14

TOM DESPERTÓ con engañosas imágenes dándole vueltas en la cabeza.

Se hallaba en una cama blanda, y entraba luz a raudales por una ventanita encima de él. Este era el hogar de Rachelle. El hogar de Johan. En el bosque colorido donde él vivía.

Gimió, se sacudió de la mente los sueños de las historias, se frotó los ojos, y se esforzó por bajarse de la cama. El dormitorio era pequeño y sencillo, pero tonos azules turquesa y dorados de la madera le daban una lujosa belleza.

Lentamente abrió la puerta. Su mente se inundó de recuerdos de la velada anterior. Metió las manos en un pequeño tazón de agua junto a la puerta del dormitorio y se salpicó agua en el rostro.

– ¡Thomas!

Tom se dio vuelta, sobresaltado por el grito. Johan se hallaba en la entrada, sonriendo.

– ¿Quieres jugar, Thomas?

– ¿Jugar? Este… en realidad tengo algunas cosas por hacer. Debo encontrar mi aldea.

Por no mencionar cómo tratar con el asunto del romance.

– Entonces tal vez Tanis y mi padre te puedan ayudar a encontrar tu aldea. Él te está esperando.

– ¿Tu padre? ¿Con Rachelle?

– ¿Quieres ver a Rachelle? -preguntó el muchacho con una amplia sonrisa.

– Este… no necesariamente. Sólo me preguntaba si…

– Bien, creo que ella quiere verte. Tal vez acerca de eso es que mi padre desea hablarte. Sí, así es. ¡Y es muy emocionante! ¿No lo crees?

– Yo…

– ¿Estaba entendiendo bien esto? ¿Lo sabía toda la aldea?

– No estoy seguro de lo que quieres decir.

– Dicen que te golpeaste la cabeza y perdiste la memoria -informó Johan con una sonrisa radiante-. ¿Es divertido eso?

– No especialmente.

– Pero te divertirás si vienes conmigo. ¡Vamos! Ellos están esperando – anunció él y atravesó la puerta.

Tom lo siguió. Su memoria aún estaba perdida, incluso después de un buen sueño.

Salió y dejó que sus ojos se acostumbraran a la luz. En todas partes había pequeños grupos de personas ocupadas en sus asuntos. Vio un grupo de mujeres a su derecha que sentadas en el suelo laboraban con hojas y flores… parecían estar haciendo túnicas. Algunas eran bastante delgadas, otras muy regordetas, y los tonos de la piel variaban de oscuro a claro. Todas ellas observaron a Tom con destellos de complicidad en sus ojos esmeralda.

El giró a su izquierda, donde dos hombres manipulaban un pedazo de madera roja sólo con las manos. Al lado de ellos una mujer atendía un puesto de frutas, diez o quince cajas de madera llenas con frutas diferentes. Había otros puestos en los bordes del sendero más allá. Una nota baja llegó a oídos de Tom, entonada desde un origen que no lograba identificar. Asimiló al instante todo esto, buscando en su memoria algo que reconociera. Su memoria le falló por completo.

Johan le agarró la mano.

– Estos son mis amigos -comunicó, señalando a dos niños que desde el césped observaban sorprendidos a Tom-. Estos son Ishmael y Latfta. son cantantes como yo.

Los dos tenían cabello rubio y ojos verdes; ambos eran un poco más os que Johan.

– Hola, Thomas.

– Hola, Ishmael y Latfta.

– ¡Latfta! -exclamó el de la izquierda llevándose una mano a la boca y saltando la carcajada-. ¡Mi nombre es Latfta! Ah, lo siento. ¿Latfta? Sí. Latfta.

Tom soportó otra mirada de las mujeres. Una de ellas, regordeta con hermosos ojos y largas pestañas, comenzó a reírse tontamente. Una mirada a través del sendero la delató.

Allí, bajo los aleros de una casa como a siete metros de distancia, recostada contra la pared ámbar con los brazos cruzados y la cabeza inclinada, se hallaba Rachelle. Pies descalzos. Vestido azul sencillo. Cabello alborotado Brillantes ojos verdes. Sonrisa tentadora.

Estaba maravillosa y de pronto caminó hacia él. Por un momento increíble pareció cesar el movimiento alrededor de Tom. En lo único que se fijaron sus ojos era el vestido de ella, ondulante abajo y entallado hasta la cadera, el cabello agitándosele mientras se movía, y esos ojos color esmeralda.

Rachelle le guiñó un ojo.

