esperando estar cerca en caso de que la necesitara.
Delgrotto inclinó su cabeza, devolviéndole la sonrisa, pero esta no llegó a sus ojos.
– Encantado de conocerte, Rachael -Regresó la mirada a Rio y la sonrisa se desvaneció.
Rio sintió el impacto de la mirada del anciano. Habían pasado varios años desde que otro miembro le hubiera dirigido la mirada y hablado con él. Rachael deslizó su mano en la suya. Una muestra de solidaridad y apoyo.
– ¿Que le trae aquí, Anciano? ¿Qué es tan importante que quiera romper la ley de nuestra gente? -No era tiempo de andarse con rodeos.
– No tengo derecho a acudir a ti, Rio. No después de la sentencia dictada por el consejo -Delgrotto se encontró con su mirada fija-. Por mí. Abandoné el participar como un miembro del consejo y estoy preparado para pagar las consecuencias de mis acciones. Le conté a la Sede del Poder lo que pretendía y les pregunté si lo ocultarían hasta que estuviera hecho. Estuvieron de acuerdo.
Rachael podía ver el orgullo en la cara del anciano. Rio extendió la mano y tocó su brazo, guiándolo hacia la silla más confortable y sentándole.
– ¿Qué ocurre? -De repente Delgrotto parecía tener todos y cada uno de sus ochenta años y más.
– Mi nieto yace al borde de la muerte. Nadie puede salvarlo excepto tu sangre. Nadie lleva tu poco frecuente tipo de sangre. Sin ti morirá. Perdí a mi primogénito a manos de los furtivos. No tenía hijos. Perdí a mi otro hijo y su compañera en un accidente. No tengo más familia. No quiero perderle. No por orgullo u obstinación. No por alguna ley anticuada. Te pido que le salves.
– ¿Dónde está?
– Yace en el pueblo en el pequeño hospital.
– Marcharé ahora, Anciano. Iré más rápido solo. ¿Aceptarán mi ayuda?
– Joshua dijo que irías -Delgrotto afirmó con la cabeza-. Te están esperando, manteniéndolo con vida con fluidos. Utilizamos la sangre que habías almacenado -Descendió la mirada hacia sus manos temblorosas, lágrimas brillaban en sus ojos-. Fue decisión mía el robártela, de nadie más. Sin ella, habría muerto. Pero no es suficiente, sólo para mantenerlo con vida hasta que llegues.
– No es un robo, Anciano, se la habría dado toda para salvar la vida de un niño -Rio cogió a Rachael por los hombros- Quédate aquí hasta mi regreso-. Hizo una declaración. Una orden.
– Estaré aquí -Le besó en la mandíbula a un lado de su boca. Sus labios se movieron suavemente hacia su oreja cuando le murmuró- Eres un buen hombre, Rio.
– Te seguiré tan pronto como me recupere -dijo Delgrotto.
– Duerma aquí, Anciano. Volveré pronto -dijo Rio saliendo por la terraza, sacándose la camiseta mientras tanto. Rachael cojeó tras él.
– ¿Quieres que te acompañe?
– No, puedo viajar más rápido sólo. Quiero que tu pierna descanse un par de días. Regresaré lo más pronto posible -Dobló la camiseta y los tejanos en un pequeño paquete alrededor de su cuello.
– Inteligente -Se percató que todos ellos viajaban con un pequeño paquete, incluido el anciano.
– Buena suerte, Rio.
– Se prudente, Rachael -Atrapó su cabeza y la tiró hacia él, besándola con feroz posesión, con ternura. Notó el pelaje surgiendo en su piel, sintiendo sus manos curvándose en enormes patas y maravillándose por su habilidad en el cambio.
Ella parpadeó y el negro leopardo se fundió en el bosque.
– Magnífico. Me abandona para entretener al invitado -Respiró profundamente y regresó dentro. Para su alivio, el anciano estaba sumido en un irregular sueño. Lo cubrió con una manta y salió al porche con los pequeños leopardos.
El ritmo del bosque cambiaba a intervalos durante el día. Las actividades del amanecer eran bastante distintas a la calma del atardecer. Leía un libro y escuchaba la continua charla del bosque tratando arduamente de estudiar qué pájaro cantaba cuál canción y que sonidos emergían de las distintas especies de monos.
Escuchó al anciano removiéndose cuando el sol se puso, y se obligó a regresar dentro para ser tan educada y complaciente como era capaz.
– Confío en que durmió bien.
– Por favor perdona la rudeza de un viejo. Viajar tanta distancia me cansó más de lo que imaginé.
– Puedo imaginármelo. Rio estuvo muy cansado cuando llegó a casa la otra noche tras acarrear a Joshua todas esas millas. Sin comida, bebida o atención médica.
