23

THOMAS.


Una dulce voz. Pronunciando su nombre. Como miel. Thomas.

– Thomas, despierta.

Una voz de mujer. Le acariciaba la mejilla. Él estaba despertando, pero sin seguridad de que ya hubiera despertado de veras. La mano en su mejilla podría ser parte de un sueño. Por un momento dejó que fuera un sueño.

Saboreó ese sueño. Esta era la mano de Rachelle en su mejilla. La obstinada mujer que se le aparecía con sus movimientos de lucha.

– ¿Thomas?

Sus ojos se abrieron bruscamente. Kara. Él se sobresaltó y se enderezó.

– Thomas, ¿estás bien? -preguntó Kara, pálida, mirando fijamente la cama-. ¿Qué es esto?

Pero la mirada de Tom estaba fija en el aire acondicionado donde habían cortado las cuerdas de sábanas blancas y habían liberado a Monique. Ella había desaparecido.

– ¡Thomas! ¡Háblame!

– ¿Qué? -exclamó él, mirándola-. ¿Qué es…?

Las sábanas estaban mojadas. Empapadas de rojo. ¿Sangre?

Tom se levantó rápidamente de la cama. Había estado acostado en sábanas empapadas en su sangre. Se agarró el pecho y el estómago mientras pasaban por su mente visiones del atacante disparándole. Dos disparos silenciados. ¡Plas! ¡Plas!

Sí, había eso, pero, más importante, había el lago y el muchacho-Levantó la mirada hacia Kara.

– Dios es real -expresó.

– ¿Qué?

– Dios. Él es… vaya.

Su cabeza giró con el recuerdo del lago. Pudo sentir que una entusiasta 0nrisa e rentaba e' rostro, pero su mente todavía no estaba obrando en cooperación total con todos sus músculos.

– Bueno, al menos soñé que él es real -informó-. No sólo real, existe corno algo emocionante, pero… real, tanto que puedes hablar con él. Quiero decir, quizá tocarlo.

– Muy agradable -terció ella-. ¡Mientras tanto, aquí, donde yo vivo, estamos parados al lado de una cama cubierta con tu sangre!

– Me dispararon -declaró él.

– ¿Estás seguro? -cuestionó ella, mirándolo incrédula-. ¿Dónde?

– Exactamente aquí. Y aquí -le mostró él; pecho y estómago-. Juro que fui baleado. Alguien irrumpió aquí, peleamos, me disparó. Y luego se debió haber llevado a Monique.

– Te llamé. ¿Fue antes o después?

– Llamaste antes. Él estaba aquí en ese momento -anunció; de pronto Bangkok tenía más sentido que el lago-. En realidad, creo que tu llamada lo puso nervioso. El punto es…

– Sí. ¿Cuál es el punto?

– El punto es, ¿qué?

– No estoy muerto.

Kara le miró el estómago. Luego los ojos.

– No entiendo. ¿Estás insinuando que fuiste sanado en tus sueños?

– No es la primera vez.

– Pero te dispararon, ¿correcto? Te dispararon y te mataron. ¿Cómo es Posible eso?

– No sé que me hayan matado. Perdí el conocimiento. Pero allí, en mis sueños, estaba tendido en las orillas del lago. El aire estaba lleno de neblina de la cascada. Agua. El agua es lo que sana. Es probable que haya sanado antes de que muriera.

Tom haló las sábanas de la cama, agarró el colchón. Lo volteó. Kara no había quitado la mirada de encima. Estás bromeando. No, no estoy muerto. Ella miró hacia otro lado, fue hasta el extremo de la cama. Se volvió.

– ¿Comprendes las consecuencias?

– No sé, ¿debo hacerlo? -contestó él, y rápidamente desató del aire acondicionado las cuerdas hechas de las sábanas-. Hay mucho que n tengo claro. Pero algo de lo que estoy seguro es que Monique desapareció El tipo que se la llevó no era el matón común.

Ella aún estaba preocupada con la sanidad de Tom. Él se detuvo.

– Mira, no soy indestructible, si eso es lo que estás pensando. De ninguna manera.

– ¿Y cómo lo sabrías?

– Porque creo que tienes razón… ambas realidades son verdaderas, al menos en algunas formas. Evidentemente, si me disparan aquí y luego me quedo dormido y logro que me caiga agua encima antes de que muera, sano. Pero si me matan aquí, y no hay agua alrededor que me sane, simplemente podría morir.

– ¿Eres como Wolverine o algo así? Te golpeas la cabeza o te disparan en el pecho, ¡y ni siquiera tienes una cicatriz! ¡Eso es increíble!

Era increíble. Pero había más, ¿o no? Una simple información que lo había fastidiado desde que hablara con Teeleh, ese murciélago en el otro lugar. Los detalles comenzaron a zumbarle en el cerebro, y él sintió las primeras insinuaciones de pánico.

– Bueno, eso no es todo -indicó él-. Para empezar, estoy muy seguro de que el tipo que me disparó y se llevó a Monique es el mismo que va a chantajear al mundo con la variedad Raison.

Tom empezó a andar de un lado a otro. Había hecho un atado con las sábanas ensangrentadas y ahora las sostenía en la mano derecha.

