CAPÍTULO 5

Jonas se paseaba por la sala de estar de la residencia familiar de las Drake, lanzando continuamente miradas de odio al televisor.

– Lleva fuera una semana y ni siquiera se ha molestado en llamar a casa, Sarah.

– Llamó, Jonas -le recordó Sarah con un exagerado suspiro-. Le gritaste y no ha llamado desde entonces.

– No estaba gritando.

– ¿”Vuelve a la condenada casa” no es gritar?

– No creo que sea necesario que esté allí toda la semana. ¿Y por qué tiene que acudir a fiestas cada noche?

– Es parte de su trabajo.

– ¿Eso es lo que dice? Mira a esos hombres. Se la están comiendo con la mirada. -Golpeó la pantalla con el dedo, frunciendo las cejas en un ceño feroz.

Sarah dobló las piernas bajo ella, acomodándose sobre la silla acolchada.

– Es el broche de oro del mayor desfile de modelos que se celebra en Nueva York cada año. Hannah es modelo. Por supuesto que la miran; lleva un vestido valorado en miles de dólares. La idea es hacer resaltar el vestido. Recorre la pasarela, da unas cuantas vueltas, la gente dice ohh y ahh y el diseñador está de moda durante esta temporada.

– No están mirando el vestido -negó-, están mirando a Hannah.

– No Jonas -corrigió suavemente-. Tú estas mirando a Hannah. Ellos están allí para ver los últimos diseños.

Jonas hizo un sonido de disgusto y se paró en medio de la espaciosa habitación, con la mirada pegada a la pantalla del televisor. Hannah, alta, esbelta y absolutamente espléndida, caminaba con absoluta confianza sobre la pasarela, hacía una pausa, con una mano en la cadera, una mirada de altivo desdén en su bello rostro girando para que las luces captaran los relucientes colores del vestido antes de continuar avanzando con el palpitante ritmo de la música.

– ¿Por qué tiene que usar un maquillaje tan extravagante? Demonios, Sarah, ese vestido está cortado hasta el ombligo y han aplicado brillo o algo sobre toda su parte delantera así que definitivamente cada hombre de ese lugar no está mirando el vestido. Ni yo puedo describir el vestido y la estoy mirando atentamente.

– Por favor no me digas que estás mirando boquiabierto los pechos de mi hermana. -Sarah frotó sus palpitantes sienes.

Todo el mundo está mirando sus pechos.

– Vete a casa -dijo Sarah-. Me estas poniendo nerviosa paseando arriba y abajo. Y si golpeas el mostrador de la cocina una vez más, va a romperse y voy a expulsarte de la casa durante una semana.

Jonas hizo una pausa para mirarla.

– No puedes hacerlo. Me estoy recuperando de una herida de bala y no me dejan trabajar. No tengo ningún otro lugar al que ir.

La gran casa laberíntica estaba situada sobre un peñasco que daba al océano. Antes, más temprano, Sarah había abierto las persianas así que todas las ventanas mostraban la increíble vista del mar. Podía oír las reconfortantes olas y sentarse a tomar el té mientras contemplaba el agua azul brillar, las blancas crestas importunando la superficie. La ansiedad con que despertó se había aliviado hasta que Jonas había llegado para ver con ella el desfile de moda. La estaba convirtiendo en un manojo de nervios y su cabeza estaba a punto de estallar. Iba a ser una larga tarde si no se deshacía de él.

Jonas nunca fue una persona tranquila, pero en todos los años que hacía que le conocía, nunca había emitido la cantidad de tensión que estaba vertiendo ahora. Sarah no era tan sensitiva como algunas de sus hermanas, pero la energía la estaba afectando de todas formas. Se sentía casi enferma de aprensión.

Apoyó el mentón en la mano y estudió la forma en que Jonas se movía con rapidez a través del suelo, pasos inquietos que no hacían ruido. El hombre era ligero al caminar y aún más ligero en su paciencia.

– No me inspiras ninguna simpatía. Apenas puedo creer que en algún momento hayas estado en el ejército, Jonas. Te comportas como un loco. Te lo juro, has conseguido revolverme el estomago.

Y su estómago estaba hecho un nudo. Sentía tanta presión que hacía todo lo que podía por no vomitar. Sarah reprimió el impulso de gritarle. Quería ver la actuación de Hannah. Estaba orgullosa del hecho de que Hannah fuera una de las modelos más importantes del mundo. En muy pocas ocasiones alguna de las Drake podía apoyarla asistiendo a un desfile. Quería al menos poder decirle que lo había visto por televisión.