El anciano la miró, con su siempre tranquila expresión.
– Touché, querida.
Tiró del cajón de las verduras, arrojándolas en la mesa.
– No soy su querida. Sólo déjeme aclarar eso. ¿Tiene hambre? No ha cenado aún, y Rio no querría que le dejara morirse de hambre.
– Por mí, estaría encantado de compartir una comida contigo. No deberías apoyarte en la pierna. Hago una sopa decente; ¿por qué no me dejas prepararla?
Rachael dudó, insegura de si debería dejarle hacer en la casa de Rio. El anciano parecía inmutable incluso frente a su desconfianza.
Tomó la decisión en sus manos pasando a través de la despensa. Recuperó el cuchillo de debajo del cojín de la silla mientras estaba de espaldas y lo devolvió a su funda. Tanto como le fue posible puso las armas fuera de la vista.
– No me tienes en muy buen concepto, ¿no? -preguntó mientras troceaba los vegetales.
Tomó un segundo cuchillo y lo ayudó.
– No mucho. No puedo ver mucha sabiduría en su sentencia de destierro. Sabe a hipocresía si me lo pregunta, lo cual técnicamente no me ha preguntado, por lo que supongo no puedo ofrecer mi opinión al respecto -Cortó un tomate en diminutos trozos. El sonido de la hoja golpeando la tabla de cortar superaba su disgusto.
Delgrotto se detuvo mientras cortaba setas silvestres.
– Has usado antes un cuchillo -comentó.
– Se sorprendería de lo que puedo hacer con este pequeñín. Trabajar en una cocina puede ser malditamente aburrido, y nosotras las mujeres inventamos cosas sobre las cuales arrojar los cubiertos. En Sudamérica estamos orgullosos de nuestra puntería -Le lanzó una sonrisa de suficiencia-. A veces al chef si era particularmente odioso.
– Ya veo -Delgrotto alzó una ceja-. En qué consistiría ser odioso, sólo es para no cometer el mismo error.
– Oh, usted puede ser tan odioso como quiera. Ya está en mi lista de personas malvadas y odiosas. Creo que subrayé su nombre un par de veces -Laminó una cebolla hasta que fue nada más que salsa.
– Seguramente no soy malvado, mi amor. Puedo haber cometido uno o dos errores en mi vida, pero no creo que eso sea ser malvado.
Ella se encogió de hombros.
– Supongo que aprobar esa clase de juicios es subjetivo. Depende del punto de vista. Usted no cree que sea malvado, pero alguien puede creer que usted es la encarnación del diablo.
Delgrotto se detuvo para observar fascinado como el cuchillo picaba en trocitos el resto de los vegetales tan rápido que sus movimientos eran un borrón.
– Supongo que es verdad. Si uno vuelve la vista ligeramente, hay siempre otro punto de vista. ¿Dónde te has criado? Obviamente eres uno de los nuestros.
Sus manos se detuvieron para mirarlo. Hubo un momento de silencio. Únicamente se oía el sonido de la lluvia en el tejado. Incluso el viento se detuvo, conteniendo el aliento. Delgrotto vislumbró la furia en sus ojos. En su corazón.
– Yo no soy uno de vosotros. Nunca seré uno de vosotros. No me gusta la gente que juegan a ser dios, no en esta vida, ni en otra.
– ¿Eso crees que hacemos? -Con voz dulce. Rachael dejó caer el cuchillo y puso distancia entre ellos, encaminándose hacia la puerta y quedándose en la oscuridad. No confiaba en ella o en su desbordada furia con ese hombre que se había atrevido a juzgar a Rio tan severamente. Le gustaría que el viejo conociera a su tío, para mostrarle lo que era el mal verdadero.
Rachael respiró lenta y profundamente. Su mal temperamento empezaba a afectar al pequeño leopardo bajo la cama. Fritz gruño y mostró sus dientes, pero permaneció quieto. Miró hacia abajo al suelo del bosque. En alguna parte allí fuera Rio corría, rápidamente, gastando cada gota de energía que tenía, arriesgando su vida para salvar la vida del niño. Y el abuelo del niño lo había condenado a una vida destierro.
– Crees que nos aprovechamos de Rio -No hubo ninguna inflexión en su voz, ni cólera, ni negativa. Ningún remordimiento.
– Desde luego que se aprovechan de él. ¿No lo está haciendo ahora? Usted viene aquí sabiendo que él no dudaría. Sabiendo que lo arriesgaría todo por su nieto. Conocía cual era su naturaleza cuando lo condenó, pero lo hizo de todos modos. Le puso el yugo del servicio alrededor del cuello y lo mantuvo encadenado a la sociedad, a que la gente se aprovechara, pero sin relacionarse con él ni levantar un dedo para ayudarlo. Lo necesitan a él y lo que puede hacer, pero no lo quieren manchando a su perfecta sociedad.