El corazón de Tom casi se detiene. Sin duda toda la aldea había visto eso. Cada mirada estaba indudablemente fija en la aproximación seductora de Rachelle. Esta increíble exhibición de…

De repente Rachelle desvió la mirada, aplanó la boca y viró a la derecha. Pasó caminando al lado de él y luego pasó a las otras mujeres sin pronunciar una sola palabra. Y si él no se equivocaba, ella había alzado los hombros. Un hombre rió. Tom sintió que se le ruborizaba el rostro.

– ¿Qué te dije? -susurró Johan.

Él y su pequeño amigo sacaron del sendero a Tom, quien siguió, evitando contacto visual con alguien, mirando directamente adelante como si fuera a algún sitio importante, lanzando miradas furtivas para engañar a la aldea. No estaba seguro de qué había pasado, pero no iba a evidenciar que no tenía ninguna idea del asunto.

No había maldad a este lado del bosque negro, le había dicho Michal-Por tanto Rachelle no podía tenerle aversión, ¿correcto? ¿Era la aversión una forma de maldad? No obstante, una deidad, como el Dios de su padre en las historias, podría sentir aversión sin ser malo. Por tanto, seguramente la creación de ese Dios podría sentir aversión sin ser mala. A ellos les disgustaba la maldad. Pero ¿amarían a una persona por sobre otra? ¿Escogerían a un hombre o una mujer por sobre otro u otra? Evidentemente.

– ¡María! ¡Buenos días, María! -exclamó Johan, deteniéndose como a veinte pasos.

Una mujer madura entró al sendero y le alborotó el cabello a Johan-

– Elyon está sonriendo, Johan. Como el sol en el cielo, él está sonriendo sobre ti -expresó, luego lanzó una mirada a Tom-. ¿Es este el extranjero?

– Sí.

Entonces tú debes ser Thomas Hunter. Sé muy bienvenido a este lado -notificó, tocando la mejilla de Tom y analizándolo por un instante-. Soy la hija de Tanis. Yo diría que tu madre vino de la línea de mi hermano Theo.

Ella bajó la mano.

– Mi hermano siempre fue apuesto. Bienvenido.

– Gracias. ¿Así que cree usted que el nombre de mi padre es Theo?

– Es probable que no -contestó María con una sonrisa-. Sino un descendiente, más que probable. ¿No recuerdas?

– Yo… no, me golpeé la cabeza.

– ¿De veras, ahora? Qué interesante. Cuídalo, Johan.

– Tanis y Palus lo están esperando -informó Johan.

– Tanis, por supuesto. Quizá ustedes cuatro logren organizar la famosa expedición de mi padre -añadió ella, sonrió y guiñó un ojo.

Pasaron por donde un carpintero que daba forma a un pedazo de madera roja. Tom se detuvo para ver el trabajo del hombre. La madera se movía ante las caricias de los hábiles dedos. Tom cambió de posición para tener una mejor perspectiva y observó con cuidado. Podía haber poca duda acerca de lo que veía. La madera realmente se movía debajo de las manos desnudas del artesano, como si estuviera persuadiéndola satisfactoriamente de que tomara forma por sí misma.

– ¿Qué está haciendo él?

– Está fabricando un cucharón. Quizá un regalo para alguien. ¿No recuerdas?

– Eso es increíble. No, imagino que no.

– ¿Ven? El no recuerda. ¡Le van a encantar los narradores de historias! Les dijo Johan con mucha emoción a Ishmael y Latfta, luego se dirigió a Tom. Tanis es narrador de historias.

El muchacho sacó del bolsillo una pequeña pieza de madera roja con 0rma de león en miniatura y se la entregó a Tom.

– Guarda esto -le pidió-. Tal vez te ayude a recordar.

Johan y Latfta volvieron a agarrar a Tom de la mano y lo halaron corno un trofeo muy preciado.


***

HALLARON AL padre de Johan, Palus, hablando con un hombre al otro lado del brillante arco color topacio que llevaba a la aldea. Los mocasines del extraño estaban bien sujetos, y por encima de las rodillas le colgaba una túnica café oscura de algo parecido al cuero que venía de uno de los árboles, como le informara Michal ayer. Sus ojos eran verdes, por supuesto, situados dentro de un fuerte rostro bronceado que no parecía tener más de treinta años. Las piernas del hombre eran delgadas y bastante fornidas. Parecía nacido para correr por el bosque. Un guerrero por todas las apariencias.

