TOM DESPERTÓ ante gritos de entusiasmo fuera de la casita. Su confusión por la transición sólo duró un instante. Ya se estaba volviendo habitual. Cada vez que despertaba debía hacer un intercambio, esta vez desde una discusión con el subsecretario de estado Merton Gains. Estaban progresando, verdaderos progresos. Él se puso la túnica y salió de la casa. Lo que recibió su vista desvaneció todos los pensamientos de Bangkok y su éxito con Merton Gains.
Había una gigantesca luz brillante suspendida contra el bosque colorido arriba en medio del cielo. Que la brillante luz colgara del cielo no era sorprendente… se sabía que los soles hacían eso. Que el bosque también estuviera aquí arriba era un asunto diferente.
Levantó bruscamente la cabeza y miró el cielo. Sólo que no había cielo. ¡El bosque verde estaba encima de él!
Las personas salían en tropel hacia el centro de la aldea, charlando emocionadamente, danzando alegres como si fuera algo extraordinario que su mundo estuviera de pronto patas arriba.
Tom dio media vuelta, lanzó un grito ahogado y miró el paisaje alterado. Los bosques se levantaban de donde deberían haber estado y se curva-han hacia donde había estado el cielo. Muy por encima de él veía prados. Y allí, exactamente a su derecha, en una elevación que debía tener más de tres mil metros, estaba seguro de que vio una manada de caballos galopando por una pradera vertical.
– ¡Está al revés!
– Sí, así es.
Tom giró para encontrar a Michal puesto en cuclillas a su lado, sonando de su nuevo mundo.
– ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué pasa?
– ¿Te gusta? -inquirió el roush con una infantil sonrisita de complicidad.
– Yo… yo no sé de qué se trata.
– Elyon está jugando -declaró Michal-. Hace esto con frecuencia. Luego se volvió y saltó al aire tras los otros que corrían hacia el Thrall.
– Ven. Verás esto.
– ¿Quieres decir que se supone que esto ocurra? -preguntó Tom corriendo tras Michal, casi tropieza en una escultura que alguien había dejado en el patio-. ¿Es seguro todo esto?
– Por supuesto. Ven. Verás.
Era como si todo el paisaje se hubiera pintado en el interior de una gigantesca esfera. Los efectos de gravedad se habían invertido de algún modo. Directamente encima de ellos el camino que conducía al lago doblaba hacia arriba hasta toparse con este, sólo que ahora el lago se hallaba inclinado hacia arriba y la cascada retumbaba horizontalmente. Lo único que faltaba era el bosque negro.
La escala de cosas también había cambiado de manera dramática, de modo que el cielo, que debía haber estado a muchos centenares de kilómetros por encima de ellos, parecía muchísimo más cerca. A la inversa, las otras aldeas, que deberían haber sido visibles, no lo eran. Tom pudo ver criaturas corriendo a través de los campos en ángulos imposibles. Decenas de miles de aves caían absurdamente en picada. Aproximadamente la mitad de roushes descendía por el aire hasta donde Tom podía ver, girando, revolviéndose y volando en curvas gigantescas que le hicieron recordar a Gabil. No era nada menos que un circo.
Llegaron al Thrall y se unieron a los otros que, como Tom, miraban con ojos desorbitados la escena que tenían por delante.
Fue Johan quien descubrió primero que la atmósfera también había cambiado. En realidad cambió tanto que logró permanecer en el aire más de lo habitual al saltar. Tom vio brincar al joven muchacho como en cámara lenta.
– Mira, Thomas. ¿Ves esto? -exclamó Johan saltando de nuevo, más fuerte esta vez.
Flotó tres metros encima y se quedó allí.
.-¡Thomas! -gritó-. ¡Estoy volando!
Efectivamente, Johan flotó más alto, ahora como a treinta metros por encima de la tierra, bamboleándose levemente, soltando una carcajada. Tres muchachos más se le unieron en el aire. Luego el aire empezó a llenarse con otros que se elevaban como niños en sus sueños.
– Tom -expresó Michal; Tom permanecía paralizado por la escena-.
Inténtalo, Tom.
– ¿Puedo volar? -preguntó al roush con temor.
.-Por supuesto. Elyon ha cambiado el mundo para nosotros. Más te vale que lo hagas mientras puedas porque no durará para siempre, ¿sabes? El sólo está jugando. Inténtalo.