– Nos quería a todos allí -murmuró, con la mirada pegada a la pantalla-. Era muy importante para ella. Libby está en algún lugar del Amazonas y nadie sabe donde está Elle. Sencillamente a veces desaparece durante semanas. -agregó, refiriéndose a dos de sus hermanas más jóvenes-. Joley está en Europa por la gira mundial, Kate en Inglaterra investigando para un libro, y Abbey está en Australia haciendo alguna locura con los delfines, dejándome a cargo del fuerte.

– Todas me abandonaron -dijo Jonas-, cada una de ellas.

– Tú las alejaste tonto. Jonas, creo que es importante que sepas que lamentablemente la mayor parte del tiempo careces de habilidades sociales, y cuando estas herido, éstas son inexistentes.

Él encogió los anchos hombros, con la mirada todavía en la televisión. Podía ver porque los rizos rubios de Hannah eran tan famosos. La cascada de rizos naturales bajaba por su espalda, salvaje e indómita, agregándole encanto. Los grandes ojos azules y la inmaculada piel exhibían por sí mismos la perfección a la cámara, que era por lo que estaba solicitada por todas las compañías de cosméticos. Tenía un cuantioso y exclusivo contrato con la compañía más destacada, pero otras empresas estaban siempre intentando robársela.

La cámara recorrió la audiencia y regresó a un primer plano de su cara. Los músculos del estómago de Jonas se anudaron, la tensión en la habitación aumentó sensiblemente.

– Es tan hermosa -dijo Sarah-. Algunas veces la cámara puede realzar el aspecto de una modelo, pero Hannah realmente se ve así.

– Hay mucho más en Hannah que su aspecto -espetó Jonas.

Sarah se presionó los dedos justo en el punto sobre el ojo que estaba empezando a latir.

– Te quiero, Jonas, de veras que sí, pero vete a casa. Odias estas cosas y no sé por qué te estas molestando en verlo.

– Estoy torturándome a mí mismo. -Jonas empezó a pasear de nuevo mientras Hannah se salía de la pasarela, cimbreando las caderas y el vestido casi resplandeciendo. Los nudos se aflojaron un poco y soltó el aliento-. ¿Por qué demonios tiene que hacer eso?

Sarah suspiró.

– ¿Hacer qué?

– Exponerse así. No me gusta.

– Jonas… -Sarah frunció el ceño cuando su genio empezó a desatarse.

– No hay forma de que los de seguridad puedan protegerla. Ves esa multitud. ¿Cuántas personas crees que hay ahí? Al menos dos mil, probablemente muchas más -se respondió él mismo, comenzando a agitarse de nuevo-. Cada condenada vez que sale, temo por ella. Hay tantos maniáticos en el mundo, Sarah y cuando una mujer se muestra en todas las revistas del mundo y en televisión batiendo las pestañas, sabes condenadamente bien que va a tener problemas. Ella y Joley tienen que quedarse en casa, donde yo pueda vigilarlas. Me estoy volviendo demasiado viejo para esta mierda y Hannah está haciendo que me salgan canas.

Sarah frunció el ceño. Jonas estaba sudando. Jonas nunca sudaba, no que ella hubiera visto nunca. Definitivamente estaba mostrándose más posesivo con Hannah de lo habitual. Le estudió con un poco de recelo, intentando leer las duras líneas de su rostro.

– ¿Ha estado recibiendo Hannah más cartas de lo normal y tú no me lo has contando?

– ¿Pero tú te oyes a ti misma? ¿Es normal recibir cartas de chiflados? No, no ha habido un aumento, pero las cartas que recibe son escalofriantes y hay demasiadas. Y Joley es peor. Te lo juro, cada chalado del mundo está obsesionado con esa chica. Sólo las quiero donde pueda cuidarlas, no recorriendo medio mundo.

Por supuesto que Jonas quería protegerlas a todas, estaba en su naturaleza. Había empezado con su madre y ahora no podía evitar el necesitar cuidarlas, se dijo Sarah a sí misma. Eso era todo.

Sarah echó un vistazo fuera a través de la hilera de ventanas que daban al océano. El mar estaba poniéndose un poco salvaje. Reflejando su estado de ánimo. Ya hacía horas que estaba de mal humor, y echándole la culpa al crispado humor de Jonas. Blancas crestas hacían espuma y salpicaban gotitas que se esparcían en el aire. El viento removía el mar, haciendo girar pequeños remolinos como miniciclones a través de la superficie. Abajo, en las rocas las olas se estrellaban con fuerza. La niebla gris oscuro ya subía desde el océano, envolviendo lentamente la zona. Sarah se inclinó hacia delante para obtener una vista mejor.