Este debía ser Tanis. Primogénito. El hombre más viejo sobre la tierra.

– Ah, mi querido joven, buenos días para ti -declaró Tanis-. Me alegra, me alegra mucho que hayas venido a nuestra aldea.

– Muy amable de su parte -contestó Tom; examinó el bosque en la cima de la colina más allá-. ¿Ha visto usted a Michal?

– ¿Michal? No. ¿Palus, has visto a Michal?

– No, no lo he visto. Estoy seguro de que se encuentra por ahí.

– Bien, por ahí lo tendrás entonces. Michal estará por allí -informó Tanis mirando a Tom, con la ceja izquierda arqueada.

– Él va a encontrar mi aldea por mí -expuso Tom.

– Ah, sí. Estoy seguro de que lo hará. Pero creo que tardará algún tiempo. Mientras tanto, tenemos algunas ideas maravillosas.

– Tal vez yo debería tratar de ayudarlo. ¿Estará preocupada mi familia-

– No, no, seguro que no. Realmente has perdido toda tu memoria, ¿verdad? Vaya problema, experimentar todo como si fuera la primera vez-Debe ser agotador y muy estimulante.

– ¿No estarán preocupados por mí en mi aldea? -preguntó Tom.

– ¿Preocupados? ¡No! Supondrán que estás con Elyon, como definitivamente lo estás. ¿Crees que él no ha permitido esto?

Ellos miraron a Tom, esperando una respuesta. Silencio prolongado.

– Desde luego que sí -contestó Tom.

– ¡Ya está entonces! Ven, vamos a hablar -ordenó Tanis, llevándol0 colina arriba.

Palus marchó a continuación, seguido por los tres niños. En lo alto, varios roushes volaban en el aire.

– Ahora me gustaría saber algunas cosas antes de que comencemos -manifestó Tanis-. Me gustaría saber si has olvidado el Gran Romance.

– ¿Antes de comenzar qué?

– Antes de que comencemos a ayudarte.

– ¿Con qué?

– Con el Gran Romance, desde luego.

Allí estaba. Él no podía escaparse a este romance de ellos.

Tanis intercambió miradas primero con Palus, y luego con los niños.

– Así que no recuerdas. ¡Maravilloso! -exclamó él, andando en un círculo estrecho, pensando; luego levantó una mano-. No es maravilloso que hayas olvidado, no te preocupes. Maravilloso que tengas tanto por descubrir. ¡Como narrador de historias debo decir que las posibilidades que tenemos aquí son increíbles! Como madera sin utilizar. Como una laguna sin una sola ola. Como un…

– Bien entonces, date prisa. ¡Dile! -apuró Palus.

Tanis se detuvo, levantó la mano. Inclinó la cabeza.

– Sí, por supuesto. El Gran Romance. Siéntate, siéntense todos.

Rápidamente los otros se sentaron en la sesgada hierba, y Tom se sentó al lado de ellos. Tanis andaba de un lado a otro, la túnica suelta.

– El Gran Romance -anunció Tanis, con un dedo al aire; giró hacia los niños-. Johan, dile qué es el Gran Romance.

Johan se levantó de un salto.

– ¡Es el juego de Elyon! -exclamó y se volvió a sentar.

– Un juego. Sí, es un juego, supongo. Así como cualquier historia es una historia. Exactamente. Bueno, allí lo tienes entonces. El juego de Elyon. Voy a suponer, tal vez de forma correcta, que no sabes nada, Thomas. En todo caso, quiero decírtelo de todas maneras. El Gran Romance es la base Para todas las narraciones.

– ¿Quiere decir las historias? -preguntó Tom.

– ¿Historias? No, quiero decir narraciones. Las historias son fascínanos, y me encantaría hablar de ellas. Pero el Gran Romance es la raíz de nuestras narraciones, narraciones que nos confrontan con las ideas eternas.

– Amor. Belleza. Esperanza. Los regalos más estupendos. El mismo corazón de Elyon. ¿Comprendes?

– Este… en realidad parece un poco abstracto.

– ¡Aja! ¡Todo lo contrario, Thomas! ¿Sabes por qué amamos las flores hermosas? ¡Porque amamos la belleza!

Todos asintieron. Tom los miró sin comprender.

– El punto es que fuimos creados para amar la belleza. Nosotros amamos la belleza porque Elyon ama la belleza. Amamos la melodía porque Elyon ama la melodía. Amamos el amor porque Elyon ama el amor. Y amamos ser amados porque Elyon ama ser amado. En todas estas formas somos como Elyon. De un modo u otro, todo lo que hacemos está ligado a esta narración que se desarrolla entre Elyon y nosotros.

