Empieza aquí el informe vigésimo del agente-yo, número 67, muy recientemente salido del transporte público de masas de la ruta XXXXX. Depositado en parque industrial XXXXX. Lleva a cabo largo desfile para llegar a las instalaciones privadas que están realizando investigación contratada por el departamento federal de XXXXX de Estados Unidos. Propósito específico es huir llevándose muestras de máxima seguridad de XXXXX.
Para que conste en acta, durante el transporte a bordo del vehículo público, la hermana-gata huésped aplica pintura de color negro en la piel facial del agente-yo, y simultáneamente este agente propugna verdades profundas presentadas por el reverenciado demógrafo francés Alfred Sauvy, pronuncia sermón de la lucha del mundo moderno entre la amenaza corrupta y degenerada del capitalismo y el noble socialista, batallando para controlar o rescatar al inocente Tercer Mundo. La voz del agente-yo, una voz aguerrida que brama para informar a todos los proletarios del interior del vehículo, proclamar que los antiguos esclavos de las colonias del Tercer Mundo son las víctimas potenciales del ansia codiciosa del capitalismo por los recursos naturales brutos, de su robo del petróleo, de su violación de los minerales bauxita y zinc, y a cambio se limita a bombardear sobre los inocentes nada más que productos inferiores de una cultura de masas decadente. Los astutos capitalistas inundan las economías nativas con un exceso de corrosivos destructivos: el azúcar refinado, por ejemplo, las estrellas de cine de Hollywood, los asientos de automóvil con calefacción, el fiambre enlatado, la pasta de dientes, el papel higiénico de retrete, el Hombre Biónico o los rizos permanentes.
El oído de la hermana-gata permanece atento, la hermana-huésped aplica pintura negra frotando con el dedo en la piel facial de este agente, la hermana acepta las verdades políticas declaradas por Sauvy en 1952. Su muy celebrada misiva titulada Tres mundos, un planeta.
El arma del agente-yo, constreñida y turgente dentro de los pantalones de este agente.
La voz de heraldo del agente-yo vocifera muy fuerte que todas las naciones ricas son malvadas de forma innata. Y a la inversa, que todas las naciones que sufren pobreza son inocentes y fuente de mucha bondad oprimida. Cita adicionalmente el enormemente brillante Informe Brandt con fecha de 1980, que demuestra sin lugar a dudas cómo los codiciosos gigantes consumidores de petróleo -específicamente Canadá, Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia- mataban de hambre a naciones ya hambrientas del Hemisferio Sur como Zambia, Unión Soviética y Arabia Saudí. El grito estridente del agente-yo crece de intensidad, hasta que la voz se rompe y se convierte en un chillido, mientras este agente dice:
– El combustible tan caro que es capaz de impulsar este vehículo público… -Dice-: El petróleo es en realidad la sangre de la pobreza que les es chupada a los niños aborígenes.
Un manifiesto presentado con gran arrojo.
La barbilla de este agente, muy elevada para mostrar coraje desafiante. Esperando que le den la razón.
La hermana-gata extiende la pintura por los labios detenidos del agente-yo. La frente de este agente está cubierta de pintura seca y endurecida. Frotamientos como caricias, masaje. Círculos suaves. El dedo engrasado traza pinceladas infinitas. El dedo resbaladizo de la hermana se desliza a lo ancho de la frente caliente de este agente.
Su seno suculento y fragante, tan cercano. La hermana-huésped toca con la yema del dedo y dice:
– ¿Sabes que tienes unos ojos muy bonitos…?
El cuello del agente-yo efectúa rotación para poder ver los propios globos oculares reflejados en el interior de la ventanilla nocturna. La ventanilla del vehículo público revela únicamente a este agente, un borrón negro, con los ojos muy hundidos en el interior de la pintura negra.
La hermana-huésped lleva la yema del dedo a los labios de este agente y dice:
– Es una lástima que vayas a ser mi hermano…
En su asiento, el capitán del transporte público detiene el vehículo y activa la puerta para que se desencaje de la pared metálica y por fin decreta a través de su micrófono amplificado:
– Fin de trayecto. -Dice-: Por favor, que se bajen todos los mimos.
