CAPÍTULO 15

– Hannah, te importaría bajar la escalera -llamó Sarah-, nos gustaría hacerte otra sesión curativa. Libby se siente en plena forma. Jonas no está y la casa está en modo protección, así es que deberíamos tener algunas horas sin interrupciones.

Hannah cerró los ojos brevemente y arrastró la manta más cercana a su alrededor. Jonas no se había ido para todo el día, y entonces, ¿por qué estaba deprimida?, no lo sabía. Detestaba estar enjaulada en su cuarto, pero ¿dónde si no podía ir? Si bajaba la escalera, entonces todo el mundo le hablaría en el tono apaciguador que había llegado a despreciar. No podía decir nada porque no quería herir los sentimientos de nadie. Así es que mantenía una lastimosa fiesta de primera clase en su habitación en espera de que Jonas regresara y la tratara con normalidad otra vez.

– ¡Hannah! -Esta vez la voz de Sarah sonaba imperiosa, tanto como podía hacer únicamente una hermana mayor-. Baja aquí.

Hannah le hizo una mueca a la puerta, sintiéndose infantil. Sarah los podía reducir a todos a niños cuando estaba en su papel. Era más fácil simplemente estar de acuerdo con lo que quería que tratar de discutir con ella. Hannah tiró su manta en la cama y a regañadientes abrió la puerta de su dormitorio. De inmediato, los familiares perfumes llenaron el aire. El silbido alegre de la tetera y la risa contagiosa de Joley entremezclada con la de Libby. Hannah se detuvo en el vestíbulo por un largo momento, respirándolo todo. Los amaba, sobre todo a sus hermanas aunque la mataran con tanta bondad. Y nadie se reía como Joley. Podría iluminar una ciudad entera, y mucho más un cuarto.

Hannah descendió las escaleras de caracol y descubrió que el piso inferior estaba alumbrado sólo con velas. El perfume de canela y la mezcla de flores secas de manzana llenaron el aire. La luz oscilante proyectaba danzantes sombras en las paredes. Esperó que la luz de las velas también aliviase el efecto de las heridas en su cara.

Su cuerpo ya estaba cicatrizando. Sus hermanas se reunían dos veces al día, empujando para impulsar a la habilidad de su cuerpo para recobrarse. Las heridas se habían cerrado y esta tarde se dio cuenta de que la coloración roja en carne viva ya se desvanecía. Desafortunadamente, las sesiones de curación tenían poco efecto en el trauma. Con Jonas a su lado, podía dormir un poco, pero sola, le aterrorizaba cerrar los ojos.

Algunas veces trataba de recordar el momento del ataque en un esfuerzo por contarle a Jonas más detalles, pero su mente no hacía frente adecuadamente al trauma y se empeñaba en negarse a recordar cualquier otra cosa que le pudiera ayudar. Lo único que recordaba con absoluta certeza era el traumatizante corte del cuchillo. Aunque tenía poco sentido, podría jurar que recordaba a su asaltante murmurando una disculpa mientras le hundía el cuchillo una y otra vez.

Sus hermanas estaban congregadas en el amplio salón, donde usualmente se encontraban por las tardes cuando todos regresaban a casa. El tiempo en el que la casa familiar se llenara por completo con sus habitantes había pasado. Sarah vivía al lado con Damon, y Kate y Matt hicieron una casa del viejo molino en el risco. Abbey y Alexandre estaban comprando una casa de dos pisos con vistas al mar a una milla por debajo de la casa Drake, y Tyson y Libby tenían una extraordinaria casa que él había encontrado para ella rodeada por fantásticos acres de tierra privada. Sólo Hannah, Joley y Elle usaban todavía la casa familiar como base permanente cuando no viajaban.

Hannah ondeó su mano hacia la chimenea y las llamas brincaron con vida.

– Horneé galletas más temprano, pero no pensé en eso -saludó a sus hermanas, forzando una alegre sonrisa.

– Eso está bien -dijo Kate-. Yo misma hice algunas. -Arqueó una mirada por encima del hombro hacia Joley-. Todo yo misma.

– ¡Oye! -objetó Joley-. Comencé la primera hornada y me sacaste a patadas fuera de la cocina.

– Incendió el horno -aclaró Sarah.

– No fue culpa mía -dijo Joley-. Puse las galletas y simplemente me olvidé de que estaban en el horno. ¿Sabías que las galletas pueden convertirse en carbón vegetal si están en el horno el tiempo suficiente? Y luego, realmente pueden prenderse fuego.

– ¿Prendiste fuego a las galletas, Joley? -Hannah se cubrió la boca para ahogar una risa, y apartó la vista de su hermana menor. Por primera vez desde el accidente, se sintió más cómoda con sus hermanas, y se dio cuenta de que no podía advertir esa abrumadora piedad en ellas. Si la sentían, tenían el cuidado de protegerla de sus emociones. Estaban actuando mucho más normalmente, y la guasa de Joley era habitual. Ella simplemente les había dado tantas oportunidades.

– Sí, realmente lo hice, y resultaron sorprendentemente resistentes a ser arregladas.

La alarma se difundió.

– ¿Usaste magia para arreglarlas? -Hannah repartió una mirada aterrorizada casi burlona-. ¿Nadie las ha comido?, ¿alguna lo ha hecho?

Sus hermanas negaron con la cabeza. Joley se puso en jarras.