– O al menos el tipo trabaja para quien esté planeando esto. Eso no es todo. Estoy muy seguro de que la única manera de que ellos supieron que la variedad Raison tiene el potencial de mutar en un virus letal es porque y» revelé esa información secreta a alguien que se las trasmitió.

– Eso no puede ser. ¿Significaría eso que sin ti no ocurriría la mutación ¿Estás diciendo que eres la causa de este asunto?

– Eso es exactamente lo que estoy afirmando. Supe de la variedad Raison como una cuestión de historia en mis sueños, le dije a alguien: «Hola-va a suceder esto y aquello», y esa persona decide hacer que esto y aquel'0 ocurra. Como una profecía que acarrea su propio cumplimiento. De haber tenido la boca cerrada, y no contárselo al departamento de estado o a los CDC, nadie sabría siquiera cómo sería posible la variedad Raison.

– ¿Causaste entonces el mismísimo virus que estás tratando de detener? Eso es un tropezón.

– ¿Dónde podemos ocultar estas sábanas?

– Debajo de la cama.

Las metieron debajo del armazón.

– Pero si eso es verdad -opinó Kara-, ¿no puedes cambiar ahora algo que arruinaría el resto de lo que sucede? Vuelve a las historias, averigua que ocurrió X, Y y Z, luego regresa y asegúrate que eso no suceda.

– Quizá. Quizá no. Ya no puedo conseguir así de fácil información de las historias.

– ¿Qué hay respecto del bosque negro?

– ¡Fui al bosque negro! ¡No voy a volver allá de ninguna manera!

– ¿Y si es un sueño? ¿Y nos salva aquí?

– Hay más -anunció Tom volviéndose lentamente, recordando la conversación con Teeleh.

Pero él estaba seguro de que había algo que él estaba pasando por alto. Él había ido para probarse ante Monique, e hizo eso. Pero también había aprendido algo del antivirus.

Había repetido el antivirus.

– ¿Y si…?

Un frío le bajó serpenteando por la columna vertebral. Se volvió otra vez hacia Kara, aturdido ante el pensamiento.

– ¿Y si les dije sin querer cómo hacerlo?

– ¿Cómo hacer el virus?

– No, ellos saben eso. Calor intenso. Lo pueden imaginar. Pero eso no hace ningún bien a nadie. Pones el virus en el aire y tres semanas después, todo el mundo muere. Incluso quien lo liberó. Pero si tienes un antivirus, Una cura o una vacuna para el virus, puedes…

Controlarlo -terminó Kara-. La amenaza de fuerza. Como tener el único arsenal nuclear en el mundo. Y creo que se los pude haber dado. ¿Cómo?

– Teeleh. Él me engañó. Exactamente antes de darme la información,

me cortó -confesó, hablando como aturdido, como para sí mismo-. Hubiera jurado que me oí decirlo en voz alta.

– Entonces lo tienes. ¿Cuán bueno es para ellos el virus, si tienes el antivirus?

– ¿Lo tengo? -preguntó, ladeando la cabeza; no lograba recordarlo- Yo… no logro pensarlo bien ahora.

– No voy a pretender que comprendo todo esto, pero tenemos que salir de aquí. La policía se tragó mi historia, y hablé con el padre de Monique Llamé porque él estuvo de acuerdo en detener los envíos. Casi me mato por venir aquí sin ser vista cuando no contestabas. Creo que lograremos ver a Raison, pero él está devastado. Cuando supo que Monique volvió a desaparecer…

Ella suspiró.

Salieron de la habitación luciendo haber vivido todo eso pero sin ser masacrados.


***

– ¿QUE USTED QUÉ?

La nariz aguda sobre el rostro angular de Jacques de Raison estaba colorada, y por una buena razón. Había acabado de perder, luego encontrar, y después volver a perder a su hija, todo en un lapso de ocho horas.

– No la perdí -objetó Tom-. Me la arrebataron. ¿Cree usted que me la llevaría sólo para perderla?

Miró del pelinegro Raison a Kara y viceversa. Tenía que volver a controlar la situación. O al menos volverla a tener en la mente.

– Por favor, si usted se sienta, trataré de explicarle.

Jacques lo miró, alto y dominante, la clase de hombre que se había criado acostumbrado a conseguir lo que quería. Se sentó en una silla reclinable en su escritorio, con la mirada fija en Tom.

– Le daré cinco minutos. Luego llamo a las autoridades. Tres gobiernos lo están buscando, Sr. Hunter. Estoy seguro de que tratarán rápido con usted.

Tom había conducido desde el hotel hasta Farmacéutica Raison, Kara quiso saber lo ocurrido en el bosque colorido, así que se lo contó, sólo que con poco ánimo. Le habló de la reunión con Teeleh en el cruce. Del lago. Del niño. Finalmente concordaron que nada de esto probaba realmente la existencia de Dios, pero Tom estaba teniendo problemas en reconciliar el razonamiento con la experiencia. Cambió de tema y le habló de Rachelle.

£l mundo enfrentaba sin querer una crisis causada por Tom, y él estaba fuera averiguando todos los secretos de cómo tener amoríos con Rachelle. Este razonamiento no le parecía correcto a Kara.

