Domingo 25 de Noviembre

A la mañana siguiente se produjo la catástrofe. Sonó el móvil de Emma mientras estaba en la ducha y Olle leyó el mensaje. «¿Qué tal? Te echo de menos. Besos. Johan.»

Cuando entró en la cocina, su marido estaba sentado a la mesa. Tenía la cara blanca de cólera y el móvil de ella en la mano.

El suelo se hundió bajo sus pies. Supo inmediatamente que lo había descubierto todo. Vio a través de la ventana que los niños estaban fuera jugando bajo la lluvia.

– ¿Qué ocurre? -preguntó con la voz apagada.

– ¿Qué coño significa esto? -inquirió él con la voz llena de rabia.

– ¿El qué?

Emma sintió cómo le temblaba el labio inferior.

– Has recibido un mensaje -gritó Olle-. ¡Aquí! -agitó el móvil en el aire-. De un tal Johan que te echa de menos y te manda besos. ¿Quién cojones es Johan?

– Deja que te lo explique -rogó ella sentándose en el borde de una silla enfrente de él.

En ese momento se abrió la puerta de la calle.

– Mamá, mamá, mis guantes se han mojado -gritó Sara-. ¿Puedes darme otros?

– Voy -dijo su madre. Salió a la entrada y sacó otro par. Le temblaban las manos-. Aquí tienes, cariño, ahora sal a jugar con Filip. Papá y mamá quieren hablar solos un momento. Quedaos fuera jugando un ratito, ¿vale? Yo os llamo cuando estemos listos.

Le dio a su hija un beso en la mejilla y volvió a la mesa con su marido.

– He querido decírtelo, pero ha sido muy difícil -dijo mirándolo con ojos suplicantes-. Llevo un tiempo viéndome con él, pero estoy muy confundida, no sé lo que siento.

– ¿Qué cojones me estás diciendo?

Sus palabras eran cortantes. Notaba que Olle intentaba contener la rabia apretando los dientes. No se atrevía a mirarlo.

– No puede ser verdad, ¡esto es increíble!

Se levantó de la mesa y se plantó delante de ella, todavía con el móvil en la mano.

– ¿Qué demonios está pasando? ¿Quién es?

– Es el que me hizo una entrevista tras la muerte de Helena. Ese periodista de televisión, Johan Berg -dijo en voz baja.

Olle tiró el móvil contra el suelo de piedra con todas sus fuerzas. Con el golpe se convirtió en un amasijo de plástico y metal. Entonces se volvió hacia ella.

– ¿Has estado viéndote con él desde entonces? ¿A mis espaldas? ¿Durante varios meses?

Tenía la cara descompuesta por la rabia y se inclinó sobre su mujer.

– Sí -dijo Emma débilmente-. Pero déjame que te lo explique. No nos hemos visto todo el tiempo.

– ¿Explicármelo? -gritó Olle-. Explícaselo a un abogado. Fuera de aquí. ¡Vete ahora mismo!

La agarró con fuerza del brazo y la levantó de la silla.

– Fuera de aquí, tú ya no tienes nada que hacer aquí. Lárgate para que no tenga que verte. Vete al infierno, no quiero volver a verte nunca más. ¿Me oyes? ¡Nunca más!

Al oír el jaleo, los niños aparecieron en el vano de la puerta. Al principio se quedaron pasmados y luego los dos empezaron a llorar. Lo cual no frenó a Olle. A empujones echó a Emma al porche descalza y después le tiró la cazadora y las botas.

– Ahí tienes, y ¡ni se te ocurra llevarte el coche! -gritó quitándole el llavero.

Dio otro portazo.

Emma se puso las botas y la cazadora. La puerta se volvió a abrir y su bolso salió volando por los aires.

Se encontró tirada en mitad del frío. La calle estaba desierta.

Era la mañana de un domingo de noviembre y todo había saltado por los aires. Se quedó mirando fijamente la puerta cerrada. El bolso se había volcado al caer y su contenido estaba esparcido por el porche y las escaleras. Recogió mecánicamente las cosas. Demasiado aturdida para llorar, se encaminó hasta la verja y la abrió, luego se dirigió hacia la derecha, sin saber por qué. No se fijó en los vecinos que dos casas más allá, hablando y riendo, se montaron en el coche y se marcharon. La mujer levantó la mano a modo de saludo, pero no obtuvo respuesta.

Se sentía vacía por dentro, como paralizada. Tenía la cara rígida. ¿Qué era lo que había hecho? ¿Adónde podía ir? No podía volver a su propia casa.

El polideportivo que había junto a la escuela estaba desierto. Soplaba el viento del norte. Miró hacia la carretera principal, por donde pasaba algún que otro vehículo.

¿Qué horarios tenían los autobuses los domingos? Nunca había tenido que hacerse esa pregunta.

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