Capítulo XXX



(Aparte del relato del capitán Hastings)

El señor Cust se detuvo junto a una verdulería. Miró al otro lado de la calle. Sí, aquélla era.


SEÑORA ASCHER — ESTANCO


En el vacío escaparate veíase un letrero:


SE ALQUILA


Vacío... Sin vida...

—¿Me permite, señor?

La mujer del verdulero trataba de alcanzar unos limones. El señor Cust se excusó y se hizo a un lado. Lentamente se alejó de allí, en dirección a la calle prin-cipal del pueblo... Era difícil, muy difícil, ahora que estaba sin dinero...

El no comer en todo un día aligera extrañamente la cabeza...

Dirigió una mirada a los carteles de anuncio de un quiosco.

«El caso de A. B. C. —El asesino sin ser detenido. Entrevista con el señor Hércules Poirot.»

—Hércules Poirot. Me gustaría saber si está enterado... —murmuró el señor Cust.

Continuó andando y pensó:

«No puedo seguir así mucho tiempo.»

Un pie delante del otro... ¡Qué manera extraña de andar era aquélla! Como si cruzase una maroma... ¡Ridículo! ¡Enormemente ridículo!

Pero el hombre es un animal ridículo... Y él, Alexander Bonaparte Cust, era particularmente ridículo... Siempre lo había sido... La gente se rió siempre de él... No podía criticarlos...

¿Dónde iba? No lo sabía. Tenía que llegar al final. Pie tras pie...

Levantó la cabeza. Luces frente a él. Y letras. Delegación de Policía.

—Es curioso —dijo el señor Cust soltando una ligera carcajada. Luego entró dentro. De pronto, al hacerlo, vaciló y cayó de bruces.

Загрузка...