CAPÍTULO 1

– ¿Quieres decirme cómo demonios nos hemos metido en este lío? -exigió Jackson Deveau mientras pasaba los brazos alrededor de la cintura de Jonas y medio le arrastraba hacia la endeble tapa de un contenedor industrial de basura-. Tenemos un bonito y cómodo trabajo en la costa de Mendocino y tú te vuelves loco y decides que estás aburrido, lo cual es pura mierda, por cierto. Cualquiera pensaría que hacer que te disparen una vez sería suficiente para ti.

Si hubiera podido responder, Jonas habría maldecido a Jackson, pero sólo se las pudo arreglar para fulminarle con la mirada mientras obligaba a sus pies a seguir moviéndose. El dolor era implacable, apuñalaba como un hierro de marcar candente. Podía sentir el aliento traqueteando en sus pulmones, la bilis alzándose y la realidad desvaneciéndose. Tenía que permanecer en pie. Al infierno si iba a dejar que Jackson le cargara a la espalda, nunca dejaría de oír hablar de ello. Jackson tenía razón. Se habían labrado vidas nuevas, buenas vidas, encontrado un hogar. ¿En qué demonios estaba pensando?

¿Por qué nunca era suficiente para él? ¿Por qué tenía que seguir volviendo atrás, una y otra vez, arrastrando a Jackson y a otros hombres al cieno y la basura del mundo? Él no era ningún noble cruzado, pero una y otra vez se encontraba a sí mismo con un arma en la mano, persiguiendo a los tipos malos. Estaba cansado a muerte de su necesidad de salvar el mundo. No salvaba a nadie, sólo conseguía que mataran a buenos hombres.

El callejón estaba oscuro, la sombra de los edificios circundantes se alzaban sobre la pequeña entrada, volviendo negros los bordes. Mantuvieron el contenedor de basura entre la calle y ellos, donde parecía que todo el mundo que tuviera un arma y un cuchillo les estuviera buscando. Jackson le apoyó contra una pared que olía a tiempos que Jonas no quería recordar, donde la sangre, la muerte y la orina se mezclaban en un potente brebaje.

Jackson comprobó su suministro de municiones.

– ¿Puedes enfocar lo bastante como para disparar, Jonas?

Ese era Jackson, directo al grano. Deseaba endemoniadamente salir de allí e iba a hacer que ocurriera. Los hombres que les perseguían no tenían forma de saber que tenían al tigre por la cola. Cuando Jackson utilizaba ese tono de voz en particular, pura y simplemente morían hombres.

Tenían que conseguir pasar la entrada del callejón y ésta estaba bloqueada por los gánsters rusos. Había sido una misión de reconocimiento. Nada más. No estaban suponiendo que fueron vistos -¡maldita sea!- no habían sido vistos, pero todo se había ido al infierno rápidamente, convirtiéndose en un baño de sangre.

Habían ido a filmar lo que se suponía serían unos cuantos soldados de Tarasov de bajo nivel reuniéndose con un par de soldados de Nikitin en los muelles de San Francisco. Un agente encubierto había informado a Gray y él quería saber por qué las dos familias rivales se reunían. La primera punzada de alarma había llegado cuando Jonas reconoció a los hermanos Gadiyan entre los participantes. No había nada de bajo nivel en ellos. Cuñados de Boris y Petr Tarasov, estaban definitivamente en el escalafón superior de la asesina familia criminal, tenían reputación de ser tan sangrientos y violentos que incluso los hombres de la familia Tarasov les evitaban. Y cuando Boris salió de entre las sombras con su hermano, Petr, y su primo Karl, pegado detrás para reforzar la seguridad, Jonas supo que algo gordo se estaba tramando. Karl tenía reputación de ser mucho, mucho peor que los hermanos Gardiyan.