– No siento amor aquí. Fue muy problemático tratar de arreglar esas galletas; lo mínimo que podríais hacer es al menos intentarlo. Qué banda de gallinas.

– Joley, no puedes arreglar galletas quemadas con magia -dijo Hannah-. ¿Qué hechizo usaste?

– Lo contrarresté -dijo Elle-. Lo siento, Joley, pero eso era lo más seguro. Considerando el humor del que estabas y la forma en la que mascullabas acerca de Prakenskii, tuve miedo de que tu hechizo tomara un giro equivocado y las convirtieras en explosivos o algo así.

– Está bien, cariño -dijo Libby, posando el brazo alrededor de Joley-. Al menos tu corazón tenía buena intención.

Las chicas lanzaron almohadas al suelo y formaron su círculo familiar.

– Hablando de Prakenskii, ¿qué pasa contigo y con él? -preguntó Hannah-. Me preguntó si eras una cantante hechicera. No me gustó el significado que le pudo dar a eso.

Hubo un pequeño silencio mientras todas intercambiaban miradas ansiosas.

– Era casi posesivo contigo -añadió Sarah-. Y aprovechar un favor personal simplemente para obtener el nombre del hombre con quien supuestamente fuiste fotografiada en una posición comprometida en un periódico sensacionalista, es simple y llanamente una locura

Joley se pasó rápidamente la mano por el pelo. Estaba un poco más corto y de un nuevo color, ya no era oscuro como el de Libby, pero tenía mechas de rico rojo oscuro y café oscuro con vetas doradas. Hannah tocó su pelo, tan difícil de trabajar con él, pesaba lo suficiente como para darle dolores de cabeza, y deseó tener el valor de hacer lo que quisiera como hacía Joley. Excepto que todo el mundo amaba su pelo. Era tan inusual, tan bello, pero nadie más que ella tenía que enfrentarse a los enredos y a su peso.

Se inclinó hacia su hermana menor.

– Si no quieres contestar, Joley, no lo hagas. Simplemente me preocupa.

Joley suspiró pesadamente.

– No sé qué contestar. Creo que me hechizó o algo así.

Las hermanas Drake se quedaron audiblemente sin aliento, casi en estéreo. Joley detuvo su mano.

– Un momento. No en sentido literal. Creo que sabría si realmente lo hiciese. Pienso que lo sabríais. ¿No lo haríais?

Hannah extendió la mano, pero no tocó su brazo.

– ¿Puedo? -Porque nunca invadiría otra vez la privacidad de su hermana sin permiso. A ninguna de las Drake les gustaba que su privacidad fuera invadida y no empujaría más allá en los límites de Joley.

Joley inclinó la cabeza.

– Quiero enterarme.

– Entonces deja a Elle también. Es fuerte en diferentes modalidades, y entre las dos, si él está ahí, le encontraremos -dijo Hannah-. ¿Estás lista?

Joley apretó sus labios.

– Sí. Ignora cualquier cosa que encuentres sobre cómo me siento acerca de él, porque es una locura.

Hannah y Elle trataron de alcanzarla al mismo tiempo e inmediatamente la energía crujió en el aire, manifestándose con diminutos arcos blancos y zigzagueando a gran velocidad entre las tres chicas. Hubo un pequeño silencio y un único y discontinuo chisporroteo de electricidad y luego Hannah y Elle dejaron caer sus manos de los brazos de Joley. Se miraron la una a la otra por encima de su cabeza.

– Lo sabe todo sobre ti, Joley -dijo Hannah-. Y es consentido. Le dejas entrar en ti.

– Sin embargo, no lo hago. No realmente. Simplemente continúa murmurando en mi oído, día y noche, y su voz es tan erótica. Dios, no, más que eso, más que erótica. Fascinante. -Frotó la palma en su muslo sin ser consciente de lo que hacía-. Simplemente ya no le podía resistir más. Quería verle, realmente verle. Pensé que yo sería más fuerte y que podría obligarle a dejarme, pero él… -Se interrumpió negando con la cabeza-. Estoy tan cansada. Estaba tan enfadado conmigo por lo del periódico sensacionalista.

– ¿Por qué no le dijiste simplemente la verdad? -preguntó Hannah amablemente.

– Porque me cabrea mucho. Y si alguien con habilidades mágicas manipuló el ataque contra ti, Hannah, no fue él. Lo sabría. Sé que no es él.

– ¿Qué quiere? -preguntó Kate.

– A mí. Me quiere -admitió Joley-. Le dije que no tengo citas con criminales y me dijo que él no era una cita. No me atrevería nunca a estar a solas con él. Me da la impresión de que no podré resistirme por mucho tiempo. He conseguido rodearme de gente cuando sé que está por la zona, pero… -Se interrumpió otra vez.

– Dile que no quieres hacer nada con él, que no te atrae -sugirió Abbey.

– Le he dicho que se mantenga alejado, pero sabe que me atrae físicamente. No se lo puedo ocultar, no cuando está en mi cabeza. Es horrible, como una de esas polillas con la llama, una estúpida e idiota atracción. Tengo mejor criterio. Nunca, nunca me encontraré con él, cara a cara.

– Bien, cariño -dijo Hannah-, no te asustes. Deberías haber venido a nosotras hace mucho tiempo, antes de que obtuviera una posición real sobre ti. Esta noche, haremos una sesión cicatrizante para ti en lugar de para mí. Ahora estoy lo suficientemente fuerte y las heridas se están curando bastante bien. Una sesión o dos con todas nosotras te dará algún respiro y yo investigaré un poco y veré lo que hay en los libros para luchar contra esto.

