Capítulo II



Poirot hace cinco preguntas

1



Bien, monsieur Poirot? El tono de Felipe Blake expresaba impaciencia. Contestó el detective:

—He de darle las gracias por su admirable y claro relato de la tragedia Crale.

Dijo Felipe Blake, algo pagado de sí:

—Es usted muy amable. Es verdaderamente sorprendente la cantidad de cosas que he podido recordar cuando me he puesto a ello.

Aseguró Poirot:

—El relato es admirablemente claro; pero adolece de ciertas omisiones, ¿no es cierto?

—¿Omisiones? —Felipe Blake frunció el entrecejo.

Dijo Hércules Poirot:

—Su relato, digámoslo así, no fue del todo sincero —se hizo más dura su voz—. Me han informado, señor Blake, que por lo menos una noche durante el verano, la señora Crale fue vista salir de su cuarto a una hora un poco intempestiva.

Reinó un silencio interrumpido tan sólo por la fatigosa respiración de Felipe. Preguntó por fin:

—¿Quién le ha dicho a usted eso?

Hércules sacudió negativamente la cabeza.

—No importa quién me lo haya dicho. Lo interesante es que lo sé.

Hubo un momentáneo silencio otra vez. Luego Felipe se decidió. Dijo:

—Parece ser que, por puro accidente, ha descubierto usted un asunto completamente particular. Reconozco que no está de acuerdo con lo que conté por escrito. No obstante, concuerda mucho mejor de lo que podría usted creer. Ahora me veo obligado a contarle la verdad.

»Sí que sentía animosidad contra Carolina Crale. Al propio tiempo, me sentía fuertemente atraído hacia ella. Tal vez fuera esto último lo que provocara lo primero. Estaba resentido por el poder que tenía sobre mí y procuraba ahogar la atracción que sobre mí ejercía, pensando continuamente en sus defectos y nunca en sus cualidades. No sé si comprenderá, pero nunca le tuve simpatía. No obstante, me hubiera costado muy poco trabajo, en cualquier momento, hacerle el amor. Había estado enamorado de ella de niño y ella no me había hecho el menor caso. No me resultaba fácil de perdonar eso.

»Se presentó mi oportunidad cuando Amyas se chifló tan por completo por la muchacha Greer. Sin tener la intención de hacerlo, me pillé un día declarándole mi amor. Ella respondió completamente serena:

»—Sí; siempre he sabido eso.

»¡La insolencia de esa mujer!

«Claro está que yo sabía que no me quería; pero vi que estaba turbada y desilusionada por el último devaneo de Amyas. Es un humor ése en que puede conquistarse fácilmente a una mujer. Consintió en acudir a mí aquella noche. Y acudió.

Blake hizo una pausa. Hallaba ahora dificultad en pronunciar las palabras.

—Acudió a mi cuarto. Y luego, cuando la rodeé con mis brazos. ¡Me dijo fríamente que era inútil! Después de todo, dijo ella, era mujer de un solo hombre. Era de Amyas Crale, para bien o para mal. Reconoció que me había tratado bastante mal; pero no podía remediarte. Me pidió que la perdonase.

»Y me dejó. ¡Me dejó a mí! ¿Le extraña ahora, monsieur Poirot, que el odio que me inspiraba se centuplicara? ¿Le extraña que no la haya perdonado nunca? ¡Por el insulto que me hizo... así como por haber matado al amigo a quien yo amaba más que a nadie en todo el mundo! Temblando violentamente, Felipe Blake exclamó: —No quiero hablar de ello, ¿me ha oído? Ya ha recibido la contestación que esperaba. Ahora ¡márchese! ¡Y no vuelva a hablarme jamás de ese asunto!

Загрузка...