No hay quien escriba solo un libro, y éste no es una excepción. Quisiera agradecer a mi familia y amigos el incondicional apoyo y soporte moral que me han prestado; sin sus palabras de aliento, habría abandonado la historia en numerosas ocasiones. Puede que nada de esto hubiera empezado, en primera instancia, sin una nota que dejó mi padre en uno de mis primeros cuentos cortos y que decía, en esmerados caracteres manuscritos: "cojonudamente bueno", en referencia a la manía que tenían todos los personajes de decir "¡cojunudo!" cada poco tiempo. Esa nota me animó secretamente a seguir escribiendo. Mis hermanas Inma, Susana, Sonia y Raquel y mi hermano Kiko apuntaron bastantes erratas y descubrieron inconsistencias surgidas de escribir la novela a trozos (incluyendo una misteriosa página en blanco). Mi mujer, Desirée, consiguió arrancarme de más de un momento de bloqueo y sugirió gran parte de la trama final, por no mencionar las incontables noches que soportó que estuviera pegado a la pantalla de mi portátil, hilando pacientemente la historia. Todo mi amor va para ella. Mi cuñado, socio y amigo Luis Pérez y su mujer Aurora me regalaron unos libros sobre cómo escribir y editar una novela cuando apenas llevaba escritas unas páginas: ese gesto (y muchos otros que han tenido) lo recordaré siempre. El doctor Kurii revisó la parte en la que el doctor Rodríguez revela sus descubrimientos a Aranda en la enfermería de Carranque, y se aseguró de que no escribía demasiadas tonterías, siempre sin perder de vista que me enfrentaba a la tarea de razonar lo irrazonable: que los muertos vuelven a la vida. Un abrazo fuerte va también para mis editores, Jorge y Vicente, a quienes debo gratitud por confiar en mí y haber puesto este libro en tus manos. Y no terminaré sin mencionar al maravilloso elenco de frikis y personajillos únicos que pululan por somosleyenda.comy que me han ayudado con sus palabras de ánimo y su especial forma de ser: Athman, Horas, Oink, SkasS, Dragoon, Lulú… ¡sois geniales! Para todos ellos, mi gratitud y amor.
Un abrazo especial va para el auténtico párroco de la Iglesia de la Victoria en Málaga, que nada tiene que ver con el ofuscado Padre Isidro de la novela.
La mayoría de los lugares descritos en la novela existen, y he intentado describirlos con tanta exactitud como me ha sido posible; las distancias entre esos lugares son también bastante coherentes con las representadas. Sin embargo, nunca he tenido la oportunidad de visitar las cloacas de Málaga y no sé si son practicables, aunque dudo que se pueda ir por ellas de un extremo a otro de la ciudad como hacen los protagonistas.
Málaga, 26 de Octubre del 2008