– La niebla natural no es tan densa y mantenerla alrededor de la casa es peligroso y agotador, pero odio la idea de entrar. Me siento un poco atrapada y claustrofóbica -dijo Hannah.
Después de ver lo que la casa podía hacer, Jonas la quería dentro, segura, donde nadie pudiera llegar hasta ella. Acarició su rostro con un dedo, recorriendo la marca del cuchillo y bajando por el cuello, donde los cortes eran más profundos. El atacante había comenzado con cuchilladas ligeras, atravesando su cuerpo, de acá para allá. Había murmurado que lo sentía. Tal vez no había querido destruir su aspecto. Tal vez había sido algo completamente diferente.
Jonas deslizó la palma de su mano por su brazo delgado, sintiendo las heridas defensivas, recordando como levantó sus manos, una escasa protección contra el cruel asalto. Sus dedos se enlazaron con los de ella y la atrajo hacia delante.
– La niebla es naturalmente densa a lo largo de la playa bajo tu casa. Podemos caminar por allí. Tú y tus hermanas podéis encargaros fácilmente de cualquier cámara con teleobjetivo, ¿verdad?
Una sonrisa atravesó la cara de ella.
– Creo que eso será bastante fácil.
Fueron escaleras abajo hacia la playa en silencio. Hannah temblaba un poco. Llevaba puestos unos pantalones cortos y una chaqueta vaquera, pero obviamente no la protegían del frío del océano. Cuando alcanzaron la arena, se quitó los zapatos de una patada y esperó mientras él se quitaba los suyos.
Jonas se desprendió de su chaqueta, más gruesa.
– Toma esto, te resguardará del frío.
Hannah negó con la cabeza.
– Estoy acostumbrada al clima. Estoy todo el tiempo sentada afuera, ¿recuerdas? No quiero que pases frío.
– Es mi oportunidad de mostrarte lo viril que soy después de parecer un blandengue.
Le dejó envolverla en el calor de su chaqueta.
– ¿Blandengue? ¿Cuándo pareciste un blandengue?
– Sabes cómo me revuelven el estómago las películas de terror. La casa me produjo la misma sensación espeluznante y tus hermanas se dieron cuenta. Tu viril hombre parecía un bebé. Fue humillante. He conseguido encontrar la manera de desquitarme.
Ella se rió suavemente, el sonido flotaba sobre las interminables olas. Las ondas surgían en el agua como si los animales marinos respondieran. Enlazó su mano con el brazo del él, sus ojos azules brillantes de diversión. Para Jonas, Hannah creaba un mundo mágico a su alrededor, y siempre lo incluía dentro. Había tanta belleza en el mundo, y cuando estaba con ella, podía verla claramente.
– Cualquier hombre a quien hayan disparado tantas veces como a ti, no debería preocuparse porque alguien lo llame blandengue -apuntó ella.
– Que me disparen quiere decir que soy lento, no valiente.
– Eres valiente. Tampoco me gustan las películas de terror. Me provocan pesadillas. Joley es incluso peor. Si ve una película de miedo, tiene que dormir con las luces encendidas y la mayoría de las veces no quiere dormir sola.
– Entonces ¿por qué las veis?
– A Joley le gusta asustarse, y no puede verlas sola.
– No sé cómo puedes hacer que suene perfectamente lógico.
Su risa trajo vetas de plata brillando intermitentemente en la superficie del agua. Espuma blanca bordeaba las olas al romper. La espuma saltaba por las rocas golpeando los surcos formados durante siglos anteriores por el mar. Jonas inspiró profundamente y se sintió en paz.
– ¿Sabes qué, Hannah? Recupero mi equilibrio cuando estoy contigo. Mi mente puede relajarse y disfrutar del mundo a mí alrededor. Me di cuenta de eso cuando era un niño y las cosas iban tan mal con mi madre. Oía su llanto, nunca delante de mí, por la noche, cuando su puerta estaba cerrada. No podía hacer nada, nada de nada. Dios, me hacía sentir tan jodidamente indefenso, y venía a tu casa. Recorría las habitaciones hasta que te encontraba. No tenías que hablar conmigo, bastaba con que estuvieras allí, mi mente se calmaba y la furia que ardía en mi interior desaparecía.
Deslizó su mano en la de él, entrelazando sus dedos.
– Me sorprende que no fuera Libby, pero doy gracias por haber sido yo.
– Definitivamente eras tú. En esos días, no pensaba en el motivo, estaba muy confuso. No quería que mamá muriera, la quería conmigo todo el tiempo, pero sufría tanto dolor que sabía que estaba siendo egoísta y que debería poder encontrar la fuerza para decirle que estaría bien si ella se iba.
– Jonas -Hannah tocó su cara con dedos suaves-, ella quería estar contigo. Sé que quería. Fui por allí muchas veces con mi madre y su voluntad era incuestionable.
Llevó las puntas de sus dedos hasta su boca y luego las besó, antes de dejarla ir.
