II

Ahora tú echa yemas y vive

días nuevos y que te ayude el mar con yodos.

No cantes más canciones que supiste

y no mientes los pueblos ni los valles

que conocías, ni sus criaturas.

¡Vuelve a ser el delfín y el buen petrel

loco de mar y el barco empavesado!


Pero siéntate un día

en otra duna, al sol, como me hallaste,

cuando tu hijo tenga ya treinta años,

y oye al otro que llega,

cargado como de alga el borde de la boca.

Pregúntale también con la cabeza baja,

y después no preguntes, sino escucha

tres días y tres noches.

¡Y recibe su culpa como ropas

cargadas de sudor y de vergüenza,

sobre tus dos rodillas!

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