THOMAS DESPIERTA. Abre la boca. Thomas sintió el frío jugo que le bajaba por la garganta. Se irguió repentinamente, tosió, y escupió de la boca un pedazo de algo.
– Tranquilo, muchacho.
Tanis sonrió a su lado, tenía una fruta amarilla en la mano. Michal también estaba a su lado.
– ¿Qué sucedió? -quiso saber Tom.
– Te desmayaste -informó Tanis-. Pero un mordisco de fruta y recuperaste el conocimiento con bastante rapidez.
– Estás débil. Tal vez aún perduran los efectos de tu caída en el bosque negro -indicó Michal-. ¿Cómo te sientes ahora?
– Bien.
Se sentía un poco desorientado, pero aparte de eso bastante bien. Había estado soñando en Bangkok. Peleando con dos guardias. Luego se habían retirado a un lujoso hotel llamado Sheraton Grande Sukhumvit donde él y Kara alquilaron una suite, recorrieron las calles, y finalmente se desplomaron en la cama, aturdidos por el desfase de horario.
Tom sacudió la cabeza.
– ¿Cuánto tiempo estuve… desmayado? Sólo unos pocos minutos -notificó Tanis.
Sin embargo, había soñado todo un día en Bangkok.
Dos pensamientos le recorrieron por la cabeza. Uno, que debía tratar ambos mundos como si fueran reales. Dos, tenía que conseguir más información. Lo cual significaba que quizá después de todo tendría que volver sobre sus pasos hasta el bosque negro. Con la ayuda de Tanis. A menos que pudiera persuadir a Michal de que le ayudara.
¿En qué estaba pensando? ¡No podía volver al bosque negro!
– Por favor -pidió Tanis, pasándole la fruta a Tom-, come un poco; más.
Tom le dio un gran mordisco a la fruta y de inmediato sintió que el néctar entraba a su estómago. Mordió una y otra vez, y de pronto se dio cuenta de que se había ensimismado en el proceso. Había acabado la fruta.
– ¿So… soñaste? -preguntó Tanis.
– ¿Soñé? -contestó Tom poniéndose de pie.
– Ahora mismo, ¿soñaste con las historias?
Tom miró a Michal, quien arqueó una ceja peluda.
– Estuve desmayado sólo por algunos segundos -aseveró Tom.
– Los sueños no conservan el tiempo -dijo Tanis.
No había manera de ocultárselo al líder.
– Sí, en realidad, creo que soñé.
– ¿Fuiste a los libros de historia y leíste acerca de Napoleón?
¿Qué estaría pensando Michal acerca de este intercambio? Tanis no estaba ocultando nada. No, por supuesto que no. Él era del todo inocente.
– No -declaró Tom-. ¿Por qué habría de hacerlo?
– ¿Lo has olvidado, amigo? Te enseñaré cómo pelear y tú abrirás mi mente a las historias. ¡Ese fue nuestro acuerdo!
– ¿Lo fue?
– Fue mi acuerdo. ¿Qué crees, Michal? Ya que Thomas Hunter parece tener extraño acceso a las historias y yo soy un talentoso peleador, creí que haríamos un equipo maravilloso, él y yo. Si alguna vez organizamos una expedición al bosque negro, Thomas podría ser de mucha ayuda. ¿Sí?
– Ummm… -contestó el roush frunciendo el ceño.
Tom supuso que Michal desaprobaría categóricamente. Pero no fue así. De alguna forma parecía servil ante Tanis.
– Es una idea interesante, ustedes dos en equipo. Pero la expedición es una idea insensata en todo sentido. Sería como buscar un precipicio en el cual apoyarse. ¿Estás interesado en ver si caerás?
– Entonces por lo menos Tom podría enseñarme más de las historias' declaró Tanis-. Comprendo por qué no quieres. Como aseveras, interferir con nosotros no es asunto tuyo, ¿verdad? Afirmas que las historias podrían interferir. Comprendido. Pero Thomas Hunter no es un roush. Y el hecho ¿e que él esté aquí, teniendo estos sueños, debe querer decir que Elyon lo ha querido. ¡Quizá lo ocasionó! Es simplemente natural que formemos este vínculo. ¿Estarías de acuerdo?
