Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, pero seguía sintiendo arcadas. ¿Cómo coño iba a estar mareado? Era imposible. Tenía que ser otra cosa. Quizá fuera sólo la excitación, el presentimiento del inevitable clímax.
Los motores seguían rugiendo. Odiaba tenerlos tan cerca. Intentó que aquel sonido le relajara. Procuró concentrarse en el siguiente paso, el último paso. Sólo necesitaba mantenerse firme. Casi se le había acabado el brebaje casero. No podía permitirse tomar más hasta que fuera estrictamente necesario. Tendría que esperar. Podía hacerlo. Debía ser paciente. La paciencia era una virtud. Su madre lo había escrito en su diario, en alguna parte.
Tanta paciencia… Tanta sabiduría…
Entonces cayó en la cuenta de que no llevaba el libro encima. Joder! ¿Cómo coño había podido olvidarlo?