– Por eso es que aún cuando me sacas de quicio, todavía puedo sentir esta… esta…
Paz era la única palabra en la que podía pensar, lo miraba con estrellas en sus ojos y todo lo que quería hacer era besarla.
– Cásate conmigo, Hannah.
Parpadeó, pálida por la impresión.
– Jonas…
– No, Hannah, no pienses. Simplemente dilo. Dime que quieres ser mi esposa. Que quieres tener hijos conmigo. Que quieres que vuelva a casa contigo cada noche. Dímelo para que no tenga que seguir pensando que si digo o hago algo incorrecto, voy a perderte. -Empujó su mano a través de su pelo, dejándolo alborotándolo y en completo desastre-. Demonios. Me siento como si estuviera pisando huevos contigo.
– ¿Tú? No lo había notado.
– ¿Quieres todo eso? ¿Quieres acostarte conmigo por las noches? ¿Despertarte conmigo por la mañana? Me vuelve loco verte tan sexy y somnolienta con tu té. Pasa tu vida conmigo, Hannah. Envejece conmigo. Podremos estar sentados en el porche en nuestras mecedoras y te juro, cariño, que al final de todo, sabrás que nadie te pudo haber querido más o mejor. Puedo dártelo. Juro que puedo, cariño. Ámame, Hannah.
Jonas nunca había parecido tan vulnerable o desgarrado. Hacía que ella quisiera envolverse en sus brazos, perderse en sus ojos, acercarse al refugio de su cuerpo. Inspiró profundamente y expulsó el aire.
– Te amo con cada célula de mi cuerpo, Jonas. Con mi corazón y mi alma. Quiero todas esas cosas contigo, lo hago, pero no ahora mismo. No me siento bien ahora. Apenas me mantengo firme en mi cordura y tengo que saber que voy a ser capaz de entregarme a ti completamente. -Enmarcó su cara con las manos-. Necesito que comprendas eso y tengas paciencia conmigo. Nunca habrá otro hombre para mí. Siempre has sido tú, pero tengo que averiguar por qué trabajé durante años en un trabajo que odiaba. Tengo que saber por qué no puedo ver lo que todos los demás ven en mí. No me siento hermosa. Cuando me miro en el espejo, nunca veo belleza. Que esto le ocurra a alguien como yo es devastador, Jonas. No quiero que pienses que es vanidad, no lo es. No me puedo ver y necesito poder hacerlo. Necesito averiguar lo que soy y lo que quiero. Tengo que estar cómoda en mi piel antes de que pueda empezar una relación como la que quieres.
Contuvo el aliento en sus pulmones. No podía mirarla, no cuándo le estaba rompiendo el corazón. Apretó la mandíbula y se tragó el repentino nudo de su garganta.
– No lo hagas. -Hannah presionó las puntas de sus dedos sobre su boca-. No entiendes lo que digo. Sí, quiero casarme contigo. Absolutamente. Sólo que… no ahora.
Jonas retrocedió un par de pasos para evitar arrastrarla contra él. Hannah era tan esquiva, como agua escabulléndose entre sus dedos. La había amado durante tanto tiempo, la tuvo por una noche, y ahora se iba otra vez.
– Quiero entender, Hannah, pero me parece que estás complicándolo cuando es realmente simple. Te amo. Te quiero. Si sientes lo mismo, deberíamos estar juntos.
– No podría hacer el amor contigo. Sé que no podría. Quiero, Jonas, pero…
– No siempre vas a estar dolorida, Hannah, y eso no es importante.
Ella suspiró, deseando desesperadamente decir lo apropiado aún a expensas de su orgullo.
– Sabías que tenía problemas con el aspecto de mi cuerpo antes de que esto ocurriese. -Avergonzada, miró hacia el océano, observando la subida de las olas. Como siempre, el movimiento, el sonido y la belleza de ello la apaciguaron y la animaron-. Aún no puedo mirarme en un espejo, Jonas, y mucho menos pensar en ti mirándome.
– Yo te miraba, Hannah, antes y después. Eres la mujer más bella y sexy que he visto nunca. Vale, las heridas son recientes, pero están ya curándose y se desvanecerán. No dicen quién o qué eres. No para mí, nunca para mí.
– Lo hacen para mí. Necesito sentirme hermosa y sexy, no fea y repugnante.
Jonas la miró ceñudo.
– Hannah, Dios mío, ¿realmente no te sientes así acerca de ti misma? Las cicatrices van a desvanecerse. El cirujano plástico era uno de los mejores en el país y tus hermanas…
Dio un paso más cerca de él. Olas de angustia manaban de él, no angustia por sí mismo, sino por ella. No lástima, notó con alivio, sino genuina preocupación por ella.
– Se que mi cara y mi cuerpo se recuperarán con el tiempo, pero ahora mismo no te quiero mirándome.
– No tienes que estar perfecta para mí, Hannah. -Su voz era baja y furiosa-. Ese jodido Simpson te hizo esto. Te hizo pensar que tenías defectos y que no eras lo bastante buena. Le oí gritarte que perdieras peso y que tus senos eran demasiados grandes. Que se joda. Y que se joda el maldito trabajo. Eres hermosa. Demonios, cariño, paras el tráfico. Siempre lo hiciste.
