24

LA INMINENTE amenaza planteada para su hija Monique pareció hacer languidecer a Jacques de Raison. Sólo ante su solicitud las autoridades de Bangkok acordaron posponer la detención de Thomas. Les prometieron que él iría. Tenían encima de ellos tanto a los franceses como a los estadounidenses. Pero considerando ahora el hecho de que era evidente que había aparecido otra parte para llevarse a Monique, y considerando la insistencia de Tom de que quizá estaba en capacidad de ayudar, lo pusieron bajo arresto domiciliario en la mansión de Farmacéutica Raison.

Tom pasó una hora con Kara, examinando sus opciones. La solución más obvia para todo el desbarajuste era recordar el antivirus que Teeleh le había dado a Tom en sus sueños. Pero no consiguió nada después de media hora de indagaciones de Kara y de otros diez minutos en que Tom se golpeara contra una pared metafórica. Sencillamente su mente estaba en blanco sobre los detalles. Al final, sólo un plan tuvo algún sentido para ellos.

– Debo hablar con él -anunció Tom afuera de la oficina de Raison.

– Él está ocupado -contestó el guardia.

– ¿Vio usted el vídeo del hombre que peleó el otro día con dos de sus hombres en el portón?

– ¿Me está amenazando? -preguntó el guardia después de hacer una pausa.

– No. Me estaba preguntando si usted lo vio. Pero sí, yo soy ese hombre. Por favor, necesito de verdad hablar con él. El hombre examinó a Tom.

– Un momento -contestó, después asomó la cabeza por la puerta-hizo una pregunta, y dejó el paso libre.

Thomas entró. Jacques de Raison levantó la mirada de su escritorio, demacrado y trastornado.

– ¿Algún adelanto? -averiguó Tom.

– ¡Le dije a usted una semana! ¿Setenta y dos horas? Hay una solución mucho más simple a esto. Si les doy lo que quieren, ellos me entregarán a Monique. Trataremos más tarde con ellos, a través de las cortes mundiales.

– A menos que yo tenga razón -indicó Tom-. A menos que al darles todo lo que usted tiene esté dificultando gravemente cualquier intento de producir un antídoto para la variedad Raison.

– ¡No hay virus Raison! -gritó Raison, golpeando el escritorio con un puño.

– Monique le dirá otra cosa cuando la hallemos. Para entonces será demasiado tarde.

– Entonces les daré lo que quieren y conservaré lo necesario para reproducir la vacuna.

– Si les da lo que quieren, eso lo hará más lento a usted. El virus Raison hará su obra en tres semanas.

Se contrariaron. Tom se sintió extrañamente resignado. Sólo había dos cosas que podía hacer ahora: Encontrar a Monique, quien era la única que podría hallar una salida al desbarajuste que produciría su vacuna, y preparar al mundo para la variedad Raison. De algún modo tenía que hacer lo uno y lo otro.

– Sr. Raison, quiero que piense en algo. No creo que ellos tengan intención de liberar pronto a Monique, aunque les acepte sus exigencias. Ella es demasiado valiosa para ellos. Viva. Si tengo razón…

– Si tengo razón, si tengo razón… ¿cuántas veces me va a pedir que suponga que tiene razón?

– Las veces que sea necesario. Si tengo razón, la única manera de hacer volver a Monique es ir tras ella -señaló Tom sentándose en una de las sillas de cuero y enfrentando al hombre-. Para eso necesitamos ayuda. Y hay una manera de conseguir ayuda.

– Tengo dinero, Sr. Hunter. Si lo que necesitamos es fuerza… No, aquí necesitamos más que un poco de fuerza. Necesitamos ojos v oídos en todas partes. Y necesitamos poder movernos con rapidez. Para eso necesitamos gobiernos. Si tengo razón… sí, lo sé, otra vez con lo mismo, la tapa hará volar todo el asunto en los próximos días. Sugiero que aügerem0s ahora la presión y hagamos intervenir a algunos socios.

Lo dijo casi exactamente como él y Kara lo habían ensayado. En realdad, con un poco de espacio y la capacitación adecuada, él podría ser un diplomático muy decente. Algo que debería empezar a hacer con Tanis.

– ¿Qué quiere que haga, que informe al mundo que en realidad mi vacuna es un virus mortal? Acabaré con la compañía. Mejor sería cumplir con las exigencias de ellos.

– No estoy sugiriendo que le diga tal cosa al mundo. No todavía- cuestionó Tom, y entonces tomó la decisión, mirando al demacrado individuo que tenía en frente-. Le estoy sugiriendo que me permita hablar de forma confidencial con algunos jugadores clave.