Las lágrimas ardieron en sus ojos. Se mantuvo de espaldas con los puños apretados fuertemente a los lados mientras la cólera se enroscaba en un oscuro nudo en su estómago.
– Fue herido a menudo, vi las cicatrices. Tuvo que estar sólo y deprimido. Dejándole vivir con vergüenza y sin ser lo bastante bueno no importando lo que hiciera. Y en todo ese tiempo usted sabía como era en su interior. Conocía su verdadera naturaleza.
Fritz salió de bajo la cama y se frotó a lo largo de su pierna, enroscando la cola alrededor. Miró enfadado al anciano, siseando y babeando antes de deslizarse en la noche. Rachael echó una mirada a Franz esperando en las sombras del dosel de hojas.
– Sí, lo conocía -admitió Delgrotto.
Ella podía oír los ruidos de él echando las verduras en el caldo, pero no se dio la vuelta, disgustada de estar en la misma casa con él.
– El poder es una cosa extraña. Parece tan inocente en la superficie, pero se tuerce y corrompe hasta que el usuario no es nada más que un arma -Había una nota de desprecio en su voz.
– Parece así mirado en la distancia -dijo Delgrotto suavemente-. Como observaste, mueve la vista ligeramente y verás otra cosa. Rio se levantó antes que nadie. No sólo el consejo. Era joven, fuerte y poderoso. Estaba cubierto de la sangre del hombre cuya vida tomó.
– Estaba cubierto con la sangre de su madre -Rachael se volvió rápidamente para enfrentarlo, parpadeando con los ojos ensombrecidos.
Delgrotto asintió, dándole la razón.
– Esto también es verdad. Rio tenía muchas más habilidades para su edad. Era un experto tirador incluso de niño. Pocos de nuestros hombres más fuertes lo podían derrotar en nuestras simulaciones de batallas. Era popular entre la gente joven, todo el mundo le admiraba. Y violó una de nuestras leyes más sagradas. Trabajamos y enseñamos a nuestros niños que los cazadores no entran en nuestros bosques, nuestra casa, con la intención de asesinar. Comemos carne, y matamos animales para comerla. Ellos cazan por la piel. Ese hombre no persiguió y mató a Violet Santana a sangre fría. No tenía ni idea que tenía un lado humano. Se hubiera consternado con la idea de matar a una mujer.
– Y porque no lo sabía, ¿eso disminuye su crimen?
– ¿Como puede ser un crimen si no sabe que lo cometió?
– Era un furtivo. Los leopardos están protegidos.
– Para él era un animal, no un humano. ¿Cómo si no podemos enseñar a nuestros niños, Rachael? Somos una especie letal, astutos, inteligentes y con dones más allá de lo ordinario, pero también tenemos los bruscos cambios de humor y el temperamento de nuestros primos animales y eso nos hace mucho más peligrosos sin leyes para guiarnos. ¿Qué querías que hiciéramos? Era un héroe para la juventud. Dónde él iba, le seguían.
– Él no les obedeció, ese fue el crimen. Se levantó antes que ustedes con la cabeza alta y los hombros erguidos preparado para aceptar la responsabilidad de sus acciones.
– Sin remordimiento.
– El hombre mató a su madre.
– ¿Y crees que un ojo por ojo es lógico? ¿Es justo? ¿Dónde está la línea? ¿Entonces empieza una pelea, luego otra hasta que ya no existamos? Rio escogió su camino con pleno conocimiento de las consecuencias y sabiendo perfectamente que estaba mal -Delgrotto sacó dos tazones de la alacena-. Estuvimos unos cien años tratando de convencer a nuestra gente de que no podíamos tildar a los cazadores y a los furtivos de asesinos. En un día, Rio Santana cambió todo eso. Nuestra gente está dividida desde entonces.
– Porque ellos miran en su corazón. Ven lo que él hace por ellos. Por todos ellos. Por usted, por su nieto, por Joshua. Incluso los hombres de las tribus locales le piden consejo porque ven dentro de su corazón y saben que vale la pena. Es extraordinario -Rachael, en su frustración, quería sacudir la conducta calmada del anciano. ¿Cómo podía estar allí y posiblemente pensar que era digno de dictar una sentencia contra Rio? Bullía de frustración y cólera, no podía entender cómo Rio había aceptado y vivido con su infame e injusta sentencia.
