Empieza aquí el décimo informe del agente-yo, número 67, recordando antiguo ejercicio de praxis ofensiva XXXXX. Galería de batalla XXXXX. Cuartel de XXXXX. Ensayo de combate fechado hace muchos años. Para que conste en acta, narro aquí nuevamente una historia formativa del agente-yo.
Para reforzar antigua lección de adiestramiento del agente-yo.
Se describe aquí una galería de batalla estándar, con espejos desplegados hasta cubrir una pared entera. Sin ventanas. Suelo de cemento mancillado a menudo con antiguas manchas de sangre. Todos los agentes presentes para practicar la Hiena Voladora, zas-pum, estocada circular con una sola pierna. Agente Tanek. Agente Bokara. Agente Pavel. Agente especial Pavel, número 43. Durante el combate, los gruñidos de esfuerzo reverberan por toda la galería de batalla. Los ruidos secos y sordos del impacto de los azotes de huesos contra los músculos del oponente. La galería apesta a transpiración de los agentes, hiede a la lejía con cloro que ha borrado la antigua historia de manchas de sangre del suelo.
Los pies del agente-yo dan puntapiés de entrenamiento, barren el aire para partirle el cráneo a la agente Magda. Propino patada circular durante la evasión de Magda, que devuelve su propia Hiena Voladora para machacarle la oreja a este agente. Deja a este agente aturdido, escuchando sonido de pitido en el oído.
Bajo la iluminación fluorescente que no deja sombras, bajo el zumbido eléctrico, los gruñidos y los golpes que impactan en sus objetivos, el agente Tang se entrena con el agente Chernok. La agente Sheena se entrena con el agente Ling. El agente Pavel combate con el agente Boban, número 11.
Para que conste en acta, no hay dos agentes tan opuestos en el espectro de la campana de Gauss. El agente Pavel intenta hacer trizas un grueso tablón de madera con su puntapié. El canto de la mano de Pavel hace trizas un bloque macizo de cemento con un solo cata-crac, convierte en polvo el bloque usando el Pisotón del Elefante. En todos los entrenamientos, el agente Pavel ejecuta el Torbellino del Glotón: cabezazo, bloqueo de cadera, golpe en el ojo y girar sobre uno mismo hasta ponerse borroso. No hay agente paralelo.
Para que conste en acta, el agente Boban es un talento totalmente contrario en el combate, perpetuamente en estado de duda. Si impacta algún golpe, Boban pide inmediato perdón. Te da una patada en la entrepierna y dice: «Perdón». Te muerde la tráquea y pide perdón. Le inflige el Azote del Lince, zas-ras, a su oponente y el agente Boban dice: «Perdón…». Si algún golpe impacta en el agente Boban, número 11, este se queda encogido en el suelo, agarrándose la caja torácica propia con las manos y cerrando los ojos con fuerza para retener el agua. Con los dientes fuertemente cerrados, Boban dice sin falta: «Buen golpe, camarada». Encogido en torno al dolor propio, dice: «Máximas felicitaciones». La piel perpetuamente moteada igual que un perro dálmata, por culpa de hematomas. Paso renqueante con pierna coja. La piel de la cara afianzada con puntos de sutura. Boban siempre muestra la ausencia de una plétora de dientes incisivos.
Pavel, el primero de la clase. Boban, el ultimísimo por debajo.
Pavel, brillante glotón. Boban, palomo que sufre.
Boban chilla como bebé de puerco bajo los puñetazos de los nudillos de Pavel y sus veloces puntapiés. El agente 43 hace papilla al agente 11 y luego lo hace todavía más papilla contra el suelo de madera, extendiendo nuevas manchas de sangre recientes. Pavel aporrea usando el talón del pie. Estrella la rodilla doblada, dejando caer todo su peso para pulverizar con el hueso de la rodilla. El agente Boban, con la boca sangrando y una herida abierta en el cuero cabelludo de la que mana sangre, jamás deja de decir:
– Perdón… perdón… perdón.
De decir:
– Excelente golpe, camarada.
Todos los golpes de Pavel salpican rociando de gotas de sangre, mientras el agente Pavel sigue aporreando y sigue atizando.