– Cualquiera que sea el problema, Jonas, es algo de lo que tengo que ocuparme.
Abrió su boca para seguir discutiendo, para persuadirla de que tenía razón y que debería estar con él. La cerró bruscamente, tragándose la frase. La amaba y necesitaba comprenderla. No era el mejor expresándose, pero tenía que pensar en una forma de decirle las palabras correctas.
Guardó silencio por un momento, mirando fijamente su cara, su piel era tan perfecta que pedía ser acariciada, aún con las cicatrices que la atravesaban. ¿Qué quería decirle exactamente? Siempre había querido que se defendiera por sí misma, que eligiera lo que quería hacer, con quién quería estar, pero ¿qué estaba diciendo en realidad? Quería que su elección fuera él, que se quedara en casa y tuviera a sus hijos y fuera su mejor amiga y su amante.
Jonas suspiró. Se enorgullecía de ella por ser lo suficientemente valiente para mirarse y querer encontrar su propia fuerza. Y la amaba con toda su alma, de modo que, si Hannah quería y necesitaba tiempo, se lo daría. Además, su admisión tenía un montón de interesantes lagunas por investigar.
Deslizó un dedo desde su ceja hasta la comisura de su boca.
– Lo que estás diciendo es que me amas, que no hay otro hombre, pero que no crees que puedas hacer el amor conmigo ahora mismo porque te sientes fea. ¿He comprendido bien?
– Eso es parte del problema. -Su estómago comenzó a reacomodarse. No estaba furioso con ella, o herido, luchaba por entender y eso era todo lo que podía pedir-. Es difícil sentir deseo cuando no te sientes deseable, Jonas.
La yema su dedo se deslizó por su boca, recorriendo su carnoso labio inferior antes de deslizarse sobre la curva de su barbilla para moldear su cuello. Sus dedos se curvaron, la palma rodeando su garganta.
– ¿Así es que ahora mismo no me deseas físicamente, pero crees que podría suceder más tarde, cuándo te sientas mejor contigo misma?
Su toque fue eléctrico, enviando pequeñas corrientes a través de sus venas. No se sentía deseable, pero Jonas, acercándose y tocándola tan posesivamente, todavía podía provocar el deseo. ¿Qué locura era eso? Había pensado que sería imposible desnudarse y mostrarle las cicatrices de nuevo, pero ahora, con su palma contra ella y las yemas de sus dedos acariciando tentadoramente su piel, su cuerpo revivía.
– Sólo podría ofrecerte caos y conmoción, conmigo sufriendo una crisis nerviosa cada dos por tres, y mereces algo mejor que eso, Jonas. -Ignoró el salvaje anhelo que su voz, sus manos y la expresión de su cara le provocaban.
Sujetó uno de sus rizos detrás de su oreja, deslizando su mano hasta la nuca para sujetarla.
– Si sufres una crisis nerviosa, puedo estar allí contigo.
– Eso no es cómo quiero que seamos. No quiero que tengas que recoger los pedazos. -Ahora sabía exactamente lo que quería decir-. Quiero averiguar lo que quiero.
La mirada de Jonas se volvió oscura y caliente, bajando hasta sus labios. Su estómago saltó. El calor abrasador se propagó a través de su abdomen.
– No me importa ayudarte a entender lo que quieres, Hannah. Puedes… hablar… conmigo de todo lo que quieras.
La evidente insinuación en su voz curvó los dedos de sus pies en la arena. Su palma rodeó su nuca, suave y caliente, sujetándola eficazmente delante de él. De repente él estaba cerca. Supo que se había movido, acercándose. No lo había visto, pero repentinamente estaba allí, su cuerpo a una solo centímetro del de ella. Podía sentir el calor de su cuerpo, los poderosos músculos de los muslos y del pecho, pero no eran tan conmovedores como la mano que rodeaba su nuca. El susurro de su aliento descendió sobre ella, dentro de ella. Sentía que respiraban juntos.
– Jonas. -Trató de poner advertencia, censura en su voz, pero era imposible, no cuando sus ojos eran tan oscuros y hambrientos.
No se molestó en disfrazárselo o envolvérselo en algo bonito. La dejó ver la necesidad sombría en él, la pesada protuberancia en el frente de sus vaqueros, la carrera de su pulso y su sonrisa traviesa y sexy cuando su cálida mirada recorrió su cara. Tocó con la lengua su labio inferior e instantáneamente él dirigió allí su atención.
– No vas a seducirme. -Alzó su mano en advertencia, indecisa entre el deseo de correr, reírse o lanzarse a sus brazos.
– ¿No? ¿Estás segura de eso? -Su pulgar acarició su sien que latía fuertemente.
– Me distraes, Jonas. No puedo mantener la niebla abajo si estoy distraída y quería caminar por la playa.
