CAPÍTULO 20

– Las mujeres necesitan té fuerte y dulce. -Ilya Prakenskii saludó a Jonas mientras éste entraba en la cocina. Su mirada tranquila, evaluadora se derramó sobre Jonas, notando las manchas de suciedad y los arañazos, la evidencia de la explosión.

– Sentí la oleada de poder y supe que necesitaríais ayuda. ¿Está Hannah bien?

Jonas le vio reuniendo tazas en una bandeja.

– Está bien. Un poco agitada.

Ilya apoyó la cadera contra el mostrador.

– Tienes algo en mente.

– El ataque a Hannah por los Werner pudo haber sido dirigido por alguien con tus habilidades.

– También lo pensé, pero estuve cerca del hombre. Lo habría sentido. -Ilya se encogió de hombros-. A menos que estés insinuando que yo era él que lo dirigía.

– Las chicas dicen que no y yo tampoco lo creo. -Jonas se frotó su ensombrecida mandíbula-. ¿Es posible que Nikitin tenga esa clase de poder?

– Absolutamente no. -Prakenskii agregó un polvo al té.

– Esto podría ser una actuación.

– No tiene poder. Se reiría si le dijeras que cualquiera tiene la habilidad de manipular energía. Lo habría sabido. Hay una carga en el aire, mucho más que una corriente eléctrica, cuando los elementos son manipulados. Probablemente lo has sentido. Tienes tu propio talento. Es la única razón por la que soy admitido en esta casa. Me habrías disparado y hecho preguntas luego, si creyeras por un momento que podría haber orquestado el ataque a Hannah.

Prakenskii le había leído correctamente, Jonas no podía negar muy bien los cargos. Había considerado la posibilidad porque tenía que hacerlo, pero sabía que Ilya Prakenskii había salvado la vida de Hannah, no tratado de tomarla.

– ¿Qué has puesto en su té?

– Vitaminas. Un compuesto curativo. Todo natural y nada ilegal.

Jonas extendió la mano por una de las tazas. Ilya le entregó una y tomó una él mismo. Ambos bebieron.

– Le daré ésta a Hannah. -Jonas miró a Prakenskii arreglar las tazas en la bandeja y llevarlas al salón-. ¿Por qué no lo haces flotar como las chicas?

Prakenskii se encogió de hombros.

– Incluso las cosas pequeñas te drenan energía y prefiero reservar la mía para lo que queda por delante.

– ¿Y qué va a ser? -le preguntó Jonas, deslizándose fácilmente delante del hombre, bloqueando su camino a la puerta. Prakenskii lo miró.

– La caza, señor Harrington. Estaré yendo a cazar muy en breve y necesitaré cada onza de energía que pueda reunir.

Jonas estudió su cara sin expresión.

– No eres lo que dicen.

– Soy exactamente lo que dicen. Hago el trabajo que nadie más quiere.

Jonas continuó con su mirada fija.

– Quizás lo haces, pero la verdadera pregunta no es lo que haces, sino para quién trabajas.

Ilya Prakenskii no hizo nada mientras parpadeaba, pero Jonas lo supo, en la manera extraña en que a menudo sabía cosas, que había dado en el clavo.

– Trabajo para Sergei Nikitin.

– ¿Es él el blanco?

– Piensa lo que quieras.

Prakenskii se paró esperando a que Jonas se apartara de su camino.

Jonas sacudió la cabeza.

– No la puedes tener, Prakenskii, no si eres lo que quieres que el mundo crea, y pienso que lo sabes.

Ilya no se molestó en fingir que no entendía.

– Mi relación con Joley Drake no es de tu incumbencia.

– Realmente, lo es. Las Drake son mi familia y las cuido a mi manera.

– ¿Es eso lo que estás haciendo?

Jonas retrocedió, permitiendo a Ilya llevar la bandeja al salón, donde las Drake estaban sentadas, o tumbadas, en sillas, sofás o en el suelo, drenadas de energía, era el precio, después de ayudar a Hannah.

Jonas entrecerró los ojos, mirando como Ilya entregaba con cuidado a cada mujer una taza de té, dándole a Joley la que él había sorbido. Abrió la boca, pero le salió una tos en vez de palabras y Joley frunció el ceño, mirándole mientras sorbía, y después a Ilya.

– ¿Qué has hecho? -preguntó con voz ronca-. Siento una pequeña llamarada.

Jackson cruzó el cuarto para tocar la mejilla de Elle, colocando su cuerpo con cuidado entre ella y el ruso. Jonas lo conocía lo bastante bien como para saber que se había colocado en una posición desde la cual conseguiría un disparo claro si era necesario.

Ilya pareció no advertirlo, pero cuando se apartó de las hermanas, se situó con su espalda a la pared, directamente enfrente de Jackson y de los otros prometidos de las hermanas Drake.

– Puse vitaminas naturales en tu té. Nada venenoso.

Hannah tomó otro trago.

– Tendrás que decirme cómo lo haces. Ya puedo sentir la diferencia.

– Jonas. -Sarah le llamó la atención-. Hay un mensaje para ti de un hombre llamado Duncan Gray. -Se puso derecha en la silla y se echó el pelo oscuro hacia atrás-. Dijo que Petr Tarasov murió hace unas pocas horas por las heridas causadas durante el intento de fuga de la custodia. También dijo que el agente que te mencionó ha sido identificado.

– ¿Quién es Duncan Gray? -preguntó Libby-. ¿Por qué me resulta ese nombre tan familiar?

– Jonas trabajó para Gray cuando salió de los Rangers -dijo Sarah-. ¿Por qué te está llamándote ahora de repente, Jonas? ¿Es algo por lo que preocuparse?

– ¿Quién es Petr Tarasov? -preguntó Joley.

