LÁPIDA FILIAL

Apegada a la seca fisura

del nicho, déjame que te diga:

– Amados pechos que me nutrieron

con una leche más que otra viva;

parados ojos que me miraron

con tal mirada que me ceñía;

regazo ancho que calentó

con una hornaza que no se enfría;

mano pequeña que me tocaba

con un contacto que me fundía:

¡resucitad, resucitad,

si existe la hora, si es cierto el día,

para que Cristo os reconozca

ya otro país deis alegría,

para que pague ya mi Arcángel

formas y sangre y leche mía,

y que por fin os recupere

la vasta y santa sinfonía

de viejas madres: la Macabea,

Ana, Isabel, Lía y Raquel!

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