BEBER [25]

Al doctor Pedro de Alba


Recuerdo gestos de criaturas

y son gestos de darme el agua.


En el valle de Río Blanco,

en donde nace el Aconcagua,

llegué a beber, salté a beber

en el fuete [26] de una cascada,

que caía crinada y dura

y se rompía yerta y blanca.

Pegué mi boca al hervidero,

y me quemaba el agua santa,

y tres días sangró mi boca

de aquel sorbo del Aconcagua.


En el campo de Mitla, un día

de cigarras, de sol, de marcha,

me doblé a un pozo y vino un indio

a sostenerme sobre el agua,

y mi cabeza, como un fruto,

estaba dentro de sus palmas.

Bebía yo lo que bebía,

que era su cara con mi cara,

y en un relámpago yo supe

carne de Mitla ser mi casta.


En la Isla de Puerto Rico,

a la siesta de azul colmada,

mi cuerpo quieto, las olas locas,

y como cien madres las palmas,

rompió una niña por donaire

junto a mi boca un coco de agua,

y yo bebí, como una hija,

agua de madre, agua de palma.

Y más dulzura no he bebido

con el cuerpo ni con el alma.


A la casa de mis niñeces

mi madre me llevaba el agua.

Entre un sorbo y el otro sorbo

la veía sobre la jarra.

La cabeza más se subía

y la jarra más se abajaba.

Todavía yo tengo el valle,

tengo mi sed y su mirada.

Será esto la eternidad

que aún estamos como estábamos.


Recuerdos gestos de criaturas

y son gestos de darme el agua.

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