CAPÍTULO 9

Jonas golpeó la pared con la mano directamente junto a la cabeza del detective.

– No me venga con esa mierda, resérvesela para los civiles. ¿Quién demonios es esta… cómo han llegado tan lejos?

El detective Steward suspiró y se rindió.

– El atacante era un hombre llamado Albert Werner. Era un electricista, tenía esposa y una hija. Las cámaras cogieron un par de tomas de él durante el desfile de moda. Estaba hablando con el Reverendo RJ en una de ellas. -Steward entregó a Jonas la fotografía aumentada de un hombre alto y de buena constitución hablando con el Reverendo con gente que obviamente gritaba protestas al fondo.

– ¿Qué tenía que decir el Reverendo?

– Sólo que era un alma atormentada y que estaba inquieto. El Reverendo le invitó a ser salvado, o algo a ese efecto, pero el hombre lo rechazó. La opinión del Reverendo parece ser que era que la Señorita Drake cosechó lo que sembraba.

Jonas maldijo, sus dientes se apretaron con un ruido seco y despiadado.

– ¿Encontró alguna conexión entre ese falso evangelista y Werner?

– Estamos trabajando en ello. El perpetrador hizo una donación importante al grupo de los derechos para los animales la semana pasada. -El detective le entregó otra fotografía desenfocada. Albert Werner estaba de pie con el grupo de derechos de los animales gritando a los reporteros.

– ¿Qué hay de la enfermera que intentó matarla? ¿Estaba implicada con uno u otro grupo?

– No era una enfermera. Es una técnico de veterinaria y su nombre es Annabelle Werner. Es la esposa del perpetrador.

– ¿Su esposa? ¿Su esposa vino al hospital e intentó terminar el trabajo? Esto no tiene ningún sentido. No recuerdo estos nombres en ninguna de las cartas amenazantes escritas a Hannah -dijo Jonas-. ¿Encontró algo? ¿Una amenaza contra ella, una razón para que la odiaran tanto como para hacer algo como esto?

– Aún no. Examinamos los archivos de los pirados y no están allí.

– ¿Y que hay de su hija? ¿Tenía aspiraciones de hacerse modelo?

– Está en un hospital para desordenes alimenticios, lo cual podría ser un motivo. Totalmente demacrada. Tiene doce años. Tiene fotografías de estrellas de cine en la habitación, pero no de la señorita Drake, pero de todos modos, podría ser la conexión. La niña se priva de la comida queriendo ser una modelo como Hannah Drake. Todo el mundo conoce la cara y el nombre. Es un objetivo fácil a quien echarle la culpa.

– ¿Ambos padres querían matar a Hannah? ¿En represalia por lo de la niña? -No está claro-. Albert Werner no podía esperar escapar de esto. Las cámaras estaban sobre él. Tenía que saberlo. Había demasiado público a no ser que quisiera hacer una declaración. La había atacado como si quisiera destruirla, destruir su belleza… y luego su vida. Los primeros golpes no fueron para matar. Fueron para desfigurarla.

Sólo pronunciar las palabras en voz alta le trajo a la mente las imágenes que simplemente no podía olvidar. Sus entrañas se retorcieron. El cuchillo cortando con crueldad, brutalmente una y otra vez, cortando en pedazos a Hannah. La bilis subió. El sudor estalló.

– El médico dijo que los primeros golpes eran deliberados y exactos pero bajos, cortándole la cara, el cuello, el pecho, la cintura y el estómago antes de empezar a apuñalarla lo suficientemente profundo para matarla. -Se defendió contra las oleadas de náuseas intentando mantener la voz, intentando no dejar que fuera personal, no pensar que la víctima era Hannah, su Hannah-. Me gustaría consultar con un amigo mío, un psiquiatra, le mostraría lo que tiene sobre los atacantes y le pediría su opinión, porque esto no tiene sentido para mí.

Le parecía más probable que hubieran sido programados, tal vez hipnotizados o que hubieran utilizado magia… ¿pero cómo podía decirle eso al detective?

– Para mí tampoco-admitió el Detective Steward-. Porque si el marido estaba muerto, la esposa tenía que estar preocupada por quién iba a cuidar de la niña. ¿Por qué venir al hospital y arriesgarse a matarla con usted dentro de la habitación? Esto no tiene sentido.

– ¿Ha comprobado si Werner pertenecía a la pequeña congregación del Reverendo? Tal vez la conversación fue algo distinta a lo que el Reverendo dice.

