17

Un ronquido particularmente sonoro de Chutsky me devolvió al presente. Fue lo bastante fuerte para que una de las enfermeras asomara la cabeza por la puerta, y después comprobara todas las esferas, medidores y máquinas antes de desaparecer de nuevo, con una suspicaz mirada a los dos, como si hubiéramos hecho a propósito un ruido terrible con el fin de desbaratar sus máquinas.

Deborah movió un poco una pierna, lo suficiente para demostrar que aún estaba viva, y yo regresé del camino sinuoso de la memoria. En algún lugar había alguien culpable de haber apuñalado a mi hermana. Eso era lo único que importaba. Alguien lo había hecho. Era un cabo suelto grande y descuidado que necesitaba eliminar. Porque pensar en una pieza tan grande inacabada y sin castigar me daba ganas de limpiar la cocina y hacer la cama. Era desagradable, vulgar y ordinario, y a Dexter no le gusta el desorden.

Otro pensamiento asomó la nariz en la habitación. Intenté ahuyentarlo, pero siguió insistiendo, meneando la cola y exigiendo que lo mimara. Y cuando lo hice, me pareció un buen pensamiento. Cerré los ojos e intenté reproducir la escena una vez más. La puerta se abre y queda abierta, mientras Deborah enseña su placa y después cae. Y sigue abierta cuando llego a su lado…

… lo cual significa que alguien podría haber estado dentro mirando. Y eso significaba que, en algún sitio, podía haber alguien que supiera qué aspecto tenía yo. Una segunda persona, tal como el detective Coulter había sugerido. Era un poco insultante admitir que un tonto de baba como Coulter pudiera tener razón en algo, pero al fin y al cabo, Isaac Newton no rechazó la gravedad sólo porque la manzana tuviera un coeficiente intelectual bajo.

Y por suerte para mi autoestima, yo iba un paso por delante de Coulter, porque tal vez conociera el nombre de esa segunda hipotética persona. Habíamos ido a interrogar a un tal Brandon Weiss sobre sus amenazas a la Oficina de Turismo, y acabamos con Doncevic. Por lo tanto, es posible que hubiera dos, que vivieran juntos…

Otro pequeño tren entró renqueante en la estación: Arabelle, la mujer de la limpieza de Joe's, había visto a dos turistas gais, provistos de cámaras. Y yo a dos hombres que encajaban con su descripción en los Jardines Fairchild, también con cámaras, filmando a la multitud. Una película de la escena del crimen llegada a la Oficina de Turismo había desencadenado todo esto. No era concluyente, pero sí un bonito principio, y me sentía contento, pues demostraba que Cyber-Dex estaba recuperando cierto número de funciones mentales.

Y como para demostrarlo, se me ocurrió una idea más. Dando otro paso adelante, si este hipotético Weiss había seguido la historia a través de los medios de comunicación, lo cual parecía muy probable, sabría quién era yo, y cabía la posibilidad de que me considerara una persona con la que valía la pena hablar, en el estricto sentido Dexteriano de la palabra. ¿O sería Dexteroso? Probablemente no. No era un pensamiento agradable, y no me embargó de buen humor. Significaba que, o bien tendría que defenderme con éxito cuando se presentara, o debería permitir que se sincerara conmigo. En cualquier caso se armaría un cirio, aparecería un cadáver y habría mucha publicidad, todo ello relacionado con mi identidad secreta, Dexter el Madrugador, lo cual era algo que yo deseaba evitar a toda costa.

Todo lo cual conducía a una conclusión muy sencilla: tenía que encontrarle antes.

No se trataba de una tarea desalentadora. Había dedicado mi vida adulta a perfeccionar la técnica de encontrar cosas, así como gente, gracias al ordenador. De hecho, era este talento en particular el que nos había metido a mí y a Debs en este lío, de manera que existía cierta simetría en la idea de que este mismo talento me sacara de él ahora.

Muy bien: a trabajar. Hora de obedecer a la llamada del clarín y engancharme a mi querido ordenador.

Y como ocurre siempre que he llegado a un momento en que estoy a punto de entrar en acción, todo empezó a pasar al mismo tiempo.

Mientras respiraba hondo y estaba a punto de levantarme, Chutsky abrió los ojos de repente.