Tom estiró las manos de forma instintiva y agarró el pelaje de la cabeza de Michal para estabilizarse. Saltó cautelosamente y descubrió una agilidad que lo sorprendió. Sonrió y volvió a saltar, con más fuerza. Esta vez flotó a algunos metros de la tierra. La tercera vez brincó con todas sus fuerzas y desconcertado se elevó de manera vertiginosa.
Johan pasó zumbando, gritando de alegría. Era obvio que había aprendido a maniobrar. Tom descubrió que podía ganar impulso al cambiar el peso de su cuerpo. Había suficiente gravedad como para moverse hacia delante.
A los pocos minutos Tom volaba con los demás. Al poco tiempo se le unieron Rachelle, Johan y Michal, y se pusieron a explorar su nuevo mundo. Charlando como niños entre carcajadas volaron hasta la cúspide más elevada del globo invertido y miraron sobre la aldea mucho más abajo. Aterrizaron en una pradera, cuyas flores colgaban al revés y señalaban hacia la aldea apenas visible ahora. Caminaron patas arriba, con el corazón palpitando como mariposas, andando con cuidado en extraño ángulo. Luego saltaron de la hierba, casi rozando los árboles abajo al lado del lago, y se sumergieron en sus aguas color verde jade.
En las cálidas y brillantes aguas llenos de alegría oyeron risas en la gama total de la escala, desde una risita profunda y un ruido sordo hasta una risotada desgarradora. Y con los ojos bien abiertos para ver si los otros también habían oído, supieron a la primera risita que se trataba de Elyon. Si se hallaban fuera de sí con el asombroso alcance de la aventura, Elyon estaba fuera de sí al dárselas. Y ellos reían con él.
Las horas pasaban. Ellos jugaban como niños en un parque de diversión. No había filas, y todas las atracciones estaban abiertas. Volaban, exploraban, revoloteaban y giraban, y sólo después del mediodía el mundo comenzó a reestructurarse otra vez.
UNA HORA después todo había vuelto a la normalidad. Y Thomas recordó Bangkok. Rachelle se le acercó, riendo guturalmente.
– Mi querido Thomas, ¡a eso es lo que llamo un tiempo fabulosamente bueno! -exclamó ella, y con mucha espontaneidad le puso los brazos alrededor del cuello y lo abrazó con fuerza.
Tom no se sorprendió de que él se negara a devolver el abrazo. Rachelle se echó hacia atrás, pero sin soltarlo. Ella levantó la pierna izquierda por detrás y lo miró a los ojos.
– ¿Te gustaría besarme?
– ¿Besarte? -titubeó él; le pudo oler su dulce aliento.
– Te estoy ayudando a recuperar la memoria, ¿o también olvidaste eso?
– No -contestó él tragando saliva.
– Entonces me gustaría ayudarte a recordar cómo es un beso. Tendré que mostrártelo, desde luego.
– ¿Has besado a alguien antes? Es decir, ¿a otro hombre?
– No. Pero he visto hacerlo. Está muy claro en mi mente. Estoy segura de que podría mostrarte exactamente cómo se hace -aseveró ella con ojos centelleantes; se pasó la lengua por los labios-. Quizá deberías humedecerte primero los labios, se ven algo resecos.
Tom lo hizo.
Rachelle se inclinó hacia delante y le tocó suavemente los labios. Tom cerró los ojos. Por un momento todo pareció desconectarse. Pero en ese mismo instante alcanzó su plenitud un nuevo mundo. No, no un mundo nuevo. Un mundo antiguo. Él había hecho esto antes.
– Créeme, cariño, no estás en un sueño -afirmó ella apartando los labios de los de él-. Veremos si eso despierta tus recuerdos.
y\ Tom le recorrió un calor por el cuello. Había hecho esto antes. ¡Antes había besado a una mujer! Estaba seguro de eso.
La expresión de él debió haber sido de asombro, porque Rachelle le brindó una sonrisa de satisfacción. Era cierto, el beso de ella le había quitado el aliento, pero había más. Le recordó algo.
.-Tanis viene a hablar contigo -declaró la joven-. Aún insiste en que eres su aprendiz en las artes de pelea, pero creo que está más interesado en las historias.
Ella le puso un dedo en los labios.
– Sólo recuerda que esos son sueños. No te dejes llevar por ellos.
Rachelle dio media vuelta y se fue por el camino, con aire de complacida y muy segura de sí misma a pesar de sus esfuerzos por parecer indiferente.