Steward asintió con la cabeza

– Oh, estoy seguro de que fue distinta. He interrogado al Reverendo algunas veces y creo que ese hombre es un chiflado -carismático- pero aún así un chiflado. Ha estado reclutado a jovencitas de la calle para llevárselas a su casa. Dice que intenta salvarlas, pero yo no me lo trago.

– ¿Por qué le había interrogado? -preguntó Jonas con curiosidad.

– Hubo un ataque a una joven prostituta. Tiene apenas quince años. Alguien la golpeó casi hasta la muerte. Le hicieron todo lo que podían hacerle. Sus amigas juran que fue el Reverendo. Desde luego él tiene una coartada hermética. Los miembros de su iglesia dicen que estuvo con ellos toda la noche rezando.

– Pero usted no se lo cree.

– Ni por un minuto. Pero la chica estaba demasiado asustada para hablar. Creo que el Reverendo puede conseguir que la gente diga o haga cualquier cosa por él. Creo que le entregan a sus hijos y su dinero. Y si hay una conexión entre él y los Werner, no me sorprendería. Creo que el Reverendo podría convencer a alguien para cometer un asesinato.

– Es de nuestra parte del país -admitió Jonas-, y hemos intentado atraparle desde hace tiempo. Posee muchas tierras y las mantiene herméticamente cerradas. Una vez que las muchachas son llevadas allí, nadie las vuelve a ver. Lamentablemente encuentra a niños en los que nadie está interesado, de manera que puede librarse. ¿Cree que podría haber ordenado a uno de sus seguidores que hiciera el trabajo de acuchillar a Hannah?

– Es capaz -dijo Stewart- Y quienquiera que fuera a por la prostituta la cortó malamente, con un cuchillo. Su cara nunca volverá a ser la misma.

– ¿Puede trabajar con ella y ver si le identifica?

– Ha desparecido. Cuando salió del hospital, se marchó lejos.

– ¿Cree que huyó o que alguien se la llevó?

Steward se encogió de hombros.

– Es una rata de la calle, ¿quién sabe? Pero incluso si sus amigas se equivocan y no fue el Reverendo, él es un problema. Es listo. Puedes verlo cuando habla. Suena muy bien hasta que comienza su enfático y fanático discurso sobre las mujeres y como son la caída de los hombres buenos y que él tiene que salvarlos de ellos mismos.

– ¿Entonces, qué tiene de la mujer de Werner?

– No mucho. No tiene más que una multa por mal aparcamiento. Sumamente respetada como técnico veterinario tanto por sus compañeros de trabajo como por sus vecinos a los cuales les caía bien. Consiguió la droga en el trabajo. La utilizan en la eutanasia de animales. Todos los que los conocían parecen sinceramente impresionados porque cualquiera de los Werner estuviera implicado en un asesinato. El marido tampoco es que tenga en realidad un historial. No hago más que darle vueltas a la cabeza. Unas pocas multas, una pelea a puñetazos.

Jonas golpeteo con los dedos en la mesita de la sala de espera, frunciendo el ceño mientras se concentraba. Cada vez parecía más y más como si los padres pudiesen haber sido programados para matar. Pero ¿por qué? ¿Y por quién?

– ¿Ha entrevistado a la hija?

– Está bastante destrozada. No pude hacer mucho con ella. Conocía a Hannah Drake y la admiraba, pero el mundo entero conoce la cara de la señorita Drake. No noté que fuera demasiado fanática de ella y como dije, cuando buscamos en la casa, había fotografías de estrellas de cine, no de modelos, en su habitación. Encontramos dos revistas en la casa en las que salía la Señorita Drake, pero eso no es insólito tampoco. Su cara está en la portada de muchas revistas. -El detective no podía evitar las miradas rápidas y curiosas que seguía lanzando a Hannah a través del cristal-. Creo que la señorita Drake está bastante a salvo por lo que respecta a la niña y no hay ninguna familia que vaya tras ella.

Conteniendo el impulso de derribar a Stewart, Jonas se pasó las manos por el cabello y siguió la mirada del detective. Para su asombro, Hannah le devolvió la mirada. Su corazón saltó.

– ¿Me haría el favor de mantenerme informado de cada aspecto de la investigación? En cuanto sea posible, llevaremos a Hannah a casa.

– Tendré que hablar con ella. Los doctores dijeron esta mañana que había mejorado de manera espectacular.

– No lo suficientemente espectacular como para que hable con ella. Le avisaré si dice algo o si está en condiciones de ser interrogada.