– ¿Jonas, había anuncio una tormenta? Se suponía que sería un día despejado. El viento se está levantando y la niebla está entrando.

Él se volvió a mirar, más por el tono receloso de ella que por interés.

– No presté atención al pronóstico del tiempo.

Su mirada saltó nuevamente a la televisión cuando Hannah apareció una vez más, esta vez con un conjunto diferente. Los vaqueros eran una delgada pincelada, falsos diamantes a lo largo de los laterales de las piernas y chispeando en arcos gemelos cruzando la parte posterior, llamando la atención sobre la silueta y la forma en que el material acunaba cariñosamente su trasero. El chaleco era corto, sin llegar a tocar los ajustados vaqueros bajos en las caderas de Hannah, exponiendo una banda de tersa piel, el intrigante ombligo y una brillante cadena de oro salpicada de diamantes.

Jonas sintió una oleada de calor extendiéndose a través del cuerpo. No podía mirar a esa mujer sin que su cuerpo reaccionara. Había pasado la mitad de su vida caminando por ahí con una erección provocada por ella y la otra mitad queriendo pelear contra cada hombre que la miraba. Todavía podía saborearla en su boca, sentir la forma en que era toda sedoso calor, su cuerpo envolviéndose a su alrededor.

– Maldita sea de todos modos, Sarah ¿Por qué tiene que hacer eso?

Sarah se puso de pie y fue hacia la ventana mirando paralizada al mar.

– Lo hace porque es su trabajo y gana un montón de dinero con ello, Jonas. -Murmuró las palabras distraídamente, con la mente en la creciente turbulencia de afuera. El tiempo y el furioso océano parecían estar a tono con el crispado y sombrío humor de Jonas.

Jonas la miró fijamente pero su mirada fue atraída nuevamente por Hannah, el estomago se le revolvió otra vez y los músculos se le tensaron. Realmente se sentía enfermo.

– La quiero fuera de ahí demonios. -Se pasó la mano por el cabello-. Lo digo en serio, Sarah. Me pondré firme con ella. Este es el último desfile que hace. Simplemente se va a retirar.

Eso atrajo la atención de Sarah.

– ¿Cómo lo vas a hacer?

– Sencillamente voy a decírselo. Puede vivir con eso. He tenido que aguantar esta mierda durante años.

– ¿Quieres que se retire cuando está en la cima de su profesión?¿Sabes que en este momento es la modelo de pasarela más solicitada del mundo y que las carreras de las modelos no son muy largas?

– Me importa una mierda, y si quieres saber mi opinión, ésta ya ha durado demasiado. Hace tiempo que no le gusta, pero es demasiado testaruda para admitirlo, ó quizá sencillamente está demasiado asustada para admitirlo, asustada por la reacción. No puede ser por el dinero, tiene suficiente para diez personas.

– ¿Qué quieres decir con eso? -exigió Sarah.

– Detesta exponer su cuerpo ante todo el mundo, siempre lo ha detestado. Mira lo que le han hecho. -Hizo un gesto hacía la pantalla-. Se ha vuelto complaciente, si quieren huesos entonces les da huesos. Odio que exhiba su cuerpo de esa forma ante todo el mundo, pero ¿sabes qué, Sarah? Hannah lo detesta aún más que yo.

– Te has convencido de eso para justificar tu actitud.

Jonas sacudió la cabeza.

– Tú lo has hecho. Lo percibo cada vez que la veo en una pasarela o en la portada de una revista, o aún peor, en un anuncio. Tiene éxito, pero odia cada segundo.

– No sabes nada de Hannah.

– No, no sabes nada de Hannah -contestó Jonas-, todas creéis que la ayudáis, pero no lo hacéis, porque no la entendéis.

Sarah le miró con odio.

– Realmente me estas haciendo enfadar, Jonas. ¿Por qué tienes que ser tan imbécil acerca de Hannah? Es una modelo maravillosa, siempre lo ha sido.

Detesta salir en público. Es modelo porque todas vosotras habéis hecho cosas con vuestras vidas que ella cree que son impresionantes y se esperaba de ella que fuera espectacular también. Y no me digas que no es verdad, Sarah. ¿Cuántas veces cuando estaba en el colegio os oí decir a todas que era preciosa y que debería ser modelo? Se mencionaba en cada conversación sobre su futuro. Eso y que como es brillante, como tiene un don para los idiomas y puede hablar con fluidez en media docena de ellos, por supuesto tenía que viajar. Eso es lo que tienes que hacer cuando eres brillante. Que el Cielo no permita que una Drake haga algo tan trivial como quedarse en casa y ser una esposa.

Sarah lo miró con dureza.