Jonas y Jackson se habían mirado el uno al otro con los estómagos encogidos y los corazones palpitando porque estaban justo en medio de un nido de avispas y no tenían forma de salir de él. El grupo de gánsters rusos se quedó en pie un momento, riendo todos juntos, y entonces Karl había agarrado a uno de los hombres con los que estaban conversando y le había empujado hasta ponerle de rodillas delante de su tío. A Jonas le parecía que todos los hombres eran soldados de Tarasov. No pudo identificar al hombre al que Karl había separado. Su cara estaba entre las sombras y todo ocurrió demasiado rápido. Petr sacó tranquilamente un arma y le disparó en la cabeza sin una sola palabra. La violencia había sido rápida y desagradable, sin ninguna advertencia en absoluto.

Jonas y Jackson tenían el asesinato en la cinta y estaban buscando una forma de salir cuando otro hombre entró en el muelle. Obviamente era consciente de la cámara, mantenía la cara oculta y un largo y voluminoso abrigo cubría su cuerpo. Mantuvo la cara apartada, habló brevemente con los Tarasovs y entonces fue cuando todo se fue al infierno.

Karl Tarasov había reaccionado instantáneamente, corriendo hacia la carretera, descubriendo su coche y al conductor, ejecutándole sin preámbulos. Volaron las balas cuando los rusos se desplegaron y empezaron a cazar a Jonas y Jackson. Jonas recibió dos disparos, ninguno debería haber sido grave, pero estaba perdiendo suficiente sangre como para que las heridas pasaran a ser fatales si no conseguía ayuda rápido. Jackson tenía dos marcas de cuchillo en el estómago y pecho, heridas sufridas mientras luchaban por abrirse paso fuera de los muelles hasta el callejón. Los gánsters querían de vuelta la cinta.

De ninguna manera iban a conseguirla.

Jackson metió un cargador lleno en el arma de Jonas y le puso ésta en la mano.

– Estás bien para caminar. -Puso en la recámara del arma un cargador lleno y cambió el peso sobre las puntas de los pies-. Voy a alzarme un poco a la parte de arriba para cargarme a unos cuantos, Jonas. Tú pon otro vendaje de presión en la herida de tu costado, y no importa lo que pase, permanece en pie. Voy a sacudir las cosas un poco en unos minutos y tienes que estar listo para correr.

Jonas asintió. El sudor goteaba por su cara y perlaba su cuerpo. Sip. Estaba listo para correr -y dar con la cara en el suelo- pero se mantendría en pie y con el arma lista y respaldaría a Jackson en cualquiera que fuera el alocado plan que tuviera. Porque, al final, siempre podía contar con Jackson.

Jackson se fundió en la noche silenciosamente, como siempre hacía. Había vuelto a casa con Jonas cuando ambos acabaron hartos de la muerte de vivir entre las sombras, cuando Jonas empezó a echar de menos endemoniadamente a su familia adoptiva. Se unieron al departamento del sheriff y habían vivido una vida cómoda hasta que Jonas había conseguido que le dispararan en el trabajo y se volvió inquieto y nervioso durante la recuperación. Su antiguo jefe, Duncan Gray, de un equipo especial enterrado profundamente en el Departamento de Defensa, había venido a verle. Jackson le habría lanzado una mirada dura y habrían permanecido a salvo. Pero no, Duncan había sabido como entrarle a Jonas, porque Jonas caía con la frase "te necesitamos" cada maldita vez.

Era un infierno lo que había hecho, arrastrar a Jackson a este embrollo. Y no era la forma en que había planeado morir, una suave misión de reconocimiento con los rivales de Nikitin para ver quién iba y venía y por qué. Nada especial, pero ahí estaban, disparos y sangre volando por todas partes. Jonas abrió el paquete de vendaje de presión con los dientes y lo sacó de la envoltura, apretándolo en su lugar antes de poder pensarlo demasiado.

El fuego le desgarró, apuñalando tan profundamente que su cuerpo se estremeció en reacción. Tuvo que mantenerse en pie aferrándose con fuerza al contenedor de basura, ¿no se suponía que esto era sanitario? Demonios, ésta vez tenía auténticos problemas. Se tambaleaba, la única cosa firme era el arma en su mano.