El detective asintió con la cabeza y se alejó, echando un vistazo una vez más hacia Hannah mientras lo hacía.

Jonas murmuró maldiciéndole mientras volvía a la habitación cambiando inmediatamente a una sonrisa

– Te has despertado, Hannah. Llevabas durmiendo ya algunos días. Me has asustado infernalmente -Se sentó en una silla, con el corazón palpitando, intentando parecer relajado y optimista.

Parecía una momia, envuelta en gasa desde las caderas hasta las mejillas. Su cara, lo poco que se podía ver, estaba hinchada y magullada. Tenía la piel tan blanca que parecía confundirse con las vendas y las sábanas a su alrededor. Su mirada estaba fija en él y si él no se equivocaba, estaba a punto de llorar.

Jonas se inclinó hacia delante y le presionó la palma sobre la cabeza, proporcionándole contacto y calor

– Todo va bien, cariño. Todo lo que tienes que hacer es estar tumbada ahí y mejorarte. Estás fortaleciéndote. -Nunca conseguiría sacar esta visión de ella de su mente. Nunca olvidaría el pánico que le atravesaba. Nunca superaría la terrible y profunda pena que calaba hasta los huesos. No podía cerrar los ojos sin ver el cuchillo. La sangre. Nunca se había sentido tan desvalido ni tan inútil e impotente en su vida. Debería haber estado allí. Dios del cielo. Yo debería haber estado allí.

Jonas

Oyó el miedo en su voz, el eco en su propia mente. Su estómago se encogió en reacción. Luchó contra la respuesta física y se obligó a sonreírle tranquilizadoramente.

– Lo sé, cariño. Él ya no puede hacerte daño. Nadie volverá a hacerte daño otra vez. ¿Cómo te encuentras? ¿Sientes dolor?

– Mi garganta -Me duele al hablar. Mi garganta esta áspera. Me duele por todas partes. Incluso la boca.

El doctor había dicho que su voz nunca sería la misma.

– La enfermera puede darte más medicación para el dolor.

No. Sólo quiero irme a casa. Llévame a casa. Parezco un monstruo de feria. Todos me miran, incluso las enfermeras.

– Vamos a llevarte a una habitación privada, donde podamos vigilarte más fácilmente. Te sacaremos de aquí cuanto antes.

No puedo recordar demasiado.

Él utilizó el pulgar para limpiarle una lágrima de la mejilla. Las pestañas estaban mojadas y de punta y resultaba tan enternecedora que deseó abrazarla y protegerla contra todo y todos.

– No tienes que recordar. Todos estamos aquí contigo y vamos a llevarte a casa.

– ¿Qué aspecto tengo? -Levantó una mano vendada y tocó el vendaje de gasa que le rodeaba la cara.

Una sombra cayó sobre ellos y Jonás se giró justo a tiempo para ver a un hombre vestido de camillero haciendo una fotografía a Hannah con su teléfono móvil. Maldiciendo, Jonas saltó sobre él y cogió al hombre que se alejaba rápidamente. Arrancándole el teléfono, lo dejó caer al suelo y lo pisó con fuerza.

– ¡Eh! No puede hacer esto.

– Tienes suerte que no le detenga. -Jonas miró la etiqueta del hombre-. George Hodkins. Te quedarás sin trabajo por esto.

– Vale mucho dinero, hombre. Voy a la escuela y lo necesito.

– Vete al diablo -dijo Jonas apartándole de un empujón y pateando el teléfono roto con tanta fuerza que golpeó la pared. Señaló a la enfermera a cargo, empujando al hombre hacia ella-. Intentaba sacar provecho tomando fotografías de su paciente. En cuanto se ocupe de esto, me gustaría que la trasladaran a otra habitación donde podamos protegerla mejor.

La enfermera le frunció el ceño al hombre.

– Sí, desde luego, señor Harrington. -Dirigió su atención al camillero-¿Cómo osas invadir la intimidad de una de mis pacientes?

Jonas los dejó y volvió con Hannah. Había sido demasiado fácil. Si el hombre hubiera tenido un arma en vez de una cámara, podría haber disparado a distancia. No podía proteger a Hannah aquí. Tenía que llevarla a algún lugar donde pudiese controlar todo movimiento alrededor de ella. Cuanto antes. Tenía que llevarla a casa. Joley les podría proporcionar un avión. Se hundió en la silla junto a ella, su mente repasando los detalles.