– Es preciosa. Y es perfecta como modelo. Puede viajar y de siempre hay alguien cuidando de ella, lo cual ambos sabemos que necesita. Es demasiado tímida para hacerlo por sí misma.

– Para empezar nunca quiso ir, Sarah. Vosotras la empujasteis. -Levantó las manos en el aire, su sombría ira igualaba la de ella-. La transformasteis en una Barbie temerosa de pensar por sí misma.

– Eso es una chorrada, Jonas. Hannah quería ser modelo y viajar. Recuerda, somos capaces de leernos unas a otras con bastante facilidad. Creo que lo sabríamos si lo odiara.

Jonas giró en redondo, por primera vez que pudiera recordar, elevándose sobre ella de una forma intimidante… y era amedrentador. Realmente dio un paso amenazador hacia ella y sus dedos estaban cerrados en dos puños apretados, los nudillos blancos.

– ¿De verdad Sarah? ¿Estás segura de eso? Hannah es poderosa, quizás mucho más de lo que pudieras concebir alguna vez. Nunca querría que alguna de vosotras pensara que no era feliz. Sin duda sabes que tiene un trastorno alimenticio. ¿Cuánto hace que lo sabes? ¿O no lo sabes? ¿Logró ocultar eso también?

Sarah abrió la boca para protestar, y después la cerró bruscamente. Hannah realmente tenía un trastorno alimenticio. Libby lo había descubierto sólo unas pocas semanas antes, pero deberían haberlo sabido. Hannah era capaz de ocultar sus verdaderos sentimientos a sus hermanas -a todas excepto a Elle- quizás también a Elle. Sarah frunció el ceño. En realidad, ni siquiera sabía con certeza si Elle podía leer siempre a Hannah. Desafortunadamente, Jonas estaba en lo cierto sobre las habilidades de Hannah. Era poderosa y amaba a sus hermanas lo suficiente como para ocultar sus sentimientos si pensaba que se sentirían mal.

– No puede ser verdad -murmuró en voz alta, repentinamente ansiosa. Los ataques de pánico de Hannah habían comenzado en el colegio y continuado durante toda su carrera de modelo. Casi nunca concedía entrevistas porque una de las otras hermanas Drake tenía que ayudarla a superar los nervios. ¿Querría realmente quedarse en casa y no viajar por el mundo? ¿Era posible que detestara su fascinante trabajo?

– Vamos, Sarah, no quieres que sea verdad. Estáis muy seguras de saber qué es lo mejor para Hannah y os habéis asegurado de que ella lo sepa también. Las únicas veces que Hannah es realmente ella misma es cuando se está metiendo conmigo porque la he hecho enfadarse.

– Quieres decir que la lastimas -acusó Sarah empezando a perder los estribos, pero más enfadada con ella misma que con él porque empezaba a sospechar que podría estar en lo cierto, y eso quería decir que habían empujado a Hannah a hacer algo que no quería hacer. Sería típico de Hannah quedarse callada aunque se sintiera desgraciada.

El se mesó el cabello con la mano, claramente agitado.

– No tengo intención de herirla. Quiero que se defienda sola, que sea quien realmente es, no quien piensa que todos nosotros queremos que sea. Cuando la hago enfadar, créeme, la Hannah real sale a la luz.

– Ella no es así.

– Es complaciente. Sabes que lo es. Quiere que todo el mundo a su alrededor sea feliz. Todas vosotras esperáis que tenga éxito, y no sólo un triunfo moderado, le exigís un triunfo importante. Todas vosotras sois fantásticas en lo que hacéis…

– Y ella también.

– Pero lo detesta. Preferiría vivir tranquilamente, estar en casa y simplemente hacer feliz a todo el mundo.

Sarah sacudió la cabeza.

– Ese idiota de su agente le dijo que perdiera peso y en lugar de decirle que se fuera al infierno, como teme no ser lo bastante perfecta para que vosotras la queráis, se mata de hambre. Yo pensaba que en algún momento iba a acabar con esto y renunciaría, pero se está matando, lentamente quizás, pero desemboca en el mismo lugar. De modo que voy a ponerle fin.

– Creo que estás equivocado -dijo Sarah, pero ya no era verdad.

Jonas maldijo en voz baja.

– No debería haber dejado que se fuera.

– Nada podría haberla detenido, Jonas, se comprometió y Hannah siempre cumple con sus compromisos. -Sarah le dio la espalda, mirando una vez más por las ventanas hacia el mar. Fuera a lo lejos, a través de la niebla gris, podría haber jurado ver dos columnas gemelas de agua, ciclones arremolinándose, girando a través de la superficie. El agua se había puesto oscura y turbulenta, muy similar a como se estaba sintiendo ella-. ¿Qué ocurrió con mi tranquilo y pacífico día, Jonas? Iba a acurrucarme en el sofá y ver a mi hermana hacer su trabajo ya que no podría estar allí en persona.