Buscando en su bolsillo, sacó una fotografía, la única que llevaba, la única que importaba. Debería haberla destruido. Podía ver su propia cara, la terrible y cruda verdad capturada en carrete. Bajaba la mirada hacia una mujer y el amor en su cara, el hambre cruda, era tan evidente que resultaba una traición, allí para que todo el mundo -incluso él- la viera. Su dedo se deslizó sobre el papel satinado, dejando una mancha de sangre. Hannah Drake. Supermodelo. Una mujer con extraordinarios y mágicos dones. Una mujer tan lejos de su alcance que bien podría intentar mejor alcanzar la luna en el cielo.

Oyó pasos y el susurro de ropa deslizándose contra la pared. Metiendo la foto de vuelta en el bolsillo de su camisa, cerró su corazón, y sacudió la cabeza para aclarársela. Más sudor goteó en sus ojos y se lo limpió. Los culo-prietos llegaron primero, quedándose entre las sombras pero avanzando definitivamente. El sudor hacía que le picaran los ojos, y la sangre corría firmemente por su costado hasta su pierna, mezclándose con la lluvia que había empezado a caer en un chaparrón implacable. Estabilizó el arma y esperó.

Al final del callejón, un hombre cayó y el primer disparo llegó casi simultáneamente. Jackson era un infierno sobre ruedas a esa distancia. Tendido en lo alto del edificio, podía escoger simplemente entre ellos si eran lo bastante estúpidos como para seguir avanzando, y ahí estaban. Jonas se tomó su tiempo, esperando el fogonazo de un cañón cuando uno delatara su posición disparando hacia arriba a Jackson. Jonas entrecerró la mirada y contó hasta dos de ellos, pero la entrada del callejón todavía parecía muy lejos cuando el fuego punzante se extendía por su cuerpo y su sangre estaba derramándose por todo el suelo.

No seas un asno debilucho. No vas a morir en este sucio callejón derribado por unas pocas ratas medio muertas. Se habló severamente a sí mismo, esperando que la charla animada evitara que cayera de cara al barro. El problema era, que no sólo eran ratas medio muertas, eran auténticos mercenarios, entrenados en tácticas como lo habían sido Jackson y él, e iban a tomar el tejado también. Oía ruidos en el edificio de su espalda, el edificio que debería haber sido un almacén vacío.

El asesinato captado en la cinta de video esta noche bien valía un montón de vidas. Jackson disparó de nuevo y otro cuerpo cayó. Jonas esperó el destello del disparo de respuesta, pero ni una sola bala fue disparada. Gimió suavemente y la comprensión le golpeó. Ellos conocían su posición exactamente. Debería haberse movido en el momento en que había disparado. Estaba incluso más ido de lo que había pensado. Tragó con fuerza y se quedó a cubierto, intentando ser parte del contenedor, sabiendo que tenía que salir de allí, pero temiendo que sus piernas no le sostuvieran. Una oleada de mareo le golpeó con fuerza, casi echándole a tierra. Aguantó denodadamente, respirando en profundidad, desesperado por permanecer en pie. Una vez cayera, nunca sería capaz de volver a levantarse.

Jackson salió de entre las sombras, con sangre goteando del pecho y el brazo, la cara sombría y los ojos salvajes. Tocó su cuchillo y dibujó una línea a lo largo de su garganta, indicando otra muerte, y esa muerte había sido entre Jackson y Jonas, lo que significaba que estaban rodeados. Levantó cuatro dedos y dirigió la atención de Jonas a dos posiciones cerca y dos tras ellos. Señaló arriba.

Jonas sintió a su corazón saltarse un latido. No había forma de que pudiera subir tres pisos de altura por una escalera de incendios. Dudaba que pudiera haber soportado la tortura de correr callejón abajo, pero eso parecía endemoniadamente mucho más fácil -y corto- que subir tres pisos. Tomó aliento, ignorando la protesta cuando mil cuchillos sin filo se retorcieron en sus entrañas, y asintió en acuerdo. Era su única oportunidad de escapar.