Era claro que la inocencia no comprometía la inteligencia del hombre.
– Las historias son orales por un motivo -defendió Michal cautelosamente-. Yo pensaría con mucho cuidado antes de tentar esa tradición.
Tom dio un paso adelante.
– En realidad…
Se detuvo, recordando la promesa al roush.
– ¿Sí, Thomas? -quiso saber Michal, mirando a Tom-. En realidad, ¿qué?
– Bueno, para ser perfectamente sincero, hay algunas inquietudes que yo también tendría acerca de las historias. Parece que me he atascado en cierto tiempo, exactamente antes del Gran Engaño. En mis sueños, mi hermana y yo pensamos que podríamos evitar que sea liberado el virus. Creemos que ese podría ser nuestro propósito. Tal vez tú me podrías ayudar a hacer esto. ¿Tiene algún sentido?
– No. No realmente -contestó Michal-. ¿Cómo puedes detener algo que ya sucedió? Como ves, esos sueños no son útiles. Te están manteniendo en un estado de desorientación. En realidad podrían ser la causa de tu amnesia continuada. Te deberías enfocar ahora en otros aspectos, no en trivialidades del pasado lejano. ¿No tiene sentido eso¿
– Tienes razón, tienes razón. Perfecto sentido, pero en mis sueños no tiene perfecto sentido.
– ¿Y quieres que yo estimule estos sueños? ¿Qué te parece, Tanis? «Tiene perfecto sentido para ti?
– Perfecto. Pero si los sueños persisten, podrían tener otro propósito. Cómo hacer armas, por ejemplo.
– ¡Armas! ¿Para qué necesitaríamos armas? -objetó Michal. ¡Para pelear contra los shataikis, desde luego!
– ¡Los combatirán con el corazón! -gritó el roush-. ¡Olvídense de las armas. Ahora les diré algo de las historias, y luego no volveré a hablar de ellas ninguno de ustedes. Había un dicho que deseo que recuerden. Entonces se usaba mal, pero les servirá bien ahora a ustedes. «Haz el amor, no la guerra», decían. Piensa en esto, Tanis, cuando consideres hacer tus armas. Haz el amor, no la guerra.
– ¿Cuestionas mis motivos? -objetó Tanis al parecer afligido, mientras levantaba las manos abiertas, con las palmas hacia arriba-. ¿Conoces a algún hombre que esté más versado en el Gran Romance que yo? ¡No! Yo rescataría, como Elyon rescataría. ¿Es incluso cuestionable si yo necesitara un arma para eliminar a los murciélagos negros? ¿Es erróneo algo de lo que sugiero?
– No. Y sí. Eres un gran amador de Elyon. Nunca cuestionaría tus motivos o tus pasiones, Tanis. ¿Me oyes? ¡Nunca!
– Elyon, oh, Elyon, ¡Nunca negaría mi amor por ti! -gritó Tanis levantando un puño al cielo; los ojos le centellearon de manera desesperada-. ¡Me zambulliría en tu seno y bebería de lo profundo de tu corazón! Nunca te abandonaré. ¡Nunca!
Los ojos de Michal se llenaron de lágrimas. Era la primera vez que Tom había visto tal emoción en el estoico roush, lo cual lo sorprendió.
– Debo escribir una historia para Elyon -afirmó Tanis, yendo y viniendo rápidamente-. ¡Debo hablar de mi amor, del Gran Romance, y de rescatar todo lo que le pertenece! He sido inspirado. Gracias, gracias a ustedes dos por esto.
Se volvió hacia Thomas.
– Hablaremos más tarde, mi joven aprendiz. ¿Estás listo para ganarte a la belleza?
– Sí, creo que sí -contestó, aturdido de pronto por la referencia al anticipado romance entre él y Rachelle-. Creo que estoy volviendo a recordarlo todo.