– Petr Tarasov es el hermano de Boris Tarasov, uno de los gángsteres más violentos vivos hoy día -contestó Elle-. Boris Tarasov está buscado por todo el mundo desde fraude hasta asesinatos. El Departamento de Defensa arrestó a Petr por asesinar a uno de sus agentes, y lo tenían en una ubicación desconocida. Hace pocos días, se produjo un intento de liberarlo por parte de la organización de Boris.

– ¿Qué más sabes, Elle? -preguntó Jonas.

– Petr fue disparado y llevado otra vez a una localización no revelada como trato. -Ella miró directamente a Jonas-. Debe haber habido alguien en el Departamento de Defensa dándole información a Boris para encontrar ambas localizaciones, y si no me equivoco, el críptico mensaje para Jonas era para contarle que el traidor ha sido identificado y ahora está muerto.

– ¿Cómo demonios sabes todo eso?-preguntó Jackson.

Elle levantó una ceja hacia él y tomó un sorbo de té para evitar contestar.

Jackson dio un paso, yendo de protector a amenazador en un latido del corazón.

– Tuvimos una discursión acerca de esto, Elle. Te dije que lo dejaras.

Ella se puso de pie, sus ojos oscuros echándole fuego rápidamente.

– Me dijiste un montón de cosas. Te dije que lo dejaras y veo que eres todavía ayudante del sheriff. -Miró a Prakenskii-. Darme órdenes no funciona, Jackson, así que déjalo. Y ahora no es el momento de todas maneras.

– Esto no ha acabado, Elle -dijo Jackson.

– Para mi, sí -replicó ella.

Jonas levantó una mano pidiendo paz, mirando alrededor de la habitación a las mujeres a las que llamaba familia. Estaban cansadas y pálidas, pero el té estaba ayudando.

– Vamos a dejar esto a un lado por ahora. Todos estamos cansados y disgustados.

– Tengo unas pocas noticias que te pueden interesar -dijo Ilya, mirándolo de cerca-. Corre el rumor de que cuatro de la banda de Boris Tarasov desaparecieron y cuando el quinto largó las primicias, contaba un cuento atroz sobre una casa comiendo hombres, árboles cobrando vida y ventanas rompiéndose y reparándose a si mismas, Boris le puso un arma en la cabeza y le disparó.

Jonas estaba absolutamente quieto. Todo en él se congeló. Las noticias fueron como un puñetazo en sus tripas. Duro. De ningún sitio. Completamente debilitador. Por un momento no pudo pensar o moverse, su mente gritando una negativa. Era imposible que Boris Tarasov lo conectara con el arresto de Petr. Imposible. El vistazo a hurtadillas y furtivo en el callejón no había estado en los libros. Gray había escogido a Jackson y a Jonas él mismo. Nadie más sabía que habían estado allí excepto Gray, y Jonas confiaba en él implícitamente.

El silencio se alargó. La tensión en el cuarto subió.

¿Le había visto alguien? ¿Le reconocieron? Nadie en San Francisco sabría quién era. Un extraño introducido, sin nombre, ni conexión. Había ido a la clínica, pero no había utilizado su propio nombre. Había sido cuidadoso para no ser identificado, cuidadoso de no tocar nada en la habitación. Nadie podía identificarlos.

Su mirada saltó a Hannah. La amaba con cada aliento de su cuerpo. No podía ser responsable del ataque. No podía ser responsable…

El ataque. El dolor. El terror. Su vida destruida a causa de él.

Sus ojos se encontraron con los suyos a través del cuarto con un conocimiento repentino, en una completa y total desesperación.

– La foto. -Sus pulmones ardieron-. Dios. Oh, Dios. La jodida foto, Hannah.

No podía mirarla, a ninguno de ellos. Sin una palabra se giró y salió del cuarto, cerrando de golpe la puerta de la cocina con tal fuerza que tembló la casa. Una silla golpeó la puerta con un siniestro golpe y el sonido de cristales rotos le siguió.

Jackson se dirigió hacia la cocina. Las hermanas Drake empujaron y se levantaron de las sillas. Sus prometidos las siguieron. Hannah les siguió a la puerta y se detuvo enfrente de ella, bloqueando el paso.

– No. Dejadle solo. Todos. Dejadle. -Sus ojos azules brillaban con real amenaza, manteniéndolos atrás-. Esto es mío. No importa el qué, quedaos fuera.

Lo decretó, encarándose con ellos, sabiendo lo que estaba mal, Jonas nunca querría que lo vieran tan completamente fuera de control.

Sarah asintió y ondeó la mano hacia sus hermanas para volver al salón. Esperó a que los hombres las siguieran de mala gana antes de apretar la mano de Hannah y dejarla sola.

Hannah respiró hondo y con cuidado abrió la puerta. Deslizándose dentro, giró la cerradura y dio una mirada alrededor de la habitación. Las sillas estaban volcadas, una estaba rota. Los platos estaban rotos en el suelo. Jonas estaba al otro lado de la habitación, sus brazos y hombros moviéndose rítmicamente mientras golpeaba la pared con el puño. Con cada golpe, la sangre salpicaba y él juraba obscenamente. Su cara era una máscara de furia, los puñetazos despiadados.

Hannah dio un paso con cuidado alrededor de los vidrios rotos, poniéndose deliberadamente a su vista.

– Jonas. Para. Sea lo que sea, pase lo que pase, podemos encargarnos de ello.

Giró hacia ella, sus ojos vivos con dolor.

– ¿Podemos, Hannah? -negó con la cabeza-. No hay manera de encargarse de esto. Ni ahora, ni nunca.

Le tendió su mano y él saltó evitando sus dedos, negando el contacto físico.

– Dime entonces. Sólo dímelo.

– Fue la foto. -Sus pulmones ardieron-. Hannah. Estoy tan jodidamente arrepentido. Encontraron la foto en el hospital. Estaba allí, en el bolsillo de mi camisa, y ellos cortaron mi camisa para quitármela. La dejé en el suelo cuando salimos por la ventana. Fue un error. Mío.