—Ah, hola, colega, el médico ha dicho que…

El timbre de mi móvil le interrumpió, y cuando me dispuse a contestar, un médico entró en la habitación, seguido de dos internos.

—Adelante —les invitó.

Y después, en rapidísima sucesión, oí al médico, el teléfono y a Chutsky: «Eh, colega, es el méd…; los Lobatos, y la amiga de Astor tiene paperas…; da la impresión de que el sistema nervioso superior está respondiendo a…»

Una vez más, me sentí muy complacido de ser anormal, porque un ser humano normal habría saltado de la silla y salido bramando de la habitación. En cambio, yo saludé con la mano a Chutsky, di la espalda a los médicos y me concentré en el teléfono.

—Lo siento, no te he oído bien —dije—. ¿Puedes repetirlo?

—He dicho que me iría muy bien que vinieras a casa —me repitió Rita—. Si no estás demasiado ocupado. Porque Cody tiene su primera reunión de los Lobatos esta noche, y Lucy, la amiga de Astor, paperas. Lo cual significa que no puede ir a su casa, así que uno de nosotros debería quedarse con ella. Y he pensado, ya sabes… A menos que estés retenido en el trabajo de nuevo…

—Estoy en el hospital.

—Oh —dijo Rita—. Bien, pues… ¿Está mejor?

Desvié la vista hacia el pequeño grupo de médicos. Estaban examinando un montoncito de documentos, al parecer relacionados con Deborah.

—Creo que pronto lo vamos a averiguar. Los médicos acaban de entrar.

—Bien, si… Supongo que podría… O sea, Astor podría ir con los Lobatos si…

—Yo acompañaré a Cody a los Lobatos —me ofrecí—. Deja que hable antes con los médicos.

—Si estás seguro… Porque si es así, sabes que…

—Lo sé —repliqué, aunque no era cierto—. Salgo enseguida para casa.

—De acuerdo. Te quiero.

Colgué y me volví hacia los médicos. Uno de los internos había echado hacia atrás un párpado de Deborah y estaba examinando su globo ocular con la ayuda de una pequeña linterna. El médico auténtico le estaba observando, sosteniendo la tablilla.

—Perdón —dije, y me miró.

—Sí —contestó, con una falsa sonrisa que no dejé de reconocer. La mía es mucho mejor.

—Es mi hermana.

El médico asintió.

—Familiar cercano, de acuerdo.

—¿Alguna señal de mejoría?

—Bien, parece que las funciones nerviosas superiores están empezando a recuperarse, y las respuestas autónomas son buenas. No hay fiebre ni infección, de manera que el pronóstico parece favorable para una ligera recuperación de su estado dentro de las próximas veinticuatro horas.

—Eso es bueno —aventuré esperanzado.

—Sin embargo, debo advertirle —añadió, con un fruncimiento de ceño igualmente falso que comunicaba importancia y seriedad—. Ha perdido mucha sangre, lo que en ocasiones puede provocar un deterioro permanente de las funciones cerebrales.

—Pero es demasiado pronto para saberlo.

—Sí —contestó, y sacudió la cabeza vigorosamente hacia los lados—. Exacto.

—Gracias, doctor —dije, y me acerqué a Chutsky, acurrucado en una esquina, para que los médicos pudieran acceder a Debs sin impedimentos.

—Se pondrá bien —me dijo—. No dejes que esos tipos te asusten; se va a recuperar por completo. Recuerda que hice venir al doctor Teidel. —Bajó la voz hasta convertirla en un susurro—. No es por menospreciar a estos tipos, pero Teidel es muchísimo mejor. Me recompuso, y yo estaba mucho peor que ella —comentó, y señaló a Deborah con un cabeceo—. Tampoco sufrí lesiones cerebrales.

Teniendo en cuenta el optimismo estilo Pollyanna que estaba demostrando, yo no me sentía tan seguro, pero me pareció que no valía la pena discutir.

—Muy bien. Te llamaré más tarde. Tengo una crisis en casa.

—¡Oh! —exclamó, y frunció el ceño—. ¿Todos bien?

—Todos bien. Son los Lobatos los que me preocupan.

Y si bien lo había dicho a modo de risueño mutis por el foro, ¿no es curioso que estas pequeñas bromas tiendan con frecuencia a convertirse en realidad?

Загрузка...