– Los jóvenes veían a Rio como un líder, como un hombre con aptitudes y habilidad para llevar la carga. Algunos le siguieron. Se alejaron del pueblo, aunque vivía fuera de la protección de la comunidad estaba involucrado. Rio asesinó a un ser humano. Cualquiera que fueran las circunstancias o las razones, cazó al hombre, usando sus habilidades como nuestra gente, y deliberadamente tomó su vida. No sólo puso nuestras vidas en peligro por posibles represalias, por poner a descubierto a nuestra especie, además puso en peligro nuestra forma de vida. Por alguna razón tenemos leyes, Rachael. ¿Debería quedar impune? Rio conocía y aceptaba las leyes de nuestra sociedad.
Rachael observó como el anciano ponía la mesa y encendía una vela como centro de mesa. Realmente no podía desentenderse de la puerta y de la noche. Rio estaba presente en todas partes, pero fuera en la oscuridad, estaba en su elemento. Sabía que estaba lejos de ella, aún así le sentía. Todas las noches se despertaba para descubrir que se había marchado, o acababa de volver, había estado corriendo libre, en su otra forma. Anhelaba estar a su lado en vez de discutiendo un asunto que ninguno de ellos podía resolver.
– Siéntate y come -dijo amistosamente Delgrotto-. Tienes mucho coraje, Rachael, y proteges ferozmente a los que amas, igual que Rio. Estoy agradecido que te haya encontrado. Le has traído felicidad.
– Él habría sido feliz si no se lo hubieran quitado todo.
– Le dejamos vivir. Era nuestra única opción. El exilio o la muerte. Nadie lo deseaba, y nadie estaba contento con la sentencia, pero no teníamos alternativa. Le dejamos con vida y vivimos sin él. Captamos destellos de su grandeza, es un hijo de nuestro pueblo. Nació líder. Nosotros vimos lo que suponía para él. No puedes entender lo que significó para nosotros.
– Espero que no quiera que lo sienta por ustedes -Rachael cojeó al cruzar la habitación hacia la mesa. Dejó la puerta completamente abierta. No dormiría hasta que Rio regresara sano y salvo, el sonido de la lluvia calmara sus crispados nervios y la hiciera sentir más cerca de él. Las canciones pluviales de Rio. El sonido lo hacía más cercano a ella.
– No lo sientas por nosotros. Trata de comprendernos. Los perdimos a él y a su madre. El exilio significa que está muerto para nosotros. No podemos verlo ni hablar con él, aunque nos da dinero para la preservación de la selva.
– ¿Cómo pueden tomarlo?
– Si no podemos verle ni oírle, ¿cómo podemos devolvérselo?
– Entonces podéis ver el dinero, pero no el donante.
Delgrotto sonrió ante su ferocidad.
– Tienes que prometerme que tendrás muchos niños con él. Los necesitamos.
La sopa era deliciosa. Odiaba concedérselo por lo mucho que la enojaba. Una leve sonrisa asomó en su cara.
– Creo que tengo una mente cerrada cuando usted está preocupado. No quiero ver su punto de vista.
– Al menos puedes admitir eso -parecía saborear el caldo-. Serías un buen miembro del alto consejo.
Rachael hizo un ruido grosero con la siguiente cucharada de sopa. Delgrotto alzó las cejas.
– ¿No lo crees? Uno tiene que ver el problema desde diferentes ángulos. Antes de poder hacerlo, debes saber que hay más de un ángulo. No estaba de acuerdo con el exilio, pero la alternativa iba más allá de nuestras habilidades para imponérsela.
– Por el amor de dios, ¿consideraron algún otro castigo? ¿Algo que no fuera tan severo? Vivir un poco, hacer nuevas leyes, ¿eso es lo que hace cualquier organismo de gobierno?
Asintió atentamente, considerando su sugerencia.
– ¿Cuál crees que es un castigo justo para un asesinato?
– No fue un asesinato.
– ¿Entonces, que fue?
– No lo se, pero he visto asesinatos. He sentido la maldad del asesino a sangre fría, de alguien verdaderamente malvado, y Rio no es así.
Un búho ululó en la distancia. El anciano levantó la cabeza y miró fijamente a la puerta un largo instante.
– Siento que hayas tenido que estar expuesta a esto, Rachael, y por supuesto que tienes razón. No hay nada malvado en Rio -Delgrotto tomó otra cucharada de sopa- Podemos estar de acuerdo en que tomó una vida.
Algo mas apaciguada, Rachael asintió.
– No lo puedo negar cuando me lo dijo él mismo -suspiró-. No les culpa por lo que hicieron.
– No, no lo hizo, porque entendía la necesidad de las leyes -El búho ululó de nuevo. Delgrotto apagó la vela de un soplo-. Cierra la puerta y permanece muy quieta.
