29. Primer Contacto

Cuando Jimmy recobró el sentido, de lo primero que tuvo conciencia fue de un terrible dolor de cabeza. Casi lo acogió con alegría; al menos probaba que seguía con vida. Luego trató de moverse y al punto una amplia selección de molestias fisicas en forma de punzadas y dolores reclamaron su atención. Pero, hasta donde le era dado juzgar, no parecía tener nada roto.

Después de eso se animó a abrir los ojos, pero volvió a cerrarlos en seguida cuando se encontró mirando directamente la franja luminosa a lo largo del techo del mundo. Como cura al dolor de cabeza, ese espectáculo no era recomendable.

Aún se encontraba tendido allí, recobrando las fuerzas y meditando sobre cuándo podría abrir los ojos, cuando oyó cerca un súbito ruido extraño, como de alguien que masticara. Volvió la cabeza con lentitud hacia el lugar de donde provenía, arriesgó una mirada… y estuvo a punto de perder otra vez el sentido.

A no más de cinco metros de distancia, un raro animal parecido a un gran cangrejo estaba aparentemente comiéndose los restos de la pobre Libélula. Cuando se recobró del susto y el asombro se alejó del monstruo rodando con lentitud y sin ruido por el suelo, esperando a cada instante ser apresado por sus pinzas si descubría que tenía al alcance comida más apetitosa. Sin embargo, el bicho no le prestó la menor atención; y cuando hubo aumentado la mutua separación a diez metros, Jimmy se incorporó cautelosamente hasta quedar sentado.

A esa mayor distancia la cosa no parecía tan formidable. Tenía un cuerpo bajo, plano, de casi dos metros de largo y uno de ancho, sostenido por seis patas unidas en dos grupos de tres. Jimmy comprobó que se había equivocado al suponer que estaba comiéndose a Libélula, en verdad no se veía señal alguna de que tuviera boca. Lo que hacía realmente esa criatura era un excelente trabajo de demolición, valiéndose de pinzas como tijeras para reducir la bicicleta aérea a trozos menudos. Luego, toda una batería de manipuladores, impresionantemente parecidos a manos diminutas, transferían los fragmentos a una pila creciente sobre la espalda del animal.

Pero, ¿era un animal? Aunque ésa habla sido la primera impresión de Jimmy ahora lo pensaba mejor. Se advertían una seguridad, una determinación en su proceder, que sugerían un alto grado de inteligencia. El no veía razón alguna para que una criatura de puro instinto se pusiera a reunir cuidadosamente los esparcidos trozos de su bicicleta aérea, menos, tal vez, que estuviera reuniendo material para un nido.

Sin apartar la mirada atenta del cangrejo, o lo que fuera, que seguía ignorándolo por completo, Jimmy hizo un esfuerzo y se puso de pie. Unos cuantos pasos vacilantes le demostraron que podía caminar, aunque no estaba seguro de poder dejar atrás a esas seis patas.

Luego conectó su radio transmisor, sin dudar de que funcionaría. Un golpe al que él había sobrevivido no habría sido siquiera notado por sus sólidos elementos electrónicos.

—Control del Cubo —dijo con suavidad—. ¿Me recibe bien ?

—¡Gracias a Dios! ¿Está bien, Jimmy?

—Sólo un poco magullado. Pero miren esto.

Volvió su cámara hacia el cangrejo, a tiempo de registrar la demolición final del ala de la Libélula.

—¿Qué diablos es, y por qué está masticando su bicicleta?

—También a mí me gustaría saberlo. Ya ha terminado con la Libélula. Haré una retirada estratégica antes de que se le ocurra empezar conmigo.

Jimmy fue retrocediendo con lentitud, sin dejar de observar al cangrejo que se movía ahora en círculos cada vez más anchos, buscando al parecer fragmentos que podía haber pasado por alto, y así Jimmy pudo observarlo desde todos los ángulos y verlo, por primera vez, tal como era.

Y ahora, pasada la impresión inicial, pudo apreciar que se trataba de una bestia hermosa. La denominación «cangrejo» que él le diera automáticamente, era quizá un tanto engañosa. Si no hubiera sido tan larga habría podido compararla con un escarabajo. Su caparazón tenía un precioso brillo metálico; estaba casi dispuesto a jurar que era metal.

Una idea muy interesante, por cierto. ¿Podía tratarse de un robot, y no de un animal? Con esta idea observó al cangrejo atentamente, analizando todos los detalles de su anatomía. Donde debía estar la boca tenía una colección de manipuladores que le recordaban a esos cortaplumas de varias piezas, multiuso, que son la delicia de los muchachos activos; había pinzas, limas alicates, y hasta algo parecido a un taladro. Pero esto no era terminante. En la Tierra, el mundo de los insectos había igualado todas esas herramientas y muchas más. La cuestión «animal o robot» seguía sin definirse en su mente.