No puedes continuar tan disgustado, Jonas. Va a haber fotografías. Esas revistillas horribles deben tener un día de gloria. Reprimió un sollozo, pero no antes de que él captara en su mente como se giraba apartando la cabeza.

– Jodidos reporteros, Hannah. Puedo tratar con ellos. Tomaremos medidas para llevarte a casa en cuanto el hospital nos dé permiso. Tus hermanas y tías se turnaran para ayudarte a acelerar la recuperación durante el día así que nadie se cansará, pero ellas pueden sanarte mucho más rápido en casa. Saldremos de aquí en poco tiempo. -Y él podría controlar la seguridad a su alrededor mucho más fácilmente.

El enérgico golpe en la puerta hizo que Hannah se encogiera. Su agente, Greg Simpson, pasó rozando a Jonas sin echarle una mirada, inclinándose para depositar un beso en la coronilla de Hannah.

– No me han dejado entrar hasta hoy, Hannah. Esto es terrible. Tan terrible. ¿Quién haría algo tan brutal e imperdonable? Los reporteros no me dejan en paz. He tenido que conceder tantas entrevistas que he perdido la voz.

Hannah no giró la cara hacia su agente, pero se mantuvo quieta, casi congelada. Jonas sintió que la tensión y la angustia aumentaban y rodeó a Simpson para cogerle la mano vendada. Ella apretó los dedos alrededor de los suyos.

– Di no.

Simpson se giró como si sólo entonces notara la presencia de Jonas.

– ¿Qué? -preguntó rígidamente, mirando con el ceño fruncido hacia las manos entrelazadas.

– Podías decir que no a las ruedas de prensa. Decirles que se vayan al diablo. Están dando vueltas como buitres.

– Desde luego que lo hacen. Hannah es conocida y adorada en todo el mundo. Todos quieren saber como está -si va a vivir- si puede volver a recuperar su lugar en el mundo de la moda otra vez. Son grandes noticias. Debes haber visto todas las flores, las tarjetas y los admiradores.

Jonas sintió un pequeño temblor que atravesaba a Hannah.

– Es muy querida -admitió, queriendo que ella supiera que era consciente de la adulación del mundo entero.

– Por lo que desde luego tiene que decir algunas palabras para tranquilizar a sus admiradores. Puedo seleccionar a los reporteros que han sido buenos con ella, los que se preocupan…

Hannah se estremeció e hizo un pequeño sonido de consternación en la mente. No giró la cabeza o miró a su agente.

Jonas se levantó, obligando a Simpson a dar un paso atrás.

– Así que estás aquí para comprobar si Hannah está preparada o no para dar una rueda de prensa. No, no lo hará. No hablará a los reporteros. Y no entrarán fotógrafos a su habitación tampoco.

– No hay ninguna necesidad de enfadarse, señor… ¿Quién es usted de todos modos?

– Soy el prometido de Hannah. -Cuando la mente de Hannah se extendió hacia la de él en sobresaltada reacción, Jonas se inclinó para llevarle sus dedos a la boca. No te preocupes, cariño, no te sacaré de circulación aún. Sólo me estoy deshaciendo de este gusano por ti.

Por primera vez, hubo un fantasma de sonrisa en la contestación que se produjo en su mente. Es un poco gusano. Pero hace muy buenos tratos cuando se trata de conseguir trabajos

Es un sabueso de la publicidad.

– Hannah no tiene prometido. Yo lo sabría.

– Y de alguna manera la noticia se hubiera filtrado a la prensa.

– La prensa es parte de la vida de Hannah. -Simpson parecía de pronto triste, con la boca caída y los ojos como los un cachorro perdido-. Aunque no puedo ver como nuestra Hannah recobrará alguna vez la increíble belleza que la ha hecho tal estrella. Dios mío -Ambas manos revolotearon, yendo hacia su angustiada cara-. La cortó en jirones.

El cuerpo de Hannah se tensó como si alguien le hubiera pegado un tiro. Su reacción fue tanto física como mental, alejándose de Jonas, negándose a mirar a cualquiera de ellos.

Simpson atravesó la habitación evitando a Jonas mientras fruncía el ceño y se frotaba las palmas arriba y abajo sobre el pecho.

– Tendré que hacer un control de daños con las cuentas. Hay tantas. La empresa cosmética, el perfume. Estábamos negociando con la principal cadena de una marca de ropa. Tendré que conseguir a alguien que se prepare para hacerse cargo o lo perderemos todo. Hay gente que cuenta contigo. ¿Has hablado con algún cirujano plástico? ¿Será capaz de dejarte la cara como antes cuando te operen?