De inmediato la mente de Tom se fue tras un nuevo pensamiento que se presentó cuando ella le advirtió acerca de las historias. ¿Y si las dos realidades no sólo fueran reales, sino que estuvieran entrelazadas? Como había dicho el niño en el lago superior, el león y el cordero, ambos reales. Ambas imágenes de la misma verdad.
La misma realidad.
¿Y si…?
– ¿Rachelle?
– ¿Sí? -contestó ella volviéndose.
Si las dos realidades estaban entrelazadas, tal vez él debía rescatar en ambas. Rachelle aquí, Monique allá. ¿Podría Rachelle llevarlo a Monique?
– Me estás mirando fijamente -añadió ella-. ¿Pasa algo?
– Eso fue muy maravilloso -confesó él. ¿Muy maravilloso?
– Se suponía que lo fuera -respondió ella guiñando un ojo.
– ¿Te puedo hacer una pregunta?
– Por supuesto.
– Si hubiera un lugar del cual te gustaría ser rescatada, ¿cuál sería?
– Ese es asunto tuyo. Rescatarme.
– Sí, pero si hubiera un sólo lugar -supuso él, corriendo hacia ella, motivado por la posibilidad que forjaba en su mente-. Digamos que estás atrapada y que yo voy a rescatarte. ¿Dónde sería eso? Por favor, debo saberlo Para poder rescatarte.
– Bueno, no soy exactamente narradora de historias. Pero… Rachelle miró el bosque y reflexionó en la pregunta.
– Diría que estaría oculta en una… Giró hacia él.
– Una gran cueva blanca llena de frascos. Donde convergen un río y e) bosque.
– ¿De veras? ¿Has estado alguna vez en una cueva así?
– No. ¿Por qué debería haber estado? La estoy inventando para ti, como lo haría un narrador de historias.
– ¿Es aquí, en este bosque, o en alguna parte más lejos?
– Cerca -contestó ella después de pensar por un instante.
– ¿Y cómo encontraría esta cueva?
– Siguiendo el río, desde luego.
– ¿Y en qué dirección es desde aquí?
Ella lo miró con curiosidad, como si objetara su presión por los detalles.
– En esa dirección -dijo ella señalando a su derecha-. Al oriente.
– Oriente.
– Sí, oriente. Estoy segura. La cueva está a un día de camino hacia el oriente.
– Entonces te rescataré -asintió él.
– Y cuando me rescates quisiera otro beso -añadió ella con total seriedad.
– Un beso.
– Sí. Un verdadero beso, no uno de tus sueños tontos. Un beso real para una mujer real que se ha enamorado completamente de ti, mi querido príncipe.
Rachelle dio media vuelta y se fue por el sendero.
TOM CAMINÓ rápidamente, sin ningún otro motivo que pensar con rapidez.
El beso de Rachelle había producido toda una nueva serie de posibilidades. Encontró su origen en esta sola idea: ¿Y si las dos realidades estuvieran más que entrelazadas; y si dependieran una de la otra?
¿Y si lo que sucedía en Bangkok dependía de lo que él hiciera aquí? ¿Y lo que sucedía aquí dependiera de lo que pasaba en Bangkok? Él ya sabía que si fue sanado aquí, fue sanado en Bangkok. Y que también podía usar en Bangkok las habilidades que había aprendido aquí. Pero creer que las realidad podrían depender entre sí… Era un pensamiento sorprendente. Pero en muchas maneras tenía sentido. Es más, estaba muy seguro de que había llegado a la misma conclusión en Bangkok. Si fuera de otro modo, el niño lo habría dicho. Elyon habría desanimado sus sueños. Pero no lo hizo. Había dejado que la decisión dependiera de él.
Dios no era un cordero, un león, ni un niño. Era todos ellos si él decidía que así fuera. O ninguno de ellos. Eran metáforas para la verdad.
La verdad. Una verdad. Dos caras de la verdad. León y cordero. El bosque colorido y Bangkok. ¿Posible?
Tom aún no estaba seguro de qué realidad era real, pero ahora estaba mucho más que convencido que la verdad en ambas realidades era real. Y él debía tener mucho cuidado en tratarlas ambas como reales.
Kara había dicho eso.
Por supuesto, esto no significaba que sólo porque amaba a Rachelle se suponía que amara a Monique. Pero sí era muy posible que supusiera que debía rescatar a Monique. Por eso estaba aprendiendo a rescatar a Rachelle en este Gran Romance.
