CAPÍTULO 13

Jonas se despertó totalmente despabilado. Le había llevado horas conciliar el sueño, demasiado consciente de Hannah a su lado. El sueño de ella era irregular, su cuerpo se movía constantemente y los brazos lo golpeaban como si se defendiera. Gritó una vez, rompiéndole el corazón. Él yació en la oscuridad, acariciándole el cabello y murmurando suavemente hasta que se calmó. Ahora se encontraba en penumbra con la culata de su arma en la palma de la mano y con el dedo en el gatillo escuchando, con un nudo en el estómago, los suaves gemidos de angustia. Hannah, corazón, es sólo un mal sueño, le aseguró, mientras colocaba el brazo alrededor de su cálido y suave cuerpo para incorporarse con deliberada lentitud, cuidando de no hacer ningún ruido. Sus instintos lo golpeaban con fuerza y quizás no fuera un sueño después de todo.

Colocó la mano sobre su boca y se inclinó hacia ella. Quédate quieta. Dime qué sientes.

La mirada de Hannah, tan azul durante el día, parecía negra y enigmática en la noche. Frunció el ceño bajo su mano y entonces él se sintió contactado, la mente de ella extendiéndose, buscando… se la escapó un jadeo. Están aquí. Tenemos que bajar ahora. Había urgencia en su voz, en su mente, en el modo en que se alzó y le agarró el brazo.

Las puertas cerradas del balcón estallaron sin hacer ningún sonido. Las cortinas volaron con el impulso. Jonas frunció el ceño, el disgusto atravesó rápidamente su rostro.

– No era necesario, Hannah. Accidentalmente podrías haber hecho ruido y alertarlos de que somos conscientes de su presencia. Además, de todos modos saldré para ver quién está ahí. Vas a ir abajo y llamar al 911.

Hannah negó con la cabeza,

– No fui yo, Jonas, la casa estaba en modo protección Tenemos que bajar las escaleras ahora. -Estaba temblando.

Jonas la ayudó a salir de la cama. Los dos estaban vestidos, así que simplemente la abrigó con el suéter y la guió hacia la puerta.

– Te llevaré abajo con tus hermanas, nena, pero debo salir.

Hannah deslizó una mano entre las suyas,

– No, no lo entiendes, no debes salir.

Jonas la dejó empujarlo fuera de la habitación y anduvieron el pasillo en la oscuridad. Abajo en el salón, mientras descendían por la escalera de caracol, podía ver las velas parpadeando en un extenso círculo alrededor del intrincado mosaico del recibidor. Un segundo círculo encerraba al primero, un amplio sendero conteniendo pequeñas manchas negras cada pocos centímetros.

Sarah extendió la mano y abrazó a Hannah guiándola hacia el centro del círculo. Hannah le mantuvo sujeta la mano hasta que él dio un paso dentro. En el momento en que lo hizo, Joley y Elle cerraron el círculo detrás de ellos.

– Siéntate Jonas -dijo Sara. Señalando hacia un punto en lo alto del mosaico.

– Corazón, tengo que salir donde seré mas útil.

Miró alrededor, al círculo de caras de las hermanas Drake. A la luz de las velas su belleza lo impactó, todas diferentes, todas exóticas. Bien podía bien creerse que eran viejas almas de tiempos pasados con los cabellos sueltos y sus calmados y evaluadores ojos. Pero lo que más lo impactó fue su ausencia de miedo. Temblaban como Hannah, pero no era porque tuvieran miedo de los hombres que se arrastraban hacia su hogar a través de los árboles y la maleza.

– La casa nos protegerá ahora, Jonas -dijo Sarah-. Debemos permanecer dentro.

Odiaba cuando sus creencias y rituales chocaban con su territorio.

– La casa no te protegió el año pasado cuando los hombres que iban detrás de tu prometido irrumpieron aquí y casi te matan -apuntó-. No voy a correr riesgos. Llama al sheriff y consígueme refuerzos.

Hannah se le pegó, rehusando dejarlo marchar,

– Eso fue diferente Jonas, habíamos abierto la casa a esos hombres. Dejamos las puertas abiertas y ellas les daban la bienvenida. Colocamos la casa en modo protección cuando regresé a casa del hospital. Por favor, siéntate con nosotras. No puedes salir.

Sarah sacudió la cabeza.

– En cualquier caso, el teléfono no funciona, estamos por nuestra cuenta.

– Más razón que nunca para que salga a donde puedo protegeros.

Joley tomó su otra mano y Libby extendió la suya moviendo la cabeza. Kate y Abbey se colocaron detrás. Entonces Elle puso la mano sobre él y sintió… la sacudida de la tierra y el repentino cambio de la casa como si se despertara. El estómago se le retorció en protesta y el corazón comenzó a acelerarse al fluír la adrenalina.