– Ni los monos ni los pájaros dan voces de alarma -Pero Rachael obedientemente cerró la puerta y dejó caer la barra en su lugar- ¿Qué está mal? -Anteriormente ella había oído el claro aviso de los animales cuando un intruso entraba en su territorio- Quizás es Rio que regresa-. Pero sabía que no era así. Unos fríos dedos tocaron su columna, enviando un miedo helado por su cuerpo.
– No es Rio. ¿Conoces el camino hacia el pueblo?
Rachael negó con la cabeza.
– Nunca he estado allí.
– Puedes seguir a Rio, usando su aroma, pero le conozco. Habrá probado de ir por el agua varias veces para despistar. Es muy cuidadoso. Debe tener otra salida de escape a parte de la puerta principal.
– Sí, pero aún no sabemos que hay allí fuera.
– Si fuera un hombre lo que estaba allí fuera, el bosque estaría totalmente alborotado. Es un leopardo, y conoce las costumbres de los animales. Sabe apaciguarlos a su paso, con cuidado de no parecer que está cazando. Y está cazando cuando viene hacia nosotros tan silenciosamente.
– Vine aquí esperando escapar del problema en que estaba -Confesó Rachael fácilmente-. Enviaron a alguien tras de mí otra vez. Tiene que irse, le enseñaré la puerta de escape. No debería estar aquí conmigo.
– Puedo ser un viejo, Rachael, pero soy capaz de ayudar a proteger tu vida. Nunca me escabulliría, para contarle a Rio que dejé sola a su mujer defendiéndose de un atacante. Nunca podría vivir conmigo mismo.
Tuvo una idea que seguramente a Rio no le parecería bien.
– Kim Pang vino antes y le contó a Rio que su padre tuvo una visión sobre una partida de investigadores entrando en el bosque en busca de plantas medicinales. Tama los guiaba, pero su padre estaba bastante más preocupado. No creía que fueran investigadores.
– Un hombre normal no sería capaz de mantener quietos a los animales. No sería capaz de escapar del ojo de uno de los hijos de Pang.
– También dijo que el hombre se aproximaría a él preguntando por un guía que conociera las tradiciones y las leyes del bosque. Creo que sospechaba que era alguien de la misma especie que Rio -Respiró profundamente-. Podría ser que mi hermano estuviera cazándome.
– ¿Tu familia?
– Es una posibilidad. Hay un precio por mi cabeza. Creo que es mejor que se vaya mientras pueda.
– ¿Intercambiar la vida de mi nieto por la tuya? No lo haré. Dudo que esté a salvo en el bosque. Estamos mejor aquí con las armas de Rio. Si necesitamos escapar, lo haremos cuando estemos seguros que es nuestra única opción -decidió Delgrotto.
Un leopardo gimió bastante cerca. Reconoció la llamada inconfundible del leopardo nublado, Fritz la avisaba. En cierta forma la aceptación de los pequeños leopardos le dio esperanzas. Rachael se colocó rápidamente un cuchillo, enfundado en piel, en la pretina de sus pantalones. Tomó la más pequeña de las dos pistolas.
Delgrotto la alcanzó arrastrándola hacia el centro de la habitación, lejos de las ventanas.
– No te muevas.
Oyó el leve ruido sordo de algo pesado aterrizando en la terraza. Algo caminaba alrededor de la casa, el pelaje susurraba contra la verja, rozando al pasar las parras y deslizándose por la ventana. Las sombras se movían, lo suficientemente oscuras para hacer saltar su corazón hasta la garganta.
Esperaron. Rachael hizo lo que siempre hacía cuando la tensión era demasiado. Contó. Era un hábito absurdo y tonto, pero mantenía a su cerebro en calma, permitiéndole pensar con claridad. Otra vez silencio. El viento suspiraba a través del dosel de hojas y llovía a cántaros sin cesar. La punta de un cuchillo apareció en la esquina de la puerta bajo la barra. Lentamente empezó a elevarse.
Rachael se echó a un lado de la puerta.
– Esto es lo que pasa con los visitantes nocturnos -habló de forma casual-. Si no tienen educación, nos imaginamos que no valen la pena y entonces les disparamos. Saca tu cuchillo de mi puerta y llama como una persona normal o voy a vaciar mi arma en la pared.
Hubo una breve vacilación y el cuchillo desapareció. Otro momento de silencio y se oyó un golpe en la puerta.
Rachael hizo señales al anciano para que cogiera un arma y se escondiera entre las sombras. Cuando se fundió con el gris extendió su mano y levantó la barra.
– Sólo una mejor persona atravesaría esa puerta y sería mejor que tú la atravesaras con las manos en alto -Se movió otra vez, así no serían capaces de tener una posición por su voz en un tiroteo.