Mientras la hermana-huésped y este agente se bajan del transporte, el capitán del vehículo ofrece una mano que contiene una pluma de tinta. Ofrece otra mano que agarra una tablilla de páginas de papel en blanco. Y dice:
– Eres el chaval que mató a aquel hijoputa chiflado. -Dice el capitán-: ¿Te importa darme tu autógrafo?
Atravesando un entorno a oscuras de camino a la destinación, rodeados por los gritos de apareamiento de los grillos, por el graznido de las ranas macho, este agente emite un simposio referido a la misiva americana titulada Le défi américain. Que amonesta a la élite intelectual por la manera en que las numerosas corporaciones de Estados Unidos como Kodak, Gillette y General Motor se esfuerzan por envolver el mundo entero con sus tentáculos que chupan la riqueza para digerirla y engordar a la nación nodriza soberana americana, chupando la energía vital además de las oportunidades mientras mantienen a las naciones sometidas despojadas de recursos y de culturas nativas.
En el momento actual, se realiza un peregrinaje por el perímetro del parque industrial, bordeado por una verja de alambre entretejido. Orientándonos por la espesa oscuridad. Pisando la carretera de macadán vacía de vehículos, aproximándonos a la lejana edificación construida de ladrillos de arcilla, bañada por la iluminación de bombillas eléctricas de gran tamaño suspendidas de múltiples postes. El campo de macadán tiene pintadas muchas ramificaciones de alineamientos en blanco para encajar a los automóviles infinitos de los perezosos profesionales burgueses americanos. En el momento actual, no hay automóviles almacenados.
La voz de arenga del agente-yo continúa anunciando la porción de culpa merecida amontonada sobre las naciones occidentales de acuerdo con la saga ilustrada del Informe Pearson emitido en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo…
– Silencio -dice la hermana-gata merodeadora. Dice-: Calla solo un momento, ¿quieres?
La hermana detenida, con las manos extendidas, con los dedos desplegados y palpando la negrura, intentando sentir en el viento helado el sonido de los guardias centinelas. Posibles testigos registrando el documento con cámaras de vídeo.
– Tú eres el espía en prácticas -dice la hermana-huésped, agitando un dedo estirado hacia la cara de este agente. La hermana toca con el dedo los labios cerrados del agente-yo y dice-: Necesito que te quedes callado.
Pese a la presión para infundir la única ideología política correcta.
Pese a la falacia continua en la que está sumida la visión del mundo de la hermana-huésped.
En postura acuclillada de primate inferior, corremos trazando un itinerario de dientes de sierra para biseccionar el jardín segado del edificio enorme. Llegamos al letrero estacionado en la entrada, el que tiene la inscripción en letras inglesas que dice: INSTITUTO DE MEDICINA RADIOLÓGICA.
Posibilidad frecuente de conquistar a la hermana-gata, depositarla sin conciencia sobre el jardín segado y regalarle un feto que tenga los mismos ojos bonitos que el agente-yo.
Al momento siguiente llegamos a las puertas del centro, la hermana se descuelga la bolsa de tela y hunde la mano en el interior para extraer la tarjeta plastificada con el nombre del padre-huésped y la prótesis ocular humana fabricada con cristal de color verde. La hermana-gata pasa la tarjeta contra la caja que hay adyacente a las puertas. Posiciona el ojo ante el foco de la lente de la caja. En el mismo momento presente, la puerta del edificio emite un clac de cerradura y un zumbido furioso. La hermana-huésped agarra el borde de la puerta liberada y la empuja para encajarla en la pared de ladrillos amontonados de color rojo.
La voz del agente-yo suplica no ser abandonado, que no lo releguen al deber de simple vigilante. Ruega que este agente pueda acompañar a la hermana en su incursión destinada a cosechar recursos que equipen el proyecto de la feria de las ciencias.
