CAPÍTULO 11

– Ilya, me alegro de volver a verte. -Jonas extendió la mano hacia el Ruso.

Ilya se levantó de la silla en la que Libby lo había sentado y estrechó la mano del sheriff. Saludó con la cabeza a Kate y Sarah.

– Esperaba poder ver a Hannah.

– Bajará en unos minutos -le aseguró Jonas-. Está mucho mejor.

– Me sorprendió que le permitieran volver a casa, unos pocos días más en el hospital le habrían hecho bien -dijo Prakenskii.

– Necesitaba estar en casa con nosotras -dijo Sarah-. Y Libby es médico. Se asegura que Hannah este bien cuidada.

Jonas estudiaba al Ruso. En el hospital, había estado demasiado preocupado por Hannah como para hacer otra cosa salvo estar a su lado y asegurarse de que viviera, pero ahora observó atentamente al hombre que le había salvado la vida. Ilya Prakenskii le dio a Jonas la impresión de un tigre enjaulado, calmo y atento, el poderoso y letal instinto agazapado y listo para saltar con las garras afiladas. Era imposible tratar de leer lo que había detrás de esos penetrantes ojos. Fríos como el hielo y afilados como dagas, los ojos de Prakenskii no revelaban absolutamente nada, ni siquiera a un profesional como Jonas.

– Y es fácil protegerla aquí, en su propio territorio -dijo Prakenskii, de forma casual. No había nada casual en la forma en que barría la habitación con la mirada, registrando cada detalle. Por un momento se enfocó en el intricado mosaico de azulejos de la entrada. Un músculo le latió en la mandíbula y la mirada encontró la de Sarah brevemente antes de desviarla hacia la entrada. Mientras se levantaba esbozó una educada sonrisa mostrando blancos dientes y nada más-. Ahí estás. Es bueno verte de pie y en movimiento, Hannah.

Llevaba puesta una suelta falda larga y una blusa de manga larga. Jonas cerró los ojos brevemente cuando entró en la habitación. Para él, era hermosa -completamente- absolutamente hermosa. Las cicatrices eran dentadas y atroces, de un rojo brillante y en carne viva, cosidas en la cara y en el cuello como furiosos parches, pero no importaba. Para él Hannah era etérea, misteriosa y sexy y el epítome del coraje femenino. Se había escondido de él, de sus hermanas, de reporteros y fotógrafos, pero se había negado a esconderse de un potencial enemigo. Con los hombros derechos, el cabello cayendo en largas espirales, e incluso sin maquillaje, y con las horribles heridas todavía tan frescas, parecía elegante, graciosa y acogedora.

El orgullo lo inundó y Jonas se puso de pie, instantáneamente cruzó la habitación hacia ella y le deslizó un brazo alrededor de la cintura, su mirada encontrando la de Prakenskii. Era tanto una advertencia como una declaración entre hombres.

Prakenskii tomó la mano extendida de Hannah e hizo una pequeña reverencia.

– Estas sanando bien. Pronto, no habrá señales. ¿Estas durmiendo bien? Algunas veces, después de estos incidentes, uno tiene problemas.

Para sorpresa de Jonas, Hannah dijo la verdad.

– Tengo problemas, pero Jonas y Sarah me advirtieron que eso podría ocurrir, por lo que no me sorprendió ni me trastornó -Le señaló la silla-. Por favor siéntate. ¿Te gustaría beber un té?

– Me gustaría, gracias.

Hannah ondeó la mano hacia la cocina y se sentó frente a Prakenskii.

– Realmente era innecesario que recorrieras todo este camino para verme, pero lo aprecio -Le sonrió al hombre, pero deslizó la mano por el brazo de Jonas hasta que sus dedos estuvieron entrelazados y los apretó tan fuerte que se le pusieron blancos los nudillos.

– Por supuesto que quería saber como estabas -dijo Prakenskii-. Cuando uno desarrolla semejante conexión, el interés está siempre ahí.

El acento le dio un giro a las palabras y mantuvo la mirada firme sobre la cara de ella. Sarah se agitó con inquietud y Jonas sintió una ola de poder en la habitación, no podía decir de donde provenía, pero Ilya Prakenskii inclinó la cabeza en estado de alerta, como un lobo cogiendo el olor de la presa. Jonas lo observó atentamente y pudo ver como todo cambiaba y se concentraba debajo de ese sosegado comportamiento. Joley entró en la habitación. Pareció como si todos estuvieran conteniendo la respiración. La tensión subió otro punto.