Tenía que ser. Y de ser así, él podría haber descubierto cómo rescatarla. 0 al menos dónde rescatarla. Debería dormir inmediatamente, soñar con Bangkok, y probar esta teoría.
Tom se detuvo en el sendero. Si se suponía que rescatara a Monique en 'as historias, ¿qué entonces se suponía que hiciera aquí, si esta realidad también dependía de sus sueños?
Si Monique era real, ¿no era también posible que Bill fuera real? ¿Que sí Se habían estrellado de veras en la nave espacial como Teeleh había insistido?
¿Y si esa fuera la única realidad?
Tal vez todo lo demás sólo era un sueño. Él en realidad era de la Tierra, y 'o estaba afectando de manera terrible este extraño planeta. Se le revolvió estómago. De pronto sintió muy convincente la idea. Eso explicaría todo.
Al menos tenía que eliminar esa posibilidad. La única forma de saber era volver al bosque negro. Debería considerar al menos…
– ¡Thomas! Thomas Hunter, ¡allá estás! -exclamó Tanis, quien salía corriendo del bosque, agitando una torcida vara roja en la mano derecha- Te he buscado por todas partes. ¿Disfrutaste el cambio de esta mañana?
– Increíble -contestó Tom-. ¡Espectacular!
– La última vez él partió el planeta en dos -informó Tanis-. Quizá lo olvidaste, porque fue antes de que perdieras la memoria, pero pudimos ver las estrellas por arriba y por abajo. Luego la fisura se llenó a medio camino con agua y nos sumergimos. La caída en sí duró una hora.
Tanis rió y sacudió la cabeza.
– Eso es increíble -afirmó Tom.
– ¿Esto? -preguntó Tanis moviendo la vara-. ¿Te gusta?
– Quise decir que es increíble tu historia… caer durante una hora. ¿Qué es eso?
– Bueno, es algo que inventé basándome en un recuerdo de las historias. Tal vez sepas cómo se llama -manifestó sosteniéndola orgullosamente en alto.
Era una vara recortada y doblada en ondas con un gancho en un extremo.
– No, no puedo decir que lo reconozco -contestó Tom negando con la cabeza-. ¿Qué hace?
– ¡Es un arma! -gritó Tanis; pinchó el aire como un tosco espadachín-. ¡Un arma para asustar a las alimañas!
– ¿Cómo haría eso?
– ¿No sabes? A los shataikis les aterra el bosque colorido. Esta es un arma del bosque colorido. Se deduce que también los aterrará. Podríamos usar estas armas en nuestra expedición.
Thomas agarró el dispositivo. Era una clase de espada de las historias. Muy mala. Pero fabricada de la madera colorida para algunas aplicaciones interesantes. Tom difícilmente podría olvidar la reacción de Teeleh hacia una pequeña pieza de madera colorida que le diera Johan.
Thomas hizo oscilar la espada. Se sentía poco práctica. Miró a Tanis, y vio que el hombre lo observaba con interés.
– Esto se llama espada. Pero has olvidado darle un borde afilado.
– Muéstrame -pidió Tanis dando un salto al frente.
– Bueno, se debe aplanar aquí y afilar a lo largo del borde para que pueda cortar.
– ¿Puedo? -preguntó Tanis alargando la mano hacia la espada.
Tom se la entregó. El hombre se puso a trabajar con sus manos. Él era narrador de historias, no artesano, pero tenía bastante habilidad básica para darle rápidamente otra forma al objeto hasta que se pareciera más a una espada. Tom observó, desconcertado por la escena. Rachelle le había explicado el proceso, pero él había fallado de manera lamentable en todos sus intentos. Dar otra forma a las moléculas con sus dedos era evidentemente algo que debía volver a aprender.
– ¡Ya está! -exclamó Tanis alargando la espada.
Tom la agarró y pasó los dedos por la hoja ahora plana y afilada. Asombroso. Este es un asunto de trascendencia. ¿Qué más podría Tanis construir con la guía adecuada?
Tom sintió una punzada de precaución.
– No funcionaría -advirtió, lanzándole otra vez la espada a Tanis-. Recuerda, he estado en el bosque negro. Una espada pequeña contra un millón de shataikis… ni por casualidad. Aunque les asuste la madera.
– ¡De acuerdo! -asintió Tanis-. No funcionaría.