Tom asintió, no porque entendiera, sino porque la respuesta parecía la más apropiada.

Tanis asintió con él.

– El amor de Elyon por nosotros y de nosotros por él, el Gran Romance, como ves, está por sobre todo. Agitó un dedo en el aire.

– Y segundo -continuó, agitando su otro dedo índice en el aire-, ese mismo amor expresado entre nosotros.

Hizo una pausa, levantó los dos dedos por encima de su cabeza como palos de portería de fútbol americano, y anunció de manera enfática.

– ¿Recuerdas? Seguramente recuerdas.

– Amor. Sí, desde luego que recuerdo el amor.

– Entre un hombre y una mujer -presionó Palus.

– Seguro. Sí, entre un hombre y una mujer. Romance.

– ¡Exactamente! ¡Romance! -exclamó Tanis, palmoteando una vez, bastante fuerte como para imitar a un trueno.

– ¡Romance! -gritó una voz detrás de ellos.

Tres roushes guiados nada menos que por Gabil llegaban listos a aterrizar. Los otros dos se presentaron rápidamente como Nublim y Serentus. Cuando Tom preguntó si los nombres eran masculinos o femeninos, Gabil rió.

– No, los roushes no son de esa manera. No tienen romance, no de ese modo para nada.

– Por desgracia, no de ese modo en absoluto -opinó Nublim.

– ¿Quieres jugar? -preguntó Johan a Gabil, levantándose de un salto.

– ¡Por supuesto!

Como en el momento justo, los tres niños corrieron ululando tras los roushes, quienes los guiaron volando colina abajo.

Los dos ancianos de la aldea pusieron de inmediato las manos alrededor de los hombros de Tom y lo llevaron cuesta arriba.

– Ahora el asunto, mi querido amigo, es desde luego -expresó Tanis, y miró a Palus-. Rachelle.

Todo estaba empezando a tener sentido para Tom, pero las repercusiones eran sorprendentes. Muy audaz. Muy desconcertante. ¡El dirigente de la aldea, este primogénito, y Palus en realidad intentaban emparejarlo con Rachelle!

– Rachelle -fue lo único que logró expresar él.

– ¡Exactamente! ¡Lo captaste! -exclamó Palus, palmoteando otra vez-. ¡Mi hija, Rachelle! ¡Ella te ha elegido!

– Y por eso estamos aquí para ayudarte -anunció Tanis-. Has perdido tu memoria y vamos a ayudarte a recordar. O al menos a que aprendas otra vez. Creemos…

– Quizá yo debería decir… -empezó Palus, levantando la mano.

– Sí, por supuesto, deberías decirlo.

– Sabemos que habrá un maravilloso romance entre mi hija y tú, pero comprendemos que tal vez no sabes cómo proceder.

– Bueno…

– ¡Es perfecto! Lo vi en tus ojos en el momento en que nos conocimos ayer.

– ¿Viste qué?

– La encuentras hermosa, ¿verdad? -le preguntó Tanis, llevándolo más arriba en la colina.

– Sí.

– Ella debe saber esto si la has de ganar. Tom quería hacer la única pregunta que cabía aquí. Concretamente, ¿y S1 rio quisiera ganarla? Pero no podía incumplir la promesa hecha a Michal e Seguir el juego y no apagar el entusiasmo del padre de Rachelle.

– Yo podría escribir tu historia -continuó Tanis-. Un juego maravilloso de amor y belleza, pero entonces sería mía, no tuya. Tú debes contar tu propia historia. O, en este caso, vivirla. Y para entender cómo se desarrolla el amor, debes comprender cómo ama Elyon.

Tom se dejó arrastrar por el mismo ímpetu del celo de ellos. Hizo la pregunta que sabía que Tanis estaba esperando que le hiciera.

– ¿Y cómo ama Elyon?

– ¡Excelente pregunta! El escoge.

– Escoge -repitió Palus.

– Persigue.

– Persigue -coreó el padre de Rachelle, con el puño apretado.

– Rescata.

– Rescata.

– Corteja.

– Corteja.

– Protege.

Era como una partida de ping-pong.

– Protege. ¡Aja!

– Se desvive -gritó Tanis. Palus se detuvo.

– ¿Es ese uno de los puntos? -preguntó.

– ¿Por qué no?

