Capítulo 18

– Riley…

– Ash, esto no tiene nada de mágico. Nada de antinatural, excepto por cómo se usa. Es la degeneración de la capacidad perfectamente humana de manipular los campos eléctricos y magnéticos. Todo el mundo lo hace a diario en grado mínimo: nuestro cuerpo está lleno de impulsos eléctricos que se disparan constantemente. Es automático. Involuntario. Pero en este caso alguien ha encontrado un modo de absorber energía oscura, energía negativa, y servirse de ella, e incluso dirigirla hacia fuera con un propósito concreto.

– ¿Eso puede hacerse, Riley? ¿Absorber energía de otra cosa? ¿De otra persona? Ella tomó aire y exhaló despacio.

– Espero de verdad que esto no te asuste. Fíjate bien en mi cara.

Él obedeció, y su ceño se hizo más profundo.

– Pareces… Tu cara no parece tan flaca, tan exhausta como hace unos minutos. ¿Qué…?

Ash era muy rápido. Fijó la mirada en las manos de Riley, que seguían aferradas a sus muñecas, y lo entendió.

– Espera un momento. ¿Estás extrayendo energía de mí? ¿De los dos?

Satisfecha porque hubiera añadido aquello último, Riley asintió con la cabeza.

– Estoy segura, sí. Cada segundo que pasa me siento más fuerte. Antes nunca había podido hacer esto. Y lo hemos intentado, te lo aseguro.

– ¿Quiénes?

– La UCE. Una de las formas que tiene Bishop de emparejar a sus agentes es complementando sus habilidades. Compensar una debilidad con un punto fuerte. Mi debilidad ha sido siempre que consumo tanta energía durante un caso que acabo exhausta, a veces en los momentos más críticos. Así que intentó emparejarme con miembros del equipo que tuvieran energía de sobra. Pero nunca funcionó porque yo no podía conectar con esa otra fuente de energía, ni siquiera tratándose de personas en las que confiaba, gente que estaba absolutamente dispuesta a compartir sus fuerzas conmigo. Bishop decía…

– ¿Qué decía?

Riley titubeó. Pero por frágil que fuera su memoria, su cuerpo tenía al menos una certeza (la tenía, estaba claro, desde hacía algún tiempo).

– Decía que hay una forma de confianza muy rara que sólo ha visto entre algunos hermanos y algunos amantes. Una confianza tan profunda y absoluta que todas las barreras que separan a las personas desaparecen. Es lo que le pasa a él con su mujer. Comparten sus pensamientos, sus capacidades, todo lo que son. Como dos mitades de una sola alma.

Respiró hondo y concluyó diciendo:

– Decía que probablemente yo lo descubriría cuando me enamorara. Y que, si eso pasaba, encontraría también una fuente de energía asombrosa con la que podría conectar. Miranda y él son precognitivos, así que cuando él dice «probablemente», uno puede darlo por sentado.

Al ver que Ash no respondía inmediatamente, se apresuró a añadir:

– No es que sea una vampira de la energía ni nada parecido, es sólo…

Ash la besó. Larga, lenta y profundamente.

Cuando pudo, Riley murmuró:

– Guau.

El sonrió, pero su voz sonó áspera cuando dijo:

– Cariño, la primera vez que hicimos el amor generamos calor suficiente para crear una estrella pequeña. Así que créeme cuando te digo que entiendo que los seres humanos puedan crear y canalizar energía. Sobre todo si se combinan adecuadamente.

Ella se aclaró la garganta.

– Ojalá me acordara.

– Te lo recordaré esta noche. O antes. -Volvió a besarla, brevemente esta vez, y añadió-: No sé cuánta energía estás extrayendo de mí ahora mismo, pero te la doy encantado, sobre todo si te está sirviendo de algo. Además, me parece que puedo prescindir de ella.