Arrojó la espada dentro del bosque; esta golpeó contra un árbol y cayó a tierra.
– Bueno, respecto de las historias…
– No quiero hablar ahora de las historias -comunicó Tom.
– ¿Te están cansando tus sueños? Entiendo por completo. Entonces más entrenamiento. Como mi aprendiz, te tienes que aplicar, Thomas Hunter. Aprendes rápido, lo vi la primera vez que intentaste mi «doble-retroceso», ¡pero con la práctica adecuada podrías ser un maestro! Rachelle te ha enseñado algunos movimientos nuevos. Muéstrame -pidió él y palmeó dos veces.
– ¿Aquí?
– A menos que prefieras en la plaza de la aldea.
Tom miró alrededor. Se hallaban en una pequeña pradera. Los pájaros trinaban. Un león blanco los observaba ociosamente desde donde estaba tendido junto a un elevado árbol azul topacio.
– Está bien.
Tom dio dos pasos largos, se lanzó al aire, giró, y rodó haciendo un salt0 mortal. Aterrizó de pie y se volvió hacia un oponente imaginario. Asombroso lo fácil que lo sintió.
– ¡Bravo! Extraordinario. A ese lo llamo reversa, porque tu oponente no verá tu talón viniendo sobre la voltereta. Dejaría mareado a un murciélago negro. Aquí, rompe tu túnica sobre el muslo para darte más libertad de movimiento.
Tom lo hizo así. Los pantalones de cuero que a menudo usaban no presentarían este reto, pero las túnicas podrían ser restrictivas en las patadas voladoras.
– Muy bien. Muéstrame el otro.
Tom le mostró cinco movimientos más.
– Ahora -desafió Tanis, dando un paso adelante-. ¡Golpéame!
– ¡No te puedo golpear! ¿Por qué querría golpearte?
– Entrenamiento, mi aprendiz. Defensa. Fingiré que eres un murciélago. Eres más grande que un murciélago, desde luego, así que fingiré que eres tres murciélagos, cada uno parado en los hombros del otro. Ahora, vienes hacia mí e intentas golpearme, y te mostraré cómo protegerte tú mismo.
– Sparring.
– ¿Qué?
– Se le llama sparring o contrincante de entrenamiento en las historias.
– ¡Sparring! ¡Me gusta! Entrenemos un poco.
Entrenaron por bastante tiempo, unas dos horas al menos. Era la primera vez que Thomas había estado expuesto a toda la amplitud del método de pelea desarrollado por Tanis, y esto hizo sentir a las artes marciales de sus sueños muy simples en comparación.
Cierto, aquí eran más fáciles todas las maniobras aéreas, supuestamente en parte debido a la atmósfera. Pero Tom sospechaba que también eran más fáciles debido al método mismo. El combate cuerpo a cuerpo era mucho más acerca de la mente que de fuerza, y Tanis tenía lo uno y lo otro en abundancia. Thomas no pudo ni una vez asestarle un golpe, aunque se acercaba más en cada intento.
Asombrosamente la resistencia parecía casi inagotable. Aumentaban sus fuerzas con el día. Recuperándose de su caída en el bosque negro.
– Suficiente -indicó finalmente Thomas.
.-Suficiente por hoy -concordó Tanis con un dedo levantado-. Pero estás mejorando con impresionante velocidad. Estoy orgulloso de llamarte mi aprendiz. Ahora…
Él puso la mano en el hombro de Tom y lo hizo girar hacia el bosque.
.-…debemos hablar.
Las historias. El hombre era incorregible.
– Dime, ¿qué clase de arma crees que funcionaría contra los shataikis?
– Tanis, ¿te has enfrentado alguna vez a los shataikis? ¿Te has parado alguna vez en la orilla del río a observarlos?
– Sí, los he visto desde una distancia. Murciélagos negros con garras que parecen que podrían hacer saltar rápidamente una cabeza.
– Sin embargo, ¿por qué no te has acercado más, si sabes que ellos no pueden cruzar el puente para hacerte daño?
– ¿Dónde está la sabiduría en eso? Son bestias astutas; sin duda lo has visto. Yo creería que hasta hablar con ellos podría resultar mortal. Ellos emplearían toda clase de confabulación para hacerte beber su agua con engaños. Sinceramente, me quedo atónito de que hayas sobrevivido.
– Si sabes todo esto, ¿por qué te mantienes tan firme en hacer una expedición? ¡Sería un suicidio!