Él lo sabía. ¿Viste eso Hannah? La sintió antes de que entrara.

La cabeza de Prakenskii se volvió hacia atrás, levemente, lo justo para que esos penetrantes ojos pudieran desplazarse entre Jonas a Hannah, y por primera vez, hubo sorpresa en ellos.

Lo sabe. La enronquecida voz de Hannah se deslizó dentro de la mente de Jonas. Sabe que eres telépata y le sorprende.

A mi también me sorprende, admitió Jonas con sinceridad.

Una vez más Prakenskii se puso de pie.

– Joley. Siempre es un placer verte.

Ella no le tendió la mano, pero le sonrió e inclinó la cabeza, de reina a campesino, los ojos café oscuro se volvieron casi negros mientras recorría con la mirada al ruso de la cabeza a los pies.

– No te levantes, Prakenskii, no es necesario.

– Es, sin embargo, caballeroso -dijo con una pequeña inclinación.

Joley se ruborizó, el color le subió por el cuello hasta llegar a la cara, y los ojos centellearon, puntos gemelos de obsidiana negra. El suelo se movió bajo sus pies, las luces parpadearon, las cortinas revolotearon, incluso las paredes ondularon con pulsantes olas cuando la habitación se agitó con poder. Una pintura que estaba sobre la chimenea cayó. Se detuvo abruptamente en el aire y entonces, antes de que chocara con el suelo, ascendió lentamente para volver a colgar ordenadamente en su lugar. Todos en la habitación se quedaron inmóviles absortos ante la obvia reprimenda de Prakenskii.

Hannah soltó la mano de Jonas y se levantó con la gracia usual, yendo hacia Joley, colocándose entre Prakenskii y su hermana y deslizó un brazo alrededor de la cintura de Joley.

– Gracias por tratar tan eficientemente con los periodistas, Joley. Me hiciste reír y pocas cosas me hacen reír estos días.

– Lo disfruté, aunque nada los detiene por mucho tiempo. Han rodeado el lugar. La única razón por la que la valla no ha sido tirada abajo y pisoteada es porque tenemos una fuerza de seguridad protegiéndola.

La bandeja de té entró flotando con varias tazas humeantes y la dirigió hacia Prakenskii, como si todos los días de la semana la gente viera bandejas flotando.

– Las galletas las hizo Libby, por lo que son particularmente buenas para ti, además de tener un sabor genial. La miel está en el botecito para la crema.

El Ruso tomó una taza y una galleta ágilmente, alzando la taza hacia Hannah en un saludo mientras se acomodaba nuevamente en el asiento. No aparentaba estar ni un poco molesto por la poco entusiasta bienvenida de Joley, pero la tensión persistía en la habitación.

– El lugar está invadido no sólo con fotógrafos y periodistas, sino también con admiradores. En la muchedumbre es imposible decir quien es amigo o enemigo.

Jonas se inclinó hacia delante, apoderándose de la mano de Hannah y tirando de ella hasta que se sentó a su lado. Se movió ligeramente, lo suficiente para colocar el cuerpo en una posición en la que pudiera defender a Hannah de ser necesario. No confiaba en Prakenskii, no con ese aura de peligro rodeándolo y con cada una de las hermanas Drake en alerta. Deseaba que Sarah y Kate hubieran mantenido a Joley fuera del enredo. Obviamente Joley y Prakenskii se llevaban mal y a pesar de las inexpresivas facciones de Prakenskii, podía ver, bastante claramente, la tormenta que acechaba bajo la superficie cuando posaba la mirada en ella.

Por alguna razón está enojado con Joley, confirmó Hannah, pero no puedo decir por qué. No sólo enojado, Jonas, está furioso con ella. Puedo ver atisbos de ello, como una rabia candente, y ni siquiera está bien escondida. Creo que no le importa si lo sé o no.

Era una complicación inesperada. Y las veladas advertencias de Prakenskii molestaban a Jonas.

– Si sabes algo, sólo dilo, directamente, Prakenskii. ¿Por qué piensas que hay enemigos en Sea Haven? Están muertos.

Sarah jadeó y Kate hizo un sonido de angustia. Libby frunció el ceño y omitió tomar una taza de té de la bandeja cuando pasó frente a ella.

– No creo que sea necesario discutir esto frente a Hannah -intervino Sarah.