– Sí, eres una de esas personas que tienen de sobra. Más de la que necesitas o de la que puedes usar. -Era algo que había sentido desde aquel primer momento en el lugar del crimen, con recuerdos o sin ellos: aquella intensidad palpable que irradiaba de él-. Tienes que comprarte un reloj nuevo cada mes, o casi, porque todos se te estropean, y apuesto a que tienes problemas con los cajeros automáticos y los ordenadores.

– Pues sí. Tienes razón en las dos cosas.

– Algunas personas generan un montón de energía y no pueden canalizar productivamente su exceso. Otras la queman muy rápidamente. Incluso demasiado rápidamente.

– Entonces nos complementamos perfectamente. Lo que no entiendo es por qué acabas de darte cuenta de que puedes absorber mi energía. Corrígeme si me equivoco, pero hasta ahora tenía la impresión de que yo era una de las causas principales de que perdieras energía. O de que lo era nuestra relación, en cualquier caso.

– Y así es. -Ella se quedó pensando-. Supongo que se debe a que estaba tan inquieta por no tener el control que no podía conectar con tu energía, ni consciente ni inconscientemente, hasta estar desesperada. Hasta que mis reservas estaban tan bajas que era cuestión de pura supervivencia. Tú me has enseñado mi reflejo, y a un nivel muy primitivo me he dado cuenta de que tenía que tenderte los brazos o me moría.

– ¿Has hablado con alguien de ese afán tuyo de controlarlo todo? -preguntó él con una media sonrisa.

Ella no pudo evitar echarse a reír, aunque fuera un momento.

– Sí. A ti te pasa lo mismo. Es difícil tener fe en alguien.

– Y poner tu suerte en manos de otros. Sí, lo sé. Estabas muy cabreada por eso.

Riley tuvo que reírse otra vez.

– Apuesto a que sí. Pero eso explica que me comportara de forma tan rara, ¿no? Nunca había estado enamorada.

– Eso dijiste. Mirándome con enfado.

– No es verdad.

– Sí lo es. Tenías el ceño fruncido. No es que me importara. Yo tampoco me había enamorado nunca, y al principio también estaba un poco molesto. Me preguntaste si nuestra relación iba a ser abierta. No creo que ninguno de los dos fuera capaz de ocultar gran cosa, y fuimos bastante apasionados desde que nos conocimos.

– ¿Desde que nos conocimos?

– Sí. Por desgracia, tú habías salido con Jake el día que nos conocimos. Nos presentó él.

Riley hizo una mueca.

– Uf.

– Sí.

– Entonces, no me extraña que esté tan arisco.

– He intentado hacerme perdonar -reconoció Ash.

Ella se quedó pensando un momento, pero luego sacudió la cabeza.

– No puedo pensar en eso ahora mismo. Más adelante arreglaremos lo de Jake, tenderemos puentes o haremos lo que haga falta.

Con la capacidad, propia de un abogado, de centrarse en un tema cuando era necesario, Ash dijo:

– Está bien, volvamos a tu convicción de que estabas perdiendo energía debido a la influencia de otra persona.

– Sí. Si tengo razón, y creo que la tengo, todos esos rituales ocultistas, incluido el asesinato o asesinatos, no eran una cortina de humo, sino más bien una estratagema.

– Para conectar con la energía oscura y utilizarla.

Riley asintió con la cabeza.

– Pero ¿ése no es siempre el fin de cualquier ritual ocultista?

– Hay argumentos en un sentido y en otro. Según mi experiencia, a la mayoría de quienes practican la magia negra les interesa más subvertir las tradiciones religiosas, mandar a Dios a paseo como niños traviesos, y convencerse de que comportarse como animales es liberador.

– ¿Vestirse con túnicas y follar en un ataúd?

– Sí, básicamente. Sólo que sin sacrificios humanos.

– Entonces, normalmente no muere nadie.