– Quiero decir, ¿está puesto normalmente con los otros?

– Debería estar.

Ellos se miraron uno al otro por un momento.

– Se desvive -gritó Palus.

– Esto, mi apreciado Thomas, es lo que deberías hacer para ganar el corazón de Rachelle.

– ¿Hace Elyon todo esto?

– Sí, desde luego. ¿También te has olvidado de él? Esto pareció dejarlos estupefactos.

– No, no del todo. Está regresando, ¿saben? -afirmó él, rápidamente desvió de nuevo la discusión hacia Rachelle-. Perdonen mi… Se dio golpecitos en la cabeza.

– …trabazón aquí, pero ¿de qué exactamente necesita una mujer ser rescatada? No existe maldad en este lado del bosque negro. ¿De acuerdo?

Nuevamente se miraron uno al otro.

¡Caramba, caramba! Es extraña esta pérdida tuya de memoria -enunció Tanis-. ¡Es un juego, amigo! ¡Un juego! Algo en lo cual regocijarse. ¿Por qué le das una flor a una doncella? ¿Por qué ella necesita la atención? No, porque ella la desea.

– ¿Qué tiene eso que ver con rescatar? ¿De qué necesita ella ser rescatada?

– Porque ella quiere sentirse rescatada, Thomas. Y ella quiere sentirse elegida. Tanto como tú estás desesperado por ser elegido. Todos lo estamos. Elyon nos escoge. Él nos rescata, nos protege, nos corteja y, sí, se desvive de amor por nosotros. Este es el Gran Romance. Y así es como ganarás el corazón de Rachelle.

Tom no estaba seguro de querer volver a preguntar, pero sinceramente aún no comprendía el concepto que ellos tenían del rescate.

– Dile, Palus -expuso Tanis-. Creo que quizá aquí sería buena idea una historia. Yo podría escribírtela para que la leas antes de entrar en la batalla por este amor.

– ¿Batalla? -dudó Tom-. ¿Se trata ahora de una batalla?

– En forma figurada -contestó Palus-. ¿Sabes? Se gana el corazón de una mujer como ganarías una batalla. No como si estuvieras peleando contra shataikis de carne y sangre, por supuesto, porque nunca harás eso.

– No lo haremos todavía -apoyó Tanis-. Pero llegará un momento. Muy pronto, incluso. Hemos estado pensando en una expedición para ensenar una lección o dos a esos terribles murciélagos.

La preocupación de Michal.

– Ellos están confinados al bosque negro -cuestionó Tom-. ¿Por qué sencillamente no dejarlos que se pudran allí?

– ¡Debido a lo que han hecho! -gritó Tanis-. Son criaturas malvadas y despreciables a las que se les debe enseñar una lección. ¡Te lo estoy diciendo! Sabemos por las historias de lo que son capaces de hacer. ¿Crees que estoy contento simplemente con sentarme cómodo y dejarlos que conspiren su manera de cruzar el río? Entonces no me conoces, Thomas Hunter. ¡He estado ideando una forma de acabarlos para siempre!

No había falta de pasión en su diatriba. Incluso Palus pareció ligeramente desconcertado. Había algo en su razonamiento, pero Tom no sabía decir concretamente de qué se trataba.

– De cualquier modo, a menudo fingimos pelear con la misma clase de pasión y vigor que lo haríamos en una pelea de verdad con los shataikis.

dictaminó Palus-. Muéstrale, Tanis. Sólo muéstrale.

Tanis hizo una posición parecida a las de las artes marciales en los sueños de las historias de Tom.

– Bien entonces…

– ¿Saben ustedes artes marciales? -inquirió Tom.

– Así es como las llaman en las historias -informó Tanis levantándose-. ¿Conoces las historias?

– Bueno, estoy soñando con ellas. En mis sueños conozco las artes marciales.

– Estás soñando con las historias, pero te olvidas de todo aquí porque te golpeaste la cabeza -manifestó Palus-. Bueno, eso es algo.

– Eso es lo que cree Michal.

– Y Michal es muy sabio -asintió Tanis, mirando alrededor como si buscara al peludo blanco-. ¿Con cuánto detalle sueñas? ¿Cuánto sabes?

– No sé lo que sucede después del gran virus en el año 2010, pero antes de eso sé bastante.

– ¿Me puedes decir cómo ganó Napoleón sus guerras? ¿Qué estrategia usó?