Se hundió en el suelo, las piernas parecían de goma.

– Estaba en el bolsillo de mi camisa -repetía, frotando sus manos en la cara-. Yo he hecho esto.

– No entiendo, Jonas. ¿Qué has hecho? -La voz de Hannah era gentil, compasiva, amorosa.

No podía soportar que fuera amorosa. O comprensiva. Quería poner una bala en su jodida cabeza.

– ¿Qué foto, Jonas? Empieza.

– Una tuya que Sarah tomó fuera en el patio. Estabas rodeada de flores y estabas riendo. Mirabas hacia abajo. Sarah me la dio y la llevé conmigo todo el tiempo. -La miró con completa desesperación-. Debería haberlo sabido. Estaba en el fondo de mi mente cuando vi la foto en mi vestidor. Por un momento estaba allí y lo perdí otra vez. No quería saber. -Golpeó la parte de atrás de la cabeza contra la pared-. Maldita sea. Sólo maldita sea.

Ella relajó el cuerpo junto al suyo, muslo con muslo, sin tocar, pero cerca, tan cerca que podía sentir su calor, y el revoltijo de emociones tan intensas que inundaban la habitación. Tuvo cuidado de permitir que la invadieran y no consentir que afectaran a sus propias emociones. Jonas la necesitaba calmada, no afectada.

– Adoro la manera en que miras, pero… -Él se mordió una maldición-. Cualquiera que mirara la foto sabría que estoy enamorado de ti.

Hannah trató de no fijarse en la sangre que goteaba constantemente de sus nudillos pero la vista de la carne triturada y sangrienta la hacía marearse ligeramente. Quería poner sus brazos alrededor de él y consolarlo, pero estaba tan tieso como un palo. Permitió que el silencio se extendiera, forzándose a si misma a permitirle contárselo a su propio ritmo.

– Eres una supermodelo, Hannah. Nadie sabe quién demonios soy yo, pero tu cara está por todas partes. Echaron una mirada a esa foto y supieron exactamente cómo llegar a mí. El jodido bastardo morirá por esto.

Comenzaba a comprender. Quizás lo había sabido desde el momento en que él había puesto esa mirada en su cara, el horror al darse cuenta. Se retorció los dedos juntos para evitar tocarse la cara. De alguna manera, era un alivio saberlo. Nunca había podido imaginarse por qué alguien la odiaría tanto, pero no era por ella. Nunca había sido por ella.

– ¿Boris me ha hecho esto porque estaba tratando de llegar hasta ti?

– Debería haberlo sabido cuando no hubo magia implicada. Fue demasiado brutal. Los asesinos eran aficionados y reacios. Debe haber amenazado a su hija. Y debe haberlo hecho brutalmente. Tarasov tiene una cierta reputación de sangrientas venganzas. Probablemente les hizo creer que si no llevaban a cabo el ataque exactamente como había instruido, cortaría a su niña en pedazos y les enviaría un pedazo cada vez. Es famoso por esa clase de cosas.

Jonas la miró entonces, a las cicatrices en su cara y en su garganta.

– He pasado mi vida tratando de cuidar de mi madre y después de todas vosotras. Te quería más que nada, Hannah, pero mi antiguo trabajo era tan peligroso, y tenía miedo de traer el peligro a ti y a tus hermanas. Así que me alejé. Cuando cogí el trabajo del departamento del sheriff, pensé que tendría una oportunidad. Era mucho mas seguro que lo que había estado haciendo. -Dejó caer la cara en las manos-. Todos estos años siendo cuidadoso, y al final, he traído la violencia directamente hasta ti.

Hannah lo miró a los ojos, sus preciosos, peligrosos ojos, y vio tal miseria, tal rabia y desesperanza. Forzó al cerebro a ir más despacio, a no reaccionar, sólo a pensar. Jonas había pasado su vida tratando de salvar a la gente. Se ponía en peligro cada día para ayudar a otros y le había costado mucho mas de lo que se daba cuenta. Él no había hecho esto. Nunca sería responsable de lo que otro ser humano elegía hacer y algo que ella tenía que hacer era averiguar como hacérselo entender.

– No, Jonas. No pusiste ese cuchillo en manos del atacante. No le forzaste a usarlo. Lo hizo Boris Tarasov. Es el responsable, no tú. -Le puso la mano sobre sus nudillos, empujando energía curativa para alejar el escozor.

– ¡No! -dijo bruscamente-. Esto es… inaceptable, Hannah. Eres mi maldito mundo y tener a alguien tratando de destruirte por algo que hice…

no lo hiciste -respondió ella con igual dureza-. ¡No te atrevas! Lo digo en serio, Jonas. Esto no es sobre ti y no trates de hacerlo de esa manera. La enfermedad de tu madre tampoco no era sobre ti. Te encargas de demasiado, siempre lo has hecho.

– Tenía más de cuarenta cuando me tuvo. Era demasiado frágil para tener hijos y nunca se recuperó. -Se pasó ambas manos varias veces por el pelo, necesitando golpear algo otra vez-. Su sistema inmunológico se apagó después de que naciera.

– Te quiso más que a cualquier cosa en el mundo. Ambos, tu madre y tu padre lo hicieron. No tienes derecho a quitarles eso. Fue su elección y nunca la lamentaron.

– Sufrió, Hannah. Cada maldito día. Sufrió.

– Era muy fuerte, no frágil, y luchó mucho tiempo y duramente porque fue su decisión permanecer contigo. Soy empática. Fui con mi familia a ver a tu madre. Supe lo que quería, y no era la muerte. Ni para escapar del dolor. Quería todos y cada uno de los minutos que podía tener contigo. -Le cogió la mano, uniendo los dedos-. Y eso es lo que quiero, Jonas. Todos y cada uno de los minutos que pueda tener contigo.

– Mira lo que te ha pasado, Hannah.