Hannah aferró la mano de Jonas más fuerte. Lo estaban haciendo nuevamente, protegiéndola. ¿Había sido siempre tan cría que sentían la necesidad de envolverla en algodones y escudarla de cualquier peligro? ¿O era debido al ataque? ¿Había cambiado a sus hermanas tanto como a ella?

Jonas colocó la otra mano sobre la de ella, atrapándole los dedos y escondiendo los blancos nudillos de la aguda mirada de Prakenskii.

– Por supuesto que Hannah quiere saber si Ilya cree que hay más peligro. Todos queremos.

– No creo que hayas pensado ni por un momento que el peligro para Hannah pasó – dijo Prakenskii-. A mi me pareció un asesino a sueldo. Los asesinos a sueldo, tan principiantes como lo era este, son por lo general pagados y ordenados por otro individuo escondido en las sombras. Pero ya sabe eso, señor Harrington.

– ¿Jonas? -Hannah lo miró, forzándolo a encontrar la inquisitiva mirada.

– ¡Maldita sea!, Hannah, no me mires así.

– No la maldigas, Jonas -dijo Libby rápidamente.

Ambos la ignoraron.

– ¿No se ha acabado?

– Tú tampoco lo pensabas, así que no empieces con eso. Ese par eran unos idiotas. Como dijo Prakenskii, principiantes. Alguien tiene que estar detrás de esto. ¿Por qué crees que no estás en el hospital en este momento? Necesitaba que estuvieras donde tuvieras protección todo el tiempo.

– ¿Se te pasó por la mente que si estoy en peligro, y me traes aquí, también lo están mis hermanas? -siseó las palabras entre los dientes Hannah, con el cabello crepitando con electricidad y el líquido de la taza de té hirviendo.

– Sarah es una experta en seguridad. Tus hermanas son todas psíquicas y tienen suficientes poderes para ayudar. Aquí podemos ver que viene por nosotros.

– No voy a poner a mis hermanas en peligro, Jonas, ni por un minuto. Debiste decirme de inmediato que era lo que pensabas.

– Estoy de acuerdo con Hannah -dijo Prakenskii, uniéndose a la discusión sin remordimiento-. Las demás no deberían ponerse en el punto de mira. Eso sólo hace que haya más objetivos y por lo tanto más sospechosos.

Joley le tiró la taza de té, apuntando con mortal precisión. Prakenskii ondeó la mano y el proyectil y el líquido se detuvieron en medio del aire. Le dirigió una mirada mortal, los ojos azules oscureciéndose hasta asemejar un mar turbulento. Le dijo algo en ruso.

Hannah hizo un pequeño sonido estrangulado y la respiración de Joley fue un siseo de advertencia.

¿Qué dijo? ¿La amenazó?

– Si tienes algo que decirle a Joley, dilo para todos. Si estas amenazándola…

Le dijo que dejara de ser infantil, le aseguró Hannah a Jonas.

– Joley es perfectamente capaz de cuidarse de mí ¿verdad? -dijo Prakenskii

– Ciertamente -reconoció Joley y ondeó la mano hacia la taza de té. El líquido llenó la taza y flotó de regreso-. No te preocupes Jonas, estaré bien -le dijo algo en respuesta a Prakenskii en el idioma de él y luego cambió a español-. Y para tu información, Hannah es nuestra hermana. No nos esconderemos en una esquina mientras esté en peligro, así que ve a golpearte el pecho a algún otro lugar.

¿Qué dijo? preguntó Jonas.

Lo llamó con algunos apelativos viles

– Un día de estos, Joley, voy a desquitarme y entonces ¿que harás? -preguntó quedamente Prakenskii, sosteniéndole la mirada.

– No -intervino Hannah-. Necesito que me digas que piensas que está pasando, Prakenskii. Joley por favor.

Mira, Jonas, continua dirigiendo la atención hacia Joley. ¿Qué quiere de ella? Tengo miedo por ella. ¿Podría esto tratarse de Joley?

Jonas le dio vueltas a la idea en la mente. Parecía incorrecto. Todo hasta ahora parecía incorrecto. No hallaba la pieza crucial del rompecabezas, la que haría encajar todo en su lugar.