La agente Magda lanza un codazo para conseguir ruptura de ojo del agente-yo. El agente Tibor retuerce el cuello del agente Tanek. Todos los agentes son visibles en la pared cubierta de espejos. Todos llevan los pies descalzos, todos van ataviados con pantalón de uniforme de color negro con blusa y pistolera de arma reglamentaria en el cinturón. Poniendo muecas severas de combate, todos los agentes continúan entrenando mientras el suelo se vuelve más resbaladizo por la capa de sangre salpicada de Boban, cuya boca inflada ahora, con ausencia de dientes, arrastra las palabras y emite vómito de saliva roja mientras dice:
– Un golpe excepcional, agente Pavel.
La agente Magda lanza golpe de espinilla que impacta en los genitales del agente-yo, inundándome con una conciencia del sufrimiento doloroso total y espoleando en mí el deseo de proyectar el contenido de mi estómago. Con el arma reproductiva del agente-yo machacada agónicamente, la boca de este agente dice:
– Buen trabajo, camarada. -dice-: Esta lesión pone en jaque futuras generaciones enteras de agentes.
Al momento siguiente, el agente Pavel cesa de encarnizarse con Boban usando pisotones de la Hiena Voladora. Pavel se queda plantado junto al agente caído, inflando el pecho propio con inhalaciones profundas. El agente Pavel cacarea como un gallo, dice:
– ¡Ja, ja!
Blande su mano letal golpeando el oxígeno demasiado deprisa para que el ojo lo presencie. Agita su puño en dirección al techo. Cacareando como gallo dice:
– ¡Traedme más huesos que partir!
Al momento siguiente, la puerta ya no permanece afianzada en la pared. La puerta de la galería de batalla se abre para desplegar al muy talentoso instructor de ataque. Tal como es requisito, todo el entrenamiento cesa, y todos los agentes anuncian al unísono:
– Saludos, educador muy estimado y reverenciado.
Con una sola voz unida dicen:
– Acepte, por favor, nuestro agradecimiento por la sabiduría que nos imparte.
Para que conste en acta, Boban no emite saludo.
Pavel da una patada en la caja torácica del agente Boban. Repite con la bota. Repite y repite con la bota hasta que a Boban le parpadean las cubiertas de piel de los ojos y sus labios dicen con susurro:
– Saludos, educador muy estimado… -Y le falla la voz.
El instructor hace una reverencia con la cabeza.
Y todos los agentes hacen una reverencia con la cabeza.
El aclamado instructor emprende un pequeño desfile hasta penetrar en la galería. El respetado instructor vuelve la cabeza para proyectar su mirada y posarla sobre todos los agentes de combate de forma individual. Se adentra en la galería de batalla, con las manos unidas detrás de la espalda y la mandíbula fuertemente cerrada. Adopta posición de dar golpecitos repetidos con el pie en el suelo, golpecitos que son el único ruido de la galería, y sigue dando golpecitos hasta envolver todos los latidos de corazones al unísono. Y al momento siguiente, el zapato se detiene. Y todos los corazones se detienen.
El muy reverenciado instructor de ataque gira la cabeza para proyectar la mirada sobre el agente Pavel. Haciendo sobresalir la barbilla propia, dice:
– Saborea tu estatus más elevado, camarada. -Dice-: Resulta simple determinarte como supremo entre el total de agentes de esta clase.
Con las manos ensangrentadas juntas detrás de la espalda propia, el agente Pavel infla el pecho y hace una pequeña reverencia con la cabeza.
Mirando el amasijo embadurnado de sangre y encogido de Boban en el suelo, con las nalgas del agente 11 temblando, el instructor dotado de gran sabiduría extiende la mano propia y dice:
– Concédame su pistola, camarada Pavel.
A todos los agentes se les suministran pistolas Beretta reglamentarias de nueve milímetros, semiautomáticas, de acción doble, con retroceso, con funda en la cadera, provistas de cargadores de quince balas reversibles. Velocidad de salida 2.130,3 pies por segundo. El agente Pavel abre la correa de seguridad de la pistolera propia, retira la pistola y se la proporciona al instructor.
Cuando recibe la Beretta no resplandeciente, con acabado en negro mate, el muy talentoso instructor dice, citando al gobernante benévolo y severo dictador Augusto Pinochet: «A veces la democracia tiene que venir bañada en sangre».
El respetado instructor orienta la pistola hacia el cuerpo encogido de Boban y amartilla el gatillo.