– No, no creo haber estudiado alguna vez a Napoleón -contestó Thomas como tratando de pensar-. Pero supongo que lo podría averiguar. Podría leer un libro de historia en mis sueños.

– Caramba, caramba -exclamó Tanis, al parecer asombrado por la idea-. ¿Puedes hacer eso?

– En realidad, no lo he intentado. Pero lo estoy haciendo en el otro sentido -confesó, cambiando el apoyo hacia el otro pie, y empezando a tutearlo-. Quiero decir que se me está ocurriendo. ¿Sabes algo respecto del Gran Engaño? ¿El virus?

– No mucho. Casi nada, pero más que la mayoría. Sé que sucedió antes de las grandes tribulaciones. Los dos únicos alrededor de esas partes que podrían saber todas las historias son los sabios. Michal y Teeleh, aunque Teeleh ya no es uno de los sabios. Michal está convencido que las historias son una distracción que nos podrían llevar por la senda equivocada. Y Teeleh… Si alguna vez fuera tan afortunado como para fijar mi mirada en Teeleh, ¡lo despedazaría de miembro en miembro y quemaría las partes!

Michal tiene razón -objetó Tom-. Una expedición no conduciría a nada. He estado en el bosque negro y te lo puedo decir: los shataikis son malvados. Casi me matan.

Esta última admisión demostró ser casi demasiado para Tanis.

– ¿Estuviste en el bosque negro? ¿Al otro lado del cruce?

Tanis estaba tan emocionado que Tom se preguntó si había cometido una equivocación al contárselo. Pero Michal lo había sugerido, ¿correcto? ¿Cómo podría disuadir a Tanis sin admitir esto?

– Sí. Pero apenas logré sobrevivir.

– ¡Cuéntanos, amigo! ¡Cuéntanos todo! He visto el bosque negro desde una distancia y he observado a los murciélagos negros volando por encima, pero nunca me he armado de tanto valor como para acercarme al río.

– Así es como perdí la memoria. Caí en el bosque negro. Gabil me guió, pero no antes que los murciélagos me masticaran casi hasta el hueso.

– ¿Es todo? Necesito más detalles, amigo. ¡Más!

– Eso más o menos es todo.

– Imagino que tú y yo haríamos un equipo excelente -expresó Tanis mirándolo asombrado-. Yo podría enseñarte a pelear, ¡y tú podrías enseñarme las historias!

– Rachelle está esperando -comentó Palus pacientemente.

Aunque Tom no estaba del todo sincronizado con el Gran Romance, de repente esto le pareció mejor que profundizarle a Tanis detalles del bosque negro o de las historias. Sea como sea, Tanis sabía menos que él respecto del virus. El no sería de ayuda en revelar más detalles.

A menos que las respuestas estuvieran en el bosque negro, y Tanis Pudiera ayudarle a obtener de allí esas respuestas.

– Sí, el Gran Romance -asintió Tom.

– Está bien, pero debemos hablar más tarde. ¡Tenemos que hacerlo! – debió concordar Tanis, luego extendió los brazos y miró a lo alto de la colina-. Está bien entonces, hagamos de cuenta que Palus es Rachelle. Sólo es una suposición. Allí está ella, y aquí estás tú.

Señaló el suelo a los pies de Tom.

– Digamos primero que le has dado a ella muchas flores y que la has cortejado con muchas palabras, diciéndole precisamente cómo ella hace que se te derrita el corazón, por qué el cabello de ella te recuerda las cascadas, y… bueno, captas la idea -explicó; aún estaba con los brazos extendidos, i ligeramente agachado como a punto de recibir un ataque-. ¿Ves? Esto le ablandará el corazón. Susúrrale al oído y mantén la voz baja para que ella sepa que eres un hombre fuerte.

Se detuvo y consideró a Tom por un momento.'

– Tal vez más tarde te pueda dar algunas de las palabras adecuadas para que digas. ¿Te gustaría eso? Soy muy bueno en romances.

Tom estaba demasiado metido en el juego de ellos como para sugerir ahora algo que no fuera aprobación incondicional.

– Sí -contestó.

– Muy bien, eso es cortejar. Te volverás muy bueno en esta actividad. Cortejamos a nuestras mujeres todos los días. Pero volvamos a lo del rescate -explicó, flexionando las piernas-. Bueno, como estaba diciendo, Palus es Rachelle y tú estás aquí. Por la colina baja una bandada de murciélagos negros. Los shataikis. Tú puedes matarlos con mucha facilidad, por supuesto, porque eres un hombre de gran poder. Sin embargo, el objetivo aquí no es sólo matar a las alimañas, sino rescatar a tu belleza mientras lo ¡ haces. ¿Me estás entendiendo?