– ¿Qué pasa si Jackson viene? Siempre sabe cuando estás en peligro Elle. -Repentinamente tuvo miedo, no sabía con qué clase de poder lidiaba.

– La casa juzgará sus intenciones hacia nosotras, no hacia nadie más -le aseguró Sarah-, y actuará en consecuencia.

– La casa nunca dañaría a Jackson -contestó Elle con calma.

Miró a las sombras de alrededor y suspiró. No podía imaginar que la casa los protegiera, pero él sí podría protegerlas, a todas ellas, aún desde dentro si tuviera que hacerlo,

– Dime que tienes un revolver Sarah.

– Yo también tengo uno-dijo Joley-. Y sí, tengo permiso para llevarlo, así que no preguntes.

Sarah se sentó delante del mosaico y las hermanas se colocaron alrededor de los azulejos habilidosamente artesanados. Jonas ocupó su lugar entre Hannah y Elle. El poder aumentó en el momento en que el círculo se completó y el suelo continuó cambiando y moviéndose como si estuviera vivo. Las hermanas se cogieron de las manos y comenzaron a balancearse, cantando suavemente, las palabras, más que escucharse se sentían, haciendo eco en su mente. El sonido era melódico y dulce, alzándose sobre el silencio de la noche en un susurro de dramáticas notas hasta que le pareció poder verlas brillar en la oscuridad.

En el suelo frente a él, el mosaico comenzó a arremolinarse con vapor, rosas de humo o niebla ligera como si la brisa hubiera venido a aclarar la grisácea niebla y dejar los azulejos del mosaico comprensibles a los que lo miraran. Para su asombro podía ver las tierras que rodeaban la casa, como si loa azulejos fueran la pantalla de una cámara rota en fragmentos, pero que proveían una imagen del mundo exterior. Pudo ver la niebla colgando pesadamente encima y alrededor de la casa, protegiéndola de ojos curiosos, pero los alrededores eran tan claros como el cristal en los azulejos del mosaico.

Algo se movió furtivamente por los arbustos, tratando de conseguir acceso a la propia casa. Las sombras se movieron y las figuras de varios hombres se arrastraron hacia delante. Estaban vestidos de negro y gris, confundiéndose con la noche, sus rasgos faciales distorsionados como si llevaran máscaras bajo las capuchas. Guantes y botas con los pantalones embutidos dentro, se movían por el sendero y portaban armas, lo cual le indicó a Jonas que eran atacados por profesionales.

Su corazón saltó y trató de soltarse de la mano de Elle para poder alcanzar el arma otra vez, pero ella lo sujetó con fuerza. Estaba sentado sobre su trasero y mirando como al menos cinco hombres se afanaban en encontrar un camino a través de los setos, hacia la casa. ¿Qué clase de policía era él?

Entonces los arbustos se movieron, las raíces salieron de la tierra y azotaron como un látigo de nueve colas. Barriendo rápidamente el suelo con uno de los hombres de negro. El latigazo lo golpeó en el estómago con fuerza, levantándolo y arrojándolo varios metros para aterrizar extendido contra la cerca.

Jonas pestañeó y miró alrededor, al círculo de sobrias caras. Femeninas, Suaves. Pensaba en las Drake como apacibles y amables. Sin hacerle daño a nadie. Aún así ninguna de ellas parpadeaba o se estremecía, o miraba a otro lado. La vibración bajo él continuaba y la madera crujió, viva y alerta, esperando que los intrusos se acercaran.

El hombre que había sido arrojado se puso de pie sin entenderlo y se sujetó a la valla para sostenerse. Gritó y separó la mano enguantada. El humo se elevó de la madera donde su guante se había derretido contra la valla. Se apresuró a bajar la cuesta, evitando el arbusto donde algo lo había golpeado, tomando una ruta alternativa que lo llevó hacia un grupo de árboles. Se movió con mucha más confianza una vez que llegó a la mezcolanza de secuoyas, robles, pinos y otros árboles.

Jonas tuvo miedo de apartar los ojos del hombre reflejado en el mosaico cuando éste comenzó a correr por el laberinto de árboles. La tensión se elevaba en el cuarto. El canto ascendió, las palabras evocaban protección contra el mal, y detrás de ellos, en el segundo círculo, las sombras se alargaron y crecieron, formando imágenes insubstanciales, diáfanas, de mujeres vestidas con trajes antiguos de siglos ya pasados. Las figuras nebulosas se colocaron en un círculo cerrado alrededor de las Drake y Jonas, como si alguien pudiera querer atravesarlos para llegar al círculo interno.

Jonas se inclinó hacia delante para ver mejor el mosaico. Cuando el intruso comenzó a escalar un alto y grueso árbol. Las ramificaciones extendiéndose hacia afuera, largas y curvas las ramas proveían una escalera para que el hombre trepara. Una de ellas alcanzaba el balcón del segundo piso. La habitación de Joley. El hombre colocó el pie en ella y comenzó a cruzar fácilmente.