– ¿Quiere que ponga en manos de usted el futuro de mi compañía?

– El futuro de su compañía ya está en mis manos. Si tengo razón, no habrá compañía en el futuro. Si me equivoco, mis afirmaciones serán consideradas como los desvaríos de un maníaco, y su empresa estará bien. Por eso es que necesito, yo y no usted, hacer contacto selectivo con algunos líderes. Una llamada de usted, admitiendo que su vacuna podría ser muy mortífera, les exigiría que tomaran algunas acciones seguras. Para mañana por la mañana Farmacéutica Raison estaría muerta y enterrada. Por otra parte, yo tengo más libertad. Oficialmente no represento a Farmacéutica Raison.

El hombre estaba reflexionando en la idea de Tom.

– No estoy seguro de lo que usted está pidiendo.

– Le estoy pidiendo que me permita, que me ayude a contactarme con el mundo exterior. Mis manos están atadas sin usted. Estoy en cautiverio aquí. Permítame hacer conocer el peligro que la variedad Raison representa para el mundo. Esto les dará razón para echar a andar algunos recursos a fin de encontrar a Monique. Nada como un virus para motivar a las personas adecuadas.

Tom se dio cuenta por la mirada de Raison que le estaba resultando simpática la idea.

– Yo tendría un verosímil rechazo -comentó Raison.

– Sí. Haré las llamadas sin su aprobación oficial. Eso lo protegerá aun' que al mismo tiempo estará haciendo una solicitud de ayuda.

Era una idea impecable. El debió haber entrado en la política.

– ¿Está usted pidiendo simplemente el uso de un teléfono? Sólo que no puede llamar a los gobiernos del mundo y esperar que le contesten.

– Quiero usar los contactos personales de usted. Sólo aquellos aprobados por usted, desde luego. El Departamento de Estado de EE.UU., el gobierno francés, el británico, tal vez el indonesio… ellos tienen enormes poblaciones. El punto es que debemos convencer a algunas personas que tengan recursos que tomen el secuestro de su hija más que como un caso de espionaje industrial. Necesitamos que ellos consideren la posibilidad de riesgo para su propia seguridad nacional y que nos ayuden a buscar a Monique.

– ;Y cree usted de veras que yo le dejaría hacer eso?

– No creo que tenga alternativa. Sea como sea, todo este asunto se trata de abrir el abanico. Esto nos da una posibilidad. Advertir a las personas correctas. Encontrar a Monique.


***

JACQUES DE RAISON dio un paso más allá que dejarle usar a Tom sus contactos y un teléfono. Le prestó su secretaria, Nancy.

– Dígale que si en una hora no despeja una línea hacia el secretario, voy a…

– Tom hizo una pausa, reflexionando-. Cualquier cosa. Dígale que voy a hacer explotar un arma nuclear o algo así. ¿No tienen algunas de estas personas siquiera la previsión para considerar que aquí podríamos tener un gran problema?

Kara observó a su hermano andar de un lado a otro. Habían estado en eso por cinco horas, y los resultados difícilmente podrían ser peores. Los franceses no sólo estaban desesperados sino que, en opinión de ella, eran groseros redomados. Ella había esperado mucha más cooperación de la nación de la casa Raison. Era obvio que su actual administración no estaba emocionada en primer lugar porque Farmacéutica Raison hubiera salido de rancia. Parecían muy interesados en poner buena cara en este desastre del secuestro, pero cuando intentaron lograr que un político hiciera una pausa en su trabajo para hablar diez minutos con Tom, todo interés desapareció, afirmaron que ese era un asunto legal.

Los británicos habían sido un poco más simpáticos. Pero el resultado Seguía siendo el mismo. Los alemanes, los italianos, y hasta el gobierno indonesio… ninguno tenía deseos de escuchar los gritos de un profeta l0co que secuestró a la mujer en Bangkok.

Kara fue hacia su hermano. El hecho de que fueran las tres de la mañana no ayudaba mucho a la situación. Él prácticamente caminaba dormido Además, si Tom tuviera razón y este fuera el sueño, estaba caminando dormido.

– Thomas, ¿te encuentras bien? -preguntó ella, sobándole la espalda.

– En realidad no -contestó él, tratando de sonreír-. He pasado del terror de que nos va a chocar un cometa al horror porque nadie cree que nos chocará un cometa.

