Domingo 4 de Julio

Eva se despertó porque en la habitación hacía un calor insoportable. Haciendo un esfuerzo se puso boca abajo y se colocó la almohada encima de la cabeza para evitar la luz inmisericorde. El dolor estaba alojado en algún rincón detrás de los ojos y era persistente. ¿Cuánto tiempo había dormido? Era domingo y no tenían que ir a excavar, gracias a Dios. Tenía el estómago revuelto y eso le recordó que había bebido más de la cuenta. A juzgar por los rayos del sol debían de ser las doce por lo menos. Miró con los ojos entornados la cama de Martina. Estaba vacía, exactamente igual que cuando Eva llegó a casa de madrugada.

Bostezó, se levantó y salió al pasillo para ducharse. Al volver descubrió que sólo eran las diez.

La noche anterior, a Mark y a Jonas les costó disimular su decepción cuando se dieron cuenta de que Martina no iba a volver tras su visita a los lavabos. Era evidente que los dos querían liarse con ella. Eva, como ellos, supuso que Martina habría ido a acostarse. Desde luego estaba de todo menos sobria. Pero evidentemente no era eso lo que había sucedido. Se habría ido con alguien.

Eva se quedó mirando por la ventana como si Martina fuera a aparecer allí caminando por el sendero. Fue a la cocina, sacó las cosas del desayuno y puso una cafetera bien cargada. Al poco tiempo apareció Jonas y se sentó a su lado con una taza de café y un par de tostadas. Charlaron de la noche anterior y no pasó mucho tiempo antes de que Jonas preguntara dónde estaba Martina.

– Pues la verdad es que no sé dónde esta. En cualquier caso, no ha dormido en casa esta noche.

Que se fastidiara. A ella no le caía bien Jonas, era un tipo engreído y testarudo, no le vendría mal sufrir un poco.

– ¿No ha dormido aquí? -Se quedó inmóvil con la taza en la mano.

– No, su cama está sin deshacer -le informó Eva con mal disimulado regodeo.

– Pero entonces puede que le haya pasado algo.

– Ah, déjalo. Habrá dormido en casa de algún chico que ha conocido, lógicamente; en el concierto había unos cuantos que, al parecer, querían ligar con ella. ¿No viste a ese tipo de Estocolmo, alto y rubio, con el que estuvo bailando? Seguro que está con él, le parecía que estaba buenísimo.

Jonas palideció.

– Pero puede ser un tío asqueroso, no sabemos nada de él. ¿Vive aquí?

– Pero, por favor, encanto, no nació ayer. Martina sabe cuidarse, es una persona adulta, ¡por Dios! Además, no tengo ni idea de dónde vive.

Eva volvió a concentrarse tan tranquila en su yogur.


Los participantes en el curso se reunieron el domingo por la tarde para jugar un partido de voleibol y para entonces Martina todavía no había aparecido. Eva había intentado llamarla al móvil varias veces pero sin obtener respuesta. Al menos, podría llamar, pensó enojada. En realidad, no conocía mucho a Martina, sólo habían vivido juntas unas pocas semanas. Cierto que lo habían pasado muy bien juntas, tanto en las excavaciones como en su tiempo libre, pero, en realidad, no sabía mucho de ella. Al parecer, a los demás no les resultaba extraño que aún no hubiera vuelto.

Eva intentó librarse de su creciente preocupación, quizá fuera ridícula. Sin embargo, no pudo evitar empezar a preguntarse en serio si le habría pasado algo a su amiga. El hecho de que Jonas y Mark rondaran todo el tiempo a su alrededor preguntándole dónde podía estar Martina, no contribuía precisamente a tranquilizarla.

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