– Por favor acepta mis disculpas, Hannah -dijo Prakenskii-. No era mi intención molestarte. Quería asegurarme de que estabas mejor y prevenir al señor Harrington de que todavía siento que la amenaza es inminente. Desafortunadamente no puedo decir de donde viene ni hacia quién va dirigida

– ¿Por qué nos avisas? -preguntó Jonas con aspereza.

Prakenskii suspiró y bajó la taza de té.

– Quizás es tan simple como que la hermana de Hannah va a casarse con uno de los pocos hombres en el mundo al que puedo llamar amigo. -Desvió la mirada hacia donde Joley estaba apoyada rígida contra la pared-. O quizás quería ver, una vez más, si la razón por la que no puedo dormir por las noches vale la pena.

Joley se apretó contra la pared como si quisiera hacerse pequeña, aún así cada línea del cuerpo denotaba desafío.

– No te debo ninguna explicación en absoluto.

– Entonces requiero uno de los favores que tú familia me debe. No es tu deuda personal, pero es una deuda de honor que me debe tú familia.

Joley palideció.

– ¿Por qué? Te debemos dos vidas, ¿aún así requerirás una a cambio de una simple explicación de mi comportamiento? No eres el más brillante del planeta ¿verdad? -La melódica voz portaba un látigo de insulto y levantó la cabeza desafiantemente-. Pensé que lo sabías todo. No eres ni de cerca tan poderoso como quieres que todos creamos.

– Demasiado poderoso como para ser aguijoneado por una maleducada e ingrata cobarde que todavía es una niña jugando a ser adulta.

Pero los insultos lo habían alcanzado. El equilibrio en la habitación había cambiado desde las Drake a Prakenskii y tanto Hannah como Jonas lo sintieron. Hannah intervino de nuevo.

– Soy yo quien le debe, señor Prakenskii. Si fuera tan amable de decirme que implica su favor, haré lo mejor que pueda para ayudarlo.

– Me gustaría una explicación…

– No. No preguntes -dijo Joley-. Por favor no preguntes.

– Te di todas las oportunidades para que me lo explicaras.

– Me cazaste día y noche, me atormentantes. Me hiciste enfadar. No es asunto tuyo. Es tonto usar un favor de nuestra familia por algo tan trivial.

Trivial. -Se detuvo, y su ira se derramó en la habitación, candente, justo como Hannah había dicho, un volcán en erupción, tanto que las paredes se hincharon, incapaces de contener la energía roja y negra que prorrumpía en la habitación. El suelo se sacudió y sombras se movieron en el mosaico de azulejos. Voces femeninas articularon misteriosas advertencias, elevándose desde el suelo y las paredes.

Las hermanas Drake se levantaron de un salto, y Jonas interpuso el cuerpo entre las mujeres y el furioso Ruso. No miraba a nadie excepto a Joley. Ambos de pie, las miradas trabadas en una batalla de la que nadie más era parte o podía entender.

– Basta. -Hannah los miró ferozmente-. Por favor siéntese, señor Prakenskii. -Como no se movió, ella se acercó más-. Ilya. Por favor.

Prakenskii lentamente apartó la mirada de Joley y tomó asiento. Joley sacudió la cabeza mientras los demás se relajaban visiblemente y luego giró sobre los talones y dejó la habitación. La tensión disminuyó instantáneamente.

– Por favor acepta mis disculpas nuevamente, Hannah -dijo el Ruso-. Debí tener más cuidado. Rara vez me enfado. No tengo excusa. -Se llevó la taza de té a la boca, sopló para enfriar el hirviente líquido y tomó un trago.

– No entiendo. ¿Por qué está tan enojado con Joley? ¿Está en algún tipo de peligro?

Hannah se forzó a abrir la mente, alcanzando -expandiendo- para captar un atisbo de verdad en él. Sintió una descarga de emociones, la intensidad casi abrumadora, pero rápidamente, él apuntaló las defensas y se volvió frío como el hielo.

– Joley se arriesga deliberadamente.

Hannah se hundió en la silla y miró brevemente a Jonas. Prakenskii creía estar diciendo la verdad. Captó eso tanto como que enterraba profundamente el temperamento que lo acompañaba.

– ¿Qué quieres decir? -Por un momento apenas pudo respirar. ¿Estaba alguien detrás de su hermana, de la misma forma en que alguien la quería muerta?

Sarah abrió la boca pero Hannah levantó la mano imperiosamente, deteniendo eficientemente cualquier cosa que quisiera decir. Hannah nunca se hacia cargo y eso conmocionó a sus hermanas.