Había desesperación en su voz. No lo podía soportar, se sentía desesperada. Si la besaba, no iba a resistirlo. Se derrumbaría. Ya le podía saborear en su boca, de manera salvaje y loca y masculina. Jonas podría hacer que se deshiciera en sus brazos se sintiera hermosa o no y no se trataba de eso. Quería entregarse completa, no sólo una parte. Estaba muy herida, y ahora tenía una segunda oportunidad para hacer las cosas bien. Más que cualquier otra cosa, quería que su relación con Jonas fuera bien.
Él inclinó su cabeza y acarició con sus labios suavemente los de ella.
– Voy a amarte, Hannah. Por siempre. Para siempre. El sexo es parte de ello, así es que puedes esperar un poco de seducción de vez en cuando. No tengo ninguna duda de que puedo hacerte sentir hermosa. Y puedo hacer que me quieras. Y puedo hacerte gritar mi nombre y olvidar todo menos el placer. Puedo no ser bueno en un montón de cosas, pero puedo darte eso.
Ella ahuecó su cara con la mano, su pulgar deslizándose a lo largo de su mandíbula ensombrecida.
– Quiero eso de ti. Simplemente dame un poco de tiempo.
Sus ojos buscaron los ella, evidentemente vieron lo que necesitaba, y se inclinó para depositar un beso suave como una mariposa en sus labios antes de soltarla.
– Para lo que sea que necesites, cariño, soy tu hombre. -Comenzó a andar por la playa, con una pequeña y satisfecha sonrisa en su cara.
Hannah introdujo los dedos en el bolsillo de atrás de él y caminó a su lado, el peso aplastante que parecía estar siempre presente en su pecho se aligeró. Era su hombre y, si bien no era estúpida y sabía que estaba diciendo bastante más que lo que aparentaba, Jonas estaba dispuesto a esperar a que resolviera su vida y eso lo significaba todo.
Las gaviotas chillaban y el agua rompía sobre la costa, estrellándose contra las rocas para rociar gotitas blancas en el aire. El agua formaba espuma y chisporroteaba, dejando diminutos huecos en la arena al retirarse las olas. Pasearon en amigable silencio hasta que Hannah miró atrás, hacia sus huellas en la arena mojada.
– Tienes los pies grandes, Jonas.
La miró, directamente a la cara.
– Tengo grande todo.
Ella puso los ojos en blanco y se rió, sin poder contenerse. Era bueno reírse.
– Ya lo he comprobado, ¿recuerdas?
– Sí. Así es que he estado pensando en esta situación.
– Oh, Señor, eso da miedo. ¿Qué situación?
– Nosotros. Tú y yo. Estamos juntos, ¿de acuerdo? Seguro. Pero básicamente no podemos tener relaciones sexuales a menos que te coja desprevenida.
Tenía que dejar de decir “sexo” o incluso pensar en ello. Ella detestaba su cuerpo. Aseguraba que no quería que la mirara, pero cada vez que sus ojos se deslizaban sobre ella con esa mirada hambrienta y posesiva, cada vez que decía en voz baja: Estoy famélico y listo para comerte para cenar, se derretía. Si se derretía más, sería un charco a sus pies. Nunca la tomaría en serio y realmente necesitaba tiempo para resolver las cosas.
– No vas a cogerme desprevenida, Jonas, así es que no sigas por ahí. Quisiera… -Se apartó, ruborizándose.
– Tengamos sexo. Hagamos el amor -suplicó él, con un tono de diversión su voz.
Lo miró ceñuda, aunque era imposible intimidar a Jonas.
– Sí. Eso. Pero al final, tendría que quitarme la ropa y estaría cohibida y me sentiría fatal y estarías frustrado y loco por mí. Así que mejor simplemente lo dejas, no sigas por ahí.
Su sonrisa se ensanchó lo suficiente como para hacer que retuviera el aliento en sus pulmones. No debería ser tan atractivo o tan sexy. Y no debería tener esa mirada en su cara, la que decía que era un depredador a punto de saltar al ataque y engullirla.
– Puedo pensar acerca de un buen número de formas de hacer el amor sin quitarte toda la ropa. Cuanto más pienso en ello, más erótico es, tú con una bonita falda larga y sin bragas. O bragas que pueda arrancarte. No, digamos que no llevas nada y comienzo a deslizar mi mano sobre tu pequeño y sexy trasero. Sólo porque pareces lo bastante buena para comerte.
Su mano ahuecó el cuerpo de ella a través del tejido de sus vaqueros, e hizo un lento recorrido como si buscase el borde de sus bragas. El color subió por su cara y un calor húmedo se derramó por el interior de ella.
– Sin bragas. Diría que llevas tanga. Sí, cariño, eso es sexy, pero bajo esta supuesta falda larga, no llevarías nada excepto piel desnuda. -Su mano se deslizó por sus caderas y subió por su cintura, bajo la blusa. Sus dedos pasaron rozando suavemente, con cuidado de no tocar donde pudiera lastimarla. Acunó su pecho, descansando el peso en su palma-. Y tampoco llevarías puesta esta insignificante cosa de encaje que llamas sujetador. Así que cuando incline mi cabeza así… -Su boca se cerró sobre su pecho a través de la camisa, succionando suavemente a través de la tela, sus dientes tirando del pezón, enviando un destello de fuego crepitando a través de su cuerpo.