– ¿Qué esperas? Ha estado viniendo un cometa cada año por dos mil años. Nunca aterriza. Así que ahora un tipo de veinticinco años en jeans afirma vivir en sus sueños, donde se entera que el mundo está a punto de acabar. Él amenaza con volar el castillo a menos que el rey le crea. ¿Por qué debería el ministro de estado parar su reunión con el príncipe de Persia para hablar contigo?

– Gracias por el ánimo, hermanita.

– Mira, sé que nada de esto importa si ninguno de ellos escucha, pero hay otra manera, ¿sabes?

Él le examinó el rostro. Se alejaron del escritorio.

– ¿Quieres decir volver a…?

– Bien -señaló Kara-. Sé que dormir aquí parece algo desacertado; sin embargo, ¿por qué no? Para empezar, si no duermes pronto entrarás de todos modos en estado de coma. Además funcionó antes, ¿correcto? ¿Y si pudieras averiguar dónde se encuentra ella?

– Esto es distinto -contestó él negando con la cabeza-. Lo otro tenía que ver con las historias. Esto es muy específico. Y como dije, no quiero volver al bosque negro, que es el único lugar donde puedo conseguir información.

Lo dijo sin mucha convicción. En realidad vivía con la constante preocupación de sus sueños. Además estaba cambiando.

El Thomas que ella conoció como su hermano siempre había sabido expresar sus ideas, pero ahora él mismo cargaba con un propósito más grande. Hablaba con más autoridad; no suficiente para convencer a los franceses y los británicos, pero sí para intercambiar algunas palabras con algunas personas muy poderosas antes de que lo dejaran con la palabra en la boca, debido a que con descaro enfocaba la diplomacia como cualquier otra cosa.

De algún modo su hermano había sido escogido. Ella no entendía cómo o por qué, y sinceramente aún no estaba lista para considerar detenidamente todo. Pero no podía escapar a la creciente certeza de que este hombre que sólo unos días antes trabajaba en el Java Hut en Denver se hubiera convertido en alguien muy, pero muy, importante.

– Entonces no regreses al bosque negro. Pero existe una conexión entre tus sueños y lo que está ocurriendo aquí, Thomas. Tus sueños causaron esto, después de todo. Allá tiene que haber una forma de conseguir más información. Duerme; de todos modos aquí no está sucediendo nada.

– Tienes razón -contestó él suspirando-, tengo que dormir.

– ¿No recuerdas todavía el antivirus?

– No -contestó él, sacudiendo la cabeza.

– Me gustaría que hubiera una manera de que me llevaras.

– ¿Llevarte allí? En realidad no estoy yendo a ninguna parte, ¿o sí?

– No. Aunque sí tu mente. Quizá haya una forma de llevar mi mente contigo -indicó ella sonriendo-. Absurdo, ¿eh?

– Sí, absurdo. No creo que sea posible.

– Tampoco lo es respirar dentro de un lago -contestó ella.

– ¡Señor!

Tom giró. Era la secretaria de Raison, con un teléfono en la mano.

– Tengo al ministro de Estados Unidos. Merton Gains. Está dispuesto a hablar con usted.


***

EL MINISTRO Merton Gains se hallaba al extremo de la mesa de conferencias, escuchando a los demás expresar opiniones sobre una docena de maneras diferentes de ver la crisis presupuestaria que se avecinaba. Paul Stanley aún estaba fuera de la ciudad, pero el ministro de estado nunca se había mostrado renuente a meter a Gains en el grupo cuando se hallaba ocupado.

Estaba presente la mitad del gabinete, la mayoría de los notables excluyendo al de defensa, Myers. Una docena de asesores. El presidente Robert 'air se hallaba al frente de Gains, inclinado hacia atrás mientras sus asesores le pedían que discrepara. El tema era nuevos cortes de impuestos. Cortar Q no cortar. Qué difícil presionar. Los resultados económicos adversos o fav0. rabies, los resultados políticos adversos o favorables. Algunos aspectos nunca cambiaban, y la discusión sobre impuestos era una de ellas.

Lo cual sólo era parte de en qué Gains tenía vagando su mente. La otra parte era Thomas Hunter.

Hecho: Si su hija no hubiera muerto por una vacuna dos años antes, él no habría encabezado una legislación para aumentar los exámenes de nuevas vacunas.

Hecho: Si él no hubiera redactado el proyecto de ley, su amigo Bob Macklroy no había pensado en llamarlo respecto de Thomas Hunter.

Hecho: Si Hunter no hubiera llamado a Bob ni hablado del ganador del Derby de Kentucky, Volador Feliz, Gains no habría aceptado la llamada de Hunter.