Joley volvió a la habitación, con los oscuros ojos centellando.

– ¿Quieres saber acerca de las fotografías en las revistas? ¿Yo con mi último amante? -Miró ferozmente a Prakenskii, ambas manos en las caderas, sacudiendo la cabeza de forma que el cabello flotaba en todas direcciones-. Es publicidad. El hombre ya es historia, por lo que no necesitas el nombre, pero el fotógrafo nos siguió a la casa que Tyson había comprado para Libby y nos pilló. ¡Vaya cosa!

Prakenskii nunca apartó los ojos de la cara Joley mientras hacía la declaración. Se le escapó un largo y lento siseo y se levantó con un fluido movimiento, con toda la gracia y amenaza depredadora y mortal peligro de un tigre adulto.

– Cuando uno reclama un favor, se dice la verdad. Demando la verdad y el nombre de ese hombre que puso las manos y la boca sobre ti.

– ¿Qué diferencia hay en quien es él? -La barbilla de Joley estaba alzada, los ojos lanzaban chispas.

– No quisiera matar al hombre equivocado.

– ¡Epa! Detente ahí. -Jonas se levantó de un salto-. No puedes hacer amenazas así.

– Es una cuestión de honor. -No había emoción en su voz, en absoluto. Prakenskii se encogió de hombros como si una vida no le importara nada.

Las Drake se miraron entre ellas, perplejas, y luego a Joley. Ella inspiró.

– Ilya – empezó y luego se detuvo, mirando desvalidamente a Libby.

Ilya Prakenskii siguió la mirada y frunció el ceño.

– Me deben la verdad y pedí que me la dijeran. Una de ustedes me la dirá.

Hannah miró en derredor a sus hermanas.

– Tengo una tremenda deuda, todas la tenemos, pero este no es mi secreto para decirlo. Si lo fuera, te daría la información que requieres, pero lo siento, no puedo.

Prakenskii miró las caras alrededor de la habitación.

– Pregunté eso como la devolución de una deuda de honor. ¿Me la niegan?

Libby agitó la cabeza.

– No, no lo hacemos. -El color le subió a la cara, pero le mantuvo la mirada-. Estaba con Tyson en la casa y alguien quería hacerle, hacernos daño… El hombre tomó fotografías de los dos. Soy médico y no estoy acostumbrada a la prensa sensacionalista y las terribles cosas que le hacen a la vida de una persona. Joley se tiñó el cabello y se hizo cargo pretendiendo que las fotografías eran de ella, para que mi reputación no fuera dañada -dijo Libby-. Fue generoso y tierno por su parte hacerlo.

Prakenskii permaneció de pie absolutamente inmóvil en medio de la habitación. Su mirada sobre la cara desviada de Joley.

– Fue peligroso. Y ella sabe que lo fue. Mírame. -Cuando no lo hizo, la voz se le endureció-. Mírame.

Joley alzó la mirada hacia él.

– Debiste habérmelo dicho cuando te pregunté.

– No era de tu incumbencia.

Hannah le sujetó la mano.

– ¿Por qué sigue diciendo que estas haciendo algo peligroso, Joley?

Joley se encogió de hombros.

– No lo sé. Piensa que estoy atrayendo a todos los locos.

Hannah palideció y se extendió hacia Jonas, inconsciente de ello.

– Sé que tienes precogniciones, Ilya. Si Joley está en peligro, ven y dilo. Dinos de donde viene el peligro.

– Ya lo dije. Y si supiera de donde viene el peligro, lo eliminaría -dijo Prakenskii-. Sé que no confías en mí, Hannah, ninguna de ustedes, y en realidad no importa, pero quién sea el que haya organizado el ataque contra ti estaba haciendo una advertencia. Fue brutal, cruel y directo. Trataron de destruir tu cara, tu cuerpo y luego terminar con tu vida. Vendrán detrás de ti de nuevo. Y Joley está atrayendo el mismo tipo de atención, pero ¿por qué? Tendrás que preguntarle a ella. -Extendió las manos.

Se volvió y se dirigió hacia la puerta.

– Estaré en el pueblo algún tiempo. Sé que no me pedirán ayuda, pero la tendrán de todas formas.

– ¿Está Nikitin en el pueblo? -preguntó Jonas.

– Oh sí. Joley está aquí. La prensa está aquí. Nitikin estará justo en el centro de todo. Puede hacer negocios desde cualquier parte del mundo, gracias a los teléfonos móviles y los ordenadores.

