Agradecimientos

Debo gratitud a muchas personas. Ante todo, a mis padres, por su respaldo, su fe y su paciencia. A Julie McCaskey Wolff, por su aliento, su entusiasmo y su fervor por el libro, a Don McKinney por abrirme la puerta y a Carolyn Hammond y Julie Lord por aliviar tanto mis labores de investigación. A dos amigos que dieron vida a la York medieval ante mis ojos, Dorothy Mitchell y Cris Arnott. A las Sociedades de Ricardo III en Estados Unidos e Inglaterra por poner a mi disposición sus bibliotecas. A las bibliotecas de la Universidad de Pennsylvania, la Universidad de Texas, Los Ángeles, la ciudad de Nueva York, York de Inglaterra, Salisbury, Nottingham, Ludlow, Oxford y Londres. A mi agente americana, Molly Friedrich, que estuvo dispuesta a aceptar el manuscrito de mil doscientas páginas de una autora desconocida y supo llevarlo a buen puerto; a mi agente británica, Mic Cheetham, que fue tan hábil para navegar por los mares editoriales ingleses en mi nombre. A mi corrector de MacMillan en Londres, James Hale, cuyas gentilezas fueron demasiadas para contarlas. Por último, pero no por ello menos importante, a Marian Wood, mi editora de Holt, Rinehart & Winston, que cincela y pule las palabras y las ideas con la precisión y la destreza de un tallador de diamantes.

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