Jonas dio un paso alejándose del receptáculo, siguiendo a Jackson. Un paso y su cuerpo se subió por las paredes por él, el dolor le estrujó, robándole toda capacidad de respirar. Mierda. Iba a morir en este maldito callejón, y peor aún, iba a llevarse a Jackson con él, porque Jackson nunca le dejaría.

Sus enemigos se acercaban en todas direcciones y simplemente no había forma de que pudiera subir por esa escalera de incendios. Necesitaban un milagro y lo necesitaban rápido. Había un único milagro con el que pudiera contar, y sabía que ella estaba esperando su llamada. Siempre sabía cuando estaba en problemas. Jonas había pasado toda una vida protegiéndola, deseándola tan intensamente que se despertaba noche tras noche, sudando, con el nombre de ella resonando en su dormitorio, su cuerpo duro, tenso y tan endemoniadamente incómodo que algunas veces no estaba seguro de poder contenerse de aceptar trabajos como este en el que estaba metido, porque estaba condenado si no conseguía aniquilarla.

Aún así, no tenía elección. Ella era su as en la manga y no tenía más opción que utilizarla, si quería sobrevivir. Se extendió en la noche y conectó con una mente femenina. La conocía. Siempre la había conocido. Podía evocarla en su mente de pie en la almena del capitán de cara al mar, sus rizos platinos y dorados cayendo en cascada por su larga espalda todo el camino hasta su lujurioso trasero, su cara seria, mirando al mar, esperando.

Hannah Drake. Si inhalaba, podía respirarla. Ella sabía que estaba en problemas. Siempre lo sabía. Y que Dios le ayudara, quizás de eso trataba todo esto. Quizás deseaba su atención -necesitaba su atención- y esta era la única forma que le quedaba para conseguirla. ¿Podía estar tan jodidamente desesperado que arriesgaría no sólo su vida sino también la de Jackson? Ya no sabía qué estaba haciendo.

Hannah. -Supo que tocaba su mente, ella tocó la suya. Ella había sabido en qué momento había empezado el problema y había estado esperando, firme como una roca, a su propia manera tan confiable como Jackson. Esperaba solo una dirección antes de golpear. Ahora tenía una, el infierno entero se estaba ya desatando. Hannah Drake, una de las siete hijas nacida de la séptima hija en un linaje de mujeres extraordinarias. Hannah Drake. Nacida para ser suya. Cada áspera respiración atraída a sus pulmones, cada promesa de permanecer en pie, de permanecer con vida, la hacía por Hannah.

Jackson señaló hacia el edificio y Jonas maldijo por lo bajo. Dio un paso tentativo de vuelta hacia las sombras, con el estómago pesado, cada cosa que había comido o bebido en las últimas horas empujando hacia arriba. El terrible retortijón le produjo otra oleada de mareo y martillos perforadores zapatearon una macabra danza, abriendo su cráneo. El sudor goteó, la sangre corrió y la realidad se retrajo solo un poco más.

Jackson le pasó un brazo bajo los hombros.

– ¿Necesitas que te lleve?

Necesitarían el arma de Jackson si iban a hacerlo. Jonas tenía que encontrar una forma de ahondar profundamente en su interior y permanecer en pie, cruzar la distancia y escalar hacia la libertad con dos balas en su interior, y una herida todavía fresca de un disparo anterior. Sacudió la cabeza y dio otro paso, apoyándose pesadamente en Jackson.

Hannah, nena. Ahora o nunca. Envió la silenciosa plegaria a la noche, porque si alguna vez había habido un momento en que él realmente necesitara las inusuales habilidades de ella, era ahora.