– ¿Por qué trabajas para él? -preguntó Jonas.

Prakenskii se encogió de hombros.

– ¿Dónde si no un hombre como yo puede encontrar trabajo?

La respiración de Joley siseó entre los dientes.

– Sí, vuelve arrastrándote y protege a ese idiota despreciable. No es como si pudieras cambiar lo que eres.

Prakenskii se detuvo en la puerta, los ojos centellaron cuando vagaron sobre la furiosa cara de ella.

– No, no puedo. No más de lo que puedes tú.

Jonas lo siguió fuera.

– ¿Está Nikitin involucrado en el ataque a Hannah?

Los ojos de Prakenskii se habían vuelto fríos como el hielo.

– Si lo hubiera estado, estaría muerto. A pesar de lo que piensas de mí, las Drake están bajo mi protección. Pero he oído rumores… susurros… y hasta ahora no he sido capaz de encontrar quien contrató al asesino, pero ahí hay uno. -Señaló hacia la congregación de gente que había alrededor de la cerca-. Tienes un problema aquí. Quienes quieran que sean volverán a atacar y lo harán de diferente modo esta vez. Tienen la atención de los medios e hicieron su declaración. Ahora la quieren muerta.

Jonas dirigió una larga mirada asesina al montón de gente alrededor de la cerca. Había flores, peluches y velas por todos lados. Pero reconoció a un par de los guardias cercanos al Reverendo y divisó a Rudy Venturi, un hombre que seguía a Hannah a todas partes a las que iba, justo delante, sujetando flores en las manos.

– Si no te lo he dicho antes, Prakenskii, gracias por salvarle la vida. Me dijo que nunca lo habría logrado sin ti.

Prakenskii bajó los escalones, se volvió, agitando la cabeza, reflexionando en voz alta.

– Fue un ataque brutal, Harrington. Para mí hay algo que no está bien. Ese tipo de odio debería ser bastante sencillo de localizar. -Se detuvo y miró lentamente alrededor-. Quienes quieran que la deseen muerta están aquí. Están justo aquí en su ciudad natal y esperando la oportunidad para atacar. Puedo sentirlos.

– Gracias. Los encontraré.

– No dudo que lo harás… Pero ¿llegarás a tiempo?

La cara de Jonas de endureció.

– Oh, sí. Lo haré a tiempo. -Miró a Prakenskii alejarse, preguntándose que juego estaba jugando ese hombre y que planeaba Joley. Necesitaba hablar con ella y rápido. La última cosa que quería era agregar otra complicación a este desastre.

Respiró hondo y dejó salir el aire, profundizando en la advertencia de Prakenskii mientras daba otra lenta y cuidadosa mirada a la multitud. Jonas lo sentía también. Prakenskii no estaba echando humo para hacerse el importante, algo malvado acechaba en el aire.

Abajo cerca de la puerta de entrada, Matt Granite, novio de Kate, lo llamó. Matt estaba de pie frente a Rudy Venturi. Rudy era pequeño y ligero, con el brillante y teñido cabello levantado en púas, con una cara indefinible. Sin el cabello sería fácil perderlo entre la multitud. Jonas imaginó que la mayoría de las personas lo pasarían por alto.

Se tomó su tiempo, caminando lentamente hacia el hombre, no queriendo asustarlo. La última vez que habían hablado no había sido placentera. Jonas lo había interrogado durante horas después de que Hannah hubiese recibido una amenazadora carta de él, llamándola perra estirada… y el hombre tenía dinero. Montones y montones de dinero,. dinero suficiente para contratar un brutal y desalmado ataque contra Hannah. ¿Se habría enfadado tanto al advertir el desprecio? ¿Habría estado tan furioso como para pagarle a alguien para que le cortara la cara y el cuerpo en tiritas antes de usarla como un saco de boxeo con un cuchillo apretado en el puño?

Las imágenes regresaron, vividas y repugnantes, tan reales que podía contar las salpicaduras de sangre esparcidas por la habitación. Se le retorció el estómago, le entraron nauseas y se tambaleó, el cuerpo estallando en sudor. Bruscamente apartó las imágenes y forzó una sonrisa cuando se detuvo frente a Rudy, manteniendo la voz amigable.