Jonas se giró nuevamente hacia la televisión.

– ¿De verdad Hannah te pidió que fueras al acto?

– Si.

Hubo un largo silencio mientras tres modelos salían juntas y recorrían la larga pasarela, deteniéndose para hacer un giro mientras se contorneaban, su actitud era un espectáculo en sí misma.

– A mí también me invitó.

Sarah se puso rígida, girándose para enfrentarlo.

– ¿Qué hizo qué? -Un escalofrío bajo por su columna. Se le puso la carne de gallina en los brazos.

Jonas volvió la cara hacia ella, y por primera vez la dejó ver lo demacrado y ojeroso que estaba.

– Nunca lo había hecho antes. Sabe que lo odio. ¿Por qué me lo pediría, sabiendo que me pondría sarcástico y antipático si iba con ella? -Había sombras en sus ojos-. No he dormido en días, Sarah.

– ¿Por qué no me lo dijiste enseguida? Por el amor de Dios, Jonas, eres como nosotras. Sabes que tienes tus propios dones. Si sientes que algo va mal, tienes que decirlo.

– En realidad, no soy como vosotras -negó, esta vez pasándose ambas manos por el cabello, dejándolo más despeinado y alborotado que antes-. Supuse que si algo iba mal en realidad, vosotras lo sabríais. Ninguna ha indicado que haya un problema potencial de modo que simplemente ignoré el presentimiento que tenía. Yo no tengo ningún poder especial, Sarah. De verdad que no.

Ella le lanzó una mirada de incredulidad.

– ¿Por qué no puedes dormir?

Volvió a encogerse de hombros, los músculos ondeando a lo largo de sus brazos y espalda, mientras se paseaba inquieto. El presentador de televisión empezó a describir otro vestido de un famoso diseñador europeo, atrayendo una vez más la atención de Jonas de modo que se detuvo y miró la pantalla. Hannah avanzaba entre las brillantes luces siendo recibida por un aplauso ensordecedor, espirales rizadas de platino y oro colgaban por su cintura, los famosos ojos azules sombreados con brillo para igualar los hilos de oro que brillaban a través del vestido.

– Algunas veces, cuando la miro -reconoció, hablando más para sí mismo que para Sarah-, no puedo respirar. Me he sentido así desde la primera vez que la vi. -Los puños cayeron a los lados, pero estaban firmemente apretados, tan fuerte que los nudillos estaban blancos. Un músculo temblaba en su mandíbula y la boca se tensó mientras una vez más la cámara recorría la audiencia y el comentarista anunciaba maliciosamente que todos los que eran alguien estaban presentes en la Semana de la moda de Nueva York.

– Tiene un mordaz sentido del humor, las pocas veces que lo deja aflorar -agregó-, algunas veces la provoco sólo para ver su respuesta.

La cámara recogió imágenes de fascinantes estrellas y figuras públicas, iconos de riqueza y propietarios de hoteles tanto como periodistas y numerosas personas identificables de la industria de la moda. Estrellas de cine y políticos, apellidos de familias conocidísimas, gente de la industria de la música, estaban todos representados, y junto a ellos, sus guardaespaldas. Sarah inhaló bruscamente, llevándose una mano a la garganta.

– Jonas -susurró-, creo que he visto a Ilya Prakenskii entre la multitud. ¿Por qué estaría allí? Es un asesino a sueldo ruso, ¿no?

Los ojos de Jonas brillaron como astillas gemelas de hielo.

– Esa es su reputación, pero nunca nadie ha podido probar nada. Si está allí, esta escoltando a Sergei Nikitin.

– ¿El hombre que estaba obsesionado con Joley? Sé que tiene mala reputación como mafioso, pero Nikitin parece demasiado joven para haber alcanzado tanto poder tan rápido.

– Definitivamente está con la mafia rusa. -La miró y luego volvió la vista a la pantalla-. Tienes miedo de Prakenskii. ¿Ha contactado contigo desde el incidente con Aleksandr y Abbey?

– ¿Te refieres a cuando salvó la vida de Aleksandr y tuvimos que darle nuestra palabra de que le devolveríamos el favor? -Preguntó Sarah con un pequeño escalofrío-. No, esperaba que nunca volviéramos a verlo. Es un hombre muy poderoso. Como Elle, tiene enormes dones.

– ¿Qué es lo que no me estas diciendo?

Sarah se mordió el labio.

