Epílogo

A las 5,30 de una oscura y helada mañana de invierno La Escultura salió libre por el portal de la cárcel, dos horas antes de la hora que se había anunciado a la prensa. Olive había solicitado y obtenido permiso para integrarse de nuevo en la sociedad lejos de los primeros planos publicitarios que habían rodeado la libertad de otros importantes casos de encarcelamiento por error. Roz y la hermana Bridget, avisadas por teléfono, permanecían fuera junto al farol golpeando el suelo con los pies y echándose aliento en las manos. Sonrieron con un gesto de bienvenida en cuanto se abrió la mirilla del portal.

Sólo Hal, cobijado en el calor del coche a unos diez metros de allí, se fijó en la expresión de triunfo y regocijo de Olive mientras abrazaba a las dos mujeres y las levantaba por los aires. Recordó unas palabras que había estarcido en su escritorio cuando aún era policía: «La verdad se sitúa en un radio limitado y preciso, pero el error es inmenso».

Sin ninguna razón aparente, se estremeció.

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