– No, prácticamente nunca. Es raro que se derrame sangre. Las únicas excepciones que conozco han sido casos en los que alguien verdaderamente malvado dirige o controla un grupo. Es el tipo del asesino sádico. Unos cuantos han intentado imitar a Charlie Manson, convenciendo a sus seguidores de que maten por ellos, pero casi siempre son ellos los que matan. Les divierte disfrazarse con túnicas y fingir que están convocando al diablo o canalizando su energía, y que es todo por la noble causa de iluminar a los ignorantes.

Ash había fruncido el ceño.

– De acuerdo. Entonces, si el sacrificio humano era solamente un ingrediente del ritual para crear energía, y si no crees que la muerte de Wesley Tate fuera una cortina de humo para ocultar a un asesino con un móvil concreto…

– Entonces, puede que saber quién era no sea tan importante como creía al principio. -Ahora fue Riley quien frunció el ceño-. Pero Tate sigue siendo parte del rompecabezas, de todos modos. Encaja en alguna parte, y no sólo porque procurara la sangre para el ritual. A las víctimas se las elige. Por muy loco que esté el asesino, su lógica tiene sentido dentro de su propio mundo.

– Entonces, el paso siguiente es hablar con el grupo de la casa de los Pearson.

– Son los únicos satanistas confesos que conocemos de momento. Y aunque se perdieran los preliminares, lo cual es problemático y no me ayuda a juntar las piezas, no hay duda de que estaban aquí a tiempo para participar en lo que pasó el domingo por la noche. -Arrugó el ceño.

– ¿Qué pasa?

– Ese recuerdo que acabo de tener. No sé si puedo fiarme de él, porque estaba recuperando fuerzas, pero si fue eso lo que pasó de verdad el domingo por la noche, entonces cuando llegué al claro tuve la extraña sensación de que todo estaba preparado. O manipulado de algún modo. El cadáver era real, pero todo lo demás, hasta mi sensación de que allí había habido una ceremonia previamente, parecía irreal.

Ash sacudió la cabeza ligeramente, desconcertado.

– Tú mismo lo dijiste. La conspiración en casos de asesinato es extremadamente rara. Puede que no hubiera conspiración. Las ceremonias de ocultismo que hayan podido tener lugar aquí pudieron acabar sin ningún asesinato.

– ¿Y el asesinato tuvo lugar después, por obra de un solo individuo?

– ¿Por qué no? Los satanistas se lo pasan en grande celebrando un ritual inofensivo, bailan y cantan alrededor de una hoguera, beben un montón de vino y practican sexo en cantidad, y luego se van a casa a dormir la borrachera. El asesino vuelve más tarde y hace lo suyo, preparándolo todo para que parezca que fue parte de la ceremonia. Utiliza el lugar y el asesinato como medio para generar más energía negativa, a través del asesinato mismo y del miedo que genera en la gente. Y nos mantiene distraídos. Así perdemos tiempo buscando en sitios equivocados y haciendo preguntas equivocadas.

– Como quién tenía motivos para matar a Wesley Tate, por ejemplo.

– Tal vez.

Ash dijo lentamente:

– Si ese asesino tiene la capacidad de absorber energía a través de lugares o rituales, o lo que sea, y canalizarla y utilizarla, tiene que haber algo que lo impulse. Uno no se despierta un buen día y decide que hay mejores modos de destruir a la gente que una pistola o un cuchillo.

– No. Aunque sea un don natural, el tiempo y el esfuerzo necesarios para aprender a controlarlo… Canalizar energía en bruto no es muy divertido. Hay que tener una motivación muy poderosa.

– ¿El odio, quizá?

– Probablemente -respondió Riley

– Entonces la verdadera cuestión es quién te odia lo suficiente como para hacer todo esto con el fin de destruirte.

– Sí -dijo Riley-. Esa es la cuestión.


*****

– Yo apostaría -le dijo Jake a Steve- a que las pruebas forenses sitúan al menos a algunos miembros de su grupo en ese claro del bosque. Los análisis preliminares indican la existencia tanto de semen como de secreciones vaginales de distintos sujetos en la tierra. ¿Qué pasa? ¿Es que Satán no les deja llevarse una manta a la fiesta?