Hannah miró a su alrededor al círculo de caras. Todas estaban, de hecho, tratándola con normalidad, en vez de abrumarla con su simpatía. Podía respirar otra vez. Permitiéndose bajar su guardia un poco. Pero se sentía bien siendo secundada por todas ellas en ese momento.

– No, no, no puedes hacer eso, Hannah. Esta noche es toda para ti. Lo planeamos -dijo Joley-, y es importante para mí, para todas nosotras, que goces de esta noche. Necesitamos demostrarte algo. -Miró a su alrededor, al círculo que formaban sus hermanas-. Soy la primera en hablarte claro.

Hannah retrocedió suspicazmente.

– ¿Qué es esto? ¿Me habéis tendido una trampa?

– Te gustará -prometió Joley. Esperó hasta que Sarah le diera el libro a Hannah y aclaró-: ésta es la página que hice para ti. Escribí una carta, junté un par de mis fotos favoritas de nosotras, y también escribí una canción para ti. No está acabada por completo. La puliré antes de registrarla, pero es de mi parte para ti.

Hannah se acercó el libro así podía leer la carta escrita por Joley garabateada en cursiva.


Hey, nena


¿Cómo estás? Realmente espero que estés bien. He estado recordando nuestras vidas, Hannah, y hay tantas cosas asombrosas que hemos hecho juntas. Tú y yo fuimos y sé que somos las mejores amigas y eso nunca cambiará, pase lo que pase.

Verdaderamente eres una persona asombrosa, Hannah. Eres tan bella por dentro. Eres una de las personas más fuertes con quien alguna vez me he encontrado, dando tantísimo precisamente a tu familia. Nunca he aprovechado realmente la oportunidad para exteriorizar mi amor y mis sentimientos por ti, y debería disculparme por ello. Siempre te he admirado. Fuiste siempre mi modelo a seguir. Eres siempre amable y tierna con todo el mundo, pero tan divertida y excitante. Siempre me lo paso bien contigo, ya sea bailando alrededor de la casa, cantando a pleno pulmón, o tomando el sol en la playa y admirando a los ardientes surfistas.

Siempre has estado allí para mí y siempre estaré aquí para ti. Nada alguna vez podrá cambiar mi amor por ti. Me preocupo tanto por nuestra relación y espero que veas que siempre estaré aquí para ti. La canción que he escrito para ti se titula "All of Time" Espero que te guste, porque es cómo siento realmente.

Amor por siempre,

Joley


Hannah contempló a su hermana y luego al círculo de caras. Las lágrimas brillaban tenuemente en sus ojos.

– Joley, esto es bello. Realmente, no sabes cuanto. No lo sabes. Tengo problemas, pero os amo a todas y simplemente trato de encontrar una forma para resolver las cosas, y lo haré. Siento haber sido tan difícil.

– No, Hannah -dijo Sarah-. Somos nosotras las que nos disculpamos y por una razón muy buena. Joley, muéstrale mi página.

Joley se inclinó y volvió las páginas hasta que encontró la primera. Había fotos de Sarah y Hannah en diversas edades, todo eran recuerdos que evocaban a Sarah cepillando cuidadosamente las terribles marañas que las espirales de apretados rizos siempre causaron, y enjuagándole las lagrimas cuando alguien le llamó perro de lanas. Al tener el pelo con rizos mullidos, todas las chicas le llamaban perro de lanas faldero como broma, porque Hannah había sido incapaz de controlar su pelo.

Los recuerdos le trajeron una opresión en el pecho a Hannah. Sarah siempre había sido tan buena con ella, velando por ella cuando iba a la escuela temprano y ayudándola a no tartamudear delante de los otros. Presionó el álbum contra su pecho y luchó contra el nudo de su garganta que amenazaba con estrangularla.

– Tienes que leer mi carta, cariño -la animó Sarah.

– No creo que pueda. Me hará llorar -dijo Hannah.

– Se supone que te hará sentirte mejor -señaló Sarah-. Viene de mi corazón.

– Lo leeré, pero si me haces llorar, entonces voy a convertirte en un sapo -prometió Hannah-, ¿y quién, se supone que hace el té?

– Siempre lo haces tú -dijo Kate-. Sabes cuál es el favorito de todos y nadie más le da el sabor que tú le das. Nunca he tenido claro lo que le haces.

– Añade amor -dijo Elle-. Ese siempre ha sido el secreto de Hannah.

Para proporcionarse un momento, Hannah ondeó la mano hacia la cocina y en un instante el té de la tetera comenzó a silbar. Sus manos siguieron un patrón familiar, gracioso cuando tejió un hechizo que le traería a cada una de sus hermanas su té favorito. Sólo cuando los tazones flotaban fuera en una bandeja, y sus hermanas habían escogido su brebaje, hicieron a Hannah mirar hacia abajo a la escritura remarcada, precisa y muy sincera que sólo podía ser de Sarah.


Queridísima Hannah,


Cuando tú naciste y fui la primera en tenerte entre mis brazos, estaba claro que tu alma era tan vieja como el tiempo y que irradiarías una luz calmante de curación que atraería a quienes te mirasen. Sí, por fuera, siempre te pareciste a una diosa dorada. Sin embargo, estimada hermana, siempre ha sido tu luz y belleza interna lo que nos ha atraído y nos ha mantenido cerca de ti.