– Fuera. De. Aquí. Ya. -Jonas articuló cada palabra entre los dientes apretados.

– No. No. No lo entiende. Cree que no tengo compasión, pero mi trabajo es dejar a un lado las emociones y mantener el negocio de Hannah en funcionamiento. Soy el responsable de aclarar este lío.

– Eres responsable de meterla en él -gruñó Jonas, sabiendo que era injusto-. Ella no debería haber estado allí en primer lugar. Vete al infierno y déjanos solos.

– Volveré, Hannah, cuando seas tú misma y podamos hablar de esto – dijo Simpson mientras abandonaba la habitación.

– Maldito pequeño sapo -siseó Jonas por lo bajo. Se hundió de nuevo en su silla-. Todo en lo que piensa es en su comisión.

Hannah no volvió la cara hacia él. Sus dedos se abrieron y su mano resbaló de la suya. Se le encogió el pecho y contuvo una oleada de miedo mezclado con cólera. Sus emociones estaban por todas partes y tenía que refrenarlas si iba a hacerle a ella algún bien. Se sentó a horcadas sobre la silla y la observó durante un momento, la línea tensa de su cuerpo, la cara apartada.

– ¿Estás preocupada por lo que dijo? ¿Cicatrices? ¿Perder tu carrera? -A él no le había preocupado otra cosa que su vida. La quería viva de cualquier modo que pudiera conseguirlo.

¿No lo estás tú?

Contuvo su primera respuesta y analizó la voz de su cabeza. La ventaja de la telepatía consistía en que la emoción iba con la voz y ella estaba herida, pero sobretodo terriblemente asustada. Y sentía aprensión por como se vería.

– Tú no eres tu cuerpo, Hannah. Nunca lo has sido para mí. No sé para el resto del mundo, todo lo que puedo decirte es que amo… a la persona. La única que me hace reír y enfadar tanto que podría sacudirte. Me haces sentir vivo. Me haces sentir querido. Nunca había tenido esto, ¿sabes?. Mi casa no era como la tuya. Ahora, cuando voy, me das té, galletas y la mitad del tiempo me espera una comida. Me haces sentir importante y que pertenezco allí. -Se aclaró la garganta, sintiéndose un poco tonto cuando ella no le miró-. Me haces sentir como un hombre debería sentirse… bien… cuando no me hechas el infierno encima.

A pesar de su miedo, Hannah respondió, volviéndose hacia él, con la mirada azul colisionando con la suya y la impresión de una pequeña sonrisa en su mente. Tú también me confundes. Gracias. Es aterrador no saber que aspecto tengo.

– ¿Libby no puede curar el tejido de la cicatriz?

¿Crees que hace milagros?

La pregunta quedó allí colgada. Ridícula. Conmovedora. Absurda. Y luego sintió la explosión de la risa rompiendo las paredes de su mente y quiso llorar. El sonido era suave, verdadero y tan perfectamente Hannah, su Hannah. A la que pocos conocían. Tenía que abrazarla. Sus brazos ansiaban cogerla, pero tenía miedo de hacerle daño.

Hannah alargó la mano y le acarició la mejilla. Tienes lágrimas en los ojos, Jonas. No te entristezcas. Yo estoy lo bastante triste por los dos.

Se tragó el nudo que amenazaba con ahogarle y le cogió la mano, atrayéndola hacia su pecho. Las yemas de sus dedos eran la única piel real que podía alcanzar y frotó las yemas de sus propios dedos hacia delante y hacia atrás, necesitando el contacto con ella.

– ¿Es triste pensar que pudieras tener cicatrices?

Había sido tan hermosa, tan asombrosamente hermosa. Podía entenderlo y tal vez esto le molestaría cuando terminara el miedo porque casi hubiera muerto ante sus ojos… no en esta vida… ni en la siguiente… pero algún día.

No sabía que alguien pudiera odiarme tanto. ¿Qué puedo haber hecho para hacer que alguien quisiera hacerme daño de esta manera? No lo entiendo.

Él se llevó sus dedos a la boca, besándolos, mordisqueándolos con los dientes, defendiéndose de las oleadas de náuseas y de cólera y del absoluto miedo crudo de pensar en un loco apuñalándola brutalmente.

– Nada, Hannah. Absolutamente nada. Era un desequilibrado. No hay ninguna explicación.

Ella tragó con fuerza y probó la voz.

– Tiene que haberla. -Su voz era baja y ronca, todavía melódica, pero sonaba como un susurro.

