Empieza aquí el informe vigesimoséptimo del agente-yo, número 67, sobre su asistencia a un nuevo ritual de apareamiento para estudiantes celebrado en el recinto deportivo a oscuras del centro educativo. En la noche de hoy, día XXXXX. Todos los asistentes son sometidos a una avalancha de letras de canciones altas en azúcar, sirope musical de maíz, sentimientos repetitivos, sincronizadas con un tempo que imita la interacción acelerada previa a que el pene gigantesco y erecto emita su semilla. Estas se van alternando con música más lenta, que permite unos contactos preliminares prolongados durante los cuales los machos pubescentes frotan a las hembras con sus falos erectos.
Para que conste en acta, está presente la señora Rellenos de Jersey, acompañada por la estimada señora Globos Aerostáticos. Desplegadas por el margen opuesto de la pista de madera de baloncesto, todas las hembras dejan ver los abdómenes, con su despliegue de musculatura interrumpido por el hoyo de la cicatriz umbilical. El hueco oscuro de cada cicatriz adornado con una joya decorativa. Y oculto allí, un bucle diminuto hecho de algún metal precioso. La dama delegada de Nepal y la dama delegada de Burundi, meciendo con descaro esos lomos cincelados en puro músculo, haciendo ostentación de unos flancos suaves compuestos de piel impoluta que recubre muchos músculos esqueléticos.
Todas las estudiantes femeninas han rechazado con anterioridad los avances reproductivos de este agente. A lo largo de otros rituales estudiantiles anteriores, todas se han negado a incubar la descendencia viable del agente-yo. Me rechazan y sin embargo apenas esconden su gran abundancia de clítoris y pezones fragantes.
En medio del estruendo de la clamorosa música ritual, en la penumbra lumínica del recinto de baloncesto, se acerca ahora la agente Sheena, número 7, y declara:
– Camarada. -Dice-: En aras del interés de la Operación Estrago, solicito que emprendamos una danza sexual ritual americana.
Sheena extiende la mano propia y aferra con una presa de frío hierro la muñeca del agente-yo. A continuación obliga a este agente a seguirla, adentrándose en los bailes frenéticos del ritual y diciendo:
– Limítate a montarme como lo harías con una típica hembra recipiente americana.
Posicionado en el epicentro de las parejas de apareamiento de estudiantes, el agente-yo da unos pasos vacilantes a fin de descubrir el ritmo de la música. El agente-yo proyecta la entrepierna en imitación de los machos coetáneos americanos, golpeando con ella la entrepierna vestida de Sheena, y mientras tanto sacude las manos en busca de espacio circundante al azar.
De tan ocupado que está, este agente no es consciente de que lo están rodeando sus compañeros-agentes: Mang, Tanek y Bokara. Que llevan enfurecidos con este agente desde la batalla de pelotas a esquivar. Todos se posicionan como horas de un reloj alrededor de este agente: Tibor a la una preparándose para ejecutar la maniobra del Babuino Batiente. Mang se posiciona a las siete en punto, listo para lanzar un cruel Manotazo Mutilador del Manatí. Ling a las once en punto. Chernok a las cuatro en punto. Tanek posicionado para iniciar el brutal Martirio del Mono. El codo y el puño de Otto preparando el muy letal Porrazo del Panda.
Alineados a las ocho en punto, a las dos en punto y a las diez en punto, asediando completamente y por todos los flancos al agente-yo.
Todos los compañeros-agentes comienzan a asestar violentos y muy dañinos intentos de golpes sobre este agente. Todos se ponen a intentar impactar salvajemente con los codos para despachar de inmediato la vida del agente-yo.
Todo el campo de visión de este agente queda lleno de golpes secos con los cantos de las manos. Lleno de los arcos letales de las patadas asesinas. Un revuelo borroso de infinitos asaltos letales. Dedos que intentan clavarse. Acometidas de cabezazos. Todos los miembros físicos de este agente se dedican a esquivar ataques de puños, a toda velocidad, a interceptar los pies que llegan lanzados. Girando en todas direcciones, con rapidez de centella eléctrica, los reflejos del agente-yo reclutan todo su historial de adiestramiento para detener los golpes que vienen de la una en punto, para interceptar los impactos procedentes de las ocho en punto y para esquivar el ataque del León Lacerante.
Durante el revuelo a oscuras, bajo el viento que generan tantos ataques asesinos, en medio de una tormenta de sudor, y de los jadeos que generan tan potentes esfuerzos, la agente Sheena dice:
– Camarada. -Dice-: Nadie traicionará la sagrada misión de la Operación Estrago.
Desde detrás de la bala de cañón de su puño cerrado, el agente Oleg dice:
– ¡Prepara a ti mismo para morir, camarada!
Durante esos mismos instantes, los estudiantes americanos abandonan la pista del ritual. Los adolescentes-estudiantes retroceden hasta quedar meramente observando la melé de golpes de brazos y piernas. El destello de los momentos repetidos que casi obtienen el asesinato del agente-yo.
Al momento siguiente, una voz femenina dice:
– Qué baile tan raro… -La voz de la señora Zeppelines dice-: ¡Están haciendo una de esas danzas nativas de la lluvia!
La señora Mamellas dice:
– ¡Mola!
Y comienza a intentar replicar el baile, con unos puños que no golpean nada y con unos pies que no impactan contra nada. Todas las mujeres se enrolan en la misma imitación frenética. Mimetizando todas las técnicas implacables de batalla. Y al momento siguiente, empiezan a inmiscuir sus cuerpos esbeltos entre la multitud de agentes asesinos. La invasión de estudiantes femeninas núbiles empieza a repartir codazos de señorita para desplazar a los agentes asesinos. Y mientras lo hacen, las hembras adolescentes fértiles se acercan al agente-yo y lo rodean hasta constituir una muralla entera de carne deseable, un baluarte que me separa de todos mis atacantes.
La barrera suculenta de multitud de glándulas mamarias escuda al agente-yo, las nalgas bamboleantes de señoritas entorpecen los ataques pendientes. Me aíslan y me excluyen de agresiones futuras de mis compañeros-agentes. Las damas azotan con sus largas melenas del cabello capilar propio, un cabello muy saludable, de peso denso, usado como brutal látigo. Sus glándulas infladas aporrean a los agentes letales hasta obligarlos a retirarse.
Albergado en las profundidades de su interior, en el cálido santuario resultante de carne femenina suave, de labios fugaces, de lenguas que lamen, del mejor despliegue posible de material genético robusto y seleccionado, este agente continúa bailando frenéticamente con una gran seguridad garantizada de momento.