CAPÍTULO 21

Jonas estaba en el dormitorio de su madre e inspiró un débil perfume de jazmín. Sabía que crecía junto a la ventana, trepando los dos pisos por un enrejado que él había colocado cuando tenía catorce años. Había abierto la ventana todos los días durante años, para permitir que el perfume inundara el cuarto, porque a su madre le gustaba, y ahora, oliendo la fragancia, se imaginaba que ella estaba allí con él.

– Hoy es el día de mi boda, Mamá -dijo suavemente en voz alta-. Me caso con la mujer con la que siempre te dije que me casaría algún día. -Guardó silencio un momento, escuchando el eco de su voz en la habitación.

Había leído mil libros aquí, aún más de poesía. Durmiendo en una silla y más tarde en un catre pequeño. Se sentía el amor en este cuarto. Hannah tenía razón. Había sido una tragedia para un muchacho, pero no todo fue malo, hubo momentos maravillosos. La risa y los secretos susurrados, como el de casarse con Hannah Drake. Él se lo decía a su madre a menudo y ella nunca se lo contó a nadie, alentándolo a seguir sus sueños, y asegurándole que aquella joven Hannah crecería hasta convertirse en una mujer maravillosa algún día.

– Te gustaría si la vieras ahora, ya adulta, Mamá. Ambos quisimos celebrar la boda aquí para que pudieras estar con nosotros. Si miras por la ventana, podrás observar la ceremonia y la recepción. Hace un hermoso día, aunque honestamente, no sé si las hermanas Drake mantienen la niebla y la calima en la bahía, o si es natural. -Recorrió con su dedo la repisa de ventana-. Desearía que estuvieses aquí. Te gustaría esto. Todas estas personas. Los trajes. Hannah me hizo ponerme este traje blanco de gángster. Estamos haciendo una boda temática en blanco y negro. De los años veinte, para ti y Papá.

Permaneció unos minutos más en silencio. Las voces llegaban desde el exterior, dónde la mayor parte de Sea Haven se había reunido. Nada parecido a una boda pequeña, aún cuando ellos estuvieron considerando una reunión privada e íntima, no en Sea Haven. Tan sólo la familia Drake sumaba fácilmente unas cien personas. Todo el que había crecido en Sea Haven tenía que invitar a todo el pueblo, ya que se consideraban más como familiares que amigos. Se encontró sonriendo cuando las risas subieron desde el césped.

– Hice exactamente lo que dijiste. Encontré a una mujer que siempre será mi mejor amiga. Es tan hermosa, Mamá, y pasa por alto esos pequeños defectos sobre los que me hablabas. Tiene una forma de mirarme que me hace sentir, que me hace saber, que soy el hombre más afortunado del mundo.

Permaneció en la ventana mirando la escena semicaótica de abajo. Siempre se había sentido parte de la familia Drake, pero ahora, cuando oficialmente unía su vida con la de Hannah, sintió una alegría y una felicidad abrumadora.

– Vamos a usar esta habitación para los niños. Quiero que nuestros bebés sientan tu presencia desde el momento en que nazcan. Planeamos llenar la casa de niños y risas, como siempre quisiste que estuviera, y contamos contigo para ayudarnos a cuidar de ellos.

Jonas paseó alrededor la habitación vacía. Tiempo atrás había quitado la cama. Había odiado esa cama, sabiendo que su madre se había sentido prisionera en ella. Sus cosas habían sido cuidadosamente embaladas, sus posesiones favoritas guardadas en una vitrina en su estudio. Él la echaba de menos, especialmente ahora, en este día, el que ella tanto había deseado.

Un ligero golpe le hizo girarse. Jackson metió la cabeza en la habitación.

– Es la hora, Jonas. No querrás darle tiempo a Hannah para volver a pensárselo.

Jonas sonrió, saludó a su madre ausente y siguió a su mejor amigo escaleras abajo.

– No creo que vaya a abandonarme. -Le asombraba cuán completamente confiaba en ella. Hannah era su mejor amiga, su confidente y una amante asombrosa. Desde el momento en que la vio por primera vez, una parte de él había sabido que este día era inevitable.

– ¿Ya estás pensando en tener niños? -dijo Jackson.

La mirada de Jonas se posó en su amigo. Por primera vez desde que podía recordar, observó que Jackson parecía incómodo.

– Hannah y yo hablamos de eso. Queremos una casa repleta de gente. Ella es hogareña, Jackson. Tenemos dinero para que pueda quedarse en casa y criar a nuestros hijos. La casa es enorme y el pueblo es el lugar perfecto para criar niños.

– ¿La idea de tener hijos no te asusta?

– Crecí junto a las Drake. A mí, una gran familia me parece natural y correcto. Es lo que mi madre siempre quiso y lo que Hannah tuvo. No la puedo imaginar sin sus hermanas, ni tampoco a mí sin ellas. -Notó que sus ojos se habían endurecido-. ¿Te molesta pensar en niños?

Jackson frunció el ceño.

– "Molestar" no es la palabra exacta. Nunca he estado alrededor de niños. No me puedo imaginar siendo padre. Sé que nunca seré lo que alguien calificaría un papá normal.