Aquel pequeño susurro viajó directo a su columna y por su cuerpo, conmoviéndolo, como sólo Hannah podía hacer. No había nada atractivo en estar acostada en la cama de un hospital, cubierta de vendas, pero su voz, sus ojos, el susurro que atravesaba su columna, llevaron a su cuerpo una alerta inmediata.

– Estoy jodidamente contento de que estés viva, Hannah.

Hannah parpadeó, impresionada por la explosión de emociones que surgió de él cuando por lo general era tan reservado, tan cuidadoso para no abrumarla.

– Estoy aquí. -Fue todo lo que se le ocurrió decirle cuando él estaba tan desgarrado. Podía sentir su dolor y le sorprendió que él lo permitiera.

Él negó con la cabeza

– Has estado muy cerca, Hannah. Muy cerca. Si Prakenskii no hubiera estado allí…

Las cejas de ella se unieron. Ahora lo recuerdo. Él me perseguía. Entre la gente. Tuve miedo por Joley. Ella hizo un sonido de angustia y le miró. Me preguntó si era una cantante hechicera.

Jonas sacudió la cabeza y echó un vistazo hacia la enfermera. No sé que es esto. ¿Qué significa? Sólo pensarlo la trastornaba. Podía ver que ella se estaba inquietando y la obligó a pasar el aire por sus pulmones en un esfuerzo por intentar calmarla.

– Relájate, cariño, nada le ocurrirá a Joley. Tengo guardias veinticuatro horas al día con ella. Está demasiado alterada por ti para enfadarse conmigo además, lo que es una ventaja.

Hannah cerró los ojos, débil y agotada, su voz era todavía ese hilo ronco.

– Fuerte. -Era demasiado problema hablar en voz alta por lo que cambió. Su magia es fuerte y antigua. Conoce los viejos caminos, los caminos tradicionales.

Jonas le echó hacia atrás los salvajes rizos elásticos.

– Duérmete, amor. Prakenskii te mantuvo viva así que ahora mismo no me preocupa si él es el diablo en persona. Nos ocuparemos de todo eso más tarde.

Ternura. ¿Quién habría pensado que él era capaz de una emoción tan profunda? Y comenzaba a preocuparse por el hecho de que ella no pudiera hablar. El cuchillo le había atravesado la garganta. ¿Había allí más daño del que el médico había pensado en un principio? Probablemente. Muy probablemente. Incluso con las Drake unidas para sanarla, ellas intentaban mantenerla viva, no se preocupaban por esas pequeñeces

Jonas. No me dejes aquí sola. Quiero ir a casa. No me siento a salvo aquí.

Sonrió alrededor de las yemas de los dedos de ella.

– No tienes que preocuparte de que te deje sola, Hannah. Voy a encerrarte en una habitación en casa. -Sintió su estremecimiento, pero había algo más en su mente y frunció el ceño-. No te gusta la idea.

Hubo un pequeño silencio. Creyó que podría no contestarle.

Si hubiera estado fuera, nadie podría haberme hecho esto. Tengo poco poder dentro. Me siento segura fuera.

Jonas frunció el ceño.

– Hannah, no creo que entiendas lo que estás diciendo.

Está bien. No sé lo que estaba diciendo.

La voz se atenuó otra vez como si el agotamiento la abrumara, pero Jonas no estaba dispuesto a dejarla ir. Mentía. Sabía lo que estaba diciendo y era importante-. Puedes controlar los elementos fuera -dijo él-, y eso te hace sentir a salvo.

Ella no le respondió, pero él sintió como asentía en su mente.

Jonas negó con la cabeza.

– ¿Hannah, me estás diciendo que no te sientes a salvo dentro? ¿Aquí? ¿En el hospital? -Él sentía la misma tensión en el estomago antes de que las alarmas chillaran. Ella le había pedido que fuera a Nueva York. Él no la había escuchado entonces pero estaba malditamente seguro de que la iba a escuchar ahora.

– Cuando tú estás conmigo.

– ¿Todavía sientes que estás en peligro? -Tenían a la pareja. La niña no podía representar una amenaza. Estaba sedada en la clínica de desorden alimenticio. Era natural, se tranquilizó, que ella tuviera miedo. Había pasado por un ataque brutal que le había cambiado la vida. Tener miedo era simplemente eso, no precognición. De todos modos se le había secado la boca y el corazón se le había acelerado.

¿Qué quieres decir con… pareja?