– Sheriff -respondió Steve con calma-, fuera lo que fuese lo que hicimos el domingo por la noche, todos estábamos en casa mucho antes de medianoche. Encargamos unas pizzas a eso de las once. Estoy seguro de que el restaurante y el repartidor que trajo seis pizzas grandes podrán corroborarlo.

– ¿Y qué? Wesley Tate murió en algún momento entre las dos y las seis de la madrugada, lo que significa que cualquiera de ustedes, o todos, tuvieron tiempo de sobra para comerse las pizzas y volver al claro.

– Yo no he dicho que estuviéramos en el claro.

– Pronto lo averiguaremos, ¿no cree? Porque la declaración de Riley de que hablaron con Wesley Tate antes de llegar, unida a lo que ustedes mismos han contado a los vecinos del pueblo sobre sus prácticas satánicas, basta para que el juez expida una orden obligándoles a aportar muestras de ADN.

Viendo que Steve le lanzaba una mirada de reproche, Riley dijo:

– Lo siento, Steve, pero ha muerto un hombre. Tenemos que averiguar quién lo mató y por qué. Y vamos a averiguarlo. Si tus compañeros y tú no tenéis nada que ver, éste es el momento de convencernos de ello.

Jenny tomó la palabra en ese momento.

– Sigo creyendo que nuestro abogado debería estar presente.

Riley observó pensativamente a la mujer morena. Era el único miembro del grupo, aparte de Steve, que tenía algo que decir; las otras diez personas (cinco hombres y cinco mujeres) sentadas en el salón de la casa alquilada permanecían en silencio, inexpresivas.

Eran un grupo bastante variado, con edades que iban entre los veinte años y casi la edad de la jubilación, pero por lo demás tenían el aspecto de cualquier otro veraneante de Opal Island, con sus pantalones cortos de colores vivos y sus camisetas finas. Casi todos presentaban, como mínimo, casos leves de quemaduras por el sol.

Riley percibía una tensión de nivel bajo en la habitación, lo cual era perfectamente lógico dadas las circunstancias, pero nada que le hiciera sospechar del grupo en conjunto.

Jenny, en cambio… Lo de Jenny era distinto.

Jenny estaba preocupada.

«…no es que yo quisiera. ¿Cómo iba a querer? Pero…, no lo sabía. Pensé que su mente se había abierto por fin, que… Pensé que había cambiado

Interesante. Y a Riley le desvelaba muchas cosas. Pero antes de que pudiera seguir aquella pista, Jake volvió a insistir, decidido a que contestaran a sus preguntas ahora que tenían un vínculo tangible que los relacionaba con el hombre asesinado.

– La gente que no tiene nada que esconder no necesita un abogado -dijo-. No te ofendas, Ash.

– No me ofendo. -Ash estaba sentado a la gran mesa del comedor, un poco detrás de Riley. Habían girado las sillas para poder mirar al grupo repartido por la habitación, y sólo Riley y él sabían que la mano que posaba con aire tranquilo sobre su hombro no era un gesto casual, ni posesivo, sino un conducto necesario entre los dos.

Y una fuente vital de energía para Riley.

Sentada al otro lado de la mesa, Leah había reparado en ello con una sonrisa. Jake parecía más irritado cada vez que los miraba.

«No oculta muy bien lo que piensa. Está claro que no le gusta que esté con Ash. Pero no sé si es por mí o por Ash…

»¿Por qué estoy pensando en esa mierda?»

– Creo que Jenny tiene razón -dijo Steve, visiblemente inquieto-. ¿Por qué no va a buscar esa orden judicial, sheriff. Nosotros traeremos a nuestro abogado. Y luego ya veremos.

Riley no tenía que leerle el pensamiento para saber que Jake estaba a punto de decir algún despropósito completamente innecesario, así que habló antes de que pudiera hacerlo.

