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Acurrucado en la oscuridad del túnel de canalización de aguas pluviales, trató de descansar y de concentrarse en dominar el dolor. Ya sabía que había infección. La herida no era grave en sí, la bala sólo había rasgado la musculatura abdominal, antes de volver a salir, pero el proyectil estaba sucio y notaba que los gérmenes empezaban a expandirse por su cuerpo, haciendo que deseara tumbarse y dormir.

Miró hacia la salida del largo y oscuro túnel. La escasa luz que sé filtraba desde arriba, aquí y allá, lo hacía parecer interminable. Apoyándose en la resbaladiza pared, se puso en pie y echó a andar de nuevo. «Un día -se decía mientras caminaba-, aguanta un día y aguantarás los demás.» Se lo repetía mentalmente como una letanía.

En cierto modo, era un alivio. A pesar del dolor al que ahora se añadía el hambre, sentía alivio. Se acabó la doble vida. Había caído la fachada. Backus ya no existía. Ahora sólo quedaba el ídolo. Y el ídolo triunfaría. Ellos no eran nada hasta que llegó él, y nada podrían hacer para detenerlo.

– ¡NADA!

El eco se llevó su voz túnel adentro, hacia la oscuridad, hasta que se extinguió. Tapándose la herida con una mano, se dirigió hacia allí.

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