Jonas maldijo por lo bajo. ¿Qué clase de idiota era? ¿Un aficionado? Ella giró la cabeza hacia él y abrió los ojos. Sintió el impacto de esa mirada azul todo el camino a través de su cuerpo, como una sacudida eléctrica. No estaba contenta con él. Había captado su pensamiento como si lo hubiera formulado en voz alta. Debería ser más listo a su alrededor, especialmente cuando ella hablaba telepáticamente. Se dio de patadas mentalmente.

Jonas ¿Qué pareja?

Le besó los dedos otra vez, deseando poder acunarla en su regazo y abrazarla.

– La esposa del hombre intentó inyectar Buethanasia en tu intravenoso. -La mirada de Hannah no vaciló. Era imposible apartar la mirada

¿Dijo por qué me quería muerta?

– No dijo nada. -Al menos eso no era una mentira. Ella sabría que estaba mintiendo, siempre lo sabía. Hannah continuó mirándole fijamente-. Por Dios -exclamó exasperado-. Esto no es importante ahora mismo. Yo me encargué de todo.

Entonces ella parpadeó. Largas pestañas bajando, proporcionando su cuerpo otra sacudida. Dios. Lo hacía tan fácilmente. Siempre lo hacía. Incluso envuelta en vendas como una momia, podía hacer que cada célula de su cuerpo se excitara…

Estoy herida, Jonas, no mentalmente incapacitada. Cuéntamelo. Tengo derecho a saberlo y no soy una frágil flor que vaya a marchitarse o a ser aplastada, así que cuéntamelo.

Frágil era exactamente lo que era. La tocó la cara con las yemas de los dedos, acariciando mechones de su pelo.

– Creo que tengo derecho a protegerte, Hannah. Te llevaste aproximadamente diez años de mi vida. No oculto nada. La mujer está muerta. No tenemos ni idea de que motivación tenía, pero la estamos buscando. Mientras tanto, me quedo contigo. No hay ninguna necesidad de tener miedo.

Esperaba tener razón. Rezaba por tener razón.

Tiene que haber una razón, Jonas. ¿Los conocía? ¿Los desairé de algún modo? Tal vez pensaron que había sido grosera con ellos. A veces la gente intenta dirigirse a mí cuando salgo del coche y no puedo hablar sin tartamudear así que sólo sonrío y saludo con la mano.

Le dolía el corazón por ella. Se inclinó acercándose más, su postura protectora, cariñosa. Le importaba una mierda si todo el mundo sabía como ella le volvía del revés.

– Esto no es culpa tuya. Deja de intentar que tenga sentido. No hay ningún sentido en ello, Hannah. -Utilizó la yema del pulgar, haciéndole pequeñas caricias en la frente-. Te amo, Hannah. Lo sabes, ¿verdad? Sabes que te amo.

La sintió retraerse, su mente separándose de la suya. Inmediatamente cautelosa. No tienes que decir eso, Jonas. No quiero que lo hagas, no ahora, cuando no sé que aspecto tengo.

– Ahora te estás cachondeando de mí, mujer. ¿Crees que estás hablando con ese pequeño roedor de Simpson? ¿Por qué demonios lo mantienes como agente?

Hannah parpadeó cuando pasó a enfadarse y luego a Greg Simpson. Es asombroso en el mundo de la moda. Realmente tiene un sexto sentido para los diseñadores, quién va a conseguirlo y quién no. Es mordaz y arrogante, pero ha construído las carreras de algunos de los nombres más grandes del negocio. Yo nunca lo habría conseguido sin él.

Jonas no estaba seguro de que eso fuera realmente cierto, pero ¿qué sabía él de la industria de la moda? Greg Simpson era un nombre respetado en el negocio y seguramente conseguía buenos tratos para Hannah. Jonas en realidad nunca había preguntado demasiado por la clase de dinero que hacía Hannah, pero sabía que era mucho, más de lo que le gustaba pensar.

– ¿Es siempre así?

No. Es un tiburón en las negociaciones de los contratos y los clientes le adoran. Sabe exactamente qué decirles. Esgrime mucho poder en la industria.

Había algo más, algo que se le escapaba. Si Greg Simpson era un agente tan bueno, entonces sería lógico que fuera lo suficientemente listo como para tratar a su cliente número uno con guantes de seda, pero no lo hacía. Era insultante y grosero. Daba ruedas de prensa cuando debería estar protegiéndola. Algo no funcionaba.

– ¿Hannah, le dijiste que ibas a dejarlo?