Eres mi hermana y te amo entrañablemente, pero tú me conoces. Nunca le he dado mucha importancia a la belleza o aspecto exterior, porque algunas de las personas más bellas tienen las almas y las intenciones más feas. Necesitas saber que me enorgullezco de ti y hasta que punto a tu hermana mayor le importas como persona. Siempre ha sido tan duro para ti estar allí fuera en el mundo, y la gente que compite contigo no tiene ni idea de lo duro qué es para ti estar allí, pero tú lo haces y siempre logras venir al rescate de todos nosotros. No importa lo difícil que sea para ti.

Ninguno de esos insistentes fotógrafos se ha tomado nunca tiempo para conocerte, y mucho menos lo que valoras en la vida, o cuánto darías por estar en casa, en un sillón, disfrutando de una taza de sabroso té rodeada de la gente y las cosas que tú amas. En vez de sentirte abochornada, tímida y lista para arrastrarte fuera de tu piel y queriendo salir corriendo y esconderte.

Quizás, estimada hermana, también te hemos fallado, siempre pensamos que mostrar lo bella que eres y cómo asombrabas al que te miraba era importante para ti. Siempre pensamos que querías viajar, que querías estar en primer plano y que eras feliz en tu carrera, si bien emocionalmente te costaba. Verdaderamente no contemplamos la situación, y mucho menos teníamos conocimiento de que te habíamos puesto el listón tan alto y que te habíamos puesto las cosas tan difíciles para ti. Comprende esto, Hannah, lo que fuere que quieras hacer en la vida, donde quiera que necesites estar, está sencillamente bien para nosotras. Te amamos a ti y completamente asumimos tus decisiones sean las que sean. Verdaderamente, lamento tanto que me haya llevado tanto tiempo sacar en claro que estabas haciendo todas estas cosas por nosotras y no para ti misma. Por favor, perdónanos por nuestra ignorancia y entiende que te amamos incondicionalmente con todo nuestro corazón.


Te ama, como siempre,


Sarah


– De acuerdo, ahora realmente me has hecho llorar -la acusó Hannah, enjuagándose las lagrimas que corrían por su cara con una mueca-. Tienes que saber que no me debes ninguna disculpa. Te debería de haber dicho cómo me sentía. Realmente lo debería haber hecho, Sarah.

– ¿Por qué no lo hiciste? -preguntó Sarah, inclinándose hacia delante.

– Simplemente odio decepcionar a las personas que más amo. Incluso estuve a punto de hablarte de ello. Cuantas veces todas nosotras nos sentamos aquí juntas, ni una vez te dije lo infeliz que era.

– Jonas lo vio cuándo ninguno de nosotros lo hizo -dijo Sarah-. Ahondamos en una discusión acerca de ello y entonces repentinamente pude ver claramente lo que decía y me avergoncé de mí misma. Soy tu hermana y debería haber visto lo infeliz que eras.

Hannah negó con la cabeza.

– No, Sarah, era mi vida, y mi decisión. Te lo debería de haber dicho todo. Por favor, no te responsabilices de mis errores. Si algo bueno sale de esto, entonces es que estoy decidida a tomar decisiones sobre lo que realmente quiero.

– ¿Es Jonas lo que realmente quieres? -preguntó Libby-. Los dos gritasteis un montón ayer, pero hoy las cosas parecen ir mejor.

Hannah se mordió el labio inferior.

– Realmente le amo totalmente con toda mi alma. Lo debería haber dicho hace mucho tiempo.

Joley y Elle intercambiaron una rápida mirada de alarma mientras Sarah y Kate sonreían burlonamente y Libby gesticulaba con la boca “te dije que iba a ser así” a Abbey.

– ¿No crees que es un poco mandón? -preguntó Joley esperanzadoramente-. Lo digo de verdad, Hannah, ¿cómo vas a aguantarle?

– No la escuches -dijo Abbey-. Ella piensa en su pellejo. Si tú caes, entonces es la siguiente en la lista.

– No vayas tan deprisa. -Joley se estremeció visiblemente-. No tendré una cita nunca más, simplemente no me atraparan. ¿Me puedes imaginar viviendo con uno de los tíos chiflados a los que atraigo? Tengo escrito con letras de neón perdedor en mi frente. Si son grandes y malos, y más calientes que el infierno, soy su chica. Luego abren su boca y me molestan y se acabó -suspiró-. Seré la señora mayor con los gatos.

Kate hizo gestos con las manos hacia la cocina y un plato de galletas flotó fuera de ella. Hannah esperó hasta que todo el mundo tuvo una antes de volver la página a la entrada de Abigail. Las fotos del océano y chicas melenudas corriendo de la mano por la arena, le trajeron recuerdos risueños.

Abigail se inclinó y apuntó hacia una con ella rodeando con sus brazos a Hannah cuando tenía aproximadamente trece años.

– Esa es mi favorita. ¿Ves la luz derramándose a tú alrededor? Así es como te veo siempre, brillando del interior hacia fuera.

Hannah agachó la cabeza, tomando un lento sorbo de té. Por un momento se sintió casi abrumada de amor. Siempre había sabido que tenía suerte. Todos la tenían. En los buenos o malos momentos, se juntaban en grupo y compartían. Tomó una respiración y la dejó salir mirando la carta de Abbey.