– Sucedió. Fue aterrador y horrible y ambos deseamos que no hubiera pasado, pero pasó. Y algo bueno salió. De alguna manera, Jonas, encontré mi fuerza. Sé quien soy y lo que quiero. Gané mi libertad.

– Una maldita manera de conseguir tu libertad, nena. Vas a tener pesadillas durante el resto de tu vida.

– Tendré pesadillas. ¿No las tenemos todos? ¿Y tú? -Enmarcó su cara con las manos porque todo lo que decía era verdad. Ella era más fuerte y sabía lo que quería-. Somos socios. Ahora. Para siempre. No puedes proteger a todos los que amas de las cosas malas, Jonas. Sucederán. Cuando lo hagan, lo afrontaremos.

Jonas la miró fijamente a los ojos durante largo tiempo, buscando la verdad.

– No sé si puedo perdonarme.

– ¿Has oído una palabra de lo que he dicho? Jonas, si vamos a hacerlo juntos, si soy tan importante para ti como dices que soy, entonces tienes que escucharme. Quiero todo de ti. Todos y cada uno de los pedacitos de ti. No aceptaré a un hombre que tiene miedo de amarme con todo su corazón, su alma y su cuerpo. Si no puedo tener todo de ti, entonces esto no tiene objeto. No puedes controlar al mundo, Jonas, y no puedes continuar culpándote por cosas más allá de tu control. Nunca te pedí que fueras diferente. Sí, me asustas a veces, pero me darías más miedo si trataras de ser alguien que no eres.

Jonas abrió la boca y entonces la cerró. Si hubiera recordado la foto, entonces Tarasov nunca habría relacionado a Hannah con él. No habría destruido una familia entera… Gimió. No podía hacerse cargo de eso también. La pareja tuvo elección. Podrían haber ido a la policía, poner a su hija en custodia preventiva, pero habían elegido asesinar a una inocente mujer para proteger lo suyo. Estaba en ellos. Frotó las manos sobre su cara y miró a la cara de Hannah.

– No voy a decirte que tienes razón.

– Pero la tengo.

Sus ojos se suavizaron. Una pequeña sonrisa tiró de su boca.

– Hannah. No has tartamudeado. Ni una vez, ni siquiera cuando me estabas poniendo en mi lugar.

Se inclinó para besarla. Gentilmente. Tiernamente. Tan dulcemente que sus ojos se llenaron de lágrimas.

– ¿Estamos bien? -preguntó ella.

– Lo estamos -respondió. Viviría con lo que había sucedido porque no tenía otra opción. Había cometido un error y ella tenía razón, no había vuelta atrás. No iba a perderla por eso. Si podía mirarle directamente a los ojos, entonces era lo bastante hombre como para hacer lo mismo.

Miró despacio por la habitación.

– ¿Supongo que la casa no repara muebles y platos?

Hannah rió.

– No tienes tanta suerte. Pero si te das cuenta, no hay agujeros en la pared. La próxima vez que decidas volverte loco y golpear la pared, quizás recuerdes, esta casa podría protestar y podría encerrar tu puño dentro, y entonces ¿dónde irías?

Entrecerró los ojos y miró cautelosamente a la pared.

– Este lugar es definitivamente escalofriante. -La besó otra vez-. Supongo que tengo que encararlos a todos. Odio tener que decirle a tus hermanas que te puse, y quizás a ellas, en peligro.

– No es como si nosotras no hubiéramos corrido peligro antes, Jonas -le recordó.

La verdad era, él apenas podía soportar la idea de que había expuesto a su familia a un loco como Boris Tarasov. El ruso era brutal y vengativo, su reputación asustaba incluso a avezados investigadores. Con un pequeño suspiro, se puso de pie y alcanzó para tomarla de la mano, poniéndola de pie.

– Supongo que tengo que terminar con esto. -Pero en vez de entrar en el salón, envolvió sus brazos alrededor de Hannah y la retuvo contra él, las manos deslizándose hacia abajo por sus vaqueros para agarrar su trasero y apretarla contra él-. Gracias.

– Te amo, Jonas.

– Gracias por no decirme lo imbécil que soy por destrozar la cocina. A veces tengo tanta ira en mí -confesó en un susurro contra su oreja-, tanta rabia, que me asusta como el infierno.

Ella presionó su boca contra la garganta, recordando muy vividamente el día, hacía mucho, en que había venido a su casa tan enfadado que no podía estarse quieto. Ondas de pena emanaban de él y se mezclaban con una impotente rabia. Había destrozado la cocina, también. Su madre había cogido a Libby y habían ido a hacer lo que pudieron para aliviar el sufrimiento de Jeanette Harrington. La señora Drake nunca había castigado a Jonas, pero le había entregado una escoba.

– Esto no me asusta, Jonás -dijo Hannah. Le besó otra vez-. Pero después de que nos casemos, si rompes mis platos, estate preparado para limpiar el lío y luego salir a conseguirme unos nuevos inmediatamente. -Se estiró hacia atrás, tiró de su mano hasta que tomó posesión de ella y trajo sus heridos nudillos una vez más a su boca-. Vamos. Puedo sentir lo preocupados están por ti.

En el momento en que entraron en el salón, fue enjaulado por las hermanas de Hannah, sus hermanas. Se amontonaron alrededor de él, sus manos apaciguando, trayendo paz, curando sus nudillos, curando su alma. Enviándole olas de amor y apoyo. Fue pasando de querer golpear enconadamente algo con sus manos desnudas, a estar emocionado. Las hermanas Drake. Su familia. Hannah. El amor de su vida. ¿Quién podía ser más afortunado?

– ¿Estás bien? -preguntó Sarah gentilmente.

Asintió, queriendo aliviar la preocupación de sus caras.

– Estuve perdido durante un minuto. -Miró atrás hacia la cocina-. Formé un lío, Sarah, lo siento.

– Dinos lo que te molesta.

– Boris Tarasov fue tras Hannah para hacerme salir. Soy el verdadero objetivo. Tratará de matarla porque me importa. Quizás trate de mataros a todos vosotros.

