35

Mary y Ponter bajaron a buscar algo de comer. Justo cuando llegaron a la cocina, Reuben Montego y Louise Benoit salieron por fin del sótano. Reuben le sonrió a Ponter.

—¿Más barbacoa?

Ponter le devolvió la sonrisa.

—Gracias. Pero debes dejarme ayudar.

—Te enseñaré cómo —dijo Louise. Le dio una palmada a Ponter en el antebrazo—. Vamos, grandullón.

De repente, Mary se encontró poniendo reparos.

—Creía que eras vegetariana.

—Lo soy —dijo Louise—. Desde hace cinco años. Pero sé cómo se prepara una barbacoa.

Mary sintió la necesidad de acompañarlos cuando Ponter y Louise atravesaron las cristaleras para salir al patio. Pero… pero… no, eso era una tontería.

Louise cerró tras ellos las puertas correderas, manteniendo el aire refrigerado dentro de la casa.

Reuben estaba limpiando la mesa de la cocina. Simuló el acento de un viejo judío.

—¿Bien, se puede saber de qué habéisss estado hablando vosotrrros dosss?

Mary todavía miraba a través del cristal a Louise, que reía y se sacudía el pelo mientras explicaba cómo funcionaba la barbacoa, y a Ponter, colgado de cada palabra.

—Umm, principalmente de religión.

La voz de Reuben regresó de inmediato a la normalidad.

—¿De verdad?

—Ajá —dijo Mary. Apartó los ojos de lo que estaba pasando fuera y miró a Reuben—. O más exactamente, de la ausencia de religión entre los Neanderthales.

—Pues yo creía que los Neanderthales sí que tenían religión —dijo Reuben, que ahora sacaba unos sencillos platos blancos de una alacena . El culto del oso cavernario y todo eso.

Mary negó con la cabeza.

—Has estado leyendo libros antiguos, Reuben. Nadie se toma eso en serio hoy en día.

—¿De veras?

—Sí. Oh, se encontraron algunos cráneos de oso cavernario en una cueva que había sido en efecto ocupada por los Neanderthales. Pero ahora parece que los osos habían muerto simplemente en la cueva, probablemente durante la hibernación, y que los Neanderthales se mudaron después.

—¿Pero no estaban todos los cráneos dispuestos según una pauta?

—Bueno dijo Mary, tomando un montón de platos y repartiéndolos—, el tipo que los encontró dijo que estaban en una cuna o un ataúd de piedra. Pero no se tomaron fotos, los obreros supuestamente destruyeron el ataúd y los únicos dos bocetos hechos por el arqueólogo (un tipo llamado Báchler) se contradecían por completo el uno al otro. No, parece que Báchler vio simplemente lo que quería ver.

—Oh —dijo Reuben, que rebuscaba ahora en el frigorífico los ingredientes para preparar una ensalada—. ¿Pero no enterraban los Neanderthales a los muertos con cosas que el difunto podría querer en la otra vida? Sin duda eso es un signo de religión.

—Bueno, lo sería si los Neanderthales lo hubieran hecho de verdad. Pero los sitios que son ocupados durante generaciones acumulan basura: huesos, viejas herramientas de piedra y todo eso. Los pocos ejemplos que creíamos tener de artículos en las tumbas de los enterramientos Neanderthales resultaron ser cosas que habían sido enterradas accidentalmente con el cadáver.

Reuben estaba ahora arrancando las hojas a una lechuga iceberg.

—Ah, ¿pero no implica en sí mismo el acto del enterramiento una creencia en la otra vida?

Mary miró alrededor, buscando algo que pudiera hacer para ayudar, pero no parecía que hubiera nada.

—Podría ser —dijo—, o podría deberse simplemente a un intento de mantener las cosas ordenadas. Se han encontrado montones de cadáveres Neanderthales en posición fetal muy marcada. Eso podría deberse a una ceremonia, o podría ser un deseo por parte del pobre diablo que tenía que cavar la tumba de hacer el agujero lo más pequeño posible. Los cuerpos muertos atraen carroñeros, después de todo, y tienden a apestar si los dejas al sol.

Reuben estaba ahora cortando apio.

—Pero… pero yo creía que los Neanderthales fueron, bueno, los primeros niños de las flores.

Mary se echó a reír.

—Ah, sí. La cueva de Shanidar, en Irak… donde se encontraron huesos de Neanderthales cubiertos con polen fosilizado.

—Eso es —asintió Reuben . Como si hubieran sido enterrados con guirnaldas de flores, o algo así.

—Lo siento, pero eso también ha sido desmentido. El polen era sólo una intrusión accidental en la tumba, traída por roedores o por aguas subterráneas que se filtraban a través del sedimento.

—Pero… ¡espera un momento! ¿Y la flauta Neanderthal? Eso fue noticia de primera plana en todo el mundo.

—Sí —dijo Mary—. Ivan Turk la encontró en Eslovenia: un hueso de oso hueco con cuatro agujeros.

—Eso es, eso es. ¡Una flauta! Sin duda se usaba para tocar música religiosa.