Sus ojos se volvieron opacos, vidriosos, su aliento quedó retenido en los pulmones. Jonas tenía cuidado de ignorar sus propias necesidades, apartando su mente de la dureza casi dolorosa entre sus piernas. Hannah era todo lo que contaba para él. Tenía que saber que era una mujer bella, deseable y que la necesitaba. El conocimiento sería bastante para los dos por ahora. Retrocedió, exhalando aire caliente sobre la mancha húmeda, los dientes se demoraron por un momento en el pezón antes de soltarla.
– De modo que cuando incline mi cabeza así, podría apartar la blusa, esa pequeña cosa campesina de encajes que llevas puesta me vuelve loco, me saca de mis casillas.
No sabía que su blusa campesina de encaje lo volvía loco. Su boca y sus manos sí la volvían loca a ella. Permaneció quieta, queriendo más de su fantasía, en la seguridad de que estaba rozando la línea de peligro con él, pero queriendo continuar un poco más aún, antes de tener que regresar y enfrentarse con la realidad. Lo ansiaba y la hacía sentirse viva. Podía notar los cortes en su cara, garganta y cuerpo, pero Jonas lograba hacerla sentir como si su cara -su piel- fuera perfecta cuando la miraba.
– Adoro esa mirada en tu cara, soñadora y sexy y un tanto traviesa. No tengo ni idea de cómo puedes parecer seductora e inocente al mismo tiempo.
– Desearía poder verme través de tus ojos. -Ciertamente le hacía sentirse bella, aunque no lo pudiera ver por sí misma.
Él tiró de su mano y empezaron a caminar de nuevo, dejando sus huellas las unas junto a las otras en la arena mojada, caminando entre algas y algunas pequeñas medusas para bordear la cala donde se formaban charcas con la marea. La marea estaba baja, así que bordearon las rocas y alcanzaron la playa, observando las olas romper contra las cuevas incrustadas de percebes y rocas. Las aves agitaron sus alas impacientemente, en espera de que sol quedara libre de la niebla, antes de lanzarse al aire para desayunar.
– Cuando te recoja, Hannah, ponte esa falda larga y vaporosa que se mueve con cada paso que das. Esa azul claro con estampados en azul más oscuro y que va con tu blusa de encajes.
No podía evitar que la complaciera el que pudiera describir uno de sus conjuntos favoritos.
– Me gustaría que pudieras arriesgarte a salir conmigo. Me siento como si estuviera encerrada y alguien hubiera tirado la llave. Y ahora que sé que el peligro aún está ahí, voy a quedarme en mi cuarto para siempre.
– No puedes dejarles hacer de ti una prisionera. Sólo tenemos que ser un poco imaginativos. Podríamos ir a mi casa mañana por la tarde, o tal vez al faro. Inez tiene las llaves.
– ¿Cómo es que Inez tiene las llaves del faro? Dirige la tienda de comestibles.
– Inez tiene las llaves del pueblo entero. ¿Cómo no saber que las tiene? Podríamos tener un picnic privado allí, en el faro. Nadie lo sabría. Es fácilmente defendible. Y no tienes más que preparar tus bolsas y escaparte.
Estaba un poco avergonzada de ello. Por supuesto que la casa los había protegido, ella la había oído durante años creciendo, pero nunca lo había visto realmente. Ella aún tenía algunas dudas, pero no iba a admitirlo en voz alta.
– ¿Quieres llevarme al faro a un picnic con gente tratando de matarme?
– Es eso o sentarte en tu cuarto, Hannah, y uno o dos días más y vas a descolgarte por la pared lateral de la casa, tratando de escapar. Podemos lograr escabullirnos. Tus hermanas pueden distraer a todos y nosotros pasaríamos inadvertidos en la oscuridad.
Consideró su propuesta. Ya enloquecía a causa del confinamiento, pero con los reporteros, y ahora con el conocimiento de que alguien que quería matarla estaba en los alrededores, enviando a asesinos, dejar la protección de la casa parecía terrorífico. No quería ir a ninguna parte sola.
Jonas la atrapó por la cintura y la levantó sobre un ancho canal de agua fría que surcaba la arena hacia el mar. Apoyó las manos sobre sus hombros, sintiendo el racimo de músculos. Pareció elevarla sin ningún esfuerzo. Era un poco como volar, aunque estaba anclada y segura. La colocó sobre sus pies y siguió caminando alejándose de la casa.
– El banco de niebla no se va a mantener para siempre, Jonas -le recordó.
– No, pero tú y tus hermanas pueden manipular a algunos fotógrafos.
Enderezó sus hombros. Era cierto. ¿Por qué había estado tan asustada? Jonas estaba tan seguro de ella. Creía en ella y era difícil no creer en sí misma cuando tenía una convicción tan absoluta.