El viento respondió, alzándose rápida y furiosamente. Sopló callejón abajo con la fuerza de un huracán, aullando y arrancando trozos de madera de los edificios. La basura se arremolinó, alzándose en el aire y volaba en todas direcciones. Cajas de cartón y otras basuras fueron lanzadas por el aire, golpeando cualquier cosa a su paso mientras el viento se abría paso hacia la parte de atrás del callejón, donde giró y empezó a correr en un horrendo círculo más y más apretado, más y más rápido, cogiendo más velocidad y ferocidad.

El viento nunca tocó ni a Jackson ni a Jonas; en vez de eso, se movió alrededor de ellos creando un capullo, construyendo un escudo de polvo y basura alzados para formar una barrera entre ellos y el mundo.

Mantente a salvo. Dos pequeñas palabras, envueltas en sedas, satén y suaves colores.

– Tenemos que movernos -dijo Jackson.

Jonas obligó a sus pies a continuar arrastrándose, cada paso retorcía sus entrañas, el dolor rechinaba atravesando su cuerpo hasta que sólo pudo apretar los dientes e intentar exhalarlo fuera. Sus esfuerzos no funcionaban. Hannah. Nena. No creo que vaya a poder volver a casa contigo.

El viento se alzó a la altura de un chillido de protesta, lanzándolo todo por el aire a su paso. Brazos y piernas se enmarañaron cuando los hombres cayeron o se estrellaron contra los costados de los edificios junto con la basura. Jonas podía oír los gritos y gruñidos de dolor cuando sus enemigos, capturados por el antinatural tornado, eran lanzados por la furia del viento.

Jonas se tambaleó, arreglándoselas para sostenerse a sí mismo, pero el dolor y las oleadas de mareo y náusea eran sus enemigos ahora. Su estómago se revolvió y el suelo se inclinó. La negrura perfiló su visión. Se tambaleó de nuevo, y esta vez, estuvo seguro de que caería, sus piernas se volvieron de goma. Pero antes de que pudiera caer, sintió la presión del viento casi elevándole, sosteniéndole, envolviéndole y alzándole en brazos seguros.

Dejó que el viento tomara su peso y le cargara hasta la escalera. Jackson retrocedió para dejar que Jonas subiera primero, todo el rato vigilando el callejón y los edificios circundantes, entrecerrando la mirada contra la fuerza del viento.

Jonas extendió los brazos hacia el último peldaño de la escalera y un dolor candente estalló a través de él, haciéndole caer de rodillas. Al instante el viento acarició su cara, una suave ráfaga, como si una pequeña mano le tocara con dedos gentiles. A su alrededor rabiaba virtualmente un tornado, pero algunas hebras se separaban de la arremolinante masa y parecían alzarle en fuertes brazos.

Dejó que Jackson le ayudara a ponerse en pie, alentado por el viento, y lo intentó de nuevo, trabajando con el vendaval de Hannah, permitiendo que la fuerza ascendente le ayudara mientras flexionaba las rodillas y saltaba para cerrar el espacio entre él y el último escalón. El viento le empujó y alcanzó el siguiente peldaño antes de que su cuerpo pudiera absorber el shock de soportar su peso.

En alguna parte en la distancia, oyó a alguien gemir roncamente de agonía. Su garganta parecía al rojo vivo y su costado ardía, pero dejó que el viento empujara y empujara hasta que estuvo subiendo por la escalera hasta el tejado. Gateó hasta el techo, rezando por no tener que subir de nuevo, sabiendo que no tenía elección.

Jackson dejó caer una mano sobre su hombro cuando Jonas se arrodilló sobre el edificio, luchando por coger aire.

– ¿Tienes fuerzas para otra carrera?

Sus oídos tronaban tan ruidosamente, que Jonas casi se perdió el débil susurró. Demonios no. ¿Era eso lo que parecía? Asintió y apretó la mandíbula, luchando por volver a ponerse en pie. La lluvia era implacable, cayendo sobre ellos, conducida lateralmente por el viento, pero aún así parecía envolverlos en un capullo de protección.