Joley frunció el ceño.

– No entiendo. ¿Por qué un gangster ruso quiere matarte? No tiene ningún sentido, Jonas.

– Duncan Gray es mi antiguo jefe y me pidió que hiciera un pequeño trabajo para él, nada peligroso o al menos no pensaba que lo sería, pero grabamos a Petr Tarasov asesinando a un agente encubierto.

Ilya Prakenskii hizo un pequeño ruido en la parte posterior de la garganta. Había silencio, como si por ése pequeño sonido, todos entendieran instantáneamente las escalofriantes repercusiones.

– Me hirieron de un disparo en la refriega resultante y fui a una clínica. Tenía una foto de Hannah, una que siempre llevaba conmigo. La gente de Tarasov debió haber encontrado la foto, y para sacarme a descubierto, atacaron a Hannah usando a una familia inocente para hacerlo. Adivino que encontraremos que la madre tiene lazos en Rusia y así es como la eligió. Conocería su reputación y creería absolutamente que iba a matar a su hija si no hacían lo que decía.

La mano de Joley se movió defensivamente a su garganta.

– ¿Es eso verdad, Ilya? ¿Sería alguien tan convincente como para que mataran a otro ser humano?

Ilya le acarició el pelo, un gesto tranquilizante.

– Desgraciadamente hombres como ése existen, Joley, muy malvados, y sí, esos que lo conocen harían lo que pudieran para ahorrar a los que aman la brutalidad de sus ejecuciones escogidas.

– Entonces tienes que pararlo, Jonas -dijo Sarah-. Lo haremos.

– ¿Sabes dónde está ese hombre? -preguntó Joley a Prakenskii.

Una expresión rara onduló por la cara de Prakenskii.

– Joley, esa gente…

– Quiere matar a mi hermana, a Jonas y posiblemente a nosotras. ¿Sabes dónde está?

Él se apartó de la pared.

– Me ocuparé de eso.

Jonas negó con la cabeza.

– Esta es mi lucha, Prakenskii. Le hizo esto a mi mujer, no a la tuya. ¿Dónde está?

Prakenskii juró en ruso.

– No puedes arrestar a ese hombre, Harrington.

Jonas levantó una ceja y permaneció silencioso.

Prakenskii juró otra vez.

– Tiene un yate con varios de su banda.

Jonas asintió.

– Necesitaremos a Duncan para conseguir la autorización necesaria para abordarle. Tendremos que golpear rápidamente antes de que tenga otra oportunidad de lanzar otro ataque. Chicas, ¿podéis darnos el clima que necesitamos y ayudar desde aquí?

– Por supuesto, Jonas, dinos lo que necesitas -dijo Hannah.

Prakenskii sacudió la cabeza y salió. Jackson dudó un momento y luego los siguió.


Las hermanas Drake podían haber exagerado la niebla, decidió Jonás mientras se acercaba al barco donde los hombres de Duncan esperaban con caras sombrías.

– Esta gente juegan para siempre, Jonas -advirtió Jackson suavemente-. Si dejas a Tarasov vivo, seguirá viniendo a por ti, incluso desde la cárcel.

– Oí a Prakenskii, lo mismo que tú -dijo Jonas bruscamente-. ¿Dónde infiernos está, de cualquier forma? Cualquiera diría que quería estar en esto.

– No lo demostró, pero ahora, con Duncan Gray dirigiendo la operación, no puedo culparle demasiado. -Jackson le dio una pequeña sonrisa-. Gray piensa que Prakenskii es un espía tan bueno como el mejor asesino a sueldo del mundo. -La sonrisa palideció-. Sabes que Duncan va a querer coger a Boris bajo arresto. Sería el mayor arresto internacional de la década. No va a importar que Boris esté detrás de ti y de tu familia. Tenemos que llegar a él primero.

– Lo sé. -Jonas se inclinó para examinar su arma por centésima vez para evitar mirar a Jackson.

– Yo lo eliminaré, Jonas -dijo Jackson.

Jonas sacudió la cabeza.

– Es mi responsabilidad, Jackson. No la estoy colocando sobre ti.

Jackson no se molestó en contestar. Ya había tenido una larga conversación con Prakenskii, bien, tan larga como dos hombres como Ilya Prakenskii y Jackson Deveau necesitaban cuando protegían a un amigo. Jonas tenía el valor para acusar al infierno con un cubo de agua, y nunca huyó de una lucha o de un camarada caído, pero no tenía la constitución para la clase de trabajo de exterminación que necesitaban hacer. Jonas había sido educado para reverenciar la vida, en la misma manera en que las Drake habían sido educadas, y tenía demasiada compasión en él como para vivir confortablemente con lo que necesitaba hacerle. Haría el trabajo, pero le obsesionaría. Jackson no iba a permitir que esto sucediera.

– Las chicas estarán esperando en caso de que las necesitemos. Ya han conseguido una jodida niebla espesa e inmóvil, así que tendremos mucha cobertura para entrar -dijo Jonas. Se apartó para permitir a Jackson entrar al barco con Gray y el resto de su equipo.

Gray apenas miró arriba para estudiar la disposición del yate por millonésima vez.

– Nuestra información dice que Tarasov tiene a quince hombres a bordo del yate y ningún civil. Todos sus hombres están armados y os matarán sin pensarlo. Estos cuatro son los más peligrosos. No os acerquéis a ellos por ninguna razón. No intentéis golpearlos. No tratéis de desarmarlos. Saben más maneras de matar a un hombre de las que podéis imaginar. Contenedlos y esperad a mi equipo para detenerlos. Este es nuestro objetivo. -Gray pasó las fotos.

Jonás se encontró mirando fijamente a Boris Tarasov. El hombre era bajo y regordete, con canas y cejas tupidas. Tenía rasgos fuertes y ojos mezquinos. La segunda foto era la del capitán. Era más alto con una constitución atlética, un hombre guapo.