– Steve, te prometí que no os acosaríamos y voy a asegurarme de que así sea. Pero necesitamos saber lo que sabéis. Wesley Tate fue quien os llamó, ¿no es así?

– Sí.

Riley ignoró los gestos ofendidos de Jake, que estaba de pie delante del televisor, en el que debería haber sido el punto focal del grupo, y siguió interrogando tranquilamente a Steve.

– Pero ¿nunca le visteis?

– No.

– Entonces, ¿por qué accedisteis a hablar con él? Debéis de recibir bastantes llamadas de periodistas en busca de noticias, o de otras personas empeñadas en causaros problemas. ¿Por qué era tan distinta la llamada de Tate?

– Ya te lo dije. Conocía a gente.

– ¿A qué gente?

– Maldita sea, Riley, no esperarás que te conteste a eso. Algunas de esas personas no practican abiertamente.

– Vaya, ¿por qué será? -masculló Jake.

Steve contestó al instante:

– Por las sospechas de personas como usted, sheriff. Se supone que en este país hay libertad religiosa, ¿sabe?

Antes de que Jake pudiera enzarzarse en lo que sin duda sería una discusión apasionada, Riley hizo tranquilamente una pregunta que sorprendió a casi todos los ocupantes de la habitación.

– ¿Cuánto tiempo llevabais divorciados, Jenny?

Jenny palideció bajo su bronceado.

– ¿Qué? -dijo.

– Ya me has oído. Wesley Tate era tu ex marido, ¿verdad?

Steve tomó la mano de su compañera.

– No tiene por qué contestar a eso.

– No seas tonto, Steve. -Riley siguió hablando con calma-. Una relación como ésa acabará saliendo a la luz si hacemos averiguaciones, así que ¿para qué intentar esconderla o negarla? Además, estaban divorciados legalmente, ¿no? Así que ella no puede beneficiarse económicamente de su muerte. Y si llevaban divorciados tanto tiempo como creo, las rencillas y los resentimientos que hubiera entre ellos estarán sin duda olvidados hace tiempo. Jenny no tenía motivos para matar a Wesley Tate.

«Al menos eso creo. ¡Concéntrate, maldita sea!»

Steve frunció el ceño, pero no intentó detener a Jenny cuando ella por fin se decidió a hablar.

– Llevábamos más de diez años divorciados -dijo con cierto tono de alivio-. Estuvimos casados menos de cinco. Él no aceptaba mi estilo de vida poco convencional.

Riley rememoró el sueño (o el recuerdo) en el que había visto a aquella mujer desnuda sirviendo como altar en una ceremonia que tenía muy poco de convencional, y pensó que no estaba segura de poder reprochárselo a su marido. Pero se limitó a decir:

– ¿Y desde entonces, mantenías contacto con él?

– No mucho. Él tenía costumbre de llamarme por Navidad, para ver qué tal me iba.

– ¿Los satanistas celebran la Navidad? -preguntó Jake, demasiado intrigado por la cuestión, o demasiado molesto por no llevar ya la voz cantante, como para preocuparse por salirse del tema.

– No como la celebran los cristianos -contestó Steve enérgicamente.

Riley volvió al asunto que les ocupaba.

– Entonces, ¿por qué contactó contigo de repente? -le preguntó a Jenny.

– Dijo que sólo quería ayudar. Había habido un par de incidentes donde vivíamos, cerca de Columbia, como te dijo Steve. Hablaron de ellos en las noticias locales. Wes me dijo que lo había visto. Le preocupaba que las cosas empeoraran, que hubiera un clima general de intolerancia en la zona. Por las supuestas prácticas ocultistas que hubo el año pasado aquí, en el sureste.

Riley asintió con la cabeza.

– Sí, investigamos algunas de ellas. -«Bishop también me lo recordó. Pero era todo falso. O casi todo…»-. Entonces, Tate estaba preocupado por ti. ¿Y?

