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De repente se produjo una conmoción considerable entre los gliksins. Al principio, Adikor no supo qué estaba pasando, pero entonces advirtió que alguien entraba en la cámara, descendiendo por la misma escalerilla que habían visto antes. Daba la espalda al ojo del robot: presumiblemente, era un líder gliksin que venía a hacer una valoración de aquel extraño invento, que (si el efecto se reflejaba en el otro lado) parecía sujeto a un cable que salía del aire.

Los gliksins visibles en primer plano llamaban al recién llegado para que se acercara. Y lo hizo, corriendo rápido. El robot se bamboleaba en el extremo de su cable, mientras Dern lo izaba más y más, pero entonces Adikor captó en el monitor un atisbo de la cara de la persona que acababa de llegar.

¡Sí! ¡Increíble, maravillosamente sí!

El corazón de Adikor redoblaba. ¡Era Ponter! Iba vestido con aquella extraña ropa de los gliksin, y llevaba uno de aquellos caparazones amarillos de tortuga en la cabeza, pero no había ninguna duda. ¡Ponter Boddit estaba vivo y bien!

—¡Dern! —gritó Adikor—. ¡Alto! ¡Vuelve a bajar al robot!

La perspectiva de la cámara empezó a bajar en la pantalla. Jasmel jadeó y unió las manos, llena de alegría. Adikor se secó las lágrimas de los ojos.

Ponter corrió hacia el robot. Ladeó la cabeza extrañamente, y Adikor tardó un instante en advertir qué estaba haciendo: miraba el sello de contribución del fabricante en el armazón del robot, para comprobar que era un artefacto de su propio mundo. Ponter miró luego a la cámara del robot, sonriendo.

—Hola —dijo Ponter, la primera palabra entre toda aquella cacofonía que Adikor podía entender—. ¡Hola, amigos míos! ¡Creí que os había perdido para siempre! ¿Quién está mirando esto? Adikor, sin ninguna duda. ¡Cómo te he echado de menos!

Hizo una pausa, y entonces dos de los gliksins le hablaron: uno de los de piel clara y el hombre de piel obscura que había estado sujetando al robot.

Ponter se volvió hacia la cámara.

—No estoy seguro de lo que se supone que tengo que hacer ahora. Veo el cable surgiendo del aire, pero ¿es seguro que vuelva a cruzar? ¿Puedo… —su voz vaciló un momento—, puedo volver a casa?

Adikor se volvió y miró a Dern, que había regresado a la sala de control. Dern se encogió de hombros.

—El robot parece que volvió bien.

—No sabéis cuánto tiempo podréis mantener abierto el portal —dijo Jasmel—, ni si podréis establecerlo de nuevo si se cierra. Mi padre debería volver ahora mismo.

Adikor asintió.

—Pero ¿cómo se lo hacemos saber?

—Yo sé cómo —dijo Jasmel con decisión. Bajó los escalones hasta la sala de cálculo, luego corrió hacia donde el cable desaparecía en el agujero en el aire. Jasmel colocó la mano en el cable, luego la deslizó a lo largo de él hasta que las yemas de sus dedos y luego los dedos enteros y luego la mano y después el brazo desaparecieron. Cuando todo hasta la altura del hombro se perdió de vista, asomó la cabeza al otro lado, y simplemente gritó (Adikor y Dern pudieron oírlo, pero única mente procedente del altavoz del monitor; no hubo ningún sonido en la sala de ordenadores):

—¡Papá! ¡Vuelve a casa!

—¡Jasmel, cariño! —gritó Ponter, alzando la cabeza—. Yo…

—¡Ven ahora mismo! —insistió Jasmel—. No sabemos cuánto tiempo podremos mantener esto abierto. Sigue el cable… usa esa escalerilla de allí para llegar hasta aquí arriba. El suelo de la sala de cálculo cuántico está como media brazada por debajo de donde se encuentra mi cabeza; no deberías tener ningún problema para encontrarlo.

Jasmel volvió a meter la cabeza en su lado y corrió hacia la sala de control.

Hubo un remolino de actividad visible en el monitor; resultaba claro que nadie estaba preparado para eso. Dos hombres fueron a traer la escalerilla que Jasmel había señalado. Uno de ellos le dio a Ponter un gran abrazo, que Ponter devolvió con entusiasmo. Parecía que los gliksins no lo habían tratado mal…

Y ahora una mujer de pelo amarillo apareció junto a Ponter; no estaba allí antes y parecía bastante cansada. Se puso de puntillas y apretó sus labios contra la mejilla de Ponter; él sonrió ampliamente como respuesta.