– Este es Karl Tarasov, el hijo de Petr. Ha sido el asesino a sueldo número uno para su familia durante años. Es despiadado y sangriento y no tiene inconveniente en matar mujeres y niños -continuó Gray-. Nadie que se haya tropezado con él jamás, seguido vivo. Hará cualquier cosa por proteger a su tío.

– Si no les arrestamos, Jonás, tú y las Drake nunca estaréis a salvo.

Era una mentira descarada y los intestinos de Jonás se retorcieron con nudos. Gray sabía que mientras cualquiera de los Tarasov estuviera vivo, Hannah nunca estaría a salvo. Y eso significaba que no tenían otra elección que conseguir que cada uno de ellos fuera ejecutado. Suspiró y se frotó las sienes donde el principio de un dolor de cabeza latía. Pensaba que llevaba mucho tiempo fuera de ese negocio.

– ¿Cómo permiten que alguien como esos entren al país? -preguntó Jonas, disgustado.

– No sabíamos que estaba cerca del área -dijo Gray-, no hasta que nos trajiste la información del yate. Nuestra última información era que había abandonado el país después de que Petr fuera arrestado. ¿Estás absolutamente seguro de tu informante?

Jonas no iba a entregar a Ilya Prakenskii, no a Gray. Duncan era ambicioso, y si arrestaba a Prakenskii o Tarasov o incluso a Nikitin, su carrera política estaría hecha.

Lo que sea que Prakenskii fuera, había salvado la vida de Hannah y Jonas no le traicionaría.

– Sí, estoy seguro.

– Los otros dos en los que estoy interesado son conocidos por su extrema violencia. Yegor y Viktor Gadiyan son hermanos. Yegor estaba casado con la hermana de Boris y Petr, Irina. Murió hace algunos años, pero los hermanos Gadiyan continúan trabajando para Boris.

– Un gran negocio familiar.

– Fueron Yegor y Viktor los que trataron de matar a Sergei Nikitin hace algunos años. Las otras familias rusas intervinieron cuando Nikitin trajo a Ilya Prakenskii como su guardaespaldas. No creo que ninguna de las otras familias quisiera el riesgo de tener a Prakenskii detrás de ellos.

Jonas evitó cuidadosamente mirar a Jackson.

– Es gracioso como estos hombres que tienen semejantes cabronas reputaciones, que ningún policía en Europa o aquí pueden acusarles de algo.

– Este policía va a hacerlo -dijo Gray-. No podemos malgastar más tiempo. Esta niebla tan espesa es una gran ventaja pero no puede durar. Tenemos que movernos ahora.


Los hombres tenían caras sombrías y silenciosas mientras se acercaban al yate, moviéndose a través del agua que se rizaba, sus botes subían las olas que los golpeaba con la suficiente fuerza como para sacudir sus dientes, sin embargo no había absolutamente ningún sonido. Jonas sabía que las hermanas Drake estaban controlando el aire alrededor de ellos, pero se preguntaba en qué estaban pensando los hombres de Duncan. Era espeluznante moverse sobre la superficie picada que les rodeaba mientras se adentraban en la densa niebla gris. Dentro del banco de niebla, los colores más oscuros se arremolinaban y movían, pero la pesada capa de niebla era espesa y silenciosa, manteniendo persistentemente la posición en varias millas en cada dirección alrededor de donde el yate yacía inmóvil. Las olas chocaban contra los costados del barco mientras los hombres patrullaban la cubierta, escudriñando a través de la niebla en un esfuerzo por ver.

Era imperativo que Jonas y Jackson alcanzaran a Tarasov primero. Si lo hacía Gray, éste haría lo que fuese por mantener al gangster con vida. Había llevado esfuerzo y un montón de persuasión conseguir que Gray acordara permitir a Jonas y Jackson deslizarse primeros a bordo. Afortunadamente, siempre habían tenido esa posición cuando habían trabajado para Gray, así que al final, había estado de acuerdo en que era mejor para ellos hacer lo que sabían.

Jonas y Jackson entraron rápidamente en el agua fría, a alguna distancia del yate, empujando su equipo impermeable delante de ellos mientras nadaban hacia él. Jonas sintió un golpe contra su cuerpo mientras una sombra gris se deslizaba silenciosamente a su lado. Su corazón saltó y sacudió la cabeza alrededor, tratando de ver a través del agua lo que estaba viniendo hacia él. A su lado, Jackson sacó su fusil de arpones, pero era imposible con la combinación de niebla y oscuridad ver algo alrededor de ellos.

Unas voces se elevaban y caían en la niebla, suaves y melodiosas, femeninas. Las voces cantaban a los delfines, a las criaturas del mar que ayudan a los marineros. Las notas bailaban en la niebla y se deslizaban fácilmente en sus mentes. Ambos hombres se relajaron, y cuando los delfines se empujaron bajo sus manos, agarraron las aletas que les ofrecían y aceptaron el paseo.

Mientras se acercaban al gran bulto que se asentaba en el agua, Jackson agarró a Jonas por el brazo y le señaló una salpicadura roja a un lado, debajo de la línea de flotación. El delfín empujó a Jonas abandonándolo súbitamente, zambulléndose profundamente, directo al fondo. Jonas se acercó para examinar la mancha roja.

– Sangre fresca, Jackson, y mucha.

Jonas echó una lenta mirada alrededor. Las olas le golpeaban la cara mientras el delfín volvía a la superficie con algo detrás de él. Jonas vio la mano primero, dedos extendidos y alzándose por el agua oscura. Parecía salir de la niebla y el agua, separándolas, una vista horriblemente macabra. Los nudillos tenían un tatuaje cruzándolos, parecido al que Rudy Venturi había descrito. Jonas se estiró para enganchar la manga y tiró fuertemente. El delfín lo soltó, pero el cuerpo parecía hundirse, demasiado pesado para estar en la superficie durante más que unos pocos momentos.