El árbol se estremeció, con un ondular de la corteza. Las agujas temblaron. El hombre se detuvo, mirando alrededor aprensivamente. Fue un momento en el que Jonas contó sus propios latidos del corazón. Uno. Dos. La rama descendió rápido y con fuerza. La boca del intruso se abrió ampliamente con un grito mientras se agarraba de varias ramas más pequeñas para no caerse. La gruesa rama se elevó rápido, las ramas más pequeñas se rompieron, catapultando al intruso varios metros sobre el risco escarpado. Girando, los brazos y las piernas se extendieron, como un molino de viento, antes de caer, abajo en el turbulento mar.

– Santo infierno, Hannah.

– Se tarda un tiempo en acostumbrarse. -Reclinó su cuerpo cerca del suyo, ofreciéndole protección, sin soltar jamás el vínculo con sus hermanas.

Sarah se inclinó para soplar una de las velas oscuras frente a ella, justo fuera del doble círculo. La luz parpadeó en rojo sangre extinguiéndose después, chisporroteando en la cera.

Jonas volvió su atención a dos hombres que escalaban las paredes de la casa. Al mismo tiempo dos más se dirigían al nivel inferior. Uno de los dos hombres que escalaba el edificio era extraordinariamente fuerte e inmediatamente se distanció de su compañero, subió al lado norte de la edificación, junto a la torre. Usaba la esquina para ayudarse a tomar impulso hacia arriba. El mosaico brilló anaranjado. Humo escapaba bajo cada mano y pie hasta que el hombre ascendió más y más rápido saltando finalmente sobre el balcón. Dio un paso sobre la sólida superficie y se detuvo apoyándose, respirando con dificultad.

Alrededor de él, el hierro forjado comenzó a doblarse y moldearse, pasando de ser una baranda a lo que le pareció a Jonas un animal con una cola con espinas y un cuerno en espiral. El hombre retrocedió, sacando un arma, sus guantes estaban quemados y aún humeantes de tocar el lateral de la casa. El animal se encabritó sobre los cascos, alzándose sobre el intruso y luego bajando la cabeza. El hombre disparó varias ráfagas una tras otra, pero el animal pateó la tierra y se lanzó despiadadamente. El intruso era rápido, fustigando a un lado, agarró el cuerno para darse impulso en un intento desesperado de salvar su vida. La cola se sacudió, flagelando alrededor, perforando el estómago del hombre y levantándolo en el aire antes de arrojarlo sobre el suelo del balcón.

Detrás de él, Hannah lanzó un pequeño sonido de angustia. Instintivamente trató de soltarse de las manos para intentar confortarla. Pero Elle y Hannah lo sujetaron con fuerza, sacudiendo las cabezas. Frunció el ceño mientras observaba el mosaico. La imagen del suelo del balcón y el cuerpo cayendo a la tierra bajo él.

Al menos tendría un cuerpo con el cual trabajar, alguien al que poder identificar. El enorme hombre se había movido de una forma que con seguridad él ya había visto antes.

Mientras vigilaba, los arbustos y árboles se movieron, las hojas crujieron y a través de la tierra, cepas de vid envolvieron el cuerpo con fuerza, como si fueran una alfombra y lo rodaron hacia el borde del acantilado.

– ¡Alto! -gritó Jonas-. Haced que se detenga, necesito ese cuerpo, que desaparecerá si no logro recuperarlo del mar.

El intruso se deslizó fuera del borde del risco y se zambulló en las turbias aguas de abajo. Sarah se inclinó y sopló sobre una segunda vela. Esta crepitó, brilló roja y gotas de cera cayeron sobre el suelo como brillantes puntos de sangre antes de que se apagara.

El segundo escalador había alcanzado un balcón en el segundo piso, el cuarto de Elle, orientado al oeste. Dejó el mismo rastro de palmas humeantes y huellas de pies a un lado de la casa, se balanceó sobre la baranda de hierro forjado y aterrizó agazapado. Casi inmediatamente el suelo osciló bajo sus pies. Miró hacia abajo y el suelo sólido se había convertido en una sustancia parecida al jabón líquido. Comenzó a hundirse en ella. Mientras esto sucedía, el gel lo sujetaba y tragaba, despacio pero firmemente, recubriendo su cuerpo. Disparó su automática, ráfaga tras ráfaga contra el gel, pero este siguió moldeándose a su alrededor. Trató de liberarse a golpes, pero la casa se lo comió, centímetro a centímetro, absorbiéndolo hacia la viscosidad hasta que estuvo completamente dentro, rodeado por el balcón mismo

Jonas sintió el estómago sacudirse.

– Es una ilusión, ¿cierto? Dime que es una ilusión Hannah, porque esto es una locura.