Permaneció callada, pero él vio el brillo de lágrimas en sus ojos. Su estomago se apretó y retorció en tensos nudos. Todo en su interior se quedó inmóvil y el poli asumió el control

– ¿Cuándo le dijiste que lo dejabas?

Hannah apartó la cara. Eso no importa.

– Por eso se comporta como una pequeña comadreja pomposa. No habrías tratado con él si siempre te tratara así. Le dijiste que lo dejabas. Eres su cliente número uno y gana mucho siendo el agente de la número uno. Maldita sea, Hannah ¿por qué no me dijiste que lo dejabas? -Se inclinó sobre ella, lo bastante molesto como para cogerle la barbilla cubierta de vendas y tirar para que le mirara-. Cuando estuvimos juntos, ¿por qué no me lo dijiste? Ya lo habías dejado, ¿verdad?

Hubo un pequeño asentimiento. Todavía tenía contratos que cumplir. Le dije que no más, que no cogería ninguno más.

– ¿Cuándo? -le exigió.

¿Recuerdas cuando entraste y Greg estaba al teléfono hace algunos meses? Me sugirió que me hiciera una reducción de pecho. Hubo una dolorosa vergüenza en la voz, en la mente de él. Vergüenza incluso. No siempre encajo en el modelo estándar hecho para las modelos de pasarela y con los enormes desfiles de modelos al caer, aparentemente algunos diseñadores se quejaron.

Jonas se había puesto furioso, recordó. Hannah ya pasaba hambre y Simpson la empujaba a perder incluso más peso. Estaba tan delgada como un raíl, pero todavía tenía unos pechos generosos, algo no bienvenido en la industria de la moda al parecer.

Eso había sido hacía varios meses.

– ¿Realmente le dijiste entonces que lo dejabas? -Definitivamente iba a examinar la conexión entre la pareja que la había atacado y Simpson, aunque no tuviera sentido, pero era un paranoico en lo que a ella concernía. Simpson perdería mucho dinero si ella lo dejaba.

Llevaba en el negocio demasiado tiempo. He hecho suficiente dinero para vivir cómodamente donde quiera y no iba a hacerme una reducción de pecho.

– Agradezco a Dios que te diera algo de sentido común. Dame una fecha de esto, Hannah. Cuando se lo dijiste… ¿cómo reaccionó? ¿Cuándo comenzó a portarse repugnantemente contigo?

Las cejas de Hannah se unieron. ¿En qué estás pensando? ¿Que Greg querría hacerme daño porque le había dicho que dejaba el negocio?

– Desde luego que no. -Eso era exactamente lo que el poli en él estaba pensando. Simpson conseguía mucha cobertura en los medios de comunicación con el ataque y ¿qué habría sido perder a su clienta más famosa? Bien podía imaginarse a Simpson arder de rabia y deseando vengarse de ella. Ahora, no sólo se trataba de la antipatía que le inspiraba sino que tenía incluso más contra él.

Jonas no podía olvidar el hecho de que una pareja sin ningún motivo, ni insinuación de enfermedad mental, había desarrollado un odio tan profundo como para intentar matar a Hannah de una manera tan violenta. El ataque, tenía escrito "personal" por todas partes. Esto era dramático, había salido por televisión. Inside Entertainment, el popular programa de chismes sobre celebridades, había anunciado hasta la saciedad que celebrarían lo que proclamaban como la fiesta del siglo… esa a la que asistiría toda estrella. Eso significaba que Albert Werner había querido que el ataque fuera filmado. Había querido que el mundo lo viera. Sabía que lo cogerían y debía haberse preparado para terminar con su vida, al igual que su esposa.

Y esto lo devolvía toda la cuestión al asunto de los poderes psíquicos. ¿Quién los tenía y quién ganaría algo obligando a la pareja a matar a Hannah Drake? Iba a comenzar a buscar una conexión con Simpson. El hombre saldría de esto como el favorito de los medios de comunicación. Y, todo fuera dicho, tenía que profundizar un poco en Prakenskii.

Jonas

Jonas le mordisqueó los dedos.

– Estoy aquí mismo, cariño. No te preocupes tanto. Me conoces. Me gusta todo pulcro y ordenado. -Miró sobre el hombro cuando oyó que llegaban las Drake-. Tu familia está aquí para otra sesión de sanación y luego te cambiaremos a otra habitación.

Los dedos de Hannah se entrelazaron con los suyos.

¿Cuándo me podré ir a casa?

– Pronto, cariño. Te lo prometo. Te llevaré a casa pronto.

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