III LA SOMBRA [9]

En un metal de cipreses

y de cal espejeadora,

sobre mi sombra caída

bailo una danza de mofa.


Como plumón rebanado

o naranja que se monda,

he aventado y no recojo

el racimo de mi sombra.


La cobra negra seguíame,

incansable, por las lomas,

o en el patio sin balido,

en oveja querenciosa.


Cuando mi néctar bebía,

me arrebataba la copa;

y sobre el telar soltaba

su greña gitana o mora.


Cuando en el cerro yo hacía

fogata y cena dichosa,

a comer se me sentaba

en niña de manos rotas…


Besó a Jacob hecha Lía,

y él le creyó a la impostora,

y pensó que me abrazaba

en antojo de mi sombra.


Está muerta y todavía

juega, mañosa a mi copia,

y la gritan con mi nombre

los que la giran en ronda…


Veo de arriba su red

y el cardumen que desfonda;

y yo río, liberada

perdiendo al corro que llora.


Siento un oreo divino

de espaldas que el aire toma

y de más en más me sube

una brazada briosa.


Llego por un mar trocado

en un despeño de sonda,

y arribo a mi derrotero

de las Divinas Personas.


En tres cuajos de cristales

o tres grandes velas solas,

me encontré y revoloteo,

en torno de las Gloriosas.


Cubren sin sombra los cielos,

como la piedra preciosa,

y yo sin mi sombra bailo

los cielos como mis bodas…

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