– Has estado alrededor de las Drake lo suficiente como para saber lo que es una familia, lo que tendría que ser. Debes elegir si lo quieres o no. ¿Yo? Lo estoy agarrando con ambas manos y sujetándolo con fuerza.

Jonas caminó junto a Jackson y los otros padrinos de boda, recorriendo el pasillo formado entre filas de sillas en el jardín, rodeado por su familia y sus amigos. Miró a su alrededor y se dio cuenta de lo que tenía. Estas personas formaban parte de su vida. Y era una buena vida. Él tenía todo lo que necesitaba para ser feliz aquí mismo, en este lugar.

La música comenzó y él se volvió para verla acercársele. Ella estaba tan hermosa que quitaba el aliento, cuando salió de un auténtico coche de los años veinte y lo miró. Su sonrisa iluminó su cara cuando su mirada encontró la suya.

Hannah. Te amo. Siempre, siempre te amaré. Él quería decirlo. Lo sabía, en su corazón y en su alma.

Te amo, Jonas. Quiero esto más que cualquier cosa, ser tu esposa y tener tus hijos. Siempre lo hice.

Sus hermanas vinieron por el pasillo vestidas con trajes de época, vestidos ajustados de cintura baja. Se veían hermosas, felices por él y Hannah. Llenas de orgullo. Ésta era su familia y él era tan importante para ellas como ellas para él. Jackson lo había dicho ya en el yate. En el momento en que regresó y cruzó la puerta, lo habían rodeado, tocándolo para asegurarse de que estaba ileso, despejando su pesado corazón de los impulsos de matar que había sentido, y borrando el hematoma en su mandíbula.

Su garganta se cerró cuando la música cambió y todo el mundo se puso en pie. Hannah Drake se deslizaba por el pasillo con su célebre forma de caminar. Sus ojos azules eran vívidos y brillantes, centelleando como las joyas de su traje de novia. Las cicatrices de su cara y garganta se habían descolorido hasta quedar unas líneas blancas, apenas perceptibles, pero no hubiera tenido importancia si no lo hubieran hecho. Para él, era la mujer más bella del mundo. Su padre unió la mano de ella con la suya y Jonas cerró apretadamente sus dedos alrededor, acercándola. Emocionado o no, estaba condenado si lloraba -Jackson nunca le dejaría en paz- pero sabía que recordaría siempre este momento. Hannah uniendo su vida a la de suya. De acuerdo, sus ojos ardían y se humedecían, pero realmente, ¿a quién le importaba? Hannah era suya al fin.

Toda su vida, Jonas había tenido cuidado de que ella no notara las emociones que a menudo dominaban su existencia. Hoy no. Ahora quería compartir cada sentimiento, la plenitud enriquecedora, la felicidad desbordante. Ella había estado allí durante la enfermedad y muerte de su madre y cuando a él le dispararon. Durante algunos de los momentos más oscuros de su vida. Ahora él quería compartir el mejor momento con ella. Nunca podría expresar con palabras lo que significaba para él, pero Hannah era empática y podía percibirlo.

Ella lo miró con los ojos arrasados en lágrimas. Yo también te amo.

Jonas oía la ceremonia, cada sagrada palabra, pero todo lo que podía ver era a Hannah. El sol la iluminaba, los colores bailaban a su alrededor, incluso su aura era visible, un prisma resplandeciente a su alrededor con los colores del arco iris.

¿Cariño, sabías que se puede saborear la felicidad?

Ella parpadeó hacia él, una sonrisa lenta curvó su boca. ¿Se puede? ¿A qué sabe?

A ti. Cálida, dulce y excitante. Misteriosa. Una combinación de sabores.

Ella miró al ministro y murmuró una respuesta apropiada, al tiempo que el color inundaba su cuello y su cara. Estás tratando de excitarme y de incomodarme.

Él le sonrió abiertamente. No, pero ahora que lo dices, ¿qué llevas puesto bajo ese vestido? No veo la marca de las bragas.

Ella casi se ahogó, disimulándolo con una tos.

Entonces él deslizó el anillo en su dedo. Diciendo las palabras que la convertirían en su esposa. Queriendo decirlas. El anillo en su dedo, un círculo interminable, se sentía sólido y apropiado. Su corazón saltó en su pecho cuando el ministro les declaró marido y mujer.

Jonas se volvió hacia ella, mirándola, sus manos enmarcaron su cara para poderla mirar a los ojos.

– Por Siempre, Hannah. Para siempre. -Inclinó su cabeza lentamente hacia la de ella, olvidando a todos y a todo a su alrededor. Su mundo entero se centraba en una mujer. Hannah Drake Harrington. Sus labios se movieron sobre los de ella ligeros como plumas. La seducción en su forma más elegante. Su beso fue gentil, tierno, infinitamente cariñoso.

Se volvieron hacia su familia y sus amigos, compartiendo su felicidad. Se escuchó un aplauso, la música sonó con gran estruendo y comenzó la fiesta.