Estimada Hannah


Solamente quería que supieras cuánto te amo y admiro. Eres siempre tan fuerte y estás ahí para todo el mundo, aún cuando es tan duro para ti. Nunca te quejas y eres la primera en entrar de un salto y echar una mano.

Quise recordarte algo de lo que hiciste por mí, que fuese especial para mí pero no lo puedo limitar a una cosa. Siempre has sido mi soporte y no sé qué habría hecho sin ti. Cuando estaba siendo tonta o impulsiva, me ayudaste a superarlo. Cuando mi temperamento (el que todavía digo que no tengo) asoma su fea cabeza, estás allí para traerme de regreso a mí misma.

Haciéndome mayor, cuando me lastimaba, eras siempre la que me abrazaba fuerte y el dolor desaparecía. Si alguien me fastidiaba en la escuela, entonces estabas allí antes de que alguna vez tuviera que llamarte. Más de una persona que me fastidiaba caía misteriosamente enferma. Siempre dijiste que no eras tú quien lo hacía pero estoy segura de que fuiste tú protegiéndome.

Creo que lo que trato de decirte es que a mis ojos eres perfecta y no puedo esperar para tener algún día a mi pequeña Hannah corriendo de un lado a otro protegiendo a su hermana mayor de todo problema. No puedo imaginarme nada más halagüeño que eso en la vida. Quiero que sepas que te amo incondicionalmente y no importa lo que hagas en tu vida siempre te amaré y te respaldaré. Tienes mi hombro, tal y como yo siempre he tenido tuyo.


Te amo,


Abbey


Hannah se tragó el nudo de su garganta.

– Yo misma, soy muy afortunada por teneros a todas vosotras. Siempre me haces sentirme tan amada y tan especial. No sé en que estaba pensando, asustada de que no pudieras aceptar que no fuera ya modelo.

– ¿Pensaste realmente eso, cariño? -preguntó Libby amablemente-, ¿o tienes problemas aceptándote a ti misma?

Hubo un pequeño silencio. Hannah tomó otro sorbo de su té. La miel y la leche combinada con el té, serenó su garganta.

– Por supuesto que tengo problemas aceptándome. Mírame, Libby. Me miro y veo cada defecto, real o imaginario. Una parte de mí busca arrastrarse a un agujero y no salir nunca. -Frunció el ceño, tratando realmente de analizar sus sentimientos-. Una parte de mí está aterrorizada y me pone enferma que alguien quisiera hacerme esto, pero hay una parte diminuta de mí que se siente libre. Sentí que si podía enfocar la atención en ese pequeño triunfo en lugar de en la ruina de mi cara y mi cuerpo, podría encontrar la manera de emerger victoriosa. Siento realmente pesar al haberos dejado fuera a todas.

– No es eso -dijo Sarah-. Fue bueno para que nosotras tuviéramos claro lo que hacíamos mal. Jonas dijo algo el otro día que tenía un montón de sentido. Dijo que cuando Damon y yo tenemos una pelea, él no interfiere. Realmente pensé en ello. Jonas siempre ha sido protector con nosotras, y nunca ha actuado contra cualquiera de nuestros hombres cuando discutimos. Seguro que quiere interferir pero no lo hace porque estaría mal. Y estaba mal que nosotras tratáramos de vivir tu vida por ti, aún cuando nuestras intenciones fueran buenas.

Hannah miró las caras sonrientes que la rodeaban. La aceptación, era lo que las mantenía tan unidas. Joley, con su manera salvaje de ser; Elle, tan calmada y con fuego hirviendo a fuego lento bajo la superficie; Abbey, sintiéndose más en casa cuando estaba en el mar; Y Libby, sin un hueso mezquino en su cuerpo. Sarah, organizada y fiable; y la querida y dulce Kate, a quién todo el mundo tenía que amar.

– Vosotras sois todas unas hermanas geniales -dijo Hannah, intentando no llorar.

Kate mordió su galleta.

– Por supuesto que lo somos. Cuando eras un poco más pequeña, estabas muy enojada con nosotras porque teníamos que ir a la escuela y no querías ir. ¿Cuántos años tenía, Sarah? Recuerda, hablo de cuando…

– Oh, no cuentes esa historia -dijo Hannah y escondió la cabeza en la curva del brazo, riéndose-. Joley y Elle no se la saben y simplemente no la puedes contar.

– Cristo, y nosotras que pensábamos que era tan perfecta que nunca podría hacer nada malo -dijo Joley-. Cuéntanoslo, Kate.

– ¿Cuántos años tenía, Sarah? ¿Recuerdas el momento en el que nosotras nos apresurábamos, tratando de estar listas para la escuela, y decidió que de ninguna manera iba a ir?

– Seis -informó Sarah-. Tan sólo tenía seis años.

Hannah gimió y tomó otro sorbo de té.

– Ambas vais a lamentar el contar esta historia.

– Valdrá la pena -dijo Kate-. Estaba sentada sobre las escaleras, cruzada de brazos, mirándonos ferozmente, y si la tocábamos, nos iba a aniquilar.

– Una sacudida eléctrica -añadió Sarah-, un calambre real. Nos electrocutó, incluso a papá y a mamá. A los seis años ya sabía manejar hechizos.

Hubo un pequeño silencio. Joley se sentó más derecha.