Le apretaba fuertemente la mano, súbitamente temeroso por todos. Si la casa estaba viva nadie estaba seguro. Deseaba agarrar a todas las mujeres y salir de allí.

– En parte ilusión, en parte realidad. Ellos lo creen, así que es así -dijo Elle-. Vinieron a matarnos Jonas La casa está hecha de los espíritus de nuestros ancestros. ¿Pensaste que descansarían ociosamente mientras nos atacaban?

– Pues Claro que sí, ¿acaso no se levantan los ancestros de todo el mundo y destruyen enemigos? Encuéntralos y diles que me conserven un cuerpo.

El balcón se sacudió y escupió al intruso sobre las puntas de las ramas. Estas se movieron y enviaron el cuerpo al mar de abajo. Jonas maldijo mientras Sarah soplaba la siguiente vela.

Los dos hombres que intentaban entrar por la planta baja estaban ahora en las ventanas. Uno en la que daba a la cocina y el otro en el lado contrario del salón. Cada instinto de Jonas insistía en que cogiera su arma, pero Elle y Hannah sujetaban sus manos apretadas, manteniéndolo encerrado dentro del círculo. Se le erizó el vello de los brazos y la habitación crujió a causa de la energía y el poder. El suelo siguió cambiando y las paredes parecía que ondularan. Tras ellos, las transparentes y diáfanas figuras se mecían y danzaban, con los brazos extendidos, las manos unidas.

Jonas apenas podía mantenerse quieto y sentado en el círculo, cuando sabía que en cualquier momento los dos hombres podían introducirse a través de las ventanas. Escuchó un grito abruptamente silenciado y el sonido de disparos. Miró al mosaico justo a tiempo para ver como se formaban grietas en el suelo y como la tierra se abría a lo largo de la cocina donde el hombre trataba de llegar al alfeizar de las ventanas. Cada paso que daba producía una grieta cada vez más ancha. No existía nada a lo que dispararle. Sólo el enorme abismo mirándolo. Finalmente cesó de intentar llegar a la casa y comenzó a retroceder con cuidado, colocando los pies suavemente sobre el suelo mientras se retiraba.

Jonas cambió la vista hacia el último hombre en el mosaico, entonces comprendió que la ventana por la que el hombre trataba de entrar se encontraba justamente enfrente. Observó con una especie de fascinado horror como el intruso usaba la culata de su arma para golpear el cristal y romperlo. Nuevamente él tiró de sus manos, pero Hannah y Elle le aferraron con fuerza.

Todo alrededor salmodiaba suavemente No dañarás, no dañarás. ¿Qué diablos quería decir? Tendría que pegarle un tiro al pobre hijo de perra. Pero tal vez era mucho mejor que los horrores que la casa había planeado. Era el camino al infierno para los hombres que estaban muriendo, aún si se lo merecían. No estaba del todo seguro si esto era realidad ó ilusión.

La ventana se hizo pedazos con un estallido de vidrios rotos. Astillándose en esquirlas dentadas que explotaron en el interior de la casa, detenidas en al aire, retrocediendo y manteniéndose equilibradas en la oscuridad. Jonas se encontró conteniendo el aliento. El intruso colocó el arma a través del marco. El dedo comenzó a apretar el gatillo. Cuando las astillas se lanzaron hacia delante, la sangre brotó, el hombre gritó salvajemente dándole un tirón al brazo hacia fuera mientras su dedo apretaba el gatillo y las balas golpeaban en un costado de la casa.

A su alrededor las nebulosas figuras se retorcieron, gimiendo como si absorbieran el impacto de las balas. El intruso gritó nuevamente y el sonido decreció como si los pasos se alejaran. Una vez más la tierra se estremeció y barrió todo. Los gritos menguaron mientras los bordes de la tierra se cerraban. Jonas miró en el mosaico y observó al otro hombre regresar a la cerca y escalarla dejando marcas de quemadura.

– No puedo decir que al menos podré recoger muestras de ADN -murmuró-, porque cada vez que abro la boca las evidencias desaparecen.

Con un pequeño suspiro, observó como las pequeñas manchas de sangre eran absorbidas por la madera y como se reformaba la ventana.

– Tengo que decirlo, he visto algunas cosas extrañas sobre vosotras chicas, pero nada como lo de hoy, sólo tengo una pregunta. ¿Les habéis dicho a vuestros prometidos algo sobre esto? Porque francamente, me habéis dado un susto de muerte.

– Nunca debes de tener miedo, Jonas -le aseguro Hannah-. La casa juzga las intenciones.

– Hannah, cariño, la mitad de las veces deseó estrangularte. Y no tengo dudas de que quién termine con Joley o Elle deseara hacer algo peor que eso.

– ¡Hey! -objetó Elle y Joley golpeó su brazo con fuerza.