– ¿Eres Rudy Venturi? Hannah me dijo que vas a todos sus actos -Sabía que Hannah jamás había hablado con Venturi. Jonas lo había dejado bien claro, le había ordenado, mantenerse alejada de él. El hombre tenía un respetable fideicomiso, debido a un accidente de coche que lo dejó sin familia y un leve daño cerebral. Viajaba mucho, la mayor parte del tiempo siguiendo a Hannah de acto a acto.

Rudy asintió, apretando las flores.

– Los doctores dijeron que no podía ver a nadie en este momento. Necesita descansar -dijo Jonas, levantando las manos hacia las flores-. ¿Dónde estabas cuando fue atacada?

Rudy asintió y de mala gana le entregó el gran ramo a Jonas.

– Dd-debería tener un g-guardaespaldas.

– Estoy de acuerdo. Es por eso que estoy aquí ahora. No permitiré que nada le pase -agregó-. ¿Viste al hombre que la apuñaló?

Rudy se presionó la mano contra la boca y asintió vigorosamente.

– H-había tanta s-sangre. Pensé que estaba m-muerta y quise m-morir.

– No, ella está bien viva. ¿Viste al hombre que la atacó hablando con alguien más antes del ataque?

Rudy golpeó las manos contra los muslos con agitación.

– ¡Sí! Sí. No paraba de s-sacudir la cabeza hacia delante y hacia atrás. Lo vi s-sacar el cuchillo. El otro hombre l-lo golpeó en la espalda cuando iba hacia el cordón de seguridad. T-traté de decírselo al policía, pero el p-predicador estaba gritando y el policía fue de inmediato a h-hablarle.

– ¿Realmente lo viste, Rudy? -preguntó Jonas, tratando de mantener la voz calmada y uniforme. Rudy nunca sería un buen testigo, y vivía en un mundo alterno pero si estaba diciendo la verdad, podría ser una gran oportunidad para ellos-. Realmente podrías ayudar a Hannah si me lo describieras.

Deliberadamente se acercó más al hombre, creando una sensación de urgencia y camaradería.

– Por aquí, entra por la valla y háblame donde nadie más pueda oírte. -Sujetó la reja y vio como el pecho de Rudy se expandía dándose importancia y entró a la propiedad de las Drake-. ¿Quieres ayudarla, verdad?

– Ella es tan agradable. Siempre me sonríe. Todos los demás miran a través de mí, pero ella me ve… y me sonríe.

– Yo también pienso que es agradable -dijo Jonas-. Fue bondadoso de tu parte traerle flores -Habían flores a todo el largo de la cerca de admiradores de todo el mundo, pero Jonas hizo toda una demostración al mirar el ramo-. Realmente ama las flores.

La mitad del maldito mundo estaba enviando flores y aún así no se le había ocurrido a Jonas hacerlo. Todo lo que quería hacer era abrazarla. Sentirla. Tocarla. Saber que estaba a salvo. Un hombre como Rudy Venturi sabía lo suficiente como para traerle flores, pero Jonas ni siquiera lo había pensado.

– Rudy, tienes que ayudarla ahora. Trata de recordar todo lo que puedas acerca del hombre que habló con el atacante de Hannah.

– No tengo una fotografía nueva firmada de ella. Siempre me da una, pero no lo hizo esta vez en New York.

– ¿Hannah te dio una fotografía? -Si era verdad la iba a sacudir hasta que le castañetearan los dientes. Sabía bien que no debía acercarse demasiado al cordón. Un año antes le había advertido que dejara de firmar autógrafos a la gente.

– Me la firmó -continuó Rudy-. Dice “Te deseo lo mejor, Hannah”. En cada acto me da una nueva y esta vez no lo hizo.

Jonas apretó fuertemente los dientes y se tragó una maldición. Era tan propio de Hannah sonreír y asentir cuando estaban discutiendo acerca de seguridad y luego hacer lo que le daba la gana.

– Probablemente tenía una, cuando fue atacada, y no pudo dártela -señaló, manteniendo la voz calmada.

Rudy asintió y frunció un poco el ceño.

– Pero si te digo que aspecto tenía, ¿me conseguirás la foto firmada? Tiene que decir, “Te deseo lo mejor, Hannah”. Deber decir eso, porque siempre me da una.

Iba a hacer más que sacudirla. ¿En qué demonios estaba pensando? Rudy quizás parecía inofensivo, pero si lo iba a distinguir y hacerlo sentir especial, debería tener un guardia de seguridad cuidándola. Jonas se forzó a sonreír.