– Así que si me pongo mi falda azul y mi blusa campesina, y nos vamos al faro, ¿qué haríamos exactamente?
– Llevaría música así que podríamos bailar.
Sabía que era un bailarín maravilloso. Esta había sido una de las cosas que le diferenciaba en la escuela. Había bailado con las Drake, aprendiendo cada baile desde el baile de salón a la salsa, y eso le había hecho muy popular en cada baile escolar. A ella le gustaba bailar y Jonas lo sabía. Incluso cuando era una niña, había flotado alrededor de la casa, fingiendo ser una bailarina en un concurso de bailes de salón. Jonas incluso había bailado el Lindy y el Jitterbug con ella.
– Ese picnic comienza a sonar tentador.
– Un refresco italiano de fresa -sobornó él, conociendo sus debilidades-. Y pan francés.
Dos de sus cosas favoritas.
El faro estaría desierto y a Jonas le sería bastante fácil conseguir permiso para ir allí. Si realmente pudieran lograr escabullirse, sería un gran alivio tener algunas horas en las que no sentirse atrapada. Y le gustaba estar con Jonas. Era realmente tan sencillo. Necesitaba tiempo para organizarse, pero adoraba cada instante en su compañía.
– ¿Crees realmente que podríamos lograr escaparnos?
Había esperanza en su voz. Jonas le dirigió otra sonrisa traviesa.
– Mañana por la noche te raptaré -prometió.
– Sarah tendrá un ataque -advirtió Hannah.
– No, no lo hará. Sabe que no puedes permanecer enjaulada en la casa y no puedes salir en público, así que esto es lo mejor. Nadie pensará en buscarte allí. Estarás a salvo, Sarah lo aprobará, y conseguiré averiguar de una vez por todas si llevas tanga o nada en absoluto
– Estás terriblemente obsesionado con mi ropa interior -bromeó ella.
– O por la falta de ella -admitió él-. Pienso en ello más de lo que debería.
Advirtió la honestidad en su voz. ¿Cómo podía esa simple admisión hacer que se calentase por todas partes?
– Déjame asegurarte que casi siempre llevo puesta ropa interior. -Tuvo que apretar los dientes para evitar reírse de su expresión.
– ¿Casi siempre? Eso no está bien, Hannah. Ahora no voy a tener nunca un momento de paz a tu alrededor.
Pareció satisfecha.
– Lo sé.
Jonas se rió, un sonido intenso y verdadero, pleno de diversión y que hacía que su corazón remontara. Dio unos pasos de baile en la arena, extendiendo los brazos, olvidando completamente por un momento que estaba desfigurada y que alguien la odiaba lo suficiente como para matarla. Ella miró hacia el cielo.
– Probablemente podríamos construir un castillo de arena antes de que la niebla se vaya.
– No tenemos herramientas.
– ¿Herramientas? -dio un bufido desdeñoso-. Aficionado.
– Acabas de llamarme aficionado.
– Lo hice. Construye tu castillo de arena por ahí. Tienes doce minutos. Eso es todo y tendremos que irnos.
Ya estaba poniéndose en cuclillas, cavando en busca de arena más húmeda. Ella estaba de rodillas haciendo lo mismo. Minutos más tarde, cuando Jonas la miró, estaba haciendo trampa, dirigiendo pequeñas ráfagas de viento para construir las paredes del castillo. Abrió su boca para reprochárselo, pero parecía tan concentrada, como una niña jugando, despreocupada y feliz, que no quería interrumpirla ni siquiera para bromear.
Hannah hundió sus manos en la arena, guiando distraídamente pequeñas ráfagas de viento para esculpir el castillo. La arena se sentía bien, terrosa y granulada, el castillo tomaba forma rápidamente. Construyó un puente sobre el foso defensivo enviando una racha de viento a que tallara un túnel a través de la arena. Explotó por el otro lado, salpicando a Jonas lo bastante fuerte como para picarle.
Se cubrió la boca, amortiguando la risa cuando él giró tan rápido que perdió el equilibrio y cayó en la arena húmeda que había estado amontonando cuidadosamente.
– Pobrecito. Tu castillo de arena parece un poco anémico. -Se inclinó para meter su dedo en la ladera donde la arena se derrumbaba-. Tienes que apretarla fuerte, Jonas.
Él atrapó sus brazos y tiró fuertemente hasta que perdió el equilibrio y cayó sobre él. Tomó sus manos mojadas, llenas de arena y las secó en la tela de sus vaqueros, dejándolos llenos de manchas.
– Te lo mereces por hacer trampa.
– No hice trampa.
– Usaste el viento.
– No puedo evitarlo si le gusto y tú no. -Permaneció tumbada desgarbadamente sobre él, levantándose a mirarlo a los ojos.
– Eres un hombre guapo, Jonas Harrington. De verdad lo eres.
Acarició el pelo que caía por su frente.
– Me alegro de que piense eso, Señorita Drake.