Este agente proyecta una voz que suplica piedad, con las palabras comprimidas para acelerar el murmullo aflautado que pronuncia una garganta constreñida. El músculo paliducho de la cara, la frente acartonada por la pintura descascarillada de color negro, con los dos ojos muy abiertos como bocas que bostezan y la piel cubierta de agua reluciente. La tráquea del agente-yo ejecuta un trago de saliva, y su nuez de Adán emite el ruido correspondiente. Los ojos rebosantes de líquido se parecen a los de los cachorrillos americanos que la gente se come como ternera.
La hermana-huésped observa la deliciosa expresión facial de este agente. La hermana frunce los ojos, echa un vistazo que barre el jardín circundante y dice:
– Vale.
Inyecta la mano en el seno de la bolsa de tela y extrae unas pieles de látex para ponérselas envolviendo los dedos. Le entrega unas pieles de látex a este agente mientras dice:
– Póntelas para no ir dejando un montón de huellas por todos lados.
La puerta desencajada sigue emitiendo un zumbido furioso. Impaciente por ser encajada de nuevo en la pared.
La hermana extiende cada una de las manos en el interior de pieles de látex similares. Indica a este agente que viole el portal. Y por fin permite que la puerta se encaje y que cese el zumbido.
Y en ese momento, el victorioso agente-yo invade unas instalaciones de máximo secreto de un contratista de la defensa de Estados Unidos. Rodeado del lujo exuberante y decadente del complejo de la industria militar. Infinitas pantallas de ordenador se jactan de sus despliegues en cuatro colores. Las fuentes dispensan aguas heladas para ser tragadas. El spa muestra el rótulo hombres. Una plétora de sillas sobre ruedas, instaladas para pivotar en todas direcciones. El suelo cubierto de una rica alfombra gris. Un cuarto de juegos lujoso y exuberante cedido para el uso de ingenieros malignos y bioquímicos malvados.
La hermana-gata ya está emprendiendo un desfile, guiando a este agente por laberintos de muchas vallas tapizadas con elegante lona gris, trazando zigzag para evitar pasos en falso durante la ruta a la destinación. Todos los escritorios de mesa se permiten el lujo de un territorio privado delimitado con vallas. La superficie de las vallas tapizadas tiene sujetas selecciones de fotografías que muestran a niños pequeños americanos obesos revolcándose encima de los brazos de sus obesos progenitores, cubiertos de montañas de enormes inventarios de juguetes innecesarios. Fotografías de animales, perros y gatos, ternera y cerdo. Algún que otro recipiente sucio fabricado a base de cerámica densa, con residuos de cafeína seca, con la leyenda glaseada: «El mejor papá del mundo».
Al llegar al armario, un armario alto que tiene las puertas de metal pintado de gris, la hermana-huésped le entrega un saco de tela a este agente. Le da instrucciones a las manos del agente-yo para que coloquen la apertura del saco muy abierta. La hermana-huésped agarra los picaporte del armario y dice:
– El mejor botín está aquí…
Sus manos retuercen el picaporte. Mueven las puertas de metal para desencajarlas. Revelan en el interior del armario pequeños paquetes de pulpa de papel moldeada, cartón ligero. La hermana comienza a violar cada uno de los paquetes, saca a la luz los contenidos y los deposita en el saco expectante de tela.
Tal vez es un error.
Durante la cosecha de los contenidos del armario, la hermana dice:
– ¿Te has enterado de los resultados de la autopsia de Trevor Stonefield? -Dice-: A mi madre se lo ha contado alguien de la sanidad del condado. -Dice-: Resulta que alguien estaba abusando sexualmente de él… de Trevor, quiero decir, no del tipo de sanidad…
Está claro que es un error. Lo que estamos cosechando dentro del saco de tela es meramente un amplio espectro de colores de plumas de tinta. Cosechamos pequeños paquetes de alambre cromado doblado en forma de sujetapapeles. Munición para grapadoras americanas. Tijeras. Plumas de tinta adicionales.
La hermana-gata continúa su discurso referido a la autopsia de Trevor y a cómo se le ha descubierto un trauma reciente en el intestino grueso. Abrasiones parcialmente curadas en el recto. Fisuras que han rasgado las tiernas membranas del ano de Trevor. Todos ellos signos que indican abusos sexuales en un pasado reciente.