Lentamente. Muy lentamente.
– ¡Ese es mi muchacho! -exclamó Tanis, dándole una palmada en la espalda-. Maravilloso. Recuerda, él escoge.
– Escoge -repitió Tom, asintiendo-. Entiendo.
– Persigue.
Una pausa. Tanis esperaba que Tom repitiera.
– Persigue.
– Rescata.
– Rescata.
– Corteja..
– Corteja.
– Protege.
– Protege.
– Se desvive.
– Ese fue el extra.
– É1 se desvive -dijo Tanis moviendo el puño de arriba abajo-. Ese es bueno, y voy a incluirlo en la historia que escribiré ahora.
– ¡Él se desvive! -exclamó Tom, imitando a Tanis con el puño.
– Y así lo harás.
– Y así lo harás.
– No, yo. Tú dices: «Así lo haré».
– Así lo haré -repitió Tom.
– Debo irme ahora. ¡Se está creando una historia! -expresó Tanis haciéndoles una reverencia con la cabeza-. Hasta la Concurrencia. Corrió algunos metros y rápidamente dio media vuelta.
– ¿Debo decirle que la estás esperando?
– ¿A quién?
– ¡A la belleza! Rachelle, ¡muchacho! Rachelle, ¡la belleza!
¿Ahora? Él ni siquiera estaba seguro de cómo ganar una belleza. Pero especialmente ahora, frente a Michal, tenía que seguir el consejo del roush. Fingir.
– Seguro -respondió Tom.
– ¡Aja! -exclamó Tanis, y salió corriendo.
– Asombroso, maravilloso, magnífico -comentó Michal viéndolo correr.
– No pareces decidirte con respecto a él -discutió Tom. ¡Él es humano! No puedo dejar de admirar a cualquier humano. Correcto. Sí, desde luego. Tanis ya era una diminuta figura, corriendo por la calle principal, quizá diciéndole a todo el mundo que el gallardo visitante del otro lado estaba 0ra en la colina, preparado para cortejar y ganar a su belleza: Rachelle. -E1 Gran Romance. La Concurrencia. No tienes idea de lo que daría tener lo que ustedes tienen -confesó Michal dejando de mirar el valle; saltó unos cuantos metros, y miró con nostalgia hacia el horizonte- veces es demasiado. Difícilmente puedo sentarme a ver.
Así era. No había forma de que Tom pudiera cuestionar la decisión v Michal de ocultar las historias después de una perorata como esa. Todo en un montón de tonterías que cualquier…
Por el rabillo del ojo vio una figura corriendo abajo por la aldea, y K\ corazón le palpitó en el pecho. Era Rachelle. No lograba verle el rostro a \¡ distancia, pero vio su vestido azul. Atravesó corriendo la entrada de la aldea en forma de arco, como un chiquillo apurándose para alcanzar el carrito 4 los helados.
Tanis le había dicho.
Por los huesos le recorrió pánico. ¿En qué se había metido? ¿No estaba todo esto yendo demasiado rápido? Él había estado en el valle por menos de un día. El amor parecía una corriente en que todos estaban sumergidos Naturalmente, sin maldad que les robe los corazones, así sería.
Lo cual quería decir que él también estaba lleno de amor. Volvería a recordarlo todo. Así era como funcionaba.
Rachelle disminuyó la carrera en la entrada y empezó a subir la colina. Era difícil imaginar que alguien tuviera tantas ansias de encontrarse con él. mucho menos que se enamorara de él. ¿Era él tan bien parecido? ¿Atractivo:
– ¡Michal! -gritó él, y después aclaró la garganta-. Michal.
El roush bajaba la colina, meneándose con expectativa.
– Michal, tienes que ayudarme.
– ¿Y quitarle lo divertido a esto? Está en tu corazón, Thomas. ¡Gánatela!
– No sé cómo ganármela. ¡Olvidé cómo!