La puerta se abrió lentamente.
– No estoy armado, Rachael.
Por un momento no pudo pensar. No pudo respirar. Su corazón golpeaba como un tambor desbocado y su boca se secó. Estaba de pie, luchando por respirar, sin saber que hacer. Rachael se aclaró la garganta y se obligó a decir.
– Entra, cierra la puerta y pon la barra. Quiero ver tus manos en todo momento.
– Maldición, Rachael. Sabes quien soy -La puerta se cerró de golpe un poco demasiado fuerte. Elijah puso la barra en su sitio y giró la cabeza mirándola enfurecido. Alto, musculoso, ancho de hombros, su negro cabello caía con la misma profusión de ondas que el de ella -¿Qué demonios estás pensando, haciendo algo así?
– ¿Por qué estás aquí? -no bajo el arma ni un milímetro.
– Baja la maldita cosa antes de que se dispare. No puedes dispararme, no en un millón de años, así es que deja de fingir que eres dura -Se aproximó un paso
– Quizás ella no pueda dispararle, pero yo tengo un buen blanco y no dudaré -dijo Delgrotto en un tono bajo e incorpóreo.
Rachael observó la rigidez de su hermano y la sorpresa extendiéndose por su cara. Siempre era tan cuidadoso, prestando atención a cada detalle.
– Rachael, explícale quien soy.
– Elijah Lospostos. Mi hermano. Tienes que explicarme muchas cosas Elijah -miraba sus pies desnudos, los vaqueros y su camisa desabotonada- Te transformaste en leopardo, ¿no? ¿Por cuánto tiempo has sido capaz de hacerlo?
Se encogió de hombros.
– Viajo más rápido, Rachael. No ha sido fácil captar tu esencia, no hasta que me he convertido en leopardo. Pasé un infierno para apartarme del campamento con ese guía siempre vigilando cada movimiento. Agradecería algo para beber y no me importaría sentarme. Y baja las armas. ¿Qué clase de bienvenida es esa? He viajado miles de millas para salvar tu trasero.
– Nadie te llamó, Elijah -dijo suavemente-. Nunca pedí que me salvaras -Parpadeó conteniendo las lágrimas-. ¿Conoces a un hombre llamado Duncan Powell?
Su hermano se puso tieso como un palo.
– ¿Ha estado aquí? Es un asesino, Rachael, uno de nosotros. Es capaz de rastrearte en cualquier lugar. Duncan es uno de los pistoleros a sueldo de Armando. Si el está aquí…
– Está muerto -interrumpió-. Dejó una cobra en mi habitación y luego me siguió hasta aquí -Alzó la barbilla y lo miró fijamente-. ¿Por qué has venido?
Elijah apartó una silla de la mesa y se sentó.
– Te contaré porque. ¿Por qué vengo siempre tras de ti? No puedes ir corriendo de un lado a otro sin protección, Rachael. Si Armando te pone las manos encima…
– ¿Me matará? Lo ha tratado de hacer desde que tenía nueve años. Deberías dejarme desaparecer, Elijah. No iré a la policía, no he dicho nada a las autoridades sobre Tony y no lo haré. Sólo quiero irme. Deberías dejarme marchar.
– ¿Piensas que Armando creerá que te ahogaste en el río sin ver tu cuerpo? Demonios, Rachael, has olvidado todo lo que te enseñé. Sabe que estás aquí. Vendrá detrás de ti con todo lo que tiene.
– Y por eso abandonaste todos tus negocios y rápidamente saliste hacia la selva bajo la torrencial lluvia para salvarme como siempre.
– Rachael, ¿Qué sucede? ¿Por qué no vienes conmigo, y hablamos de esto? Desde luego que te he seguido. No voy a permitirle que te mate.
Rachael colocó la pistola en el fregadero y se apretó contra la pared a su lado. Se veía pequeña y vulnerable en lugar de la mujer que había estado preparada para luchar hacía unos minutos antes. Las lágrimas brillaban en sus ojos.
– ¿No? Pienso que podría ayudarte. ¿No es eso lo que dijiste, Elijah? No esperas que me encuentre y te quite la carga de tus manos de una vez por todas ¿No me dijiste que tu vida sería mucho mejor, mucho más fácil si yo estuviera muerta?
Se levantó rápidamente volcando la silla y avanzó hacia ella. El anciano, en la profundidad de las sombras, se movió, recordándole el ser cauteloso, y Elijah se detuvo.
– Rachael. ¿Crees honestamente que vendría aquí para matarte?
– Hay un precio por mi cabeza.