El robot giró la cámara siguiendo las órdenes de Dern, y Adikor vio que el problema era más difícil de lo que Jasmel había pensado. Sí, el cable salía de un agujero… pero ese agujero no estaba cerca de ninguna de las paredes rocosas de la caverna. Más bien, estaba en mitad del aire, a varios cuerpos por encima del suelo, y al menos igual de lejos de la pared más cercana. No había nada contra lo que apoyar la escalerilla.

—¿Podría trepar por el cable? —preguntó Adikor.

—Pesa más que el robot, estoy seguro. Podría aguantarlo, pero…

Pero si se rompía, Ponter caería al suelo de roca, y probablemente se partiría el cuello.

—¿No podemos hacerle llegar un cable más fuerte? —preguntó Jasmel.

—Si tuviéramos un cable más fuerte —asintió Dern—. Pero no tengo ni idea de dónde conseguir uno aquí; tendría que subir a mi taller de la superficie y eso requiere demasiado tiempo.

Pero los gliksins, por débiles que pudieran parecer, estaban llenos de recursos. Cuatro de ellos sostenían ahora la base de la escalerilla, sujetándola con todas sus fuerzas. No estaba apoyada contra nada, pero le gritaban a Ponter, al parecer instándolo a que intentara subir de todas formas.

Ponter corrió hasta la escalerilla y estaba a punto de subir el primer peldaño, aunque no era demasiado firme. De repente, la mujer de pelo amarillo corrió hacia él y le tocó el brazo. Ponter se volvió, y su ceja se alzó en un gesto de sorpresa. Ella le puso algo en la otra mano y se estiró para colocar de nuevo la cara contra la mejilla de Ponter. Él sonrió una vez más, y luego empezó a subir por la escalerilla que los gliksins sujetaban.

La escalerilla se fue bamboleando más y más a medida que Ponter subía, y el corazón de Adikor dio un vuelco cuando pareció que iba a caerse, pero más gliksins corrieron a ayudar, y la escalerilla se enderezó de nuevo, y Ponter empezó a estirar la mano, tratando de agarrar el cable que asomaba en el agujero en mitad del aire. La escalerilla osciló atrás, adelante, a la izquierda, a la derecha, y Ponter intentó agarrar el cable, falló, lo intentó de nuevo, falló una vez más, y entonces…

La caja de control de Dern dio una ligera sacudida hacia adelante.

¡Ponter tenía el cable!

Adikor, Jasmel y Dern corrieron a la sala de cálculo. Jasmel y Dern ocuparon posiciones justo delante de la abertura, y Adikor, tratando de ver si había algo que pudiera hacer para ayudar, se situó detrás de la abertura y…

Adikor jadeó.

Vio la cabeza de Ponter surgir de la nada y, desde su ángulo, veía su cuello como si lo hubiera cercenado una hoja enorme. Dern y Jasmel ya ayudaban a tirar de Ponter, pero Adikor sólo miraba, aturdido, a medida que su amado iba apareciendo poco a poco a través del agujero que abrazaba sus contornos… y el tajo que lo cortaba se abría paso por su cuerpo hacia abajo, revelando secciones cruzadas a través de sus hombros; luego a través de su pecho con su corazón palpitante y sus pulmones hinchados; ahora a través de sus tripas; ahora a través de las piernas y…

¡Y pasó! ¡Todo él pasó!

Adikor corrió hacia Ponter y lo abrazó con fuerza, y Jasmel abrazó a su padre también. Los tres rieron y lloraron, y finalmente, tras soltarse del abrazo, Adikor dijo:

—¡Bienvenido! ¡Bienvenido!

—Gracias —dijo Ponter, sonriendo de oreja a oreja.

Dern se había apartado amablemente unos pasos. Adikor reparó en él.

—Discúlpanos —dijo—. Ponter Boddit, éste es Dern Kord, un ingeniero que nos ha estado ayudando.

—Día sano —le dijo Ponter a Dern. Y caminó hacia él y…

—¡No! —gritó Dern.

Pero era demasiado tarde. Ponter tropezó con el cable tenso, y lo rompió en dos, y la parte que se proyectaba en el mundo de los gliksin se perdió a través del portal, y el portal desapareció con un relámpago azul eléctrico.

Los dos mundos quedaron separados una vez más.

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