– Bueno, ¡no les hablaría! ¡Y tú sobreviviste! Además, conoces muchas cosas que podrían alterar el equilibrio del poder. Antes de que vinieras a nosotros, yo quizá ni consideraría seriamente en atacarlos, aunque escribí muchas historias al respecto. Con tu conocimiento, Thomas, podemos derrotar a las sabandijas, ¡lo sé!
– ¡No! ¡No podemos! Ellos pelean contra el corazón, ¡no contra míseras espadas!
– ¿Crees que no lo sé? Pero dime, ¿no es cierto que en las historias había un aparato que podría arrasar con todo el bosque negro en un momento?
Una bomba nuclear. Por supuesto, cualquier uso de un arma nuclear registraría un hito en las historias.
– Sí. Se le llamó bomba nuclear. ¿Sabes cuándo se usó un artefacto como ese en las historias?
– No específicamente -contestó Tanis-. Varias veces, si recuerdo. Pero principalmente después del Gran Engaño. En el tiempo de la tribulación.
¿Estás diciendo que incluso ni con tal artefacto podríamos destruir a l0s shataikis?
Tom consideró esto. Miró hacia el oriente donde esperaba el bosque negro en tinieblas. ¿Qué había dicho Michal? La diferencia principal entre esta realidad y las historias era que aquí todo hallaba una expresión inmediata en la realidad física. Prácticamente se podía tocar a Elyon entrando a su agua. Se podía ver el mal en los shataikis. Por tanto, tal vez Tanis estuviera tras algo. Quizá el mal se podría eliminar con las armas adecuadas.
Tom negó con la cabeza. Parecía una equivocación. Todo un error.
– No estoy sugiriendo esa bomba nuclear -continuó Tanis-. Pero estoy planteando algo. ¿Qué hay con una pistola, como tú la llamas? ¿No podríamos derrotarlos en el río con suficientes pistolas?
Una pistola. Thomas se encogió de hombros.
– Una pistola es sólo un pequeño artefacto. Vienen en tamaños más grandes pero… esto es ridículo. Aunque pudiera imaginar cómo fabricar una pistola, no la haría.
– Pero podrías, ¿verdad?
Es posible. Él no podía traer una pistola aquí, desde luego. Nada físico lo había seguido alguna vez en sus sueños. Pero el conocimiento…
– Tal vez.
– Entonces piensa en eso. Debo concordar en que podría ser una idea inútil. Pero arrasar a muchas de esas bestias es un pensamiento que vale la pena saborear. Tengo algo más que debes ver, Thomas. Ven.
Llevó a Tom al bosque, no se desanimaba ni en lo más mínimo por el rechazo de Tom a sus ideas.
– ¿Ahora? ¿Dónde?
– Exactamente aquí por el río que viene del lago. Tengo un invento que debes ayudarnos a probar.
Tanis se dirigió al bosque, y Tom se apresuró a alcanzarlo.
– ¿Quién más está involucrado? -preguntó Thomas.
– Johan. Él es mi primer recluta. Hemos hecho algo que valoraría un alma aventurera como tú. Rápido. Él se nos unirá allá -informó Tanis comenzando a correr.
FUERON A parar a la orilla de un río ligeramente más pequeño que el del bosque negro. Johan se hallaba sobre un enorme tronco amarillo que habían grabado. De un salto se puso en pie y corrió hacia Thomas.
– ¡Thomas! Primero volamos y ahora flotamos -exclamó, abrazando a Tom-. ¿Viste la vara que hizo Tanis? ¿Dónde está la vara, Tanis?
– La tiré dentro del bosque -contestó el mayor-. Thomas aseguró que era una idea terrible, y estuve de acuerdo. No funcionaría.
– ¿Cómo entonces haremos…?
– ¡Exactamente! -exclamó Tanis, levantando un dedo-. ¡No lo haremos!
– ¿No flotaremos nuestro enorme tronco río abajo para atacar a los shataikis?
– ¿Es eso lo que estaban planeando? -quiso saber Tom.
Miró el árbol y vio que le habían ahuecado la mitad. Él había soñado con una de estas. Era una canoa.
– Se trataba de una idea -informó Tanis-. Lo hablamos ayer y le dimos forma a este tronco para que pudiera flotar, pero aseguraste que la espada era una mala idea. No me digas que quieres que cree otra, porque ahora estoy teniendo mis dudas al respecto. A menos que podamos enviar una bomba río abajo en este tronco.