– Para mantenerte viva. Armando se mueve rápido. Recogió a la chica que llevaba tus ropas y peluca. Me la envió por mensajero y no fue una vista agradable.
Rachael giró la cara, su mano fue hacia la garganta en un gesto protector, emergiendo un sonido estrangulado.
– Esta arma se está volviendo pesada Rachael -dijo Delgrotto-. Creo que tú y hermano deberías estar solos. Dudo si es una amenaza, pero Rio podría regresar inesperadamente. Voy al porche.
– Probablemente Rio no regresará antes del amanecer.
– Viaja con esos pequeños leopardos. Seguramente uno de ellos fue a avisarle.
El color desapareció de la cara de Rachael.
– Tienes que irte, Elijah. Vete de aquí ahora mismo.
Elijah movió las manos descartando sus palabras.
– Mírame, Rachael. Vuelve la cabeza y mírame. Quiero ver tu cara cuando me digas que crees que yo envié a ese hombre a matarte. Maldición -Golpeó la mesa con el puño- Pasé la vida luchando para mantenernos con vida.
– Dijiste que deseabas que estuviera muerta.
– Nunca dije eso -Miró al anciano con evidente frustración en su cara. Delgrotto pilló la indirecta y se deslizó fuera para dejarlos solos- De acuerdo, la verdad es que no se que diablos te dije ese día. Estaba aterrorizado por ti y enfadado por que no confiaste en mi. Tuve que disparar a Tony delante de ti -Elijah se pasó una mano por la cara-. Sabía lo que significaría, el dispararle delante de ti.
Rachael se enfrentó a su hermano a través de la mesa.
– Le mataste, Elijah. Mataste a Tony porque estaba conmigo. Te convertiste en lo mismo que aborrecíamos.
– No estás siendo lógica, Rachael -Se pasó las manos por el pelo agitadamente-. Sabía de nosotros. Sabía lo que éramos. Peor aún, pertenecía a los hombres de Armando. Le pasaba información.
– No sabes eso.
– ¿Quién era Rachael? ¿Cómo le conociste?
– Marcia Tosltoy es su hermana. Nos presentó. No estábamos saliendo. Solamente era un buen hombre, solitario como yo.
– No era un buen hombre, ni era el hermano de Marcia Tolstoy. Armando le pagó para decirte eso, y antes de que me digas que ella nunca lo haría, recuerda que todo el mundo tiene un precio. Armando encontró el de ella. Si me hubieras hablado de Tony, lo hubiera investigado discretamente, para hacerte saber que era hora de romper esa amistad. Cuando obtuve la información, ya estabas en el coche con él. No tuve tiempo de hacerte bajar fácilmente. Te llevaba a unos de los almacenes de Armando.
– Salíamos a cenar.
– ¿Te he mentido alguna vez? Nunca, Rachael. Siempre hemos sido nosotros dos, desde que éramos niños sólo nosotros.
– ¿Cómo se que me estás diciendo la verdad? ¿Cómo se qué es verdad o mentira? Mi tío asesinó a mis padres. Pensaba que los quería. Pensaba que quería a mamá y papá. Papá era su hermano. ¿Cómo le dices eso a un niño, Elijah? El mundo no es un lugar seguro y no puedes confiar en nadie. Ni en tu familia -Rachael dio media vuelta y llenó un vaso de agua para él, necesitando hacer algo.
– Nunca lo haría, bajo ninguna circunstancia ordenar tu muerte. Eres mi hermana, mi única familia, y te quiero. No tienes que creerme, Rachael. Se que estás herida, enfadada y muy confusa. No tengo tiempo para hablar contigo.
– Tuviste tiempo de sacarme del coche antes de matarle. Y luego tuviste tiempo de encerrarme en casa.
– Estabas histérica. Fue por su arma, Rachael. No le viste hacer el movimiento porque estabas peleando conmigo por sacarte del coche. No querías escucharme y amenazabas con ir a la policía. Me esmeré en llevar a cabo los deseos de papá y legalizar los negocios. No fue fácil. Se más de la cuenta sobre Armando, como tú. No puede permitirse dejarnos vivir. Mientras pensaba que estaba con él, podía controlarte, y ambos estábamos a salvo. Una vez me puse contra él, Armando quería matarte no sólo para castigarme, si no para silenciarte. Nunca debiste hablar con Tony.
Sus ojos relampaguearon.
– Nunca hablaría a un extraño de nuestro negocio, y menos a un hombre del que no sabía nada.
– ¿Y nunca te preguntó nada de mí?
– Me preguntó si eras mi hermano y le dije que sí. Eso lo sabe todo el mundo. No deberías haberle matado.
