V EL AIRE

A José Mª Quiroga Plá.


En el llano y la llanada

de salvia y menta salvaje,

encuentro como esperándome

el Aire.


Giran redondo, en un niño

desnudo y voltijeante,

y me toma y arrebata

por su madre.


Mis costados coge enteros,

por cosa de su donaire,

y mis ropas entregadas

por casales…


Silba en áspid de las ramas

o empina los matorrales;

o me para los alientos

como un Ángel.


Pasa y repasa en helechos

y pechugas inefables,

que son gaviotas y aletas

de Aire.


Lo tomo en una brazada;

cazo y pesco, palpitante,

ciega de plumas y anguilas

del Aire…


A lo que hiero no hiero

o lo tomo sin lograrlo,

aventando y cazando

en burlas de Aire…


Cuando camino de vuelta,

por encinas y pinares,

todavía me persigue

el Aire.


Entro en mi casa de piedra

con los cabellos jadeantes,

ebrios, ajenos y duros

del Aire.


En la almohada, revueltos,

no saben apaciguarse,

y es cosa, para dormirme,

de atarles…


Hasta que él allá se cansa

como un albatros gigante,

o una vela que rasgaron

parte a parte.


Al amanecer, me duermo

– cuando mis cabellos caen-

como la madre del hijo,

rota del Aire…

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