– Tiene un camino hacia la magia de Joley. Puede tocarla, hablarle, pelear magia contra magia… y es poderoso, Jonas. Para salvar a Aleksandr, hicimos un trato con el diablo.

– Espero que no sea él la amenaza que siento.

– ¿Por qué salvaría al novio de Abbey y luego haría daño a Hannah?

– Nunca entendí ni la mitad de lo que la gente se hace unos a otros -dijo Jonas, pasándose la mano por el cabello otra vez. Y tampoco lo hacía ahora. Por qué las personas eran tan crueles unas con otras, por qué el dinero y el poder los conducían a asesinar y traicionar, nunca lo podría entender, ni en un millón de años. Y cómo era, él mismo, tan bueno matando y resolviendo cosas, su mente tan fría y clínica en una crisis cuando era tan emocional en lo profundo de su ser donde nadie lo veía, nadie salvo Hannah.

Todo el tiempo el comentarista parloteaba acerca de que la Semana de la Moda de Nueva York era la mayor gala en años, las mejores colecciones, los fabulosos diseñadores. Jonas volvió su atención a la pantalla mientras la cámara abarcaba una vez más a la multitud. Divisó al escurridizo asesino a sueldo ruso, de pie justo a la espalda de Sergei Nikitin, el mafioso. Su estómago dio otro vuelco, los nudos se apretaron, su puño se cerró. ¿Era posible que Nikitin quisiera tomar represalias contra las Drake? Había algo. Alguien. Sólo que no podía encontrar la amenaza, pero la sentía en los límites de su consciencia, susurrándole, empujándole, volviéndole hiper-consciente.

Sarah no miraba la pantalla sino a Jonas. Su mirada estaba fija y el cuerpo completamente inmóvil como si estuviera cazando. Apenas se atrevía a respirar, temerosa de interrumpir su concentración. Jonas no creía poseer talentos paranormales, pero las hermanas Drake siempre habían sabido de sus habilidades, sólo que no sabían en que consistían exactamente. Indudablemente estaba en sintonía con ellas, y con el peligro. Su cara tenía la adusta expresión que con frecuencia lucía cuando estaba investigando un crimen particularmente grave.

Sarah se tragó el nudo que tenía en la garganta, luchando por mantener la calma. La aprensión la carcomía, tan intensamente que apenas podía respirar. Era la familiar sensación del comienzo de advertencias, de la llegada de una precognición -o era empatía por lo que fuera que Jonas estaba sintiendo- porque estaba empezando a tener la impresión de que algo terrible estaba a punto de suceder.

– ¿Qué pasa?

– Demonios, no lo sé. -La mirada de Jonas se oscureció por la ansiedad-. Sin embargo ella está en problemas. Sé que lo está. Debería haber ido con ella.

Sarah se tragó la alarma, forzándose a vencer el pánico.

– Tranquilízate, Jonas. Quiero que te sientes y respires hondo.

– Vete al infierno, Sarah. No soy un niño pequeño. Hannah es… todo para mí.

El corazón de Sarah saltó. Jonas nunca había admitido lo que sentía por su hermana en voz alta. Ni siquiera parecía notar lo que estaba diciendo, y con Jonas, eso era una mala señal. Las hermanas Drake habían nacido con dones especiales, talentos en los que confiaban y que eran una parte intrínseca de sus vidas. Siempre habían sabido que Jonas tenía las mismas habilidades excepcionales sencillamente tan fundamentales para él como respirar, sin embargo él no parecía comprender enteramente como desarrollar y utilizar sus habilidades a voluntad. Las capacidades estaban allí, fuerzas a tener en cuenta. Sarah podía sentir la energía pulsando a través de la habitación, emanado de él en oleadas mientras trataba de dar con el peligro que se cernía sobre Hannah.

– La razón por la que vas a adivinar que es lo que va mal es porque ella lo es todo para ti. Podemos coger un avión a Nueva York y estar allí en pocas horas. En este momento está a salvo. Está rodeada de cámaras de televisión y celebridades. Debe haber unos cuantos cientos de guardaespaldas privados en ese edificio junto con una fuerte seguridad.

La mirada de Jonas saltó a la pantalla, sacudiendo la cabeza.

– No está a salvo -repitió, con los dientes apretados-. Hay alguien… -su voz se fue apagando y su atención se apartó de Sarah para concentrarse totalmente en la pantalla. Sus ojos se habían vuelto fríos y calculadores, el cuerpo absolutamente inmóvil, toda la concentración centrada en la multitud detrás de Hannah.