Observó a su alrededor, a las tenues figuras grises, como comenzaron a desvanecerse una a una confundiéndose con las sombras o con las marcas en el suelo. La tensión en el cuarto descendió lentamente y los movimientos bajo ellos disminuyeron. Pasó las manos entre su cabello.

– ¿Ellos no flotan alrededor todo el tiempo, ó sí? Porque definitivamente le quitan a uno las… ganas.

Los labios de Hannah se torcieron cuando el fantasma de una sonrisa cruzó por su rostro.

– La mayor parte es ilusión, Jonas.

– Entonces ¿cómo es que cuatro hombres murieron? Murieron, ¿no es así o sólo fue una ilusión?

– Están muertos -dijo Sarah.

– ¿Y dónde están los cuerpos? No van a aparecer en el océano, ¿o sí? Y si reviso la casa no hallaré ADN en la madera ¿No os parece esto un tanto atemorizante?

– Encuentro a un hombre que quiere matar a mi hermana atemorizante -dijo Joley firmemente-. No tenía ni idea de que fueras tan crio Jonas. Apuesto a que no vas a ver películas de terror.

– No lo hago. No hay nada malo en ello.

Hannah colocó los brazos alrededor de él.

– No, no hay nada de malo en ello, a mí tampoco me gustan las películas de terror.

Estaba agradecido por el apoyo que le daba cuando el resto de sus hermanas lo miraban con intenciones malignas. Llevó los dedos de Hannah a su boca.

– Debo salir, nena, así que calma a la casa, no quiero que me arroje al océano.

Joley le sonrió satisfecha,

– No creo que te haga daño ir a nadar.

– Joley -le advirtió Hannah-. Deja de tomarle el pelo. Estarás perfectamente a salvo afuera.

Sarah observó a Hannah con ojos velados, llenos de sombras.

– Pero Hannah, no es así. No ha terminado, ¿ó sí Jonas? Realmente están tras ella.

– Ellos, ¿quién diablos son ellos? -preguntó Jonas-. Esa es la pregunta candente y todas vais a tener que considerar que esto proviene de alguien con poder. Hemos investigado pero todos dicen lo mismo. No hay pistas, nada que seguir pero… ¿Qué podría ocasionar que una pareja perfectamente normal, intentara asesinar sino es bajo alguna clase de compulsión?

– No es Ilya Prakenskii -dijo Hannah-. Y es el único que conocemos con esa clase de poder. No lo sentí, sé que no lo hice, me habría movido automáticamente para contrarrestarlo.

– Entonces, si no es una compulsión, decidme. ¿Qué llevaría a alguien a hacer esto?

– No creo que los hombres que nos atacaron esta noche hayan estado bajo una compulsión -dijo Kate-. Podrían haber estado siguiendo órdenes, pero no habían tomado medidas contra la ilusión y esa sería la primera cosa que haríamos si estuviéramos manipulando a alguien y chocara con un problema. Si alguien los estaba dirigiendo, y sabe como manipular la energía, los habría ayudado.

Todas las mujeres asintieron, Jonas suspiró y se puso de pie teniendo cuidado de las velas.

– Voy a echar un vistazo afuera.

– Ya que estamos aquí -dijo Libby-, y hay mucho poder del que disponer, me gustaría hacer otra sesión de curación a Hannah.

Hannah negó.

– Ya estás exhausta Libby, todas lo estamos.

– Mira a tu alrededor, cariño -sugirió Libby-. Puedes sentir la energía, me siento vigorizada, no exhausta.

Jonas salió del círculo sacudiendo la cabeza, “vigorizado” no era la palabra que usaría. Aterrorizado. Azorado.

Aún no sabía de qué se trataba, y en este punto dudaba que lo quisiera saber.

De pie, afuera en el frío aire de la noche, colocó cautelosamente la mano en la culata del arma, no es que fuera a servir de algo si la casa repentinamente cobraba vida y lo arrojaba al océano. Siempre, siempre, pensó en ella como en un hogar. Había escalado el árbol una docena de veces, ese mismo que había arrojado al intruso al océano. Se había balanceado en sus ramas y saltado al balcón, cuando su madre tenía tanto dolor y él no podía evitar sus llantos y gemidos, cuando las cosas estaban particularmente malas se introducía lentamente a través de la misma ventana de la cocina y se refugiaba dentro, escuchando a las Drake reír y oraba silenciosamente por ser parte de eso algún día.

Había deseado una familia y ahora tenía una, por extrañas que ellas fueran. Tendría que encontrar la manera de mantenerlas a salvo. Al principio, cuando vio a Hannah preparando la bolsa de deporte pensó que era algo bueno, que la alejaría de las otras y disminuiría el riesgo de que alguien accidentalmente saliese herido. Pero después de ver lo que la casa podía hacer había cambiado de opinión, mientras se mantuviera dentro nadie podría tocarla.