Los ojos, que podían haber dilucidado dicha cuestión, la tomaban aún más ambigua. Estaban tan profundamente hundidos entre dos gruesos párpados protectores que resultaba imposible decir si sus cristalinos eran de cristal o de alguna sustancia gelatinosa. Carecían de expresión y mostraban un sorprendente y vívido azul. Aunque los había dirigido hacia Jimmy varias veces, en ningún momento reflejaron la menor muestra de interés. En la opinión de él, tal vez viciada de parcialidad, ese detalle decidió el nivel de inteligencia de la «cosa». Un ente —robot o animal— capaz de ignorar a un ser humano, no podía ser muy brillante.

Ahora la cosa. había dejado de girar y permaneció quieta unos segundos, como escuchando algún mensaje inaudible. Luego volvió a ponerse en movimiento, dirigiéndose con una curiosa marcha balanceada en la dirección general del mar. Avanzó en línea recta a un ritmo acompasado de cuatro o cinco kilómetros por hora, y se había alejado unos doscientos metros antes que la mente de Jimmy, todavía un tanto confundida, registrara el hecho de que los últimos patéticos restos de su amada Libélula le eran arrebatados. Al punto se lanzó en una ardiente e indignada persecución.

Su acción no era del todo ¡lógica. El cangrejo se dirigía hacia el mar, y si algún rescate era posible, sólo podía venir de esa dirección. Además, queda descubrir qué hada la criatura con su trofeo; eso debía revelar algo sobre su motivación e inteligencia.

Como estaba tan magullado y envarado, Jimmy tardó varios minutos en acompasarse al paso decidido del cangrejo que seguía adelante sin detenerse. Una vez cerca, lo siguió a respetuosa distancia, hasta sentirse seguro de que no se resentía por su presencia. Fue entonces cuando vio su frasco de agua y el paquete que contenía su ración de emergencia entre los restos de Libélula, y se sintió instantáneamente hambriento y sediento.

Allí, alejándose a una implacable marcha de cinco kilómetros por hora, iba el único alimento y bebida en toda esa mitad M mundo. A cualquier riesgo, tenía que tratar de apoderarse de ellos.

Se acercó con cautela al cangrejo por la parte de atrás, y en esa posición estudió el complicado ritmo de sus patas hasta que pudo anticipar dónde estarían en un momento dado. Cuando estuvo listo, murmuró un rápido: —Disculpe —y dio una manotada para apoderarse de sus pertenencias.

Jimmy jamás imaginó que llegaría el día en que tendría que ejercer habilidades de «punguista», pero se sintió encantado de su éxito. En menos de un segundo se había apartado, sin que el cangrejo hubiera alterado un solo instante su marcha acompasada.

Se quedó una docena de metros atrás, humedeció los labios en el frasco, y comenzó a mordisquear una barra de carne concentrada. La pequeña victoria le hacía sentirse mejor; pensaba que ahora podía incluso arriesgarse a pensar en su sombrío futuro.

Mientras había vida, había esperanza; y sin embargo no imaginaba modo alguno en que pudiera ser rescatado por sus compañeros. Aun cuando cruzaran el mar, ¿cómo podía alcanzarlos, medio kilómetro abajo?

—Hallaremos el camino para descender de cualquier forma —había prometido Control—. Esa escarpa no puede rodear el mundo sin que haya una brecha en alguna parte.

El se sintió tentado de replicar: —¿Por qué no? pero lo pensó mejor.

Una de las cosas más extrañas de caminar en el interior de Rama, era que siempre se podía ver el lugar de destino. Aquí, la curva del mundo no ocultaba, revelaba. Desde hacia un buen rato Jimmy se había dado cuenta del objetivo del cangrejo; allá arriba, en el terreno que parecía levantarse delante de él, había una hoya de medio kilómetro de ancho. Era una de las tres que había en el hemisferio sur; desde el cubo, había sido imposible ver su profundidad. Las tres fueron denominadas como los cráteres lunares más prominentes, y ahora él se estaba aproximando a Copérnico. El nombre no era muy apropiado, porque no habla montañas alrededor y tampoco picos centrales. Este Copérnico era nada más que un pozo profundo con lados perfectamente verticales.

Cuando se acercó lo suficiente para asomarse a su interior, Jimmy pudo ver una laguna de siniestras aguas verdes, espesas, por lo menos medio kilómetro abajo. Eso la ponía justamente a nivel del mar, y se preguntó si no estarían conectados.