– Me asegurare de que esté firmada, Rudy. Dime que recuerdas.

Rudy arrugó la cara y realizó pequeños sonidos, como una computadora vieja y cansada tratando de acceder a la información.

– Era grande.

Jonas esperó, pero Rudy parecía contento consigo mismo.

– Grande. Bien. Tengo eso. ¿Qué color de cabello? ¿Era corto o largo?

– Rubio y corto. Muy corto. Y parecía mezquino. Sonreía, pero no era real. Era el mismo tipo de sonrisa que tienes tú.

Jonas se quedó quieto. Rudy podría haber sufrido daño cerebral en el accidente, y tener apariencia infantil, pero aún era agudo, o quizás como un niño podía percibir la verdad más fácilmente que un adulto.

– Lo siento. Estoy molesto por lo que ese hombre le hizo a Hannah.

Rudy asintió.

– Yo también. -Las cejas se le juntaron cuando estudió la cara de Jonas-. Te conozco. Hablaste conmigo con anterioridad. No fuiste amable.

Jonas suspiró. Había temido que Rudy lo reconociera tarde o temprano. No, no había sido amable. Interrogó a Rudy con dureza, machacándolo con ahínco mientras el hombre se ponía cada vez más confuso y molesto.

– Soy cuidadoso con la seguridad de Hannah y había recibido algunas cartas amenazadoras.

Rudy bajó la cabeza.

– Yo le escribí.

– Si, leí las cartas. Escribiste varias. -Rudy la había llamado por algunos nombres desagradables y la amenaza era más implícita que manifiesta. Jonas había querido cruzar la mesa y hacerlo pedazos hasta que se dio cuenta que estaba tan obsesionado con conseguir una fotografía de Hannah que de hecho superaba el deseo de hablar con Hannah. ¿O es que Rudy era lo suficientemente inteligente para aparentar ser débil y tartamudo? Jonas había descubierto que los asesinos eran muy manipuladores y embaucadores.

– Estaba enfadado porque no me dio la fotografía. Cuando estaba en Australia, no me la dio. Siempre me da una.

– Sí, sé que lo hace -dijo Jonas con tanta paciencia como pudo reunir-. Te daré una de ella, firmada como te gusta. ¿Qué más recuerdas? ¿Oíste algo de lo que dijeron? ¿Tenía cicatrices el hombre? ¿Un tatuaje?

Rudy pareció excitado.

– En la mano, justo aquí. -Se frotó lo nudillos-. Tenía algo en la mano. Nunca lo había visto antes.

Jonas trató por varios minutos más de extraerle información, pero claramente Rudy no sabía nada más. Estaba dispuesto a inventárselo si Jonas quería que lo hiciera, por la fotografía, pero realmente no recordaba nada más.

– Haré que reciba tus flores, Rudy, a menos que quieras dejarlas en la valla con todas las demás -ofreció Jonas.

Rudy cogió otra vez las flores y las puso frente a todos los demás ramos, mirando hacia las ventanas de la casa de las Drake.

– Puede verlas desde aquí. ¿Conseguirás mi fotografía ahora?

– Sí. ¿Te importaría esperar detrás de la cerca ahora?, para que la gente de seguridad no esté preocupada

Rudy volvió a salir por la verja y se arrimó.

– ¿La conseguirás firmada?

Jonas asintió y se alejó deprisa, topándose con Matt, que estaba patrullando el perímetro de la cerca con un par de hombres de la familia y la seguridad que contrataron.

– ¿Has visto a Jackson por aquí?

Matt indicó colina arriba.

– Creyó ver a un par de periodistas escalando la cerca y fue en esa dirección para verificarlo.

Jonas maldijo suavemente.

– ¿Por qué no se van todos a casa?

– No creo que eso ocurra durante un tiempo -dijo Matt-. Pero los negocios en Sea Haven están floreciendo. Cada hotel está lleno y las tiendas y cafés están poniendo al día como atracadores. Creo que los precios se han triplicando.

– Eso he oído. -Jonas se rascó la mandíbula con la mano-. Dile a Jackson que necesitamos revisar todas las cintas de nuevo… las que tomaron las cadenas de televisión a la multitud que estaba afuera, tanto del desfile de moda como de la fiesta.

– Piensas que vas a conseguir información nueva.

Jonas se encogió de hombros.

– Vale la pena intentarlo.

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