– No, no es así; ¡no lo has olvidado! Algunas cosas no se pueden olvidar.
– ¡Ella está viniendo para acá! -exclamó Tom andando rápidamente de un lado a otro-. No sé qué espera.
– Estás nervioso; eso es bueno. Esa es una buena señal.
– ¿Lo es?
– ¡Traiciona tus verdaderos sentimientos!
Tom se detuvo y lo miró. Bastante cierto. ¿Por qué se hallaba tan nervioso? Porque en realidad quería muchísimo impresionar a la fenomenal mujer que subía la colina hacia él.
Darse cuenta solamente hizo peor las cosas. Mucho peor.
– Dame al menos una idea -suplicó Tom-. ¿Debería tan sólo quedarme aquí?
– ¿No te dijo Tanis? Está bien -aceptó Michal, levantó el ala y guió a Tom colina arriba, hacia el bosque-. Está bien, sin hablar por experiencia sino por lo que he visto, y sin duda he visto poco, te sugeriría que entres en esos árboles.
Sus alas temblaron.
– Intriga y misterio son tras lo que vas, creo. Amigo, amigo. Me debo ir. Ella se está acercando. Me debo ir.
Michal se fue bamboleándose, saltó un par de veces, y se elevó en el aire.
– ¡Michal!
Pero Michal había desaparecido.
Tom miró hacia atrás, y vio que Rachelle se las arreglaba muy bien subiendo la colina con las manos en la espalda, mirando con toda tranquilidad a lo lejos. Él se agachó, a pesar de saber por completo que ella lo había visto, y corrió hacia la cima.
ÉL EMPEZABA a creer que se había adentrado demasiado en los árboles. Que el enorme árbol ámbar detrás del cual se había escondido lo camuflaba muy bien. Ella lo había perdido. Él ni siquiera sabía por qué estaba escondido. ¿Rescatar a la belleza sería como jugar a las escondidas?
Pero él no podía permanecer al descubierto con los brazos cruzados, fingiendo ser un poderoso guerrero. Por otra parte, Tanis podría hacer eso. Quizá él también debería hacerlo.
Asomó la cabeza alrededor del árbol.
No había señales de ella. El bosque resplandecía en una deslumbrante exhibición de color. Rojo, azul y amarillo en esta sección. En lo alto trinaban pájaros. Una suave brisa le introdujo en las fosas nasales un exquisito aroma de rosas.
Pero no había indicios de Rachelle.
El salió, preocupado porque ella se hubiera perdido. ¿Debería llamarla?
No, eso únicamente haría claro que la había perdido. Ella quería ser escogida, lo cual se parecía más a buscar y encontrar que a llamar como un asustado niñito perdido en el bosque. Y aunque era verdad que parte de su ansiedad lo motivaba este desconcertante enfoque hacia el romance, con toda sinceridad ella lo atraía mucho. Quizá estaba hecho para ella.
Con el rabillo del ojo captó un destello de azul. Giró bruscamente a la derecha.
¡Desapareció! El corazón le latió con fuerza. Pero había sido ella, a menos de cincuenta metros en esa dirección, entre dos enormes árboles.
Rachelle salió de repente al descubierto, se detuvo, lo miró directamente, y luego desapareció sin mostrar una sonrisa.
Tom se quedó paralizado por cinco segundos completos. Ve tras ella, ¡idiota! ¡Corre!
Corrió. Alrededor de un árbol. Colándose entre los arbustos como un rinoceronte en estampida.
– ¡Detente! ¡Estás haciendo demasiado ruido!
Se paró detrás de un árbol y observó alrededor. Nada. Caminó en la dirección en que ella se había ido. Pero aún nada. ¿Había desaparecido?
– Psss.
Tom giró. Rachelle se hallaba inclinada contra un árbol, con los brazos cruzados. Sus labios esbozaban una sonrisa provocadora. Ella guiñó un ojo. Luego se deslizó alrededor del árbol y se fue.