– Si te beso después de todo, ¿pensarás que he perdido el juicio?
– Besar no quiere decir que vayamos a tener relaciones sexuales, Hannah.
– Lo sé, pero me has dado… -Se interrumpió. Esperanza. La palabra brilló tenuemente en su mente y la envió hacia la de él. Risa. Se inclinó para depositar un beso en su barbilla. Mi vida anterior. Besó la comisura de su boca, acariciando con sus labios los de él. Me sentía destrozada, Jonas, y me haces sentirme entera.
Puso sus labios sobre los de él, deslizando tímidamente su lengua a lo largo de su boca, no le importaba que viera su cara en el amanecer. Necesitaba besarle, encontrar la manera de demostrarle que lo amaba. Porque lo hacía. Profundamente. Con todo su corazón. Incluso con su alma. Derramó su amor en su beso, abriendo su mente un poco, queriendo que sintiera lo que significaba para ella. Queriendo hacerle saber lo que le hacía. Podía afrontar su futuro. Y podía ser fuerte aún cuando se sintiera como si quisiera esconderse en un agujero.
– Tú me diste eso -murmuró contra su boca-. Gracias.
La enlazó por la nuca, manteniéndola junto a él.
– Te amo, Hannah. Lo que sea que necesites, estaré ahí por ti.
Sonrió mirándolo a los ojos.
– ¿Así que esa actitud mandona era sólo una actuación?
– Por supuesto, para impresionarte. Y dio resultado. -Levantó la cabeza para cubrir los escasos centímetros que los separaban y capturó su labio inferior con los dientes, tirando suavemente-. Bésame otra vez.
No la esperó, tomando la iniciativa, deslizando su boca sobre la de ella, con besos suaves, delicados, como alas de mariposa, repetidas veces, acariciando los labios de ella con los suyos, lamiendo las comisuras de su boca con la lengua, degustando su sabor, despacio y lánguidamente, tomándose su tiempo, llevándola con él en un viaje de textura y sabor. Un calor fundente que comenzó como una lenta llama y aumentó su calor grado a grado deliberadamente.
Los dedos de él enredados en su pelo, la sujetaban en su lugar mientras la tomaba, dejando que la pasión se deslizara lentamente más allá del control hacia el deseo desatado. Cuando no se apartó, él presionó más, su boca cálida y exigente, ahondando el beso, derribando cada una de sus defensas. Había esperado ya bastante para reclamarla. Ella era demasiado joven, luego él se había ido, después había sido demasiado duro y salvaje, y más tarde había hecho demasiados enemigos. Pero había soñado con ella, su cuerpo dolía, hambriento por sentir su sabor en la lengua, la percepción de su piel sedosa bajo sus manos, su cuerpo suave y flexible, le pertenecían a él.
Olía como el paraíso, y se sentía incluso mejor, con los senos presionando contra su pecho y su erección, gruesa y dura y plena de su necesidad de ella, empujaba contra su suave abdomen. La necesidad era oscura y caliente, se precipitaba a través de él como una ola gigantesca. Su boca era terciopelo suave, tan caliente y oscuro como su necesidad. Los bordes de la razón comenzaban a empañarse. Dejó que una de sus manos bajara de su cara hasta su pecho y su boca la siguió. Ella se sobresaltó cuando arrastró sus dientes a través de su pecho.
Instantáneamente retrocedió, golpeando la arena con la parte de atrás de su cabeza.
– Lo siento, cariño. Perdí el control y no pensé. Qué imbécil.
Ella enmarcó su cara con las manos y se inclinó para depositar un beso en sus labios.
– ¿Sabes algo, Jonas? Yo también lo olvidé. Por un momento, estaba completamente bien. Me diste un momento perfecto. Gracias.
No pudo contestar. Su cuerpo todavía latía de necesidad y se maldijo a sí mismo por ser un idiota insensible y egoísta. Su generosidad estuvo a punto de deshacerlo.
Hannah rodó para yacer en la arena a su lado, respirando profundamente, encontrando la mano de él con la suya. Tratando de pensar en algo seguro que decir, ella se quedó con la mirada fija en la niebla que flotaba espesa sobre sus cabezas, intentando valerosamente darles privacidad.
– ¿Qué vas a hacer hoy?
– Jackson y yo vamos a comprobar si alguien archivó un informe de personas desaparecidas. Sacaremos un bote y buscaremos los cuerpos. Él intentará sacar las pruebas de la casa y vamos a ver si podemos identificar al que estaba aquí anoche. Rastrearemos las cercanías. Damon y Sarah son vuestros vecinos más cercanos. Sarah estaba aquí y Damon dijo que estaba dormido, así que no hay testigos.
– Está bien. Realmente no tenemos poderes para hacer que las personas olviden lo que ven. Sé que odiaste lo de anoche.
– No estuvo bien.
– ¿Sería mejor que dispararas contra ellos a que el terreno y casa nos protejan?
Frunció el ceño.