Abajo, oyeron gritos cuando unos pocos de los hombres más valientes intentaron seguirlos por la escalera. El viento ganó fuerza, golpeando el edificio tan duramente que las ventanas se sacudieron y la escalera de incendios traqueteó amenazadoramente. La escalera se meció con tanta fuerza que los pernos y tornillos empezaron a soltarse y cayeron hacia la calle de abajo. El viento capturó las pequeñas piezas de metal y las envió como misiles letales contra los hombres que intentaban subir a toda prisa los escalones.

Los hombres gritaron y soltaron la escalera, saltando a tierra en un intento por alejarse de la explosión de pernos que se lanzaban hacia ellos. Algunos de los pernos se hundieron profundamente en la pared y otros en carne y hueso. Los gritos se volvieron frenéticos.

– Demonios, Hannah está realmente cabreada -dijo Jackson-. Nunca he visto nada parecido. -Pasó el brazo alrededor de Jonas y medio le alzó sobre sus pies.

Jonas tenía que estar de acuerdo. El viento era el medio de acción favorito de Hannah y podía controlarlo. Y demonios, lo estaba controlando. No quería pensar en cuanta de esa furia podía estar dirigida hacia él. Había prometido a las hermanas Drake que no volvería a hacer este tipo de trabajo. Ellas sabían que había arrastrado a Jackson con él, y decirles que Jackson había insistido en venir no serviría de nada para sacarle del apuro.

Se concentró en su respiración, en contar pasos, en cualquier cosa excepto en el dolor mientras Jackson le arrastraba por el tejado hasta el borde. Jonas sabía lo que se avecinaba. Iba a tener que saltar y aterrizar en el otro tejado, donde podrían bajar a la calle a salvo. Hannah contendría a los gánsters rusos tanto como pudiera, pero solamente Sarah estaba en el país para ayudarla y la fuerza de Hannah tarde o temprano se agotaría. Estaría totalmente sola en la almena del capitán a la intemperie. Odiaba eso, odiaba lo que le había hecho.

– ¿Puedes hacerlo, Jonas? -preguntó Jackson, su voz era áspera y chillona.

Jonas evocó a Hannah de pie en la almena del capitán mirando al mar. Alta. Hermosa. Sus grandes ojos azules feroces mientras se concentraba, las manos en el aire, dirigiendo el viento mientras canturreaba.

Si no podía hacerlo, no volvería a Hannah, y no le había dicho ni una sola vez que la amaba. Ni una vez. Ni siquiera cuando sentada junto a su cama del hospital le daba fuerzas para que se recuperara le había dicho realmente las palabras. Las había pensado, soñado con decirlas, una vez incluso había empezado, pero no quería arriesgarse a perderla así que había permanecido en silencio.

Él protegía a la gente, eso era lo que hacía, quién era. Sobre todo, protegía a Hannah, incluso de sí mismo. Sus emociones siempre eran intensas; su rabia incontrolable, su necesidad de ella, el puro deseo que sentía cuando pensaba en ella. Había aprendido a ocultarle sus emociones desde que era un muchacho, cuando había comprendido que era empática y le hacía daño leer a la gente todo el tiempo. Había estado ocultando sus sentimientos tanto tiempo que era una segunda naturaleza para él, y sin importar el momento, siempre caía en la vieja excusa de que su trabajo la pondría en peligro.

Parecía bastante estúpido ahora, especialmente cuando la llamaba pidiéndola ayuda. Se apartó la mano del costado y miró la sangre espesa que cubría su palma. Sin molestarse en contestar a Jackson, Jonas tomó aliento y saltó, con el viento tras él, empujando con fuerza de forma que su cuerpo fue arrojado hasta el otro tejado.

No pudo mantenerse en pie o siquiera empezar a aterrizar graciosamente. Cayó con fuerza y de cara, el aire abandonó sus pulmones y el dolor ardió a través de su cuerpo como una marca candente.

La oscuridad se acercó, luchando por la supremacía, intentando arrastrarle hacia abajo. La deseaba -la paz de la inconsciencia- pero el viento fustigaba a su alrededor llevando una voz femenina, suave, suplicante, tentadora. Le susurraba mientras el viento alborotaba su cabello y acariciaba su nuca. Vuelve a casa conmigo. Vuelve a casa.