– Rachael, empezó con algo del conocimiento público. Dime que sabes que te quiero. Deberías saber que todo lo que he hecho en mi vida lo he hecho por ti. Por nosotros. Para mantenernos con vida. También era un niño. Y no tenía poder. Nadie podía ayudarnos. No tuve alternativa si queríamos permanecer vivos. Tuve que unirme a Armando o nos hubiera matado a ambos. Intercambié mi alma por una oportunidad de vivir.
Ella se precipitó a sus brazos.
– Lo se. Se lo que hiciste por mí. Se que te hubieras escapado si no me hubieras estado protegiendo.
– ¿Tiene algún sentido para ti que haya pasado todos estos años protegiéndote y ahora de repente quiera matarte? -Puso los brazos alrededor de ella y la abrazó fuertemente.
– Fue horrible. Me sentía responsable y no sabía porque habías hecho una cosa tan terrible. El poder corrompe, Elijah. Te he observado oponerte a él. Trataste de legalizar los negocios, pero al mismo tiempo, tenías que hacer cosas que hicieran pensar a Armando que eras parte del negocio.
– No tuve más alternativa que llevar el negocio de la manera que Armando quería. Heredamos la mitad de todo, Rachael. Armando lo quería todo, y quería que permaneciera en su poder. Cuando se enteró que papá quería salirse de todo esto, lo siguió. Descubrió que mamá podía cambiar de forma a un leopardo. Encontró a los asesinos perfectos. Sigilosos. Astutos. Inteligentes.
– Por eso papá nos llevó a Florida.
– Fue porque mamá tenía miedo que su gente dañara a papá. Por eso nos trasladó a los Glades. Mamá podía correr y él estaba fuera del negocio. Pero por supuesto no funcionó. Poseía y sabía demasiado. Lentamente trataba de legalizar las compañías. Armando no iba a dejar que esto pasara. Al tiempo que estaba fuera con mi maravilloso tío, cumplía con pequeñas tareas para él porque me dejaba correr libremente. Era tan estúpido. Le conté a mamá y a papá que Armando sabía sobre mi cambio, y que lo hice delante de él. Mamá había sido tan sigilosa y quería que supiera que todo estaba bien, que a él no le importaba. Estaban tan alterados que debieron hablar con él. Armando lo arregló para encontrarse con mamá y papá y los asesinó.
– Yo lo vi -Rachael se apartó-. Nunca olvidaré su cara cuando se volvió y me vio allí de pié.
– ¿Crees que me gusta hacer las cosas que hago? Te tenía de rehén, Rachael. Nunca se molestó en esconder lo que te haría. Lo más que supiste, el incordio que eras para él y todo lo que tuve que hacer valió la pena para mantenerte con vida. Me necesitaba. Era como mamá y una tremenda ventaja para él. Y sabía que no podía matarnos y escaparse de eso. Tan pronto como fue posible, me aseguré de que supiera que había pruebas si algo nos pasaba.
– Pero Elijah, te vi hacer cosas así como él. No eres el mismo. Creciste distante y frío. Traté de hablar contigo sobre eso y me ignoraste.
– Estaba haciendo otro movimiento en nuestra contra. Y yo planeaba matarlo. No quería que estuvieras involucrada -Lo dijo sin rodeos-. Si lo hubieras sabido, serías tan culpable como yo. No podías saber las cosas que hacía. Mamá tenía que estar orgullosa de uno de nosotros -Descendió la vista a sus manos-. Si te hace sentir mejor, nunca maté a un inocente. Nunca llegué tan bajo.
– Traficabas con drogas, pasabas armas de contrabando. Entrenabas asesinos -Le lanzo esas acusaciones, apartándose, le dolían los pulmones al respirar.
Dio un paso hacia ella, queriendo estrecharla.
– Maldición, Rachael. Si no quieres creerme por lo de Tony, no lo hagas, pero no me mires como si fuera un monstruo al que no conocieras. Armando no va a dejarte vivir. No puede. Eres un cuchillo preparado sobre su cabeza. Eres una testigo de asesinato. No tengo la intención de marcharme de aquí sin ti. Los hombres de Armando vigilan arriba y abajo en el río. Trajo al mejor par de rastreadores. Hombres como Ducan. No puedes quedarte aquí, Rachael. Ven a casa conmigo, te mantendré a salvo.
No hubo ningún sonido a parte del viento y la lluvia. La puerta estaba parcialmente abierta y el viento entro de golpe, moviendo la mosquitera, haciéndola bailar. Rachael sintió el viento en la cara. Elijah sitió que la hoja cortaba en su garganta. Un aliento caliente abanicó su mejilla. Un leve gruñido peligrosamente cerca de su oreja.
– No irá a ningún lugar contigo.