Jackson estiró una mano para ayudar, tirando del brazo fuera del agua. Los hombros y el pecho lo siguieron y entonces la cara con las duras, atractivas facciones y la enorme herida que rodeaba la garganta de oreja a oreja como una sonrisa macabra. Karl Tarasov había muerto duramente. Sus ojos estaban apagados y vidriosos, su cara una máscara de horror. Llevaba el abrigo de capitán y bajo él, Jonas podía distinguir el arnés del hombro con el arma todavía en la funda. Jackson le indicaba algo bajo el cuerpo que le pesaba y Jonas asintió con comprensión antes de dejar que el cuerpo se hundiera de nuevo bajo el agua.

Jonas abordó primero, moviéndose tan silenciosamente como podía, tratando de entender las implicaciones de la ejecución de Karl Tarasov. Alcanzó la cubierta y se tumbó, esperando que su corazón dejara de golpear mientras se orientaba en el entorno. Jackson se deslizó en posición a su lado y sacaron sus equipos de las bolsas impermeables y se prepararon para la reyerta. Jackson fijó la radio en su oído y dio instrucciones a Gray para sus hombres. Dos guardias patrullaban la cubierta. Los eliminarían tan rápido como fuera posible para permitir que Gray subiera a sus hombres a bordo.

Jonas hizo señas a Jackson para que se adelantara y se movió en la dirección opuesta, rodeándolo para conseguir una posición para eliminar al guardia mientras regresaba. Sacó el cuchillo y esperó, el corazón martilleaba y tenía un mal sabor en la boca. Este día lo obsesionaría. Sabía lo que tenía que ser hecho y estaba más que dispuesto a matar a estos hombres para mantener a las Drake a salvo, pero eso no hacía el matar más fácil. Sencillamente no estaba hecho de esa manera. Su madre, y las Drake habían visto eso.

El guardia se asomó fuera a la niebla con pasos amortiguados, uniéndose al sonido del agua que golpeaba los costados del yate y el ocasional grito de los pájaros en lo alto. Jonas dejó que el hombre lo pasara y dio un paso, alzando el brazo rápidamente, hundiendo el cuchillo profundamente. Dejó salir el aliento, sosteniendo al guardia mientras la vida se escapaba de él antes de dejarlo con cuidado sobre la cubierta. Pidió perdón al universo mientras se abría camino hacia abajo al siguiente nivel, buscando a Boris Tarasov con toda la intención de acabar con su vida, y ¿no era eso una ironía? A veces le hacía sentirse enfermo.

Jonas oyó a Jackson susurrar a través del auricular.

– Estoy viendo a Karl Tarasov sano y salvo. Está hablando a dos de los guardias enfrente del camarote principal.

Jonas frunció el ceño. No había ninguna duda en su mente de que Karl estaba anclado al fondo del mar.

– ¿Estás seguro?

– Es él. Acaba de dar palmaditas a un guardia en la espalda. Reían juntos y fueron hacia el camarote principal. Los guardias definitivamente creen que es él.

– Uno en el timón -dijo Jonás-. Tiene la vista desde arriba, Gray, manda uno de tus mejores con él.

Bajó lentamente por la escalera, aferrándose a la pared, procurando no hacer ningún sonido mientras adelantaba con cuidado cada pie.

Alguien rió mientras pasaba por el salón. Jonas se agachó, haciéndose pequeño mientras estudiaba la disposición. Las habitaciones eran espaciosas, pero no había muchos lugares para esconderse. Un movimiento atrajo su atención. Karl Tarasov salió del camarote principal, golpeó con la mano en el hombro del guardia y le dio órdenes. El guardia habló bruscamente con atención. Jonas estudió al capitán ruso. Era alto y ancho de hombros. La chaqueta de su uniforme estaba inmaculada, sin una arruga, lo mismo que sus pantalones apretados. Los zapatos estaban brillantes y cada cabello en su lugar. Anduvo por la entrada hacia el salón y desapareció dentro. Sólo entonces Jonás se dio cuenta de que estaba usando finos guantes negros en las manos.

Jonas juró para si y levantó el arma con el silenciador en su lugar. Antes de que pudiera apretar el gatillo, ambos guardias cayeron casi simultáneamente, un agujero carmesí floreciendo en cada frente. Jackson se movió pasándolos, pateando las armas fuera de su camino y alcanzando la puerta.

– Maldita seas, Jackson. -Jonas no tuvo más elección que cubrirlo.

Jackson se deslizó dentro del camarote principal, Jonas justo detrás de él. Boris Tarasov yacía en su cama. Sus ojos estaban abiertos de par en par, mirando fijamente y vidriosos. La cama debajo de él estaba empapada de rojo y alrededor de su garganta había una obscena sonrisa.

– Hijo de puta -dijo Jonas, y entonces habló por la radio-. Gray. Tarasov está muerto. Repito, muerto. Parece que Karl Tarasov le mató antes de que llegáramos. Le vi saliendo de la habitación justo antes de que entráramos. -Vaciló un momento antes de lanzar una pista falsa-. Creo que hemos tropezado con un juego de poder, una toma de poder, por aquí.

Gray juró suavemente en su oído.

– Ben ha informado de ver a Karl ir hacia el salón donde los hermanos Gadiyan fueron vistos por última vez. Sed todos malditamente cuidadosos, y por amor de Dios, mantened al hijo de puta vivo. Necesitamos que hable uno de los mayores jugadores.

Jonas sacudió la cabeza. Si ese era el real Karl Tarasov, entonces ¿Quién estaba en el agua? Y si era Karl, nunca sería cogido vivo, Gray debería saberlo. Perjudicaba al equipo, enviándolos contra un letal asesino y ordenándoles no disparar. Se movieron conjuntamente, Jackson delante, limpiando la entrada, y Jonas barriendo cada habitación mientras pasaban, protegiendo sus espaldas. Los disparos estallaron en las inmediaciones del timón.