Sarah escuchó el retumbar del océano, un augurio de problemas. Su cabeza palpitaba junto con las olas. De repente estaba muy, muy asustada por su hermana. Escudriñó la multitud, intentando ver lo que preocupaba a Jonas. Las cámaras saltaban del espectáculo a fuera, donde la multitud presionaba a lo largo de la acera esperando vislumbrar a alguna de las celebridades. Había muchas estrellas de cine dentro y sus admiradores habían venido a verlos.

Un periodista enfocó a varios pequeños grupos que protestaban al otro lado de la calle, cada uno gritándole al otro. Estaban los inevitables grupos de derechos pro-animales protestando contra el uso de pieles de animales auténticas en la confección de la ropa. Sarah se acercó intentando vislumbrar las caras. Hannah nunca desfilaba con pieles de animales, pero se había negado a representar o a unirse o a dejar de ninguna forma que su nombre fuera utilizado relacionándolo al enorme y bien conocido grupo, ya que los había investigado muy cuidadosamente.

Habían salido a la luz evidencias de que los miembros “rescataban” animales de refugios donde los animales estaban bien cuidados, pero mantenidos en jaulas. Los periodistas habían filmado obedientemente los rescates, pero nunca se habían dado cuenta de que la verdadera historia era que a los animales se les practicaba la eutanasia inmediatamente después ya que no había donde ponerlos ni había forma de alimentarlos y cuidarlos una vez eran sacados de los refugios. Hannah había sido elocuente en su negativa a unirse a ellos tras haber hecho extensas investigaciones y muchas otras fechorías habían salido a la luz, sacudiendo los cimientos del grupo.

– La odian -señaló Sarah-, reconozco al hombre de barba. Amenazó a Hannah cuando convenció a los periodistas de que investigaran.

– Si -acordó Jonas-. Es un grupo poderoso con muchos famosos prestando sus nombres sin saber lo que pasa realmente. Hannah reveló íntegramente los secretos de la organización y perdieron gran parte de su apoyo, y lo que es más importante, la respetabilidad. Eso quiere decir que perdieron fondos.

– ¿Ha recibido alguna carta de ellos recientemente?

Jonas mantenía la mirada pegada a la pantalla de la televisión.

– Recibe cartas de todo el mundo y sí, específicamente, hubo cartas llamándola puta y diciendo que no iba a salirse con la suya en su intento de arruinar la organización. Hablé con los miembros de la junta y dijeron que no podían controlar a los fanáticos y que no había forma de saber quién intentaría intimidar a alguien en su nombre. Dijeron que estaban agradecidos a Hannah por encontrar las manzanas podridas del grupo.

– ¿Y te lo tragaste?

– Ni por un segundo. -Jonas fruncía el ceño mientras la cámara tomaba vistas de la multitud y se fijaba por un segundo en un grupo de manifestantes. Dándose cuenta de que la cámara estaba sobre ellos, la gente levantó carteles, sacudiéndolos y gritando, llamando al espectáculo de la moda aborrecible y una abominación contra todo lo que era moral y correcto.

Sarah suspiró.

– ¿Ahora va tras la industria de la moda? Ese es el Reverendo RJ. Pienso que RJ se saltó las clases de teología. Es muy carismático y ha estado reuniendo una buena cantidad de seguidores. Elle me habló de él. Ha estado bajo vigilancia desde hace algún tiempo porque es muy vehemente y su “religión” es oficialmente considerada un culto. Ha trasladado a sus seguidores a las montañas a unas dos ó tres horas de viaje desde aquí.

– Sí, los ayudantes me comentaron lo poco cooperadores que eran. No admiten a nadie en su propiedad. Está construyendo una fortaleza en las colinas, pero hasta ahora, no ha hecho nada malo en realidad y sus seguidores son discretos.

– Va a ser un problema -dijo Sarah mirando fijamente al hombre de la televisión que agitaba sus brazos y hacia gestos violentos-. Está muy lejos de California.

– Tiempo gratis en televisión. Puede hacerse el importante y así reclutar nuevos seguidores -dijo Jonas-. Nunca he entendido como personas educadas son captadas por artistas de la estafa como el Reverendo. -Inhaló bruscamente-. Justo allí, a la izquierda del pequeño rebaño del Reverendo. Ese es Rudy.

– ¿Rudy?.

– Rudy Venturi. Le escribe a Hannah casi cada día. Debería haber sabido que ese pequeño pervertido iría al acto. Los idiotas lo anunciaron con meses de antelación y ya que estaban podrían haberle gritado a cada chiflado que hay por ahí que viniera a buscarla.

– La idea es que la gente asista al desfile de moda, Jonas.