La niebla era oscura, pegajosa, gris y húmeda, rodeando la casa y los terrenos, diseminándose por la carretera, reduciendo los sonidos y opacando las señales. Aún así, Jonas sabía que no estaba solo. Silbó suavemente, una corta, una segunda nota, que atravesó la noche. No se sorprendió en absoluto cuando recibió un silbido de respuesta. Bajó la cuesta hasta que vio a Jackson.

– Un espectáculo infernal -lo saludó Jackson.

– ¿Lo viste? Me hizo pensar que quizás alucinaba. -Jonas alzó la ceja nuevamente y sacudió la cabeza-. Hace que me pregunte en qué me metí.

La ceja de Jackson volvió a alzarse ligeramente.

– Te metiste en esto hace mucho tiempo.

– Cierto, es algo desagradable observar a la casa tragarse a un hombre y escupirlo después.

– Estoy de acuerdo contigo en eso. -Jackson observó a través de los manchones de niebla sobre las paredes, donde las huellas quemadas de manos y pies seguían en la madera-. ¿Crees que podemos tomar esto como evidencia? Podríamos cortar unas secciones.

Jonas resopló.

– Podrías intentar quedarte con un pedazo serrado de esta casa, pero personalmente, respecto a esto, no intentaría acercarme a ella con nada parecido a un arma.

– ¿Tienes enemigos en el laboratorio criminal?

Jonas le sonrió.

– Jackson, eres un gran hijo de perra.

– Sí… bien, lo intento. -Miró hacia Jonas-. ¿Hannah está bien?

– Lo estará. Se asusta y preocupa por sus hermanas. Jackson, estuviste en el hospital cuando la esposa hizo su intento contra Hannah. ¿Sentiste algo? Podrías decir si estaba bajo alguna clase de compulsión.

– ¿Me estás preguntando si Prakenskii pudo haber dirigido el ataque?

– Él me agrada, no sé por qué, es un asesino. Puedo verlo en sus ojos, pero me agrada y eso no tiene sentido, tengo problemas cuando las cosas no tienen sentido.

Jackson le lanzó otra mirada, una que Jonas prefirió no interpretar.

La luz comenzaba a rayar a través del cielo, cambiando la oscuridad de la noche por un color gris ahumado. La niebla siguió deslizándose en forma de largos dedos huesudos y brumosos, que cruzaban sobre el océano y la tierra, moviéndose hacia está. Los hombres se acercaron a un lado de la casa cautelosamente, estudiando la tierra circundante antes de dar cada paso. No había una sola grieta en ninguna parte, ni en la cerca ni en la casa. Los balcones parecían intactos y completamente estables. No se veía ninguna salpicadura de sangre, de hecho el área entera lucía prístina, a excepción de la mano ennegrecida y las huellas de botas quemadas en un lateral de la casa.

– ¿Tienes una cámara? -preguntó Jackson-. Podríamos tomar unas fotografías y quizás obtener una huella o dos si tenemos suerte.

Jonas negó con la cabeza.

– Probablemente tendríamos a un montón de fantasmas y eso, simplemente me volvería loco.

Jackson le lanzó una ligera sonrisa.

– Estás a salvo, ya están desvaneciéndose.

Las marcas ennegrecidas se fueron atenuando, comenzando a disminuir mientras el cielo se iluminaba, perdiendo gradualmente el color hasta que finalmente desaparecieron por completo.

– Ahí se va la última de nuestras evidencias. No hay ni siquiera casquillos vacíos, armas, cuerpos, sangre ni huellas, todo fue absorbido. ¿Qué significa esto, Jackson?

El aludido se encogió de hombros y buscó dentro de la chaqueta hasta sacar un par de cigarrillos.

– Es un lío del infierno, Jonas.

Alzó la vista hacia la casa, su mirada recorrió cada ventana antes de doblar la cabeza hasta la cerilla resguardada entre sus manos.

Un débil brillo provenía del interior de la casa y Jonas supo que las hermanas Drake mantenían otra sesión de curación para Hannah. Entre el cirujano plástico y Libby, el cuerpo físico de Hannah iba a estar excelente. Jonas no estaba seguro sobre su estado emocional.

– No fue Prakenskii, estoy seguro de eso, pero ¿qué hay de Sergei Nikitin?¿Podría saber Prakenskii si su jefe tiene las mismas habilidades? Pensábamos que las Drake eran únicas, entonces vino Prakenskii, ¿por qué no otro más? Nikitin es un tipo de la calle astuto, rápido y violento, pero bastante listo para cubrir sus huellas de modo que sea aceptado, y eso es algo condenadamente difícil de hacer. Nikitin podría tener habilidad psíquica.

Jonas levantó la mano para coger el cigarrillo.

– ¿Nos diría Prakenskii si Nikitin lo hubiera hecho?