– Sí, creo que sí. Matar a las alimañas y rescatar a la belleza.

– Exactamente. Con tus piernas dobladas así estiras un brazo hacia Rachelle y alistas el otro para rechazar los murciélagos. Entonces lanzas un fuerte grito para que ella sepa que todos en el valle pueden oír tu afirmación de valor -continuó Tanis, y aquí exclamó con fuerza hacia Palus-. Ven, mi amor, arrójate en mi brazo de hierro, y golpearé a las despreciables bestias del aire con el otro, un puño de piedra.

Tanis hizo una señal a Palus con la mano.

– ¿Qué? -interrogó Palus.

– Muéstrale. Corre y salta a mi brazo. Eres Rachelle, ¿recuerdas? No te dejaré caer.

– ¿Saltar? ¿Cómo?

– No lo sé, sólo corre y salta. Hazlo parecer real, como podría saltar una mujer. Quizá los pies primero.

– No creo que Rachelle correría y saltaría. Ella es una mujer muy segura de sí misma, ¿sabes? ¿Qué opinas si en vez de eso caes totalmente rendido a sus pies? -preguntó Palus-. Podrías destruir algunos de los murciélagos que están cayendo en picada para comerme, luego me pones a salvo mientras me susurras maravillosas palabras al oído, y después atacas a las bestias con tu brazo libre.

– Muy claro -reconoció Tanis, arqueando una ceja-. ¿Cuántas bestias dirías que debo matar antes de caer rendido a tus pies?

– Si enviaras a un centenar de vuelta al infierno, ella se impresionaría mucho.

– ¿Cien? ¿Antes de saltar a rescatarla? Parece una exageración.

– Entonces cincuenta. Cincuenta es más que suficiente.

– ¿Y si dijéramos que el mayor, el mismísimo Teeleh, estuviera dirigiendo el ataque desde dos flancos, quitándome toda vía de escape? – inquirió Tanis, que ahora parecía totalmente de acuerdo con la idea-. Despacho cincuenta con facilidad, pero luego vienen muchos más y parece perdida toda esperanza. En el último instante, Rachelle podría dirigir mi ataque, y con un cambio total brillante pongo al mayor de ellos a huir chillando para salvar su vida. Los demás huyen en total desorganización. ¡Perfecto!

– ¿Quieres hacerlo de veras? -preguntó Palus.

– ¡No te preocupes, amor mío! -exclamó Tanis en respuesta, girando súbitamente cuesta arriba, y luego gritó mirando a Palus-. ¡Te rescataré!

Dio tres pasos y luego saltó al aire, ejecutó un giro espectacular en el aire, cayó a tierra apoyándose en las manos, rodó y lanzó dos sensacionales Patadas que Tom no habría creído que fuera posible dar en forma seguida.

Tanis terminó su primer ataque en una voltereta que lo dejó al lado de Palus. Cayó rendido a los pies del hombre y arremetió con otra patada.

El impulso los desequilibró a los dos. Cayeron a tierra, rodaron una vez, y luego se levantaron riendo a carcajadas.

Bueno, supongo que uno necesita un poco de práctica -bromeó Tanis. Pero captas la idea. No sugeriría algo tan extravagante con Rachelle primera vez que la veas. Pero ella querrá que la sorprendas con tu originalidad. ¿Qué estarías dispuesto a hacer para escogerla, salvarla y amarla?

Tom no se podía imaginar ni remotamente haciendo algo audaz. Susurrar palabras espléndidas de cortejo podría ser suficientemente retador. ¿Había hecho algo como esto alguna vez antes de su amnesia? Evidentemente no, de lo contrario llevaría en la frente la marca de la unión.

– ¿Cómo hiciste esa patada? -quiso saber Tom.

– ¿Cuál de ellas? -preguntó Tanis poniéndose en pie de un salto.

– Perdónenme, pero debo despedirme. Karyl me espera -comentó Palus, levantando una mano.

Se despidieron de Palus, y este se dirigió a la aldea. Los niños jugaban con varios roushes en el otro lado del valle, turnándose para montarse en las espaldas de dos de las blancas criaturas mientras estas cerraban las alas y descendían por la colina.

– ¿Cuál patada? -volvió a preguntar Tanis.

– La primera. ¿La uno-dos-marcha atrás?

