EL COCHE ROJO

La barraca de madera es un cuadrado negro. Del tubo de hojalata sale un humo rastrero que se filtra por la tierra húmeda. La puerta de la barraca está abierta. En el interior, un hombre con un traje de faena azul está sentado en un banco de madera. Sobre la mesa hay una escudilla de hojalata humeante. El hombre sigue a Windisch con la mirada.

Han quitado la tapa del pozo de alcantarillado. En el pozo hay un hombre. Windisch ve la cabeza que sobresale del suelo, cubierta por un casco amarillo. Windisch pasa junto a la barbilla del hombre, que lo sigue con la mirada.

Windisch mete las manos en los bolsillos de su abrigo. Siente el fajo de billetes en el bolsillo interior de su chaqueta.

Los invernaderos se hallan al lado izquierdo del patio. Sus cristales están empañados. El vaho devora el ramaje. Las rosas arden rojas entre el vapor. El coche rojo está en medio del patio. A su lado hay unos cuantos leños. Contra la pared de la casa hay leña apilada. El hacha está junto al coche.

Windisch camina lentamente. Estruja el billete del tranvía en el bolsillo de su abrigo. Siente el asfalto húmedo a través de sus zapatos.

Windisch mira a su alrededor. El leñador no está en el patio. La cabeza del casco amarillo sigue a Windisch con la mirada.

La valla se acaba. Windisch oye voces en la casa contigua. Un enano de jardín arrastra un macizo de hortensias. Tiene una gorra roja. Un perro blanquísimo da vueltas en círculo y ladra. Windisch lanza una mirada calle abajo. Los rieles del tranvía acaban en el vacío. Entre los rieles crece la hierba. Las hojas, ennegrecidas por el aceite, se ven pequeñas y quebradas por el chirriar de los tranvías y el rechinar de los rieles.

Windisch da media vuelta. La cabeza del casco amarillo se sumerge en el pozo. El hombre del mono azul apoya una escoba contra la pared de la barraca. El enano de jardín tiene un delantal verde. El macizo de hortensias tiembla. El perro blanquísimo se detiene, silencioso, junto a la valla. El perro blanquísimo sigue a Windisch con la mirada.

Del tubo de hojalata de la barraca sale humo. El hombre del mono azul barre el fango alrededor de la barraca. Sigue a Windisch con la mirada.

Las ventanas de la casa están cerradas. La blancura de las cortinas ciega la vista. Encima de la valla hay dos hileras de alambre de púas atado a ganchos herrumbrosos. Los extremos de la leña apilada son blancos. La acaban de cortar. El filo del hacha reluce. El coche rojo está en medio del patio. Las rosas florecen entre el vapor.

Windisch vuelve a pasar junto a la barbilla del hombre del casco amarillo.

El alambre de púas se acaba. El hombre del mono azul está sentado en la barraca. Sigue a Windisch con la mirada.

Windisch da media vuelta. Se detiene ante el portón.

Windisch abre la boca. La cabeza del casco amarillo emerge del suelo. Windisch tiene frío. Se ha quedado sin voz.

El tranvía pasa chirriando. Sus ventanillas están empañadas. El revisor sigue a Windisch con la mirada.

En el marco del portón está el timbre. Tiene una yema de dedo blanca. Windisch la aprieta. El timbre resuena en su dedo. Resuena en el patio. Resuena muy lejos dentro de la casa. Detrás de las paredes el timbre resuena sordo, como enterrado.

Windisch aprieta quince veces la yema de dedo blanca. Windisch cuenta. Los sonidos agudos en su dedo, los sonidos intensos en el patio, los sonidos enterrados en la casa se entremezclan todos.

El jardinero está enterrado en los cristales, en la valla, en las paredes.

El hombre del mono azul enjuaga su escudilla de lata. Y observa. Windisch vuelve a pasar junto a la barbilla del hombre del casco amarillo. Windisch sigue los rieles con el dinero en su chaqueta.

El asfalto le hace doler los pies.

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