– Te veo con nuevos ojos, Hannah. Eres una diosa. ¿Realmente electrocutaste a papá? Desearía haber sabido ese hechizo. Me pilló saliendo de noche por la ventana y, déjame decirte que me hubiera sido realmente útil saber ese hechizo.

Todas estallaron en risas. Cuando se calmaron, Libby tomó el libro y con un poco de timidez lo abrió por su página. Las fotos habían sido tomadas el día que habían estado caminando juntas por el bosque. Hannah recordaba aquel día porque había sido perfecto, tanto por el clima como por la compañía.

– Éste fue uno de mis momentos favoritos contigo -dijo Libby-. Hablamos de todo y estaba tan triste. Estaba en la facultad de medicina y las horas eran criminales. Era menor que todos los demás y algunos de los otros estudiantes no eran muy simpáticos. Hiciste ese día tan maravilloso, Hannah. Supe, después de ese paseo, que podría afrontar a todo el mundo y que podía hacer lo que quisiera y todavía más. Me diste esperanza. -Apuntó hacia su carta-. No soy muy elocuente, pero esto es de corazón.

Hannah dirigió su mirada al garabato de Libby.


Hannah


Necesito decirte simplemente cuánto significas para mí. Eres tan, pero tan especial y una parte grande de mi corazón te pertenece sólo a ti.

Hemos compartido tantas risas y lágrimas a través de los años y tenemos tantos recuerdos juntas como para que nos duren siempre. Todavía pongo una sonrisa en mi cara cada vez que recuerdo el tiempo que fuimos adolescentes y reíamos histéricas cada vez que sonaba el teléfono. No podíamos contestar porque no podíamos dejar de reírnos y cuando finalmente contestaste era un número equivocado que sólo nos provocó otra ronda de risas hasta que nos dolió el estómago.

Mi vida no sería lo que es hoy si no fueses una gran parte de ella. Estabas siempre allí para mí con tu amor y apoyo, y a menudo tu protección. Muchas veces, te he visto salir un momento de tu entorno seguro para ayudarme así como también a muchos otros. Eres una de las personas más cariñosas y generosas que alguna vez he conocido.

Querida dulce Hannah, jamás habrá nada que puedas hacer o decir para cambiar mis sentimientos por ti. ¡Eres una parte enorme de mi vida, y te amo justamente porque tú eres TÚ!


Tu cariñosa hermana,


Libby


Hannah cerró el libro con un pequeño chasquido.

– Ahora tú me has hecho llorar.

– Simplemente bebe más té -sugirió Elle-. Eso es lo que hago yo.

La puerta se cerró ruidosamente y Jonas se apresuró a entrar, el viento y la niebla entrando detrás de él.

– Hace frío ahí afuera -saludó, caminando a grandes pasos dentro del cuarto y parando bruscamente. Frunció el ceño-. ¿No estaréis teniendo una de vuestras cosas de chicas, en la que, todo el mundo llora y se pone sentimental?

– Eso es exactamente lo que estamos haciendo -dijo Joley alegremente-. Ven acércate, siéntate y únete a nosotras.

Hannah sintió el placer atravesándola. Había sido por tanto tiempo de esta manera. Las siete hermanas y Jonas. Siempre había estado en el círculo con ellas. Se quejaba, claro está, y algunas veces ponía los ojos en blanco y se burlaba, pero siempre terminaba en el suelo y se convirtió en una parte de quiénes eran y lo que eran. Observó como tomaba su lugar entre ella y Joley, presionando su muslo contra el de ella y deslizando su brazo alrededor de su cintura, sus dedos en la nuca, dándole lentamente un masaje.

– ¿Alguien se molestó en hacer la cena? Me muero de hambre

Hubo otro estallido de risa. Las miró con el ceño fruncido.

– ¿Qué?

– Siempre preguntas eso, a cada momento -aclaró Hannah-. Siempre tienes hambre, Jonas.

Se inclinó y le dio un beso en la mejilla a Hannah, sin reparar en las mortecinas heridas como si no estuvieran allí. Su beso finalizó en la comisura de su boca.

– Están siendo horribles conmigo, nena. ¿No puedes convertirlas en sapos o algo así?

– Sí, ahora quieres su ayuda, ahora que está de tu lado -dijo Joley.

– No te preocupes, Joley -dijo Jonas cuando cogió un tazón de té flotando cerca y recogió unas pocas galletas del plato-. Realmente sólo quiere sexo. En el momento en el que obtenga lo que quiere y que empiece a darle continuamente órdenes, estará de regreso contigo para que las siete podáis poneros en contra de un hombre solo.

Hannah se atragantó con el té y Jonas tuvo que darle un fuerte golpe en la espalda.

– Tiene razón, sabes -empezó a hablar Elle-. Piensa en ello, Hannah, antes de que hagas cualquier estupidez. El sexo es genial y eso, pero va a ser tan mandón. ¿Quieres realmente aguantar eso día y noche?

Jonas agarró a Elle en una llave de cabeza y frotó sus nudillos sobre la parte superior de la misma.

– Ya os doy órdenes a todas, día y noche, a ti, pequeño gato montés. Alguien tiene que hacerlo, o tú y todas andarías descontroladas. -La soltó, ignorando el puñetazo en su muslo-. ¿Estáis leyendo las cartas?

– ¿Lo sabías? -preguntó Hannah.

– Lo sé todo -contestó Jonas, hinchando el pecho.

