Jueves 29 de Noviembre

El interés de los periodistas por la desaparición de Fanny Jansson iba en aumento a medida que transcurrían las horas. Cada vez se apuntaba más gente para participar en las batidas y la búsqueda de la policía con helicópteros y con cámaras térmicas se intensificó alrededor de los bosques de Visby. El jueves por la mañana los dos periódicos vespertinos publicaban a doble página la noticia de la chica desaparecida. Su foto ocupaba las portadas.

Cuando Johan entró en la redacción de Noticias Regionales, Grenfors lo recibió agitando los diarios entre las manos.

– ¿Qué coño es esto? -rugió. Tenía la cara roja de ira-. Tanto Aftonbladet como Expresen publican a doble página la noticia de la chica que ha desaparecido. ¿No tenías tú que ocuparte de esto?

– ¿Puedo quitarme primero la cazadora? -le espetó Johan. Se había pasado veinte minutos en la estación de Hornstull esperando un metro que no llegó. La línea roja volvía a tener problemas y encima la empresa municipal SL tenía el valor de subir el precio de los abonos mensuales.

Grenfors fue tras él pisándole los talones, mientras se dirigía a su mesa de trabajo.

– ¿Cómo es posible que nosotros no hayamos podido contar nada? -continuó diciendo detrás de Johan.

Dado que Johan era consciente de que últimamente se había centrado demasiado en Emma y demasiado poco en el trabajo, lamentablemente no tenía ninguna buena respuesta que darle. Emma había vuelto a casa en avión por la mañana y ahora tardarían en volver a verse.

– Voy a llamar para averiguarlo -respondió.

– Puede que exista también alguna relación con el asesinato de ese alcohólico. De hecho, el asesino aún anda suelto.

– ¿Crees que debería ir allí? -preguntó Johan esperanzado.

– Depende de lo que consigas.


Buscó los diarios locales en el montón de los periódicos del día y escuchó las noticias matinales de Radio Gotland a través de Internet. Efectivamente, informaban de que seguía sin saberse el paradero de Fanny Jansson, pero que la policía trabajaba ya tras una serie de nuevas pistas. También los periódicos contaban cómo se estaban llevando a cabo los trabajos de búsqueda y que había aparecido la bicicleta.

Qué putada que él no hubiera estado al tanto de la investigación, ahora Noticias Regionales se había quedado atrás de verdad. Era una gran desventaja no estar en el lugar de los hechos, en Gotland, siguiendo el desarrollo de los acontecimientos. Los dos periódicos vespertinos, claro está, especulaban con la posibilidad de que el asesino del alcohólico hubiera atacado de nuevo.

Levantó el auricular dando un suspiro y marcó el número de Knutas. No hubo respuesta, tenía el móvil apagado. Qué putada. Intentó hablar con Karin Jacobsson, con quien también tuvo bastante relación el verano anterior. Parecía estresada.

– Sí, Jacobsson.

– Hola, soy Johan Berg, de Noticias Regionales. Quería saber cómo va la búsqueda de Fanny Jansson.

La voz al otro lado del teléfono se suavizó. Johan sabía que la policía de Visby lo trataba con una cierta consideración, al menos de momento.

– Hemos puesto en marcha un amplio dispositivo. En estos momentos continúan los rastreos por los alrededores de la escuela, de su casa y también del hipódromo, donde fue vista por última vez, pero hasta ahora los resultados han sido más bien flojos. Hemos encontrado la bicicleta, eso ya lo sabrás.

– Sí, ¿hay alguna huella en ella?

– Eso tendrás que hablarlo con Anders Knutas. Es quien decide qué información podemos facilitar a los medios.

– He intentado hablar con él, pero no contesta.

– No, en estos momentos está en una reunión con los nuevos refuerzos que han llegado de la Policía Nacional. Seguro que tardarán por lo menos otra hora.

– ¿Ha llegado a la isla más personal de la Policía Nacional? ¿Y eso por qué?

– Como te he dicho, eso tendrás que hablarlo con Knutas.

– Está bien, gracias de todos modos. Adiós.

Johan se echó hacia atrás en la silla. El que la policía hubiera solicitado refuerzos de los cuerpos nacionales sólo podía significar que el caso era más grave de lo que parecía en un principio. Tenían que haber descubierto algo que pusiera de manifiesto que detrás del caso había un acto delictivo. Se levantó y se dirigió a la mesa del redactor jefe, como de costumbre Grenfors estaba con el auricular en la oreja.