Los dos miraron a Tom con ojos verdes bien abiertos. Inocentes hasta la médula. Pero aún llenos de deseos. Deseo de crear, deseo de fantasear, de comer, de beber, de nadar en el lago de Elyon.
Sin duda la tensión entre satisfacción y deseo era extraña. La insatisfacción también lleva a lo bueno además de lo malo.
– ¿Quieres meter esta canoa al agua? -inquirió, mirando a Johan.
– Sí -contesto Johan levantando la mirada.
– ¿Y serías infeliz si no lo intentáramos?
– ¿Infeliz? -exclamó Johan con la mirada en blanco.
– ¿De qué estás hablando, amigo? -preguntó Tanis en voz alta-. Aquí estás hablando en clave. ¿Es este un juego de inteligencia?
El parecía sorprendido con la idea.
– No, no es juego. Sólo mi memoria. Una manera de ayudar a recordar cómo son las cosas. Existe felicidad, por tanto debe haber infelicidad. Hay bondad, por tanto debe haber maldad. Simplemente le preguntaba a Johan si le haría infeliz no meter la canoa en el agua.
– Sí, existe maldad, y la tratamos regularmente. Y puesto que hay felicidad, también debe haber «felicidad. Capto lo que dices. Siento ira de |0s murciélagos, desde luego, ¿pero infelicidad? Me tienes confundido, Thomas Hunter. Ayúdame.
Tom pensó que ellos sentían deseo sin insatisfacción. Lo mejor de l0s dos mundos.
El, por otra parte, sentía decepción. O al menos «satisfacción. Quizá por haber estado en el bosque negro. No había tomado ni una gota del agua, pero había estado allí, y su mente se había afectado de alguna manera.
Era eso, o él no era en absoluto de este lugar. Había venido en una nave espacial.
– Sólo una historia, Tanis -expresó Tom-. Sólo una idea.
Tanis intercambió una mirada con el niño. Luego retrocedió. Una idea.
– Bien entonces, ¿debemos intentarlo?
Johan empezó a saltar en expectativa. El invento era un gran acontecimiento. Thomas pasó la mano a lo largo de la canoa.
– ¿Cómo la dirigirán?
– Con la espada -respondió Tanis-. Pero creo cualquier buena vara lo haría.
– ¿Y cómo derribaron el árbol?
– Como siempre hacemos. Con nuestras manos.
– Está bien, intentémoslo.
Ataron una enredadera alrededor de la proa y luego a un árbol en la orilla. Tom se apuntaló.
– ¿Están listos?
– ¡Listos! -gritaron los dos al unísono.
Halaron juntos y vieron la resplandeciente canoa amarilla deslizarse en el agua que corría.
– ¡Funciona! -exclamó Tanis.
Pero casi tan pronto como lo dijo, la canoa comenzó a hundirse. A los pocos segundos había desaparecido bajo las burbujeantes aguas verdes.
– Es demasiado pesada -declaró Tom frunciendo el ceño. Tanis y Johan miraban las burbujas que aún subían a la superficie.
– Se hunde otra historia -expresó Tanis.
Johan encontró esto tan divertido que cayó primero de rodillas y luego ¿e espaldas en ataques descontrolados de risa. Tanis se le unió pronto, y rápidamente convirtieron los ataques de risa en una clase de juego: Quién reía por más tiempo sin respirar. Tom lo intentó, a instancias de ellos, y participó en gran manera.
– Bien, ahora -anunció finalmente Tanis-, ¿qué opinan si lo intentemos de nuevo mañana?
– Yo podría averiguar algo más -comentó Tom-. De todos modos no creo que flotar hasta el bosque negro sea una gran idea.
– Tal vez tengas razón.
– ¿Tanis?
– Sí, dime.
– Rachelle me habló de una fruta que te hace dormir tan profundamente que no recuerdas tus sueños.
– Tan profundo que ni siquiera sueñas -corrigió él-. ¿Te gustaría que te encuentre algunas?
– No. No, debo soñar. Pero ¿hay también una fruta que sólo te haga dormir?
– ¿Y aún soñar?
– Sí.
– ¡Por supuesto!
– ¡La nanka! -gritó Johan-. ¿Quieres un poco? Una idea asombrosa. Poder entrar a sus sueños a voluntad. O desconectarse de ellos al no soñar.
– Sí. Sí, me gustaría. Quizá una de cada una.