Calma. Necesitaba conservar la calma y dejar que el líquido circulara por sus venas. Que obrara su magia. Ya podía sentir su fuerza, su poder.
No es que necesitara mucha fuerza física. La mujer era pequeña, fácil de arrastrar. Y, con el ruido y el ajetreo que todavía se oía cerca, nadie notaría el fragor de las hojas y el chasquido de las ramas.
Pero tenía que darse prisa. Tenía que encontrar una zona más aislada. El sol se estaba poniendo tras los edificios. No tenía mucho tiempo para prepararse. Esa noche sería distinta. Podía sentirlo. Esa noche, era la noche. Lo sabía.
Se detuvo, se giró y esperó mientras miraba el cuerpo semi desnudo de la mujer, cuyas piernas arrastraban hojas y tierra. Sonrió cuando al fin vio que su pecho desnudo se movía ligeramente, en estertores leves, casi imperceptibles. Bien. Todavía estaba viva. Siguió arrastrándola. Sí, estaba seguro de que esa noche sucedería. Esa noche, por fin lo vería.