– Bien, han ido -replicó él torvamente-, y mis tripas me están diciendo que Hannah está en apuros. Intenta llamarla al teléfono móvil.

– No va a llevar el teléfono encima en medio de un desfile de moda -dijo Sarah pero levantó el teléfono y comenzó a marcar los números-. ¿Qué debo decirle?

– Dile que he dicho que salga de ahí de una maldita vez. No le aceptes ninguna excusa, Sarah. -Caminó a zancadas a lo largo de la habitación, alargando la mano hacia el teléfono-. A ver, déjame hablar con ella.

Sarah colgó en seguida.

– No va a escucharte si le estás ladrando órdenes. ¿No puedes decirle simplemente que crees que está en peligro? Si empiezas a soltarle tacos, se va a poner testaruda.

Jonas se apartó de ella, pero no antes de que viera las sombras en sus ojos. Estaba realmente preocupado. No tenía nada que ver con la falta de atuendo de Hannah, algo sobre lo que machacaba con regularidad, esta vez, estaba segura, estaba pensando en poco más que la seguridad de Hannah. Con el corazón martilleando, Sarah envió rápidamente un mensaje a Hannah diciéndole que creían que estaba en peligro y que por favor hiciera que un escolta la sacara de la situación.

La Semana de la Moda de Nueva York era uno de los más grandes acontecimientos del año. Sarah dudaba que Hannah recibiera el mensaje, por no hablar de que lo obedeciera.

– Incluso si se va, Jonas, ¿hará eso que esté a salvo? Ahora mismo está en medio de una gran multitud. Quizás esté más segura allí.

– Estaría jodidamente mucho más segura conmigo. -Su mirada había vuelto a la pantalla, sus blancos dientes rechinaban con impaciencia-. ¿Por qué demonios están mostrando a todos los manifestantes? Quiero ver la multitud que está empujando contra la cuerda.

– ¿A quién tiene Hannah como seguridad?

– El idiota de su agente contrató a alguien. No puedo esperar para decirle que está despedido.

Las cejas de Sarah se arquearon de repente.

– ¿Vas a despedir al agente de Hannah? ¿Lo sabe ella?

– En realidad me importa un bledo.

– Jonas eres tan arrogante. Eso no te va a llevar a ningún sitio con Hannah.

– Ser amable tampoco me ha llevado a ningún sitio.

Sarah casi se ahogó.

– ¿Amable? ¿Has sido amable con ella?

– Considerando lo que quería hacer, sí, he estado siendo amable. Deja de distraerme. Necesito resolver esto. ¿A quién tenemos en Nueva York?

Sarah sabía que estaba pensando en voz alta y se abstuvo de responder. No había nadie en Nueva York. Ninguna de sus hermanas estaba siquiera en el país. Se sentía impotente para advertir a Hannah. Se presionó fuerte los dedos contra la sien intentando detener el punzante dolor. A lo mejor estaba permitiendo que Jonas la asustara. Quería que ese fuera el caso, pero estaba tan asustada de que no pudiera serlo. Sabía -sabía- que Hannah estaba en dificultades. Ahora sentía el conocimiento profundamente en los huesos y estaba a miles de millas sin forma de advertir a su hermana.

Miró al aparato de televisión esperando que acabara la pausa publicitaria para poder ver a su hermana recorriendo la pasarela. Hannah lo sabría. Sarah se cruzó los brazos sobre la cintura y se abrazó fuertemente.

– Ella lo sabrá, Jonas. Exactamente como tú… como yo. Sabrá que está en peligro y será cuidadosa.

Jonas le lanzó una rápida mirada de reprimenda. Era una experta en seguridad. El desfile de moda y la fiesta que tendría lugar después eran la pesadilla de un guardaespaldas y ella lo sabía. Había trabajado de guardaespaldas durante un tiempo, y toda aquella gente comprimida en una habitación con bebida, bailando y con música salvaje iba a ser el peor escenario posible para mantener a un cliente a salvo.

– Lo sabía antes de irse o no me habría pedido que fuera con ella -dijo Jonas-. Y aun así fue. Maldita sea por eso.

– Jonas, eso no va a ayudar. Hannah tiene un trabajo que hacer. Si da su palabra de que va a estar en algún sitio, tiene que estar allí. Su palabra es tan importante como la tuya. La gente cuenta con ella. Tener a Hannah desfilando con su ropa puede significar una temporada de éxito. Es importantísimo tenerla a bordo.

– No puedo creer que estés defendiendo lo que ha hecho. Su vida está en peligro, Sarah. ¿Puedes entenderlo? Su vida. Está arriesgando su vida por un jodido desfile de moda. ¿Dime en qué sentido eso no es definitivamente una locura?

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