RACHELLE ESTABA equivocada.
Thomas no comió la fruta por siempre. Solamente la comió por quince años. No soñó ni una sola vez en esos quince años, pero luego, en los peores momentos, cuando no creían que era posible que algo empeorara, así como el niño le había vaticinado, Thomas volvió a soñar.
Y cuando lo hizo, soñó que una pistola le estaba rondando la sien izquierda. Tres palabras le susurraban amenazadoramente al oído:
– Adiós, Sr. Hunter.
EL VIAJE CONTINÚA CON ROJO