– Ahora comienza con mi página -dijo Kate tímidamente-. Por favor, Hannah, recuerda que soy mejor con la ficción que con la realidad. Me resulta tan difícil expresarme.

– No con Matt -dijo Jonas-. Con él lo haces muy bien.

Kate le dio una manotada poco digna en su brazo mientras Hannah miraba las fotografías.

Eran de una sesión de fotos que Hannah había hecho. Primero se vio encantadora en varios trajes de noche y luego ella se reía, con los pantalones vaqueros y el suéter, el pelo alborotado en la cabeza, haciendo gestos.

– Amo esas, porque muestran la persona tan real que eres debajo de todo ese glamour.

Hannah aspiró profundamente para aquietar el abrumador amor que sintió hacia su familia para poder leer lo qué Kate le había escrito.


Queridísima Hannah,


Cuando pienso en el amor, en la familia, en la manera en que las hermanas deberían ser, pienso en ti. Cuando pienso en ánimos, en la increíble fuerza personal, es tu cara la que veo. Aunque nunca te diste cuenta de eso, eres la más fuerte, la más valiente, de todas nosotras.

Sé lo que sufres cuando apareces en público. Somos ambas tan semejantes en ese sentido. El estar rodeada de desconocidos, el ser el centro de atención, sentir las emociones palpitando en ti: Nunca lo podría hacer. Siempre me he pegado a las sombras, a la seguridad de la soledad, pero tú nunca lo has hecho. No te puedo decir cuánto te he admirado siempre por ello.

Me percato ahora que tu valentía siempre ha sido por nuestro beneficio, no por el tuyo, y eso debe detenerse. Te amo a ti, Hannah. Lo que quiero para ti es todo lo que alguna vez he querido: Tu felicidad. Que seas valiente para ti misma, no para nosotras. Vive tu vida de la forma que quieras, la felicidad te espera ahí fuera. Y déjanos amar a la hermana que tú eres, no a la hermana que piensas que queremos que tú seas.


Te ama por siempre,


Kate


– Gracias, Katie -dijo Hannah simplemente y se inclinó para besarla-. No sé lo que haría sin vosotras. De verdad.

– Afortunadamente no tenemos que enterarnos. -Estuvo de acuerdo Kate-. Nos asustaste a todos, Hannah. De verdad, de verdad nos asustaste. No podía pensar o respirar. Cuando caíste, te llevaste a todos nosotros contigo, y por un terrible momento, supimos qué la vida sin ti no sería igual. -Recorrió con la mirada a Joley-. Sé que Prakenskii es peligroso. Todas tocamos su mente, y podíamos percibir vislumbres de un hombre extremadamente espeluznante, pero siempre le estaré agradecida por lo que hizo, cualesquiera que fueran sus motivos. Salvó tu vida. Te mantuvo viva para nosotros y tuvo que pagar un alto precio. Sabía que le haría vulnerable a nuestra magia, pero todavía te preservó para nosotras. Rezo cada día por su salud y su felicidad.

– Reza por su salud, Kate, pero omite la parte de la felicidad -masculló Joley.

Jonas la rodeó con un brazo fraternal.

– Si fuese tu hombre, entonces no tendría que preocuparme por ti ni un poquito. Ahuyentaría a todo el mundo. Tal vez le debería sobornar.

Joley le pellizcó fuerte y le metió de un empujón una galleta en la boca.

– Eres tan gracioso, Jonas. Ja, ja. Muy cómico.

Hannah se reclinó contra Jonas e instantáneamente sus brazos la rodearon. Su barbilla acarició la parte superior de su cabeza.

– ¿Qué más hay en ese álbum? -preguntó.

– Mi página -dijo Elle, con timidez en su voz-. Las primeras fotos son de ti dirigiendo el viento. Me gusta ver el poder en ti, tu pelo al viento y tus brazos extendidos hacia el cielo. Resplandeces, Hannah, y te ves tan femenina. Nada me enorgullece más que verte de ese modo. Y las demás son de ti en la cocina. Cuando vuelvo a casa y estoy tan cansada y… -Se interrumpió, miró alrededor a las caras de sus hermanas y luego abajo, a sus manos-. Cuando me siento tan rendida que pienso que no puedo seguir, allí estas tú. En el momento en que te veo, sé que estoy en casa. Eso es lo que representas para mí, Hannah. El hogar. La seguridad. El amor y la aceptación.

Hannah ocultó su cara en el pecho de Jonas para tener un momento e ignorar las emocionales lágrimas. Elle era tan tranquila y raramente hablaba de sí misma o de sus sentimientos, y cuando lo hizo, Hannah se sintió privilegiada.

– Esa es la cosa más bella que me han dicho, Elle. Gracias.

– Es la verdad -contestó Elle simplemente.

Hubo inclinaciones de cabeza en todas partes.

– Tiene razón, Hannah. Ahora que Elle lo ha dicho, tú representas el hogar y la familia para todas nosotras. -Estuvo de acuerdo Sarah.

Hannah no podía hablar así es que leyó la carta en lugar de eso.


Hannah


Hey, llave dorada, aunque no soy escritora como Kate y seguro que no tengo el toque de Joley, no puedo dejar pasar otro día sin decirte cuánto te amo. Y lo que significas, en mi vida.