Igual que la cubeta de agua que devoró al roedor blanco. Igual que Pavel. La deidad es el único modelo de conducta correcta, matando con armas de guerra cancerígena, con terremoto y con ciclón. Todos los humanos tienen que justificar el asesinato salvaje futuro del que serán víctimas a manos de la deidad.
La hermana-huésped deposita dentro del saco de tela paquetes de discos informáticos en blanco. Etiquetas adhesivas. Tablillas de papel pautado. Lápices mecánicos. Borradores de goma.
Y en el mismo momento, hay disponible muy cerca una selección igual de amplia de códigos de lanzamiento de misiles nucleares. Tentadores detalles estratégicos de los movimientos de las tropas americanas. Planes preliminares de futuros prototipos de la mayoría de las armas militares científicas. Abundancia exuberante de todos los altos secretos de la defensa.
La hermana-huésped, sustrayendo más plumas de tinta y más papel pautado, dice:
– La policía le va a meter un puro a alguien por darle por el culo a Trevor…
Esta instalación concreta está llena hasta arriba de deliciosos isótopos nucleares. Plutonio. Estroncio. Un delicioso menú de elementos radiactivos. En secreto, este agente recita: «… uranio… radio… einstenio…». Una amplia selección de muestras de cultivos biológicos y químicos letales.
Ántrax. Ébola. Sarín.
Para acceder a ellos solamente hay que utilizar la tarjeta plastificada con el nombre y la prótesis ocular de color verde. Ambas cosas ocultas en el pantalón de la hermana-gata.
El endeble saco de tela está tensado hasta casi romperse, lleno de un cargamento de plumas de tinta, grapadoras, cintas adhesivas, discos en blanco y desechos. Detritos.
Poniendo voz de cachorrillo-bebé, este agente le suplica a la hermana que se retire y que accedamos a la ubicación del almacén de materiales nucleares para poder hacer un intercambio lo bastante íntimo de bocas. Una mezcla de salivas. Que nos retraigamos a la bóveda de máxima seguridad para generarnos placer mutuo. Y así allí podré acceder a un festón de curio, hasio y laurencio.
La hermana-gata encaja las puertas del armario y cierra los picaportes. Se gira para posar la mirada en este agente y dice:
– Pigmeo… -Dice-: A ver si lo entiendes… tú y yo vamos a tener el mismo padre, así que no nos lo podemos montar, y tampoco lo podemos meter en líos a él. -Dice-: ¿Lo entiendes?
Usando su voz secreta, en el interior de su cabeza, el agente-yo cita al jovial monarca y bondadoso rey Mao Tse-Tung y dice: «La necesidad de cagar después de comer no significa que comer sea una pérdida de tiempo».
Las manos enfundadas en látex del agente-yo trajinan el peso muerto de las plumas robadas y los sellos de correos. En secreto, este agente habla dentro de su cabeza y debate acerca de si la policía lo va a arrestar por sodomizar al matón amarillo-claro. Abortando el proyecto letal de la feria de las ciencias. Frustrando la Operación Estrago.
El castigo por sodomía sería colocar al agente-yo encarcelado para el decurso completo de su vida en la compañía de otro gran número de sodomitas. Ese es el absurdo de la justicia legal americana.
Esperando cerca, los atractivos isótopos radiactivos polinio-210, iridio-192 y cesio-137. El casi inalcanzable tesoro envenenado del exquisito talio. Tan cerca de mi alcance, el seno fragante de la hermana-gata y el exuberante torio enriquecido. Una combinación de todas las gloriosas victorias.
Cita: «La necesidad de cagar después de comer no significa que comer sea una pérdida de tiempo».
El problema es que ahora las nalgas prominentes de la hermana-gata se baten en retirada. Alejándose, ella dice:
– No puedo dar lecciones de cómo se actúa en tu ciudad, pero aquí… -Dice-: Los hermanos y las hermanas simplemente no se lían entre ellos. -Con la tela del pantalón tensada para contener sus suculentas nalgas, la hermana-huésped realiza un rápido y sigiloso desfile hacia el letrero que marca la dirección de salida.