El agente Boban, con los ojos fuertemente cerrados, el cuerpo encogido, agarrotado, hecho una bola alrededor del músculo cardíaco propio. Sorbiéndose orificios nasales para retener el agua. Sangre apelmazada con uniformidad.
El agente Pavel compone con la boca una sonrisa torcida de placer. Desplegando hasta el último diente blanco resplandeciente. Una sonrisa lo bastante ancha como para comprimir los ojos de Pavel hasta convertirlos en ranuras.
Mientras presencian el evento, los compañeros agentes tienen el aliento encerrado dentro de los pulmones. La piel cubierta de sudor que se va enfriando.
Al momento siguiente, una descarga de pistola. Un eco estruendoso. Olor a humo elevándose.
En ese mismo momento presente, la cabeza sonriente de Pavel explota. La bala viola su cráneo y expulsa el contenido gris y blando, salpicando la pared de espejos. Salpica a la agente Magda, al agente Chernok y al agente-yo. Esos grumos calientes de esponja gris son la antigua máquina de pensar del agente Pavel.
El esqueleto de Pavel se dobla y cae en espiral hasta convertirse en un simple montón de basura cercano al lloroso Boban.
La cubierta de metal latón del cartucho de la munición es expulsada de la pistola, y su trayectoria en arco se degrada hasta impactar en el suelo de cemento y rebotar… ruido de clinc, ruido de clinc, ruido de clinc…
Toda la muy valiosa educación de Pavel, todo su talento y experiencia, todos sus recuerdos, sus sueños de gloria, remordimientos, afectos y desprecios, toda su educación en acontecimientos históricos y ecuaciones de trigonometría, toda su identidad dotada de una personalidad, todo queda liquidado. Todas sus habilidades y talentos. Pasados y futuros. Todos sus planes meticulosos y su adiestramiento y su práctica. Pulverizados y hechos trizas. Todos sus placeres y penas del pasado convertidos en un pastel de carne gris y humeante, expulsado del cráneo por el orificio de salida de la bala.
El respetado instructor de ataque flexiona las rodillas y se agacha para que su mano pueda recoger la cubierta de latón del cartucho del suelo.
Para que conste en acta, el instructor anuncia entonces que el Estado no necesita héroes épicos. Que no se esfuerce nadie en lograr la celebridad personal de los focos y los aplausos. El instructor nos alecciona con la idea de que el Estado desea que el modelo óptimo de nuestros resultados sea la mediocridad. Nada de fanfarrones que busquen llamar la atención. Nada de bufones. Que el resultado óptimo sea la medianía. Que se supriman los egos trepadores. Que nos convirtamos en ordinarios. En invisibles.
Se requiere que nos borremos a nosotros mismos. De otro modo, será el Estado quien lo haga.
Durante la lección, el instructor emprende rotación de la cabeza propia para enfocar con la cara a cada agente individual. Haciendo contacto con los ojos de cada uno. Al momento siguiente, posa la mirada propia en los residuos de Pavel. Posa la mirada en el amasijo tembloroso de la carne ensangrentada de Boban.
En el suelo de cemento, el agente 11 tiembla. Se encoge de miedo. Una sola gota de orina amarilla traza un reguero por los bajos del pantalón del agente Boban. Con las dos rodillas pegadas al pecho propio, se comprime para hacerse lo más pequeño que puede.
El aclamado instructor pone el brazo de la pistola recto y orientado hacia el espinazo tembloroso perteneciente al agente Boban. Al momento siguiente el cañón suelta un destello. Patapum. Humo.
Cita: «A veces la democracia tiene que venir bañada en sangre».
Al agente 11 se le escapa la última sangre. Con su aliento final, con los labios temblorosos, el agente Boban dice con voz de susurro:
– Felicitaciones, reverenciado instructor. -Y exhala su propia preciada vida para decir-: Un disparo excelente…
Las gotas estalladas de la sangre de Boban… los grumos grises reventados de la brillantez de Pavel… el sudor helado desciende en regueros lentos por las mejillas faciales de la agente Magda, del agente Tanek y del agente-yo. Las rodillas de este agente se flexionan de forma automática y me agacho para que mi mano pueda recoger la cubierta de metal latón de la munición. Los dedos helados. Alojada en la palma de la mano del agente-yo, la cubierta del cartucho retiene una calidez diminuta.