Él corrió tras ella. Pero la muchacha había vuelto a desaparecer. Esta vez él corrió de árbol en árbol, mirando, ahora sin resuello.
Cuando Rachelle apareció, fue como la última vez, de repente y con indiferencia, inclinada contra otro árbol detrás de él. Ella arqueó una ceja y sonrió. Volvió a desaparecer.
Entonces se le ocurrió a Tom que no estaba prestando ninguna atención al segmento rescate de este romance. Quizá por eso ella lo estaba guiando. Él la había escogido al correr tras ella, pero ella esperaba que él le mostrara su fortaleza. Había pasado el tiempo de la delicadeza.
Recordó la demostración que hicieran Tanis y Palus.
Gritó lo primero que se le vino a la mente.
– ¡Vaya! ¿Qué veo? ¡Cosas negras en los árboles!
Corrió en la dirección en que había desaparecido Rachelle.
– ¡Ven acá, cariño mío! -exclamó, esperando con ansias que esto no era muy precoz-. ¡Ven para que yo pueda más que protegerte! ¿Más que protegerte? ¿Así fue como lo expresó Tanis?
– ¡Oh, cariño! ¡Rachelle!
– ¿Dónde? -preguntó ella, saliendo detrás de un árbol a la izquierda de Tom, los ojos bien abiertos, una mano levantada hasta los labios. ¿Dónde?
– ¡Allí! -gritó él, señalando en la dirección opuesta.
Rachelle gritó y corrió hacia él. La brisa hacía que el vestido azul se le pegara alrededor de las mallas que usaba. Ella se agarró del hombro de Tom y se colocó detrás de él.
Estaba tan sorprendido por este repentino éxito que por un instante se despistó con lo de los murciélagos negros. La miró al rostro, ahora a sólo centímetros del suyo. Se hizo silencio en el bosque. Él podía oler el aliento de ella. Como lilas.
Los ojos femeninos encontraron los de él. Se miraron por un momento.
– ¿Vas a mirarme o a enfrentarte a los murciélagos? -investigó ella.
– Ah, sí.
Tom saltó afanosamente y levantó los brazos para enfrentar al fantasmal enemigo a punta de manotazos y patadas.
– Están llegando en bandadas. No te preocupes, los puedo matar a todos. ¡Aja, tú! -anunció él, saltó al aire, pateó con el pie derecho, luego giró trescientos sesenta grados antes de volver a arremeter.
Lo había hecho de manera impulsiva, motivado por el enorme deseo de mostrar su fortaleza y habilidad. Pero lo dejó helado el hecho de que diera realmente toda una voltereta en el aire. ¿Dónde había aprendido eso?
Lo acababa de aprender ahora.
En su admiración por sí mismo dejó de concentrarse en sus movimientos y se estrelló en el suelo del bosque con un fuerte golpe.
– ¡Puf!
Tom se las arregló como pudo para ponerse de rodillas, se había quedado sin aire en los pulmones. Rachelle corrió y se agachó sobre una rodilla.
– ¿Estás bien? -le preguntó, tocándole el hombro.
– Sí -contestó él jadeando.
– ¿Sí?
– Seguro.
Ella rápidamente le ayudó a pararse.
– Puedo ver que has olvidado algunos de tus… poderosos movimientos -pronunció ella mientras lentamente se le formaba una sonrisa en l0s labios; luego miró alrededor-. La próxima vez podría parecer algo como esto.
Rachelle saltó en la dirección de los invisibles shataikis.
– ¡Aja! -exclamó pateando.
No fue una simple patada hacia adelante, sino una voltereta perfectamente ejecutada que la dejó de vuelta en tierra en la posición ideal para un segundo movimiento.
– Tanis me enseñó -informó, mirando hacia atrás y guiñando un ojo.
Entonces ella fue tras el enemigo en una larga serie de movimientos espectaculares que le hicieron contener la respiración a Tom por segunda vez. Él contó uno, dos, tres saltos mortales mezclados hacia atrás. Al menos una docena de movimientos combinados, la mayoría de ellos en el aire.
