Lunes 12 de Julio

El robo en la Sala de Arte Antiguo trajo como consecuencia que Johan se viera obligado a dejar a Emma y a Elin en la isla de Fårö y volver apresuradamente a Visby. Había hecho un reportaje sobre el suceso para la emisión de Noticias Regionales del domingo.

El lunes por la mañana el redactor jefe había dejado claro que quería un seguimiento de la noticia que incluyera la conmoción y las reacciones con el siguiente enfoque: ¿Cómo ha podido ocurrir algo así? Todo listo y empaquetado en su mollera de redactor, pensó Johan sarcástico, aunque estaba de acuerdo en que era razonable que se hiciera un seguimiento de la noticia. A él lo asombraba más el hecho de que el ladrón hubiera podido desconectar la alarma, ¿se trataba de un robo perpetrado desde dentro? Y en ese caso, ¿cuántos robos semejantes se habían llevado a cabo con anterioridad? Había pedido al archivo copias con los recortes de robos de tesoros arqueológicos en Gotland aparecidos en la prensa y las copias habían llegado por fax. La mayoría se refería a personas llegadas del extranjero con detectores de metales que saqueaban los tesoros de plata de la isla.

En un ejemplar del Gotlands Tidningar de hacía seis meses, encontró un artículo que le llamó la atención: «Presunto robo en el almacén del Museo Provincial».

Ninguna de las personas a las que había entrevistado en relación con el robo había mencionado que habían desaparecido objetos en ocasiones anteriores. En realidad el artículo hablaba de los robos en el almacén situado en otra parte de la ciudad y por eso quizá no fuera tan raro que nadie hubiese dicho nada. Lógicamente no querrían dar a los robos más publicidad de la necesaria.

El artículo trataba de la desaparición de varias monedas del almacén donde se guardaban todos los hallazgos arqueológicos que no estaban expuestos. La Sala de Arte Antiguo sólo tenía espacio para mostrar una pequeña parte de todo lo que se desenterraba en la isla. En el artículo entrevistaban a Eskil Rondahl, responsable del depósito, a quien el asunto de la desaparición de las monedas le parecía grave.

Johan buscó el número de teléfono del almacén y le pasaron con Rondahl.

Se escuchó una voz áspera y seca en el otro extremo del hilo.

– ¿Sí?

– Me llamo Johan Berg y llamo de Noticias Regionales, de la Televisión Sueca.

Silencio. Johan continuó:

– Llamo a propósito del artículo publicado en el Gotland-Tidningar hace medio año que trataba del robo de monedas del almacén.

– ¿Ah, sí?

– ¿Lo recuerda? Usted es la persona a quien entrevistaban en el artículo.

– Sí, ya lo sé. Aquel robo quedó resuelto.

– ¿Cómo?

– Resulta que no se había cometido ningún robo. Aparecieron las monedas que faltaban. Habían ido a parar a otro sitio, sencillamente.

– ¿Cómo que habían ido a parar a otro sitio?

– La razón fue un descuido del que me hago responsable. Cuando nos llegan monedas, las depositamos en la sección de seguridad especial, donde guardamos los objetos valiosos y aquellos más susceptibles de ser robados. En ese proceso se extravió un cajón con monedas, pero lo encontramos después. Sí, fue bastante embarazoso para mí, así que es una historia que prefiero olvidar.

– Lo comprendo. ¿Han sufrido otros robos?

– De los que podamos estar seguros, no, pero sí que ocurre a veces que desaparecen cosas.

– Pero ése es un tema serio, la gente no puede ir por ahí robando cosas que tienen mil años de antigüedad, ¿no? ¿Qué piensa la policía de ello?

– No les preocupa especialmente. No hay ningún policía comprometido con el tema de los robos de restos arqueológicos, semejantes asuntos están en la cola de su lista de prioridades -refunfuñó Rondahl-. Y ahora por desgracia no dispongo de más tiempo.

Johan le dio las gracias y colgó el teléfono.

La conversación le había dejado algo desconcertado. ¿Se estaban cometiendo robos sin que nadie se ocupara de ello?

Llamó a la universidad y pidió que le pasaran con un arqueólogo. Sólo pudieron localizar a Aron Bjarke, profesor de teoría. Johan le refirió el artículo que había leído y lo que le había dicho Eskil Rondahl.

Bjarke corroboró en parte la descripción.

– Es posible que se robe algún objeto aislado sin que nadie lo descubra, pero lo peor no es que desaparezcan pequeños objetos aquí y allá. El mayor problema son los buscavidas que vienen hasta Gotland para buscar tesoros de plata. Hace unos años se aprobó una nueva ley para poner fin a los saqueos. En la actualidad está prohibido utilizar detectores de metales en Gotland sin un permiso especial del Gobierno Civil. El año pasado la policía detuvo a dos ingleses sorprendidos con las manos en la masa cuando buscaban tesoros con un detector de metales.

– ¿Adónde van a parar las piezas robadas?

– Hay coleccionistas en todo el mundo dispuestos a pagar sumas considerables por un adorno de plata, por ejemplo, o por una moneda de hace mil años. Por no hablar de todas las maravillosas joyas que encontramos del período vikingo. Es evidente que hay un gran mercado y mucho dinero en juego.

– ¿Se siguen produciendo robos?

– Con toda seguridad, sólo que la policía no se interesa por ellos.

– ¿Puede hablarme de algún caso concreto que conozca?

Bjarke guardó silencio un instante.

– No, la verdad es que no puedo. En este momento, no.

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