Epílogo

– Gordon reconoció que, cuando me llamó, hacía semanas que notaba algo raro en Leah -dijo Riley-. No podía concretar qué era, sólo sentía que algo no iba bien. Cuando empezaron a aparecer indicios de actividades ocultistas, pensó que quizá fuera eso, que la habían hechizado o algo así.

Ash levantó las cejas.

– ¿Que la habían hechizado?

– Bueno, cosas más raras hemos visto, te lo aseguro. Y Gordon tiene unas raíces muy profundas en Luisiana. El caso es que las historias que le contaba su abuela chocan con la educación que recibió en la Universidad de Duke, así que tiene tendencia a dudar de su intuición en lo que respecta a lo paranormal.

– En Duke, ¿eh? Supongo que eso explica también por qué tan pronto arrastra las palabras como habla igual que un profesor universitario.

– Sí, eso lo explica. -Riley se apoyó en la barandilla de la terraza y se quedó mirando la playa, donde una hoguera ardía alegremente, rodeada por un grupo bastante sobrio de satanistas. Era viernes por la noche, y estaban «tostando dulces de malvavisco», como estaba previsto.

– Me parece que no se están divirtiendo mucho -comentó Ash.

– No. Tienen demasiado en lo que pensar, seguramente. Aunque no estaban involucrados, han pasado una temporada muy cerca del lado oscuro. Del auténtico lado oscuro. Eso suele dar que pensar a la gente.

– No me extraña.

Riley sonrió levemente, sin mirarle.

– Pero a ti no te da que pensar, ¿verdad?

– Yo ya pensé todo lo que tenía que pensar -contestó él-. Cuando a los dos nos daba miedo enamorarnos. En cuanto nos enamoramos, ya no había nada que hacer al respecto. Salvo disfrutar.

– Me alegro de que hayas añadido eso último.

– Seguramente es una suerte que pueda hacerlo. Porque estoy uniendo mi destino a una ex militar y agente del FBI con facultades de clarividencia, especializada en ocultismo y capaz de sacarme de un sueño profundo en plena noche y de hacerme recorrer kilómetros para ayudarla a derrotar al engendro perverso de un asesino en serie.

Riley se mordisqueó el labio inferior un momento y dijo:

– Bueno, dicho así…

– Soy un hombre muy valiente.

– Sí, lo eres. -Se volvió y le sonrió a la luz brillante de la luna-. Bishop va a intentar reclutarte, ¿sabes? -No era una pregunta.

– Me daba esa sensación.

– Pues formaríamos un equipo estupendo.

Ash la estrechó entre sus brazos.

– Ya lo formamos, amor mío.

Aquélla era la única respuesta que Riley necesitaba.

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