Hecho: La predicción de Hunter había sido exacta.

Hecho: Hunter había ido a los CDC e informado del brote potencial. Y lo habían menospreciado muchísimo.

Hecho: Hunter había secuestrado a Monique de Raison, la otra persona, afirmaba él, que en primera instancia podía detener el virus al no despachar la vacuna.

Hecho: Monique había sido secuestrada otra vez por alguien que quería la variedad Raison.

Aquí es donde los hechos empezaban a fusionarse con las afirmaciones de Hunter.

Afirmación: La parte que se llevó a Monique lo hizo porque ellos, igual que Thomas, sabían que la vacuna podría ser convertida en un arma mortífera, y esperaban conseguir con coerción lo que se proponían.

Afirmación: Esta parte también podía tener pronto acceso a un antídoto.

Afirmación: Si el mundo no se bajaba de sus aires de grandeza, si no hallaban a Monique de Raison, y si no desarrollaban un antídoto, sólo a la vuelta de la esquina vendrían tiempos tan malos que harían parecer la crisis presupuestaria como un juego de dominó.

Al oír toda la historia de boca de Thomas Hunter, Gains no pudo dejar de considerar las frías sensaciones que le bajaban por los huesos. Este escena"0 no era distinto de los que él había montado en el Senado más de una vez. Y aquí lo tenía frente a él como una afirmación de un tipo descarado que se hallaba totalmente engañado o que sabía más que cualquier hombre que tuviera algún conocimiento comercial. Había algo respecto de la sinceridad de Hunter que lo tentaba a escuchar más y más. Y eso había hecho. Mucho más.

Él había prometido ayudar en lo que pudiera en el asunto de Monique de Raison. ¿Y si? Sólo ¿y si? Obviamente el viejo Raison no había rechazado a Hunter.

– ¿…Merton?

Gains aclaró la garganta.

– No, no pienso así -contestó levantando la mirada.

El presidente lo observaba con esa vaga mirada «puedo leerte la mente». No significaba nada, pero eso le había ganado la presidencia.

– Sólo una cosa -continuó Gains-. Supongo que todos ustedes se enteraron del secuestro de ayer en Bangkok. Monique de Raison, hija de Jacques de Raison, fundador de Farmacéutica Raison.

– No me digas -interrumpió el presidente Blair-. Ese fue uno de nuestros muchachos militares.

– No.

– Tengo entendido que el hombre originalmente involucrado fue atacado por una tercera parte que ahora tiene a la mujer en su poder -comunicó Phil Grant, director de la CÍA-. Estamos moviendo algunos elementos para ayudar. No estaba consciente de que hubiera algún nuevo movimiento en el caso.

– No ha habido. Pero me he topado con alguna información que te transmitiré a tu oficina, Phil. Parece que hay un asunto acerca de la estabilidad de la vacuna Raison, el tema real de este secuestro. Es una vacuna de transmisión por vía aérea con varias funciones que se suponía que iba a entrar hoy al mercado. Permítanme decir que el incidente en Bangkok ha expuesto la posibilidad, aunque leve, de que la vacuna podría no ser estable.

– No he oído hablar de esto -terció el secretario de salud-. Tenía conocimiento que la FDA estaba lista para aprobar esta vacuna la próxima semana.

– No, esto es nuevo y, yo podría añadir, se trata de habladurías, es una advertencia por adelantado. La mesa permaneció en silencio.

– No estoy seguro de entender -dijo el presidente-. Sé que tienes un interés único en vacunas, pero ¿cómo nos afecta esto?

– Esto no tiene nada que ver con el proyecto de Ley Gains. Probablemente no nos afecta. Pero si hay algo de cierto en las afirmaciones de Hunter, y una inestable vacuna que se transmite por vía aérea se convierte en un virus mortífero, podríamos tener en nuestras manos un desafío de salud muy importante. Yo sólo quería poner la idea sobre el tapete.

Momento equivocado, lugar equivocado. Sencillamente no te levantas en una reunión de gabinete, informas a los líderes de la nación que pronto podría caerse el cielo, y esperas rostros serenos. Momento para dar un giro.

– De todos modos, daré el informe a cada uno de ustedes. Esto podría al menos afectar la salud y la economía. Posiblemente la seguridad de la tierra. Si se filtra este asunto, el país podría reaccionar de mala manera. La gente se pone muy nerviosa respecto de los virus.

Hubo un momento para una pausa.

– Pareces bastante franco -comentó el presidente-. ¿Alguien más?

Загрузка...