Entrar por la puerta y ver a Jacques de Raison no requirió esta vez estrambóticos juegos de piernas. Tres presuntuosos guardias casi los decapitan a los dos en el patio cuando el prestigioso fundador de Farmacéutica Raison ingresó y les sugirió que bajaran los rifles. Ellos inclinaron las cabezas v retrocedieron.

Jacques de Raison los había conducido a esta biblioteca, con sus elevados estantes y una docena de sillas negras de respaldar alto, situadas alrededor de una enorme mesa de caoba. Ahora él y Kara tenían la prodigiosa tarea de convencer a este hombre que su verdadero enemigo era la variedad Raison, no Thomas Hunter.

La mirada de Jacques bajó a una mancha de sangre en el bolsillo de los jeans Lucky de Tom. Su camisa, la cual no llevaba puesta cuando le dispararon, se había salvado de la carnicería.

– La realidad de este asunto, Sr. Raison, es que su hija y yo fuimos atacados -informó Tom respirando hondo-. Me dispararon y me dejaron por muerto. Luego se llevaron a Monique a la fuerza.

– A usted lo dejaron por muerto -cuestionó el hombre-. Eso veo.

– Me limpié bien -se defendió Tom moviendo una mano de un lado a otro-. Quien me disparó fue el mismo tipo de quien yo intenté defender a su hija en primer lugar. Yo sabía que había un problema potencial. Intenté convencerla de eso, y cuando ella se negó, no me dejó otra salida.

– Esa es una total estupidez.

– Mis cinco minutos no han terminado. Sólo escúcheme aquí por un minuto. Quizá no le guste, pero yo podría ser el único que pueda salvar a su hija. Escuche, por favor.

Por favor, Sr. Raison -terció Kara sin alterar la voz-. Ya le dije antes que esto va más allá de Thomas o Monique.

– Por supuesto, la vacuna Raison mutará e infectará a incalculables millones.

– No -objetó Tom-. A miles de millones.

– Monique sometió la vacuna a la serie más apasionadas de pruebas te lo aseguro.

– Pero no al calor -cuestionó Tom-. Ella misma me lo dijo.

– La realidad es que usted no puede sustentar nada de esto -indicó Raison-. Usted secuestró a mi hija a punta de pistola, y luego espera que crea que lo hizo por el bien de ella. Perdone mis sospechas, pero lo más probable es que usted ahora mismo la tenga oculta. En cualquier momento recibiré una llamada de un cómplice exigiendo dinero.

– Usted está equivocado. Lo que recibirá es una llamada exigiendo información o muestras de la vacuna. Pruébelo por sí mismo. El virus muta bajo calor extremo. ¿Cuánto tiempo le llevará confirmar eso?

Eso fue lo primero que dijera Tom que pareció hacerlo reaccionar.

– Ella es mi única hija -declaró-. No hay nada que ame más. ¿Entiende esto? Haré todo lo necesario para traerla segura a casa.

– Yo también -confirmó Tom-: ¿Cuánto tiempo tardará en probar la vacuna?

– ¿Cree usted esto de veras? Es ridículo.

– Entonces las pruebas demostrarán que me equivoco. Si tengo razón, sabremos que tenemos un gran problema. ¿Cuánto tiempo?

– Dos semanas bajo circunstancias normales -anunció Raison.

– Olvídese de lo normal.

– Una semana. Hay una cantidad de variables. Temperatura exacta, tiempo de exposición, otros elementos externos.

– Una semana es demasiado tiempo, ¡demasiado! -exclamó Tom atravesando la larga mesa de caoba y dándose vuelta-. Si tengo razón, como base para razonar, y ellos saben exactamente cómo iniciar esta mutación, ¿cuánto tiempo necesitarán para tener un virus utilizable?

– No puedo contestar…

– Sólo haga de cuenta, Jacques. En el mejor de los panoramas, ¿cuánto tiempo?

– Quizá dos horas -contestó, analizando a Tom.

– Dos horas. Sugiero que me tome la palabra o que empiece sus pruebas, porque si usted tiene razón, que Dios nos ayude a todos.

– Podría tardar semanas. Todo esto es imposible de creer.

£l teléfono sonó en el escritorio de Raison.

– Entonces mejor le sería hacerse una introspección, porque la vida de Monique reposa en la capacidad de usted de creer. El hombre se puso de pie y agarró el auricular.

.-Aló -contestó, y se quedó en silencio por cinco segundos-. ¿Quién es? ¿Quién…?

Silencio. Terror recorrió por los ojos del hombre.

– ¿Cómo lo sabré… hola?

El teléfono se le soltó de las manos.

– Ellos me… ellos me han dado setenta y dos horas para entregar toda nuestra investigación y todas las muestras que tenemos de la vacuna, o la matarán.

Tom asintió. Se le hizo un nudo en la garganta.

– Más le vale que convierta estas instalaciones en un gigantesco laboratorio de prueba. Veinticuatro horas al día, siete días por semana. Y va a necesitar mucho más que el virus. Necesitará un nuevo antivirus.

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