Cuando Jackson se lo pasó, inhaló una lenta y satisfactoria calada. Rara vez fumaba, pero de vez en cuando, como ahora, cuando su mundo se sacudía, su mujer casi era asesinada delante de sus ojos y había visto a una casa tragarse a un hombre y escupirlo… pensó que una calada o dos era apropiada.

– ¿Quién sabe? Prakenskii tiende a hacer su jugada sin mostrar sus cartas, vive en las sombras y hombres como esos no confían en nadie. -Jackson tomó nuevamente el cigarrillo.

Jonas se abstuvo de comentar que Jackson tendía a ser de la misma manera. En vez de eso anduvo hasta el borde del abismo y miró hacia las olas que rompían. No se sorprendió al no encontrar cuerpos, no había esperado encontrar ninguno, pero debía mirar.

Dio la vuelta hacia Jackson.

– Alguien perdió a cuatro hombres esta noche, no hay cuerpos y no van a creer al que regresó. ¿Qué es lo que le va a decir a su jefe? ¿Qué la casa cobró vida y se comió a sus amigos? Tendrán que echar un vistazo y tal vez de esa manera dejen huellas. Esperemos escuchar lo que buscamos, si alguien pregunta sobre desapariciones o hechos extraños, quizás terremotos o algo que ellos podrían pensar como una explicación razonable.

Jackson exhaló una columna de humo y asintió.

– ¿Quién odiaría a Hannah tanto? Alguien hizo de esto algo personal.

– Venturi estuvo ahí llevándole flores y el Reverendo está en el pueblo con su banda de guardaespaldas, veamos si todos tienen una justificación, quizás podrías hacerles una visita agradable y a primera hora y ver si están en sus camas.

– No hay problema.

Jackson fue a darle otra gran calada al cigarro cuando éste llameó al rojo vivo en su mano y se desintegró en cenizas. Lo dejó caer, sacudiendo la mano por la quemadura y maldijo, mirando airadamente a la casa.

– ¡No te metas en lo que no te importa! -gritó sin aliento.

Al instante el viento se elevó con un chillido ultrajado y salvaje, que tiró de su chaqueta exponiendo el paquete de cigarrillos, atrapándolo con un despliegue violento de velocidad antes de que Jackson pudiera aferrar la cajetilla.

– Ladrona. Carterista -aulló-. Déjalo Elle. -Logró sujetar con las yemas de los dedos el paquete, hizo juegos malabares por un momento luchando por retenerle, y luego el viento se lo llevó volando sobre el mar.

– Eso es robo -gritó-, y puedo hacer que te arresten por ello.

La caja estalló en llamas y las cenizas cayeron sobre el agua.

La ventana se deslizó abriéndose y Elle sacó la cabeza, el largo cabello rojo cayendo como una cascada de seda.

– Lo siento tanto, Jackson. Los fumadores siempre me provocan asma y reaccioné sin pensar.

– Apuesto que lo hiciste, estoy aquí afuera y tú dentro con la ventana cerrada. -La miró airadamente-. Asma ¡las narices!

– Soy sensible. Y Jonas, a Hannah le gustaría hablar contigo.

Elle sonrió dulcemente y volvió a desaparecer cerrando la ventana.

– Oh, Diablos -juró Jonas-. Hannah debe tener ojos en la parte trasera de la cabeza.

Jackson continuó mirando a la ventana por donde Elle había desaparecido.

– El viento le habla a ella, Jonas, y todo, voces, olores, información de todas las clases es transportada por el viento. No hay mucho que pueda escapársele a esa mujer, si eso es lo que estás pensando.

– ¿Qué pasa con Elle? Hannah me dijo que tenía todos los dones.

– Elle va a tener unas palabras conmigo tarde o temprano, ella prefiere que sea tarde pero estoy perdiendo la paciencia.

Jackson era paciente, a diferencia de Jonas, esa era una de las cosas que lo hacían tan bueno en su antiguo empleo como Ranger del ejército. Jackson se tomaba esto a mal, lo cual era extraño porque la mitad del tiempo Jonas no creía que sintiera muchas emociones. Le era leal a algunas personas, a los que llamaba amigos, pero nada lo perturbaba. Como la casa. Había visto lo que la casa había hecho pero solamente se había encogido de hombros y pasó. Jonas, sin embargo, iba a tener algunas pesadillas.

Algo, algún instinto, le hizo girar la cabeza, y vio a Hannah deslizarse fuera de la casa. Todo en su interior se detuvo mientras la observaba dirigirse hacia él. Se movía con el viento, con gracia y elegancia, su famoso cabello, espirales de platino, plata y oro caían hasta más abajo de la cintura y envolvían sus delgados hombros flotando como una capa alrededor del cuerpo. En el amanecer parecía un sueño moviéndose por la niebla.