Serpeando en el interior de la hoya había una rampa en espiral incrustada casi en la escarpada pared, de modo que el efecto era el del estriado de un inmenso cañón de escopeta. Parecía haber un notable número de vueltas, y sólo cuando Jimmy siguió su trazado durante varias revoluciones, confundiéndose más y mas en el proceso, comprendió que no había una rampa sino tres, totalmente independientes una de otra y con una separación de 120 grados entre ellas. En cualquier lugar que no fuera Rama, todo el concepto habría sido un impresionante tour de force arquitectónico.

Las tres rampas se internaban en la laguna y desaparecían debajo de su opaca superficie. Próximo a la línea del agua, Jimmy pudo ver un grupo de negros túneles, o cuevas. Tenían una apariencia bastante sospechosa, y se preguntó si estarían habitadas. Tal vez los ramanes fueran anfibios.

Cuando el cangrejo se aproximó al borde de la hoya, Jimmy supuso que iba a descender por una de las rampas, para llevar tal vez los restos de la Libélula a algún ente capaz de determinar su valor. En cambio, la criatura caminó en línea recta hasta la orilla, extendió casi la mitad del cuerpo sobre el espacio abierto sin señal alguna de vacilación —aunque un error de unos pocos centímetros habría resultado desastroso— e imprimió a su cuerpo una brusca sacudida. Los fragmentos de la Libélula cayeron aleteando a las profundidades.

Al verlos desaparecer, los ojos de Jimmy se llenaron de lágrimas. Diez puntos, pensó amargamente, para la inteligencia de este robot o animal.

Habiendo eliminado la basura, el cangrejo dio media vuelta y empezó a caminar hacia Jimmy, inmóvil a apenas diez metros de distancia. ¿Me dará el mismo tratamiento? —se preguntó. Confiaba en que la cámara no estuviera muy insegura en sus manos mientras enfocaba para Control al monstruo que se aproximaba rápidamente.

—¿Qué aconsejan? —Murmuró angustiado, aunque sin mucha esperanza de obtener una respuesta útil. Significaba un pobre consuelo comprender que estaba haciendo historia, y su mente recorría todos los patrones aprobados para un encuentro semejante. Hasta ese momento todos habían sido puramente teóricos. El iba a ser el primer hombre que los probara en la práctica.

—No corra hasta que esté seguro de que es hostil —le respondieron desde Control.

¿Correr hacia dónde?, se preguntó Jimmy. Pensaba que podía dejar atrás a la «cosa» en una carrera de cien metros, pero tenía la desagradable seguridad de que a la larga, le vencerla.

Lentamente, Jimmy extendió sus manos abiertas. Los hombres habían estado discutiendo durante doscientos años respecto a este ademán. ¿Lo interpretarían todos los seres, de cualquier lugar del universo, como —Ve. No tengo armas?» Pero a nadie se le había ocurrido nada mejor.

El cangrejo no tuvo ninguna reacción y tampoco disminuyó la velocidad de su marcha. Ignoró a Jimmy por completo, pasó delante de él y se dirigió hacia el sur. Sintiéndose muy tonto, el representante del Homo sapiens observó a su Primer Contacto mientras se alejaba a través de la planicie de Rama, por completo indiferente a su presencia.

Rara vez se había sentido tan humillado en su vida. Luego su sentido del humor acudió en su ayuda. Al fin de cuentas, no era tan importante haber sido ignorado por un cubo de basura con seis patas. Habría sido mucho peor ser recibido por él como un hermano por mucho tiempo perdido.

Volvió a caminar hasta la orilla de Copérnico, y se puso a mirar sus aguas opacas. Por primera vez reparó en las vagas formas, algunas de ellas bien grandes, que se movían con lentitud de un lado al otro debajo de la superficie. Pronto una de ellas se dirigió hacia la rampa en espiral más próxima, y algo parecido a un tanque de múltiples patas inició el largo ascenso. Al paso que iba, coligió Jimmy, tardaría casi una hora en llegar al borde; si se trataba de una amenaza, se movía muy despacio.

Luego notó el fluctuar de un movimiento mucho más rápido, cerca de esas aberturas como bocas de cueva al lado de la línea del agua. Algo corría con rapidez a lo largo de la rampa, pero no podía percibirlo con claridad, o discernir ninguna forma definida. Era como si estuviese mirando un remolino móvil de polvo del tamaño aproximado de un hombre.

Parpadeó y sacudió la cabeza, manteniendo. los ojos cerrados durante varios segundos. Cualdo volvió a abrirlos, la aparición ya no estaba.

Tal vez el golpe le había afectado más de lo que supuso; ésta era la primera vez en su vida que sufría de alucinaciones visuales. No lo mencionaría a Control.

Tampoco se molestaría en explorar esas rampas, como pensó hacerlo. Sería, obviamente, una pérdida inútil de energías.

El fantasma giratorio que simplemente había imaginado divisar en el fondo de la hoya nada tenía que ver con su decisión. Nada en absoluto, porque, desde luego, Jimmy no creía en los fantasmas.

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