Y lo hizo todo con la gracia de una bailarina, acomodando cuidadosamente el vestido mientras volaba.
Esta polluela era buena. Muy buena.
Ella cayó parada en puntillas, frente a Tom a seis metros, totalmente resuelta.
– ¡Aja! -gritó ella, y guiñó de nuevo.
– Aja. Vaya.
– Vaya.
El tragó saliva.
Rápidamente ella bajó la guardia y asumió una posición más femenina.
– No te preocupes, sólo estamos fingiendo que hiciste eso. No se lo diría nadie.
– Está bien -concordó él aclarando la garganta.
Ella lo analizó por un momento; le parpadearon los ojos. El juego no había terminado. Por supuesto que no. Probablemente apenas estaba empezando.
O él estaba empezando a tener esperanza.
Escoge, persigue, protege, corteja. Las palabras le resonaron en la mente.
– Eres muy… fuerte -confesó él-. Quiero decir llena de gracia.
– Sé lo que quieres decir -contestó ella empezando a acercársele-. Y me gusta ser fuerte y llena de gracia.
– Bueno, también eres muy amable.
– ¿Lo soy?
– Sí, creo que sí.
Él quería decirle que era hermosa; que era interesante, llena de vida y persuasiva. Pero de pronto encontró exageradas las palabras. Todo era demasiado, demasiado rápido. Para un hombre con todos sus sentidos adecuadamente engranados, esta podría ser la manera natural de enamorar a una mujer, pero para él, habiendo perdido su memoria…
Rachelle se detuvo al alcance del brazo. Lo miró a los ojos.
– Creo que fue un juego maravilloso. Eres un hombre misterioso. Me gusta eso. Quizá más tarde podamos continuarlo. Adiós, Thomas Hunter.
Ella dio media vuelta y se alejó.
¿Sólo así? Ella no se podía alejar sencillamente así, no ahora.
– ¡Espera! -exclamó él, y corrió hacia ella-. ¿Adónde vas?
– A la aldea.
El interés de ella pareció haberse evaporado. Quizá este asunto de escoger y cortejar era más complicado de lo que él creía.
– ¿Puedo ir contigo?
– Claro. Tal vez en el camino pueda ayudarte a recordar algunas cosas.
Sin duda es necesario presionar un poco tu memoria.
Antes de que él pudiera responder a esa clara presión, una enorme bestia blanca salió de los árboles en dirección a ellos. Un tigre, blanco puro con los verdes. Tom se detuvo bruscamente.
Rachelle lo miró, luego miró al tigre.
Ese, por ejemplo, es un tigre blanco.
Un tigre. Recuerdo eso.
– Bueno.
Ella caminó hasta donde el animal, lo abrazó por el cuello y le alborotó las orejas. El tigre le lamió la mejilla con una lengua larga, y ella le acarició nariz. Pareció haberlo domado en el transcurso de un rato. Luego ella insistió en que él se acercara y rascara el cuello del tigre con ella. Sería fácil para él recordar si engranara activamente el mundo.
Tom no estaba seguro de cómo interpretar los comentarios de Rachelle quien los hacía con una sonrisa y con aparente sinceridad, pero él no podía dejar de pensar que ella lo estaba apremiando o censurando por la forma mediocre de él de enamorarla.
O ella podría estar esforzándose por lograrlo. ¿Sería eso parte del Gran Romance?
Por otro lado, ella quizá ya había decidido que él no era del todo lo que ella había esperado. Quizá el juego había concluido. ¿Se podría cancelar una elección, una vez que se hubiera escogido?
Caminaron juntos unos cuantos pasos con el tigre a la zaga. Rachelle arrancó una fruta amarilla de un arbolito lleno de hojas.
– ¿Qué es esto? -preguntó ella.
– Yo… no sé.
– Un limón.
– Un limón, sí, desde luego. Eso también lo recuerdo.
– ¿Y qué pasa si pones jugo de este limón en una cortada?
– ¿Sana?