Su estómago se tensó y luchó por ponerse de rodillas, su estómago se retorció de nuevo. Jackson enganchó una mano bajo su brazo.

– Yo te llevaré.

Fuera del tejado. Abajo a la calle. Jackson lo haría, también, pero Jonas no iba a arriesgar más la vida de su mejor amigo. Sacudió la cabeza y forzó su cuerpo al límite. No le quedaba nada más que instinto de supervivencia y pura fuerza de voluntad. Encontró la escalera de incendios y empezó a descender, cada paso lastimando, su cuerpo gritando. Las oleadas de mareo y nausea empezaron a fundirse hasta que ya no pudo diferenciarlas. Sentía la cabeza ligera y el suelo parecía muy lejano, la realidad se distanciaba más y más hasta que simplemente se dejó ir y flotó.

En algún lugar en la distancia creyó oír el grito de una mujer. Jackson le hizo eco y una mano cogió la espalda de su camisa rudamente, el súbito tirón le lanzó más allá del límite hacia la oscuridad. La última cosa que oyó fue el sonido del viento abalanzándose sobre él.


Hannah Drake estaba en pie en la almena del capitán mirando al oscuro y furioso mar, con los brazos alzados mientras atraía el viento hasta ella, canalizándolo y enviándolo a través de la noche hacia Jonas Harrington. Miedo y rabia se entremezclaban, dos poderosas emociones, tronando en su corazón, corriendo a través de su riego sanguíneo formando un brebaje de alto octanaje que añadía combustible al poder del viento. Diminutos puntos de luz iluminaban el cielo alrededor de sus dedos mientras continuaba acumulando y dirigiendo la fuerza de su voluntad. Muy por debajo de ella, el mar se alzaba en el aire cuando las olas se estrellaban contra las rocas. El océano se arrojaba y mecía, engendrando pequeños ciclones, retorciéndose en la superficie, columnas gemelas de agua arremolinante con una rabia similar a la suya.

Oyó la voz de Jonas en su cabeza, el sonido fue una caricia, una suave nota que a la vez la caldeó y provocó un estremecimiento en todo su cuerpo. Sonaba demasiado cercano a un adiós. Un puro terror la atravesó. No podía imaginarse la vida sin Jonas. ¿Qué iba mal? Había despertado con el corazón palpitando y el nombre de él en sus labios. Había sabido que algo terrible estaba ocurriendo, que su vida estaba en peligro. Algunas veces, le parecía que la vida de él siempre estaba en peligro.

– Oh, Jonas -susurró en voz alta-, ¿por qué sientes la necesidad de hacer estas cosas?

El viento le arrebató la pregunta y la llevó mar adentro. Sus manos temblaban y se mordió el labio con fuerza para mantener el control. Tenía que traerle a casa de una pieza. Fuera lo que fuera en lo que estuviera metido, era terrible. Cuando abrió su mente a la de ella, cuando conectaron, captó sólo breves vistazos del interior, como si él hubiera compartimentado sus sentimientos y recuerdos tan apresuradamente como fuera posible. Vio dolor y sangre y sintió su rabia en un breve destello catastrófico que él cortó abruptamente.

Necesitaba una dirección para mantenerle a salvo, y la encontró y mantuvo a través de Jackson. Él estaba más abierto a una conexión psíquica, mientras que Jonas estaba demasiado preocupado por estar consumiendo sus energías. Jackson la dejó ver la situación del callejón, la condición en la que estaba Jonas, y el edificio que tenían que escalar.

Envió un pequeño reconocimiento, utilizando calidez y color, sabiendo que Jackson entendería, y una vez más alzó los brazos. Comandó a los cinco elementos, tierra, el más físico de todos los elementos; fuego, a la vez poderoso y aterrador; aire, siempre en movimiento, su favorito, su compañero constante y guía, proporcionando visualización, concentración y el poder de los cuatro vientos; agua, la mente psíquica; y por supuesto, espíritu, la fuerza que unía al universo mismo.

