La capilla era una construcción aislada que se encontraba fuera del pueblo pesquero de Kovik, al oeste de la isla, unos diez kilómetros al sur de Gnisväd.
Estaba construida con la piedra caliza característica de la isla y tenía una sola ventana como una mirilla que se abría hacia los prados donde pastaban las vacas, los cobertizos de los pescadores azotados por el viento y el mar. La capilla se había levantado en memoria de los hombres que habían perdido su vida en el mar.
Leif Almlöv procedía de una familia de pescadores que durante generaciones había pescado fuera de las costas de Gotland, en las agitadas aguas del mar Báltico. El entierro se ofició en ella de acuerdo con sus últimas voluntades. Sólo estaban presentes los familiares y amigos más cercanos.
Knutas estaba sentado en la última fila de sillas plegables que habían colocado en tan reducido espacio. Posó la vista en el ataúd cubierto de flores mientras pensaba quién había sido Leif en realidad. O, mejor dicho, en quién se había convertido.
Al parecer todo había empezado con la historia con Fanny Jansson. Claro que Leif había ido muchas veces a la cuadra. Eso lo atestiguó su suegro, que también era dueño del caballo. Allí fue donde se encontró con la chica.
Después Leif había empleado a Dahlström para que le construyera una sauna en el campo, pero el carpintero ocasional descubrió lo que Leif hacía con Fanny. Puede que se hubiera quedado allí a dormir mientras trabajaba en la construcción de la sauna y entonces vio por casualidad lo que no debía.
Aquello fue el principio del fin para todos los implicados.
No cabía ninguna duda de que Leif fue el autor de los asesinatos. Era su sangre la que habían recogido en el cuarto de revelado de Dahlström, en su piso y en el arma del crimen, y su pelo y su saliva los que habían aparecido en la ropa de Dahlström y de Fanny.
Habían pasado varias semanas desde aquel fatídico día en Gnisvärd que había terminado con la muerte de Leif entre llamas. La causa de la potente explosión fueron las bombonas de gas que se guardaban en el trastero que había junto a la sauna. La explosión habría podido acabar con el cobertizo también; sólo unos pocos metros separaban los dos edificios. Un escalofrío le recorrió el cuerpo al pensar que su amigo desde hacía veinte años tal vez había planeado hacerlo saltar por los aires. ¿Y a Karin? Aquel pensamiento era inconcebible, pero igual de inconcebible era que Leif hubiera asesinado a dos personas.
Los restos mortales de Leif aparecieron entre las cenizas de la sauna quemada. Si se había suicidado o no, eso no llegarían a saberlo nunca. Knutas dirigió una vez más sus pensamientos a Ingrid y a los niños. ¿Qué vida los esperaba después de todo esto? ¿Sobre todo, era posible seguir adelante?
Y Fanny no era más que una niña. Knutas sintió una profunda tristeza al pensar en aquella chica de catorce años. Ni siquiera había tenido tiempo de empezar a vivir su propia vida. Al mismo tiempo le pesaban los remordimientos. Se preguntaba cuánto había significado su amistad con Leif y en qué medida ésta lo había cegado. Era perfectamente consciente de que como jefe de la Brigada de Homicidios era el máximo responsable de la investigación.
Fuera de la capilla estaba la prensa local, además de un grupo de curiosos. Knutas declinó responder a sus preguntas. Se retiró y se quedó contemplando el horizonte.
Tres gaviotas volaban bajo, justo por encima de la superficie del agua. El mar estaba inusualmente en calma y había empezado el nuevo año.