Johan se preguntaba a veces cuánto tiempo perdía esperando a que la gente terminara de hablar por teléfono. Advirtió que Grenfors había vuelto a teñirse el pelo. Este tenía poco más de cincuenta años y cuidaba su aspecto, vestía siempre de forma deportiva y juvenil. Tenía por costumbre no almorzar nunca con sus compañeros, en vez de eso prefería una sesión en el gimnasio de la Televisión Sueca. Era alto, delgado y estaba en buena forma, tenía buen aspecto para su edad. Max Grenfors estaba casado con una mujer muy atractiva quince años más joven que él y monitora de aerobic.

Cuando por fin colgó el teléfono, Johan le contó lo que le había dicho Karin.

– Vamos a esperar a ver qué dice Knutas. De todos modos, hoy ya es demasiado tarde para volar hasta allí, a no ser que tengan algo muy importante que contar. Tendrás que preparar un texto desde aquí de manera que al menos mantengamos la llama. Peter y tú podéis viajar mañana si se demuestra que el asunto vale la pena.


Johan salió por la tarde con su amigo Andreas. Empezaron en el Vampires Lounge de la calle Östgötagatan, donde los cubatas eran baratos y el ambiente relajado. La chica del bar vestía completamente de negro, llevaba el cabello corto y grandes aros en las orejas. Cuando se volvió para enjuagar un vaso se le vio el tatuaje que lucía en el extremo de la espalda. Le sirvió a cada uno su Frozen Margarita en una copa de cristal con el pie enroscado. Alrededor de la barra se daba cita una clientela relativamente joven, la mayoría con un paquete pequeño de Marlboro Light al lado. La gente de Estocolmo pertenecía a una especie de fumadores noctámbulos. En los restaurantes a la hora del almuerzo apenas se veía nadie que fumara, pero por las noches casi todos iban con el cigarrillo en la boca.

– Pareces un poco decaído -comentó Andreas cuando dejaron de hablar, como de costumbre, de los inevitables temas del trabajo y de los distintos acontecimientos deportivos.

– No, qué va, es sólo que estoy un poco cansado -dijo Johan, e hizo lo mismo que los demás clientes del bar, se encendió un cigarrillo.

– ¿Qué tal con esa chica de Gotland, Emma?

– Bien, pero es difícil también, ya sabes, con el marido, los hijos y todo.

Andreas meneó la cabeza.

– ¿Por qué te lías con una mujer casada y con hijos pequeños? ¡Que además vive en Gotland! ¿No podías complicarte la vida un poco más?

– Lo sé -suspiró Johan-. Tú no lo entiendes porque nunca has estado lo suficientemente enamorado de nadie.

– ¿Pero qué dices? Claro que lo he estado. Estuve cinco años con Ellen -protestó Andreas.

– Sí, ¿pero qué sentías realmente? Tenías dudas todo el tiempo. Te quejabas constantemente, si no era por una cosa era por otra; que si era vegetariana, que si llegaba siempre tarde, que si era descuidada y no era capaz de encauzar su vida. Que no hacía más que estudiar y venga a estudiar, sin que eso la condujera a ningún sitio, y que nunca tenía dinero. ¿Lo has olvidado?

Andreas soltó la carcajada.

– No, claro que no, ¿sabes lo que ha sido de ella? Me la encontré en el centro hace unos meses. Recién casada y con un niño en camino, vive en un chalé en Saltsjöbaden y es jefa de una gran agencia de publicidad. ¡Y además está guapísima!

– Ahí lo tienes, ¿qué sabe uno de la gente? -se rio Johan.

Empezaron a hablar con tres simpáticas chicas de Västberga y siguieron hasta el famoso bar de Södermalm, Kvarnen.

Johan se encontró con otros amigos periodistas y se enzarzaron en discusiones tan profundas sobre el panorama informativo en el mundo que tanto Andreas como las chicas se cansaron y se largaron.

Cuando Johan tomó un taxi para volver a casa a las tres de la mañana, Emma ocupó de nuevo sus pensamientos. ¿Qué estaría haciendo ahora? Quería enviarle un mensaje al móvil, pero se contuvo. Habían acordado que la próxima vez llamaría ella.

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