Domingo 8 de Agosto

Las paredes estaban pintadas en colores suaves, los ruidos sonaban amortiguados. Ella estaba sentada con su bebé en brazos meciéndose en la silla. Habría podido ser un día como otro cualquiera. Estaba amamantando a Elin, la niña succionaba con avidez de su pecho y dejaba que la leche pasara a su cuerpecillo. Emma no podía llorar. Le habría gustado ser capaz de hacerlo pero su inquietud y su desesperación eran secas. Su cuerpo se encontraba en reposo, en el vacío, en espera. Desde que recibió la noticia de que Johan estaba gravemente herido y se debatía entre la vida y la muerte, algo se había petrificado en su interior. Se sentía congelada por dentro y no sabía si se iba a volver a descongelar alguna vez.

Miró a Elin. La sala de espera estaba en silencio. Seguro que ya había salido en las noticias. Que el reportero local de la Televisión Sueca había sido apuñalado por uno de los asesinos detenidos y que estaba siendo operado en el hospital de Visby.

Emma creía que era un castigo por no haber aceptado el amor de Johan. Lo había dejado fuera. Ahora se arrepentía, pero ya no tenía remedio. Los médicos le habían explicado que sufría una hemorragia interna como consecuencia de las puñaladas que había recibido en el vientre. Un equipo de médicos luchaba por salvarle la vida.

Cuando la puerta de cuidados intensivos se abrió, dio un respingo tan brusco que a Elin se le salió el pezón de la boca.

Salió un médico. Emma ya le conocía. Era uno de los que había hablado con ella antes. Era alto y parecía simpático, quizá diez años mayor que ella. La puerta estaba bastante lejos, con lo cual tuvo tiempo de observarlo un rato. Comprendió que venía a hablar con ella. Tenía una forma de caminar informal, calzaba zuecos blancos con el color algo desgastado en las punteras. Observó que llevaba un anillo de casado en el dedo. Del bolsillo de la bata asomaba un bolígrafo. ¿Por qué los médicos siempre llevaban un bolígrafo en el bolsillo? Nunca había visto a ninguno sin él. Estaba bronceado y tenía alrededor de los ojos esas rayas blancas que les salen a la gente de mar cuando se echan a navegar.

La miró, se fue acercando. Sólo estaba a unos metros de ella. No podía desplomarse ahora. Se atrevió a mirarlo a la cara, de cerca.

Brillaba el sol, Elin dormía, al otro lado de la ventana era verano.

El médico parecía amable, pero Emma no pudo leer nada en su cara.

Sólo sintió cómo le cogía la mano.

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