– Y dijo que conocía un lugar seguro. Nos habló de esta casa, dijo que era un sitio bonito y agradable, con unas vistas estupendas, y que nadie nos molestaría. Dijo que estaba seguro, que tenía la certeza de que había personas afines viviendo en esta zona.

– Pero no mencionó ningún nombre.

– No. Me temo que no.

– ¿Y todavía no habéis contactado con ninguna de esas personas afines?

– No.

– Está bien -dijo Riley-. ¿Dijo que se reuniría con vosotros aquí?

– Dijo que tal vez pasara algún tiempo aquí, en la isla, y que quizá podríamos vernos y hablar -contestó Jenny-. Pero fue todo muy informal, no quedamos en firme. Dijo que me llamaría si venía. Pero no llamó.

– ¿Y no sospechaste que podía ser el hombre al que asesinaron el domingo por la noche?

– No. ¿Por qué iba a sospecharlo?

Jake intervino para decir:

– Bueno, discúlpeme, pero no pareció usted muy sorprendida, ni muy afectada, cuando le dijimos que era él.

– No todos mostramos lo que sentimos, sheriff-respondió ella, mirándole ostensiblemente de arriba abajo y apartando luego la mirada con desdén.

Riley deseó por un momento que Ash y ella hubieran ido solos a hablar con aquella gente, pero se recordó que no estaba oficialmente de servicio. Y, como Jake parecía a punto de estallar, se apresuró a decir:

– ¿Creíste de verdad que había cambiado de opinión después de tantos años? -le preguntó a Jenny.

La otra vaciló y luego sonrió vagamente.

– No. La verdad es que no. Quería creerlo, pero era mucho más probable que sólo quisiera descubrir si seguía tomándome en serio mi estilo de vida. Nunca volvió a casarse. Creo que en realidad nunca dio por perdido lo nuestro.

– Lo cual constituye un móvil de asesinato en su caso -le dijo Jake a Steve.

– Nada de eso -contestó Steve-. Verá, yo sé que Jenny está muy volcada en nuestro estilo de vida.

– Suponiendo que así sea -dijo Riley sin mirar a Jake-, todavía tenéis que justificar vuestra presencia en el claro del bosque en el que se encontró el cuerpo de Wesley Tate el lunes por la mañana. Estuvisteis allí el domingo por la noche, ¿verdad?

– Si estuvimos, fue únicamente para celebrar un ritual de consagración durante la puesta de sol -dijo él.

Riley sabía lo mucho que podían variar los rituales entre unos grupos y otros, pero las cosas que percibía en Steve bastaban para que pudiera decir con aplomo:

– Nada de fuego, excepto una vela, y ropa negra en lugar de túnicas. Sal para formar un círculo y cantar dentro de él. No fue, estrictamente hablando, un rito sexual, pero al menos tres parejas se dejaron llevar. Teníais la intención de usar el altar de piedra más adelante, en rituales más elaborados, pero primero queríais aseguraros de que la zona estaba consagrada.

– Ése era el plan -reconoció él-. Hasta que algún loco decidió sacrificar a un ser humano. Créeme, cualquier ritual que hagamos a partir de ahora será privado y dentro de esta casa. Con las persianas cerradas.

– Tienen autorización para hacer una hoguera mañana por la noche -dijo Jake.

– Vamos a tostar dulces de malvavisco, sheriff. Puede venir, si quiere, pero tráigase su propia brocheta.

Riley pensó que la presión sanguínea de Jake no podía aguantar nada más y se puso en pie.

– Quizá necesitemos volver a hablar con vosotros más adelante -le dijo a Steve-. Mientras tanto, creo que lo más sensato será que no os alejéis de la casa mientras estéis aquí.

Steve frunció el ceño, pero asintió con la cabeza, y Jenny se limitó a decir con calma:

– Gracias, Riley.

Загрузка...