– Muéstrame lo que quieres decir -pidió Tanis.

– ¿Yo? No puedo patear de esa manera.

– Entonces te enseñaré. A una mujer le encanta un hombre fuerte. Así peleaban los hombres, ¿sabes? En las historias, quiero decir. He creado todo un sistema de combate cuerpo a cuerpo. Intenta la patada. Muéstrame.

– ¿Ahora?

– Por supuesto -contestó Tanis y palmeó dos veces-. Muéstrame.

– Bueno, es algo así…

Tom dio un paso adelante y ejecutó un giro en el aire con una segunda patada, de alguna manera parecida a la que había visto hacer a Tanis. Sorprendentemente el giro en el aire le pareció… sencillo. Podía ejecutarlo mucho más fácil aquí que en sus sueños de las historias. ¿La atmósfera?

Desafortunadamente la segunda patada quedó corta. Aterrizó sobre su costado y resopló.

– ¡Excelente! Haremos ya un guerrero de ti. Creo que Rachelle estará muy impresionada. ¿Te gustaría ser mi aprendiz?

– ¿En pelea?

– Sí, ¡desde luego! Te podría enseñar lo que pocos han aprendido, incluso aquí. Podríamos hablar de las historias y discutir formas de lanzar un golpe aplastante a los nauseabundos murciélagos del bosque negro.

– Bueno, me gustaría aprender más de ti…

– ¡Perfecto! Ven, déjame mostrarte la segunda patada.

Tanis era talentoso y no escatimaba pasión en explicar precisamente cómo moverse para potenciar al máximo la cantidad de movimientos en el aire. Cuando aterrizaba, usaba las manos como contrapeso, lo que le permitía hacer sorprendentes maniobras. Una hora después Tom pudo ejecutar algunos de los movimientos sin caer de cabeza. De no ser en las películas de las historias, sin duda ninguna persona viva podría moverse de este modo. Debía haber una diferencia en las atmósferas. ¿O era en el agua?

La ocasión dejó agotado a Tom.

– ¡Suficiente! Hablemos ahora -anunció finalmente Tanis, al ver a Tom respirando con dificultad-. Mañana aprenderemos más luchas. Pero ahora quiero saber más acerca de las historias. Me gustaría saber, por ejemplo, qué clase de armas tenían. Sé de algunas, artefactos que hacían grandes sonidos y lanzaban terribles golpes a cientos a la vez. ¿Has oído hablar alguna vez de algo así?

– ¿Una pistola?

Por el pecho de Tom le recorrió inquietud. Tanis estaba considerando seriamente esta expedición suya al interior del bosque negro. ¡Pero no podía hacer eso! Era demasiado peligroso.

– ¿Qué es una pistola? -quiso saber Tanis-. Estoy pensando en una expedición, Thomas. Esas armas podrían ser de gran ayuda. En realidad, de una ayuda grandiosa. Podrías ir conmigo, ¡ya que estuviste allí!

Él hablaba con mucho entusiasmo e inocencia.

– No conoces el bosque negro, Tanis. Entrar sería la muerte para cualquiera que lo intentara.

– ¡Pero tú! ¡Tú estás vivo!

– Tuve suerte. Y créeme, ninguna veloz patada me habría ayudado. Hay muchos de ellos. ¡Millones!

– ¡Exactamente! ¡Por eso es necesario acabar con ellos!

– Te has comprometido con los demás en no cruzar el río.

– Como precaución. Hay momentos de dejar la cautela en el valle y emprender la marcha hacia la montaña.

– No creo que este sea ese momento -objetó Tom.

Se le ocurrió que necesitaba un poco de agua. Desesperadamente sintió Sed. Mareo, en realidad. Se hallaban subiendo la colina, y se detuvo para respirar.

– ¿Te motiva la ira contra ellos, o curiosidad?

– Ira, creo -contestó Tanis después de mirar el bosque, pensativo-. Tal vez no sea el momento adecuado. Al menos yo podría escribir una historia maravillosa al respecto.

Luego miró a Tom.

– Dime qué más sabes.

Esto no estaba yendo como pretendía Michal.

– Por favor, Tanis -rogó Tom, agobiado repentinamente por una sensación de mareo-. No entiendes.

– ¡Pero quiero hacerlo!

El mundo de Tom le dio vuelta y de pronto empezó a desvanecerse. Cayó sobre una rodilla. Se sintió caer. Estiró la mano. Tinieblas.

Загрузка...