LOS GALLOS

Las campanas de la iglesia dan las cinco. Windisch siente unos nudos fríos en las piernas. Entra en el patio. Por encima de la valla avanza el sombrero del guardián nocturno.

Windisch se dirige al portón. El guardián nocturno está aferrado al poste del telégrafo. Y habla solo. «¿Dónde estará, dónde se habrá ido la más bella entre las rosas?», dice. El perro se sienta en el empedrado y devora una lombriz.

Windisch dice: «Konrad». El guardián nocturno lo mira. «La lechuza se ha parado en el almiar de la dehesa», dice. «La Kroner ha muerto.» Bosteza. De su boca sale un tufo aguardentoso.

En la aldea cantan los gallos. Su canto es ronco. Aún les queda noche en el pico.

El guardián nocturno se aferra a la valla. Tiene las manos mugrientas. Y los dedos torcidos.

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