¿Sabes que uno de mis primeros recuerdos es el de despertar en mi cuna cantando Hann, Hann, Hann en la seguridad de que vendrías corriendo? Me levantarías sobre la barra de la cuna, me abrazarías cerca y bailarías conmigo alrededor del cuarto. Cuando lloraba me hacías cosquillas y me hacías reír. Oye, todavía tengo el diminuto pingüino que me diste cuando cumplí cinco años. Es un tesoro que mantengo en mi bolso y lo cojo cuando estoy un poco triste o sola, y necesito recordar cuanto soy amada. ¿Quién podría olvidar nuestro paso de pingüino riéndonos hasta que llorábamos? ¿Y mi cita para el baile de graduación… cuando destrocé mi vestido y Joley frió mi pelo… recuerdas cómo me mantuviste apretada, reconfortándome cuando creía que era el fin del mundo? Como siempre, secaste mis lágrimas y arreglaste todo, mejor que nuevo. Me hiciste parecerme a una pareja de cuento de hadas, sin embargo, mi cita resultó ser una rana y no un príncipe encantado. En cierta forma, incluso hiciste que me riera de ese desastre. Siempre pienso en ti en la almena, girando en espiral bajo el viento y la lluvia y el cielo de la noche… fuiste quien me mostró las estrellas.

Hannah, siempre supe que estabas allí para mí y más importante aún que entenderías cómo me sentía. A través de todos estos años has sido la que me ayudaba a aliviar mi carga cuando comencé a sentir la presión de ser la séptima de siete. Me hacías bromas y me hacías reír y recordar que estamos juntas en esto… las hermanas por siempre. ¿Sabías que tu dulce sonrisa siempre ha sido una de las cuñas comerciales más brillantes de mi vida? Eres valiente y audaz y una de las personas más generosas que alguna vez tuve, tendré el privilegio de conocer. Tal vez nunca te has percatado que siento pesar por no haberte dicho nunca antes cuanto te he admirado siempre (bromas incluidas) y cuanto tus travesuras realmente me traen alegría y me hacen reírme tan fuerte que un mundo triste lo conviertes en bonito. Siempre has estado allí para nosotras, siendo lo que necesitábamos que tú fueras, guardando la sonrisa fuertemente en nuestros corazones. Ahora es tu turno. Por favor, sé valiente y fuerte simplemente para ti esta vez. Te mereces todo lo bueno y maravilloso. Te amo muchísimo.


Con amor, tu hermana pequeña, Elle


Ahora Hannah lloraba en serio.

– Elle, yo también te amo. Gracias por todo. Esto fue lo más dulce, la cosa más considerada que podías haberme hecho. Atesoraré estas páginas por el resto de mi vida. -Abrazó el álbum apretadamente contra ella.

– No has acabado -dijo Jonas-. Yo también te hice una página. Este libro se trata de cosas que amamos de ti. No te preocupes, no puse ninguna fotografía bochornosa, porque no tenía ninguna.

– ¿De verdad me hiciste una página? -Alzó su cara hacia la de él, el corazón dándole bandazos.

– Por supuesto que lo hice. He puesto una mezcla de mis fotos favoritas, allí hay una o dos que son realmente tuyas, pero en su mayor parte son de animales. Sé que tú amas a los perros, aunque no tienes uno propio.

– No sería justo. No estoy nunca en casa el tiempo suficiente para pasar tiempo con una mascota. Sin embargo, quiero a los perros de Sarah.

Abrió el álbum por la página de Jonas. Hubo un pequeño silencio cuando se quedó con la mirada fija en la serie de fotos de Hannah y Jeanette Harrington vestidas con ropas de la época de los años 20. Recordó esa tarde claramente. Había sido invitada al té y Hannah había encontrado un armario lleno de espectaculares ropas. Miró las fotos, tratando de ver a través de las lágrimas en los ojos. Era tan pequeña, con rizos en todas partes, envuelta en un abrigo demasiado largo con una banda y una pluma de pavo real en la cabeza. Cogía la mano de la señora Harrington.

Pestañeó rápidamente para aclarar las lágrimas, enfocó la atención en el garabato masculino de la siguiente página, y a pesar del nudo en su garganta, lanzó una apagada risa rota. Razones por las que Hannah debería casarse con Jonas, leyó el título en voz alta y fuerte.

– He hecho una lista con todas ellas. -Apuntó hacia la larga columna-. Joley me hizo poner razones por las que no deberías, y como puedes ver, hay muy pocas y son poco convincentes.

– ¿Poco convincentes? -repitió Joley. Pinchó con el dedo en la primera-. Esa es razón suficiente. Soy la siguiente candidata a la gran caída y es tu deber protegerme quedándote soltero para siempre. Y… -Miró furiosamente a Jonas-. He puesto asteriscos en la siguiente y tres signos de admiración.

Jonas miró con atención sobre el hombro de Hannah.

– Hiciste eso después de que terminase, pequeña tramposa. No soy arrogante ni mandón. Soy encantador.

Hannah se sofocó y sus hermanas lloraron de la risa. Joley y Elle se cayeron agarrándose los estómagos. Libby trató de mantener la compostura, pero incluso ella sucumbió, riéndose con sus hermanas.

– Estáis todas locas -dijo él con gran dignidad-. No sé de qué os reís en primer lugar. -Agarró otro puñado de galletas para consolarse, y cuando Hannah redobló las carcajadas, él se inclinó, le retiró el pelo y atacó su cuello como venganza, dejando una enorme marca roja. Harto, entró en la cocina buscando algo más sustancial que comer, dejando a las mujeres para que se tranquilizasen.

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