Jonas saludó a unas cien personas, aceptando felicitaciones, manteniendo todo el rato a Hannah cerca. Ella sonreía y murmuraba suavemente sus respuestas, parecía gentil y relajada, pero él era muy consciente de lo difícil que era para ella. A menudo su mano subía hasta su nuca, aliviando su tensión con un lento masaje. Él inclinó su cabeza para depositar un beso en la parte superior de su cabeza.

– Enhorabuena -repuso una voz masculina, atrayendo su atención hacia la fila que esperaba.

Jonas estrechaba las manos automáticamente, pero agarró la mano de Ilya Prakenskii antes de que pudiera irse.

– Tienes mucha cara apareciendo por aquí. Hay órdenes de búsqueda por todas partes. ¿Quieres que te arresten?

La ceja de Prakenskii subió rápidamente.

– ¿Por qué? Pueden detenerme, pero no tienen pruebas de ningún delito.

Jonas echó un vistazo alrededor y habló en voz baja.

– Estabas en ese yate. Lograste llegar antes que nosotros y de alguna manera mataste a Karl Tarasov y ocupaste su lugar. Fuiste tú el que mató a Boris ¿no es así?

– ¿Yo? No recuerdo ese acontecimiento -dijo Prakenskii.

– Te miré a los ojos, Ilya. Directamente. He oído hablar sobre tu habilidad para convertirte en un camaleón, para parecer otro, pero no puedes esconder tus ojos. El color tal vez, pero no esa intensidad. Y tú, hijo de puta, tú me pegaste. -Jonas se restregó la mandíbula.

Un indicio de diversión cruzó la cara del ruso.

– Si tal cosa hubiera ocurrido, estoy seguro de que las mujeres de tu familia te darían la simpatía adecuada. Mis felicitaciones por vuestra boda. Yo debo ir a molestar a la hermana de tu novia obligándola a bailar conmigo una vez antes de que me vaya. Os deseo larga vida y mucha felicidad.

– Ten cuidado, Prakenskii. En lo que sea que estés metido, es muy peligroso. Nikitin actúa como un cordero, pero rasca un poco y el hombre está tan sediento de sangre y es tan violento como Tarasov, aunque ya lo sabes. Apuesto que sabes más acerca de Nikitin que cualquier otro agente de la ley en el mundo.

Hubo un pequeño silencio. Prakenskii no tragó el anzuelo. Jonas suspiró.

– Con el territorio de Tarasov sin obstáculos, Nikitin será aún más poderoso. Tú y yo sabemos que se encargará de la mayor parte de las operaciones de Tarasov.

– Dado que trabajo para él, eso sólo asegura el trabajo.

Jonas negó con la cabeza.

– Tienes que confiar en alguien algún día. Nuestra familia está en deuda contigo. Si necesitas ayuda, llama. -Porque no creía ni por un momento que Ilya Prakenskii fuese lo que todo el mundo creía que era.

Prakenskii le dirigió un pequeño saludo y desapareció entre el gentío.

Jonas encontró a Hannah bailando con sus hermanas y la atrajo a sus brazos.

– Baila conmigo, cariño.

Hannah se deslizó entre sus brazos, contra su cuerpo, como si estuviera hecha para él. Las Drake a menudo tenían magia en sus vidas, y para Jonas, este día entero era su momento mágico. Ella encajaba perfectamente. Se deslizó con ella por la pista de baile, la música calentaba su sangre y cantaba en sus venas.

– ¿Recuerdas la última Navidad cuando pronuncié un deseo en la bola de nieve, Hannah? Estabas muy enfadada conmigo, y no te dije lo que deseé. -Presionó los labios en su frente-. Te deseé a ti.

La hizo girar y la atrajo de vuelta.

El corazón de ella saltó, volando sin interrupción por su cuerpo cuando se movieron juntos con un ritmo perfecto alrededor de la sala. Todo el mundo a su alrededor desapareció hasta que sólo estuvo Jonas. Ella sentía su alegría y supo que él nunca había sido más feliz. Se percató, en ese momento perfecto, de que estaba haciendo exactamente lo que quería, para lo que había nacido. Era la esposa de Jonas Harrington. Completamente. Comprometida. Y más feliz de lo que había soñado nunca.

Siempre tendría ataques ocasionales de pánico. Y nunca creería que era tan hermosa como tantas personas parecían pensar que era, pero había salido de una terrible tormenta, emergiendo más fuerte y victoriosa. Y más feliz de lo que había soñado nunca que podría ser.

Se detuvo. Allí mismo en la pista de baile, con sus dedos enlazados en la nuca de él. A su alrededor, su familia bailaba y reía, y llenaban la habitación de calor y felicidad. Pero este hombre en sus brazos, llenaba cada hueco con fuerza y amor. Ella lo miraba, veía el amor brillando allí, y su corazón brincó en su pecho, su estómago dio un pequeño salto y más abajo donde importaba, ella se derritió, tal como se suponía.

– Te amo, Jonas Harrington. Con toda mi alma, te amo.

– Te amo, Hannah Drake Harrington. Con todo mi ser.

Y eso siempre -siempre- sería suficiente para los dos.

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