– Muy bien -contestó Rachelle haciendo una reverencia; siguieron caminando y ella recogió de un árbol bajito con ramas anchas una fruta morada del tamaño de una cereza-. ¿Y esta?
– No creo conocerla.
– Trata de recordar -lo retó ella girando alrededor de él sosteniendo en alto la fruta-. Te daré una pista. Su pulpa es acida. A nadie le gusta mucho.
– No. No me suena -contestó él sonriendo y negando con la cabeza.
– Si la comes -dijo ella, imitando un pequeño mordisco con una dentadura perfectamente blanca-, tu mente reacciona.
– No, no. Aún nada.
– Rambután -informó ella-. Te pone a dormir. Ni siquiera sueñas.
Ella tiró atrás la fruta, hacia el tigre, pero la bestia no le hizo caso.
Habían llegado a la orilla del bosque. La aldea se asentaba pacíficamente en el valle, resplandeciendo con las brillantes casas coloridas destacándose de manera concéntrica hacia el gran Thrall.
Eres aún más misterioso y maravilloso de lo que me imaginé cuando le conocí -expresó Rachelle observando la colina hacia abajo y sin mirarlo.
– ¿Lo soy?
– Lo eres.
Él debería responder algo amable, pero no le salieron las palabras.
– Tal vez quieras trabajar en tu memoria, por supuesto -enunció ella.
– La verdad es que mi memoria funciona bien en algunas áreas.
– ¡No me digas! -exclamó ella, mirándolo-. ¿Qué áreas son esas?
– En mis sueños. Estoy teniendo sueños vividos que vivo en las historias. Y allí recuerdo todo. Es casi tan real como este lugar.
– ¿Y recuerdas cómo tener amores en ese lugar? -preguntó ella escudriñándole los ojos.
– ¿Amores? Bueno, no tengo novia ni algo así, si eso es lo que quieres decir, no. Pero quizá si sé algunas cosas -explicó, recordando el consejo de Kara sobre el romance; ahora sería un buen momento para sacar a relucir el cociente de cortejo-. Pero nada como esto. Nada tan maravilloso y hermoso como tú. Nadie que atraiga mi corazón de forma tan completa con un simple toque o una sonrisa al pasar.
– ¡Caramba! Estás recordando -expresó ella esbozando una débil sonrisa-. Podrías soñar todo lo que quieras, cariño.
– Sólo si puedo soñar respecto de ti -contestó él.
– Adiós, Thomas Hunter -manifestó ella, levantándose y tocándole la barbilla-. Hasta pronto.
– Adiós -contestó él, tragando saliva.
Entonces ella bajó por la colina.
Tom se volvió de la cima para no ser visible desde el valle. Lo que menos Quería en este instante era que Tanis o Palus vinieran volando a pedir un informe.
Él sabía que no estaría soñando con Rachelle, a pesar de su sentir. Estará soñando con Bangkok, donde se esperaba que revelara alguna información crítica sobre la variedad Raison.
Se detuvo ante un enorme árbol verde y miró al oriente. El bosque negro estaba como a una hora de camino. Allí podrían estar las respuestas a una docena de preguntas. Preguntas acerca de lo que le había sucedido en el bosque negro. De dónele había venido él. Preguntas respecto de las historias La variedad Raison.
¿Y si iba? Sólo una rápida visita, para satisfacerse. Quizá los demás ni siquiera se enterarían de su desaparición. Tal vez Michal. Pero Tom no podía continuar con estos sueños imposibles, o sin saber exactamente cómo había venido en primer lugar a parar al bosque negro. De un modo u otro, él debía saber con precisión qué le había ocurrido, qué le estaba ocurriendo. Sólo en el bosque negro encontraría esas respuestas, así como Tanis sólo encontraría satisfacción en una expedición allá.
Pero no ahora.
Se inclinó en el verde tronco y cruzó los brazos. Sus piernas tenían una sensación gomosa, como fideos. No se había dado cuenta de que tener amoríos requería tanta energía.