– Es tan jodidamente hermosa -susurró en voz alta, apretando las manos sobre el corazón. No era lo que otros veían, no para él, nunca había sido así. Le robaba el aliento con una sonrisa, la manera en la que sus ojos se encendían con su temperamento, amaba esos chispazos de temperamento, los encontraba tan sexys como el infierno.

– Hannah -la saludó Jackson-. Parece como si te sintieras un poco mejor.

– Lo estoy, Jackson y gracias por venir a echarnos un vistazo. Elle dijo que te encontrabas aquí fuera.

– Ella me advirtió para que no entrara en la propiedad -le dijo.

Jonas frunció el ceño. Sabía que Jackson y Elle tenían una extraña relación y podían comunicarse, pero raramente lo admitían. Y Jackson no había dicho una palabra sobre Elle, advirtió.

– En realidad no hay mucho que escribir en mi informe, Jonas. No voy a decir que la casa se tragó a un hombre si eso es lo que estás pensando, no necesito hacer más tests psicológicos -dijo Jackson terminantemente. Tocó la espalda de Hannah en un raro gesto de afecto.

– Si necesitas algo, sólo llama.

– Lo haré -le aseguró Hannah.

Jonas la conocía tan bien. Sabía lo que le costaba mirar directamente a Jackson, dejarle ver las cicatrices de las cuchilladas en su cara. Eran menos severas, menos rojas, ya comenzaban a sanar con la ayuda continua de sus hermanas, pero le era difícil dejarle a cualquiera ver sus heridas. Estaba orgulloso de su valor, la manera en la que estaba de pie, alta y firme. Tan delgada y de tan frágil apariencia. Sus labios temblaban pero su mirada nunca dudó.

– Os veo dentro de un rato -dijo Jackson-. Necesito dormir un poco.

– ¿Estuviste aquí toda la noche? -preguntó Hannah.

– No, no los vi llegar ni vi las luces de los coches, creo que llevaban un equipo muy sofisticado. Usaban auriculares para mantener la pista de cada uno y el que se escapó pidió que lo recogieran en algún sitio cercano. No estuve en posición de hacerme una idea sobre el vehículo.

Levantó una mano y dio la vuelta para alejarse. La niebla lo tragó hasta que ya no se oyó el sonido de sus pasos.

Jonas se detuvo un momento, sólo para mirar a Hannah, porque esto le causaba gran placer.

– Eres muy valiente por salir. Los fotógrafos están aún por todas partes, aunque dudo que puedan penetrar la niebla.

Ella le sonrió y se acercó un paso.

– Vine por ti.

– ¿Por mí? ¿Estás bien?

– Sí, pero tú no, puedo sentir que estás… -Se detuvo para encontrar la palabra correcta-. Angustiado -soltó finalmente.

El nudo en el estómago comenzó su retortijón familiar.

– Estoy preocupado por ti, Hannah. Sabía que esto no había terminado. No es una sorpresa para ninguno de nosotros, pero al menos ayuda el estar enojado.

– Enojo no es lo mismo que angustia, Jonas. Quizás estés enojado en cierta medida por mi causa, pero esto es diferente, no es acerca de mí para nada.

Frunció el ceño y alzo la cara al viento, lo dejó deslizarse sobre su piel y a través de sus cabellos mientras esperaba a que él le dijera la verdad.

Jonas miró hacia abajo a sus manos. No había utilidad alguna en tratar de esconderle algo a Hannah, nunca más. Había construido dolorosos escudos con el paso de los años pero una noche juntos y ella parecía haber derribado algunos agujeros en los muros.

– De acuerdo, sí, me desquicia. No puedo imaginarme quién está detrás de ti sin saber quienes son. Y…

Sacudió la cabeza, renuente a admitir la verdad aún para si mismo.

Hannah tomó sus manos y las llevó hacia su corazón,

– ¿Y? -preguntó.

Asintió sintiéndose tonto, sintiéndose como un traidor.

– No puedo dejar de pensar que esos hombres tenían familias, padres o parientes al menos, alguien que se preocupaba por ellos. Esas personas pasarán el resto de su vida preguntándose qué sucedió con aquellos que amaban.

Soltó una de sus manos y la pasó por su pelo, incapaz de encontrarse con la azul intensidad de sus ojos. Se preocupaba por las familias de los hombres que habían intentado matarla. ¿Qué decía eso de él?

El silencio se alargó y estiró por lo que pareció una eternidad. Finalmente miró hacia abajo a su rostro alzado, encontrándose con su mirada y aferrándose a ella. Capturado por el amor que vio.

– Eres un buen hombre, Jonas. No es una debilidad tener compasión por los otros.

No la atrajo más cerca, simplemente se inclinó y la besó, con los labios ladeados sobre los de ella, suavemente, tiernamente.

– ¿Y saliste aquí con este frío sólo para decirme eso?

– Es exactamente por lo que salí.

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