Jueves 1 de Julio

Como Knutas se había temido, la noticia de que el caballo había aparecido degollado desató una fuerte reacción.

Desde que llegó al trabajo a las siete y media, el teléfono no había dejado de sonar. Tras la difusión de la noticia en los medios, y siguiendo la senda abierta por los periodistas, llegaron las reacciones de los políticos locales, de la gente del mundo de los caballos, de los defensores de los animales, de los vegetarianos y de la gente de a pie. Todos exigían la detención inmediata del desalmado que había cometido aquel crimen.


Cuando Knutas entró en la sala de reuniones, cada uno de los miembros del equipo encargado de la investigación que asistían a la reunión de las ocho hojeaban los periódicos de la mañana.

Lars Norrby había vuelto tras pasar dos semanas de vacaciones en Canarias. Había llegado tarde a casa la noche anterior y estaba sentado con la cabeza hundida en el periódico. El portavoz de la policía era alto y moreno, y ahora, además, lucía un favorecedor bronceado. Había trabajado en la policía de Visby tanto tiempo como Knutas y era su lugarteniente. Norrby era flemático, pero meticuloso y de fiar. No era un hombre de sorpresas, con él Knutas siempre sabía a qué atenerse.

Abrieron la reunión con una discusión acerca de lo que habían publicado los medios locales.

– Es increíble que las niñas aparecieran en televisión -señaló Karin-. Con lo claro que les explicamos que no debían conceder ninguna entrevista.

– Ese Johan Berg de Noticias Regionales es un cerdo, manipular a los niños de esa manera… -soltó Wittberg-. Qué cabrón.

– No podemos impedir que la gente, sean niños o adultos, hable con la prensa si quiere -afirmó Knutas-. Además, eso no tiene por qué ser sólo negativo. Que las chiquillas aceptaran salir en la entrevista puede ayudar a que recibamos algún que otro soplo. Y lo necesitamos, no es mucho lo que tenemos hasta ahora. Peor es que haya salido a la luz pública que falta la cabeza del caballo, eso dará lugar a un montón de especulaciones.

Sohlman parecía cansado, probablemente había estado trabajando hasta tarde la noche anterior.

– Hemos examinado las roderas de los coches más a fondo y podemos distinguir las huellas de dos vehículos diferentes. Las unas, fáciles de identificar, corresponden al coche del granjero; hemos comparado la profundidad del dibujo de los neumáticos y no hay ninguna duda. En cuanto a las otras, es más complicado. Los neumáticos son anchos y con el dibujo bastante gastado, podrían ser de un camión pequeño o de una camioneta. Pero también podrían ser, por ejemplo, de una furgoneta.

– ¿Y algún otro rastro? -preguntó Karin.

– Hemos recogido bastantes cosas: bolsas de plástico, palitos de helado, colillas, alguna que otra botella, nada particularmente interesente.

– Deberíamos ir a hablar con otros propietarios de caballos de esa zona para averiguar si a ellos les ha sucedido algo sospechoso -propuso Karin-. A veces no queda más remedio que ir a hablar con la gente.

– Lo que no sé es cuántos medios debemos destinar a un caso así -comentó Knutas-. A pesar de todo, sólo se trata de un animal.

– ¿Cómo que sólo? Es un caso espantoso de maltrato animal -replicó Karin indignada-. ¿Vamos a dejar de investigarlo sólo porque la víctima no sea una persona?

– Alguien que actúa de esa manera contra un animal seguro que también puede ser peligroso para las personas -añadió Wittberg.

– De momento la televisión ha conseguido asustar de verdad a la gente tras el reportaje de ayer. El público exige que hagamos todo lo que podamos para encontrar al que mató al caballo. El teléfono no deja de sonar. Me imagino que vamos a tener que dedicar tantas horas a tranquilizar a la gente escandalizada como las que dediquemos a la propia investigación. En cualquier caso, nosotros también tenemos que hablar de este degüello. ¿Qué clase de persona puede hacer una cosa así?

Knutas deslizó la mirada sobre sus colegas.

– Yo creo que parece como si alguien quisiera vengarse personalmente del granjero. O, tal vez, de la mujer o, ¿por qué no?, del hijo mayor… -Norrby, pensativo, se frotó de nuevo la barbilla bien rasurada-. Lo que está claro es que se trata de una amenaza, una vendetta grotesca.

– También puede ser que tenga que ver con lo que faltaba en el prado, es decir, la cabeza -observó Knutas-. ¿Para qué quiere el criminal la cabeza? Quizá deberíamos empezar tirando de ese extremo del ovillo. ¿No pensará lucirla como un trofeo y colocarla encima de la chimenea como si fuera una cabeza de alce? Alguien que no guarda la menor relación con la familia Larsson, podría tener motivos para sentir miedo.

– Esto me suena a El padrino -afirmó Karin-. ¿Os acordáis del tipo al que le metieron una cabeza de caballo en la cama?

Alrededor de la mesa sus compañeros hicieron muecas de asco.

– Tal vez se ha desarrollado en secreto una mafia de Gotland allá abajo en el sur -bromeó Norrby-. Como en Sicilia.

– Sí, hay varias similitudes entre Gotland y Sicilia -añadió Knutas-. Tenemos muchas ovejas. Y algunos borregos.

Загрузка...