Hannah, nena, ahora o nunca.

Hannah tomó un profundo y esclarecedor aliento e incrementó el poder del viento, apuntando y enfocando, utilizando su mente para hacer que los elementos la ayudaran. Murmuró una pequeña plegaria de agradecimiento y se abrió a sí misma al universo y a toda la fuerza potencial que podía reunir para ayudar a Jonas. El aire sobre ella se espesó y oscureció, las nubes empezaron a hervir y burbujear en un furioso brebaje. La electricidad centelleó y crujió a lo largo de los bordes de las nubes más pesadas y el viento empezó a alzarse aún más, haciendo que los ciclones salieran del mar para crecer más alto y girar más rápido sobre el agua.

El terror atenazó su corazón y anudó su estómago. No podía imaginar su vida sin Jonas en ella. Era arrogante, mandón y siempre quería hacerlo todo a su manera, pero también era el más protector y cariñoso de los hombres que había conocido nunca. ¿Cuántos años hacía que pasaba esto? ¿Cuántas veces arriesgaría él su vida antes de que fuesen demasiadas?

Mantente a salvo. Susurró en su cabeza, envió el mensaje a Jonas, envuelto en suaves y cálidos colores y esperó que esta simple petición no revelara demasiado. El viento se alzó con su miedo, con su furia cuando recibió otro destello de Jackson. Los dos hombres estaban subiendo por la escalera de incendios y Jonas flaqueaba. Su corazón vaciló cuando le vio caer.

Hannah. Nena. No creo que vaya a poder volver a casa contigo.

Su corazón casi se detuvo. Por un momento hubo un instante de calma en la tormenta y entonces la furia la atravesó y ella la dejó crecer, esa terrible necesidad de venganza estaba dentro de ella, estallando, destrozando toda restricción que mantenía tan cuidadosamente sobre sí misma. Incrementó el viento hasta un feroz extremo, una furia demoledora que corrió a través de la noche y cayó como un hambriento tornado en ese callejón oscuro tan, tan lejano.

El vendaval persiguió a los hombres con sus armas insignificantes que resultaban inútiles contra las fuerzas de la naturaleza. Violentas ráfagas destrozaron las ventanas e hicieron llover cristales. Tablas eran levantadas y tiradas como si un niño revoltoso tuviera una pataleta. La dulce y angelical Hannah lo dirigía, su ataque de furia envió a los enemigos de Jonas a estrellarse contra el suelo, impotentes bajo la acometida del viento e incluso del frío granizo.

En medio de todo esto, sintió a Jonas deslizarse, alejarse más y más de ella, un dolor punzante le atravesaba -la atravesaba a ella- la conexión empezaba a desgarrarse. Envió una última ráfaga de aire para elevarle, las corrientes le llevaron más alto, empujándole hacia arriba por el costado del edificio hasta el tejado y la libertad. Jugueteó hacia su cara y cuello con golpes de pequeña brisa para intentar mantenerle alerta lo suficiente como para que Jackson los llevara a ambos a la seguridad.

Le sintió recomponerse a sí mismo en un último y enorme esfuerzo y envió una última ráfaga de viento que giró alrededor de él y le llevó de un tejado a otro. Sintió la explosión de dolor desgarrador, una agonía que la hizo caer de rodillas. Jadeó, las lágrimas emborronaron su visión, corriendo libremente por su cara. Ven a casa conmigo. Ven a casa conmigo. La súplica estaba perfilada en rojos y dorados, llameando de luz y necesidad.

Sintió la reacción de él, la lucha por ponerse en pie, por evitar que el mareo le abrumara, la determinación a lograr volver de una pieza. Hubo otra explosión de dolor y Jonas resbaló aún más, la oscuridad perfilaba su visión. Desesperada, envió el viento, un golpe de aire que le envolvió, y entonces la oscuridad la tomó también a ella.

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