– No me gusta llamar magia a lo que haces. Eres mágica, pero el resto… tienes dones. Y todas vosotras tratáis de usar los dones para el bien, pero anoche, sentí la magia. Y los espíritus en la casa… nunca haremos el amor allí dentro otra vez. ¿Qué ocurre si uno de ellos flota alrededor?
Ella apretó sus labios fuertemente para evitar sonreír.
– ¿Eso realmente te da miedo?
– Prefiero una bonita y limpia bala. -Guardó silencio un momento-. Por otra parte, nunca pensé en el destino del receptor cuando enviaste el viento en mi ayuda cuando estaba en San Francisco. Habría muerto en ese callejón sin ti. Estaba tan centrado en moverme, en mantenerme en pie y no hacer al pobre Jackson llevarme, que no pensé más allá.
– Yo tampoco. Alguien estaba tratando de matarte, Jonas, e hice lo que debía para protegerte. Anoche, habrías hecho lo que fuera para protegernos. Y la casa, y nuestros antepasados, hicieron lo que debían para asegurar que nuestro linaje continúe.
– Lo sé, cariño. -Dio un pequeño suspiro y se enderezó, elevándose sobre sus pies con su gracia fluída y tirando de su mano para ayudarla.
– ¿Te molesta lo que puedo hacer? -El temor que sentía se mostraba en su cara. No se molestó en tratar de ocultar sus sentimientos a Jonas. Siempre se daba cuenta de todas formas.
Se inclinó para depositar otro beso en su boca.
– Es una parte de ti, una parte de tu familia, no se puede separar lo uno de lo otro, Hannah. Eso es quién eres. Créeme, cariño, no me importa aprovecharme en un tiroteo.
Hannah sacudió la arena de la espalda de él y de su trasero y luego se volvió para dejarle hacer lo mismo. Sus manos se demoraron demasiado tiempo, moldeando su trasero, masajeando cuando ya había sacudido la arena. Justo cuando ella pensaba que tendría que protestar, mientras su cuerpo reaccionaba acalorándose, sus manos se apartaron y le apartó el pelo detrás de la oreja, con expresión inocente.
Ella negó con la cabeza.
– Espero que hayas disfrutado.
– Muchísimo, gracias. ¿Necesitas ayuda con la parte de delante? -Había tenido cuidado de mantener la arena fuera de sus heridas-. Tal vez debería hacer una inspección.
– Tal vez deberías comenzar a considerar cómo vamos subir las escaleras de la casa sin que nos disparen cien teleobjetivos. -Se ciñó más la chaqueta para protegerse.
– Ese es tu departamento, Hannah. -Deslizó su brazo alrededor de sus hombros y la atrajo contra él cuando comenzaron a caminar de regreso hacia la casa-. Te podría echar sobre mi hombro como un bombero y salir a toda prisa, pero tomarían fotos de tu lindo trasero y lo publicarían desde aquí hasta el infierno, ida y vuelta. Eso me enojaría y luego apuñalaría a uno de ellos y perdería mi trabajo, así que supongo que tendrás que hacer tus cosas, mujer, y sacarnos de esto.
– ¿Perder tu empleo? -le sonrió-. No tendría que preocuparme porque te disparasen otra vez.
– Pero entonces moriríamos de hambre.
– Jonas, me ganaba bastante bien la vida y la mayor parte está en el banco o invertido en acciones muy seguras. No vamos a morirnos de hambre.
– Me das dolor de estómago. No quiero saber que tienes más dinero que yo.
Lo golpeó fuerte en las costillas.
– Eres un machista.
– Absolutamente. Te mantendré mientras te quedas en casa y crías a nuestros niños. No quiero a una desconocida criándolos. Y no los quiero yendo a la escuela a una edad aborrecible solamente porque sean listos. Los mantendremos en casa y cuidaremos nosotros de ellos.
– ¿Eso haremos?
La miró.
– Sí. A menos que tengas una idea mejor
– Esa era mi idea. Te la conté cuando tenía ocho años. Me ignoraste por esa horrible Sherrie Rider. Gracias a Dios que se mudó cuando tenía diez años. Eructaba todo el tiempo. No tengo ni idea de por qué la encontrabas interesante.
– Hacía deporte, Hannah. Y tú querías jugar con muñecas o algo por el estilo. Tío. El baloncesto o las Barbies, venga ya.
La risa de ella fluyó sobre él otra vez, haciéndole querer sonreír.
– Estamos en zona de peligro y tus hermanas nos están esperando. ¿Estás lista, cariño? Porque te llevaré aunque tenga que compartir tu trasero con los fotógrafos.
– Mi héroe. Sin embargo, no será necesario. -Levantó sus brazos hacia el cielo y comenzó a mover sus manos en suaves patrones.
Oyó voces femeninas en el viento como si provinieran del océano, conduciendo el banco de niebla delante de él hacia las farolas circundantes. Las aves surcaron el aire, volando tierra adentro, avanzando hacia los acantilados y los árboles cuando Hannah y Jonas, cogidos de la mano, corrieron a toda velocidad subiendo las escaleras que conducían a la casa de las Drake.