—Me temo que no —dijo Mary, apoyada ahora contra el costado del frigorífico—. Resulta que la flauta no era nada de eso: sólo un hueso perforado por los mordiscos de un carnívoro, probablemente un lobo. Y, sí, como es típico de los periódicos, esa revelación no salió en primera plana.

—Eso seguro. Es la primera vez que lo oigo.

—Estuve presente en la reunión de la Sociedad Paleo-antropológica en Seattle en el 98, cuando Nowell y Chase presentaron el trabajo en el que desacreditaban la flauta. —Mary hizo una pausa—. No, en realidad parece que, hasta el final, los Neanderthales, al menos en esta versión de la Tierra, no tuvieron nada que pudiéramos llamar religión, ni siquiera un conocimiento de ese tema. Oh, algunos de los últimos especímenes hicieron cosas un poco distintas, pero la mayoría de los paleontólogos opinan que sólo estaban imitando a los CroMagnons que vivían cerca: los CroMagnons fueron indiscutiblemente nuestros antepasados.

—Hablando de CroMagnons —dijo Reuben—, ¿qué hay del cruce entre Neanderthales y CroMagnons? ¿No he leído en alguna parte que se hallaron fósiles de un niño híbrido en, bueno, tal vez 1998?

—Sí, Eric Trinkaus insiste mucho en ese espécimen. Es de Portugal. Pero mira, él es antropólogo físico, y yo soy genetista. Él basa su caso enteramente en el esqueleto de un niño que, en su opinión, muestra características híbridas. Pero no tiene el cráneo… y el cráneo es el único diagnóstico verdadero para identificar a un Neanderthal. A mí sólo me parece un niño fornido.

—Hmm —dijo Reuben—. Pero, verás, he visto a tipos que se parecen bastante a Ponter, en rasgos si no en color. Algunos europeos del Este, por ejemplo, tienen narices grandes y entrecejo prominente. ¿Estás diciendo que esos tipos no tienen genes Neanderthales?

Mary se encogió de hombros.

—Conozco a algunos paleo-antropólogos que dirían que sí. Pero, en realidad, el jurado todavía no ha decidido si nuestra especie de humanos y los Neanderthales podrían cruzarse.

—Bueno, si sigues pasando tanto tiempo con Ponter, tal vez respondas a esa pregunta por nosotros algún día.

Reuben estaba tan cerca que ella pudo darle un golpecito en el brazo con la mano abierta.

—¡Venga ya! —dijo. Miró hacia el salón, para que Reuben no pudiera ver la sonrisa que crecía en su cara.


Jasmel Ket apareció en casa de Adikor a eso de mediodía. Adikor se sintió sorprendido, pero le agradó verla.

—Día sano —dijo.

—Lo mismo te digo —repuso Jasmel, agachándose para acariciar la cabeza de Pabo.

—¿Quieres comer algo? ¿Carne? ¿Zumo?

—No, estoy bien —dijo Jasmel—. Pero he estado leyendo más sobre la ley. ¿Has pensado en una contrademanda?

—¿Una contrademanda? —repitió Adikor—. ¿Contra quién?

—Daklar Bolbay.

Adikor condujo a Jasmel al salón. Ocupó un sillón y ella el otro.

—¿Con qué acusación? —dijo Adikor—. No me ha hecho nada.

—Ha interferido en tu pena por la pérdida de tu hombre-compañero…

—Sí. Pero sin duda eso no es un delito.

—¿No loes? ¿Qué dice el Código de la Civilización respecto a perturbar la vida de otro?

—Dice muchas cosas.

—La parte en la que estoy pensando es: «La acción frívola contra otro no puede ser pasada por alto; la civilización funciona porque sólo invocamos su poder sobre el individuo en casos atroces.»

—Bueno, me ha acusado de asesinato. No hay crimen más atroz.

—Pero no tiene ninguna prueba real contra ti —dijo Jasmel—. Eso hace que su acción sea frívola… o, al menos, podría serlo a los ojos de un adjudicador.

Adikor negó con la cabeza.

—No me imagino a Sard dejándose impresionar por ese razonamiento.

—Ah, pero Sard no puede oír las contra demandas: ésa es la ley. Hablarías delante de un adjudicador diferente.

—¿De verdad? Tal vez merezca la pena intentarlo. Pero… pero mi objetivo no es prolongar los procedimientos. Es superarlos, conseguir que me levanten este apestoso escrutinio judicial para poder bajar al laboratorio.

—Oh, estoy de acuerdo en que no deberías presentar una contrademanda. Pero la sugerencia de que podrías hacerlo tal vez te ayude a obtener tu respuesta.

—¿Respuesta? ¿A qué?

—A por qué Daklar te persigue de esta forma.

—¿Tú sabes por qué?

Jasmel agachó la cabeza.

—No lo sabía, no hasta hoy, pero…

—¿Pero qué?

—No soy yo quien tiene que decirlo. Si vas a oírlo todo, tendrá que decírtelo Daklar directamente.

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