LEÑADOR

Quedó sobre las hierbas

el leñador cansado,

dormido en el aroma

del pino de su hachazo.

Tienen sus pies majadas

las hierbas que pisaron.


Le canta el dorso de oro

y le sueñan las manos.

Veo su umbral de piedra,

su mujer y su campo.

Las cosas de su amor

caminan su costado;

las otras que no tuvo

le hacen como más casto,

y el soñoliento duerme

sin nombre, como un árbol.


El mediodía punza

lo mismo que venablo.

Con una rama fresca

la cara le repaso.

Se viene de él a mí

su día como un canto

y mi día le doy

como pino cortado.


Regresando, a la noche,

por lo ciego del llano,

oigo gritar mujeres

al hombre retardado;

y cae a mis espaldas

y tengo en cuatro dardos

nombre del que guardé

con mi sangre y mi hálito.

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