Jackson dejó salir un suspiro.

– Allí va cualquier ventaja que pudiéramos haber tenido.

Más disparos estallaron en la cubierta, ésta vez una descarga seguida de otra descarga.

Las puertas del salón estallaron abriéndose y las balas rociaron la entrada, golpeando las paredes y rompiendo los cristales, despedazando todo a su paso. Dos hombres se pararon uno al lado del otro, las armas automáticas dispararon mientras se arrojaban fuera del salón hacia las escaleras. Los hombres de Gray devolvían el fuego. Un agente gritó y cayó retorciéndose al suelo, otro fue lanzado hacia atrás contra la pared.

Jonas sintió la familiar rabia manando y forzándolo, apuntando cuidadosamente, tomándose su tiempo, haciendo que el disparo contara. Yegor Gadiyan cayó sin un sonido. Viktor Gadiyan estiró una mano y trató de asir el cuello de su hermano y atraerlo incluso mientras continuaba rociando la entrada en un sistemático y muy completo barrido. El sonido en los pequeños límites del espacio era ensordecedor al igual que aterrador. Jonas permaneció agachado en un hueco diminuto, sudando, inmovilizado y esperando que una bala enojada le golpeara.

Lejos a su izquierda, Jackson le señaló, levantando tres dedos, uno por uno indicando que en tres segundos Jonas necesitaría atraer el fuego de Gadiyan. Jonas cerró los ojos y envió una silenciosa oración. Contó hasta tres y permitió que el borde de su hombro asomara durante medio segundo poniéndose a cubierto con un movimiento rápido. Las balas hicieron un ruido sordo alrededor de él, escupiendo astillas sobre su cara y hombros. Oyó el disparo que Jackson realizó seguido por el golpe de un cuerpo pesado en el suelo y después silencio absoluto.

Jonas miró la pared a su alrededor. Las balas habían destrozado la madera en cada lugar concebible sin acertarle.

Algún alto poder estaba trabajando para salvarle, pero no creía que podrían haber sido las Drake esta vez. Se permitió un momento para desplomarse contra la pared con alivio. Viktor Gadiyan lo habría matado en unos segundos. Saludó a Jackson, quien estaba verificando los cuerpos.

Una vez más empezaron la peligrosa tarea de despejar las habitaciones. Arriba podían oír el tiroteo continuo mientras los hombres de Tarasov luchaban contra la unidad de Gray.

El auricular estalló con un chorro de parloteo.

– Karl Tarasov está atrapado en la cubierta de arriba.

Gray empezó a ladrar órdenes y tanto Jackson como Jonas subieron las escaleras rápidamente, corriendo para tratar de interceptar a los hombres de Gray. Jackson rodeó por la izquierda y Jonas fue a la derecha. Tarasov estaba de espaldas a Jonas. El ruso hacía un disparo ocasional para mantener a los agentes lejos de él mientras se abría paso hacia la barandilla. Los agentes trataban de rodearlo y capturarlo vivo. Jonas se deslizó silenciosamente en posición detrás de él, cortando su escape.

La niebla se espesó, arremolinándose alrededor del yate, encerrándolos en un mundo gris y húmedo, amortiguando los sonidos y reduciendo la visibilidad a cero. Karl Tarasov se giró y corrió derecho hacia Jonas.

Se agarraron de las muñecas mientras Tarasov levantaba un cuchillo en una mano y un arma en la otra. Jonas le empujó atrás hacia la barandilla mientras se golpeaban duramente, su cuerpo entre Tarasov y los agentes, evitando que tuvieran un disparo claro. Jackson levantó dos veces su arma y la dejó caer, cuando Jonas fue arrojado en su línea de fuego, incapaz de ver a través de la enturbiada acción y el velo espeso que envolvía el yate.

Jonas golpeó a Tarasov duramente contra la barandilla, todavía luchando por el control de las armas. La pistola cayó al mar. Tarasov, en un súbito estallido de fuerza, tiró hacia atrás a Jonas y aplastó el puño con fuerza en su mandíbula. Jonas se tambaleó y el ruso se giró y se zambulló en las agitadas aguas. Duncan Gray corrió al borde de la barandilla y se esforzó por ver.

– Maldita sea. Sólo maldita sea. -Golpeó la barandilla con el puño. El agua estaba agitada y oscura, la niebla empeoraba la visibilidad-. No puede sobrevivir en eso. Está demasiado fría. Carece de un traje isotérmico y está demasiado lejos de la costa para nadar. Salid allí y buscarlo. Debe estar en la superficie.

Jackson alcanzó a Jonas y lo movió rápidamente, examinándolo en busca de heridas. Se sacó su auricular.

– ¿Estás herido? Ese tenía que ser Prakenskii.

– Reconocí sus ojos -estuvo de acuerdo Jonas mientras se quitaba su propia radio y la guardaba en la bolsa del equipo. Se frotó la mandíbula-. Ha disfrutado esto sencillamente demasiado -dijo-. Voy a tener un hematoma como una ballena.

– Deja de renegar. Esas mujeres te han ablandado. Dos minutos después de que golpees la puerta principal, estarán sobre ti. -Afinó la voz-. Oh, Jonás, querido, ¿te duele? Déjame curarte.

Jonás le disparó una mirada.

– Estás celoso porque a ti no te miman.

Jackson miró hacia los barcos buscando en el agua el patrón de una red.

– Hace mucho que se ha ido, Jonás, nunca lo encontrarán.

– Ese ha sido siempre el asunto, ¿verdad? -Jonás se sintió inexplicablemente cansado, la fatiga instalándose en todos los huesos.

Jackson inspeccionó los daños.

– Estoy contento de que se haya acabado. Vámonos a casa.

– Suena bien para mí.

Por encima de todo, quería estar con Hannah, porque donde quiera que ella estuviese, sería el hogar para él.

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